3/9/13

En 1982, el estado de Alaska empezó a distribuir dinero procedente de las rentas petrolíferas entre todos los residentes

" (...) Y hete aquí la extraña reacción de Allan Sheahan a la observación de que hemos tenido “crecimiento sin suficientes puestos de trabajo”, no sólo en los EEUU, sino a escala global: no necesitaríamos esos apestosos puestos de trabajo. Dice:

“Crear puestos de trabajo es un enfoque completamente equivocado, porque el mundo no necesita que todos tengan un puesto de trabajo para poder producir lo que necesitamos para vivir una vida decente y confortable. Tenemos que repensar todo el concepto de tener un puesto de trabajo.

 Cuando decimos que necesitamos más puestos de trabajo, lo que realmente queremos decir es que necesitamos más dinero para poder vivir. Una respuesta es instituir una renta básica garantizada (BIG [por sus siglas en inglés]) para todo el mundo, suficiente al menos para ir tirando (justo por encima del nivel de pobreza). Y entonces, todos podríamos tratar de encontrar trabajo para ganar más.”

En suma: sostiene que necesitamos la BIG. Quienes no pueden encontrar un puesto de trabajo se limitarán simplemente a vivir de un suministro público de ayuda.

Bien; yo estoy a favor de la caridad, incluso de la caridad públicamente organizada. Como dijo Hyman Minsky, eso no tiene nada que ver con la reducción de la pobreza causada por el desempleo, sino más bien, según él mismo dejó dicho, con “programas ampliados, mejorados y modernizados de pagos e ingresos transferidos en especies para los mayores, los inválidos, los discapacitados y los niños necesitados.

 Esos programas son necesarios. Pero según yo lo entiendo, esto no tienen nada que ver con la Guerra a la Pobreza; tiene sobre todo que ver con nuestra consciencia nacional y con nuestros sentimientos humanos”.

 Minsky predijo (acertadamente) en 1965 que una Guerra a la Pobreza fundada en la caridad no disminuiría en absoluto la tasa de pobreza, y efectivamente así fue. Alivia nuestra consciencia nacional, pero no hace nada por aliviar la pobreza.

Quienes proponen la BIG al estilo de Sheahan suelen servirse de un esquema-señuelo. Les encanta aludir al supuesto éxito en Alaska del programa de “fondo permanente”, destinado a compartir entre todos los residentes los beneficios de la producción petrolífera. 

Eso, sostienen, separa el ingreso del trabajo, permitiendo que todos los residentes puedan elegir una vida de ocio libre de la necesidad de trabajar. Esa vida de ocio permitiría a los residentes en Alaska contribuir voluntariamente a la vida comunitaria superior: libres de las penosas cargas del trabajo cotidiano podrían dedicarse a la caridad, o al arte, o a la vida serenamente contemplativa. 

Y entonces viene cuando nos encontramos con la cantidad que Alaska suministra en forma de “gran BIG” [el autor juega aquí con el significado de BIG en inglés: “grande”]:

“En 1982, el estado de Alaska empezó a distribuir dinero procedente de las rentas petrolíferas entre todos los residentes. El Fondo Permanente de Alaska ha venido dando entre 1.000 y 2.000 dólares cada año a cada hombre, mujer y niño residente en el estado. En 2012, el monto cayó a 878 dólares. No hay exigencias de trabajo. La subvención ha logrado reducir la pobreza y la desigualdad de ingresos en Alaska.”

No: no es un erratum. Han leído bien: 878 dolarcillos al año. Con eso uno se compra en Alaska dos hamburguesas Big Macs y una Coca Cola algún que otro mes para alimentar a una familia de cuatro, lo que deja aparcados los sueños de una vida de ocio entre los Grizzlies. Pero veamos. Si añadiéramos varios ceros a ese número, podríamos acercarnos a los que la BIG promete, manteniéndose constante todo lo demás.

Pero todo lo demás no se mantiene constante, si tenemos que pagar a “cada hombre, cada mujer y cada niño” estadounidense, digamos, 87 mil dólares al año. Porque entonces deberíamos añadir dos o tres ceros más a todos los precios y salarios de esa vida de ocio prometida por los propugnadores de esa versión de la BIG, hasta alcanzar con los precios a los haraganes que ahora están dispuestos vivir con 878 dólares al año en Alaska, pero que querrían los 87 mil dólares que una BIG realmente exigiría.

 (Para decirlo todo, la cosa sería harto más complicada todavía. Pero ya se hacen una idea. Significa poco más que una rápida devaluación de la moneda. Podrían incluso llegar a ser mucho, mucho peor que eso, si todos decidiéramos convertirnos en haraganes y vivir conforme a las promesas vitales de ocio de esa versión de la BIG, porque entonces esos 88 mil dólares apenas podrían adquirir nada.)

Me gusta el mejor dicho jamás pronunciado por Dean Baker, según el cual, en general, los economistas no son muy duchos en materia de teoría económica. Las gentes del BIG son simplemente horribles en esa materia.

Miren, me gusta el bienestar. Tengo un ardiente corazón de izquierda. Creo que nuestra nación debería cuidar de sí misma. Pero ese incoherente sinsentido argumental de que no necesitamos apestosos puestos de trabajo es una estupidez manifiesta. Incluso el argumento favorito de los pseudoprogresistas de que necesitamos recuperar para los EEUU todos esos horribles empleos fabriles es mejor que la BIG.

¿Y por qué no abogar en cambio por una paga decente en un buen trabajo en el sector servicios, por puestos de trabajo para todos quienes deseen trabajar y por un Empleador de Último Recurso capaz de garantizar que la promesa es algo más que vacía?

Como observó Hyman Minsky cuando el Presidente Johnson llevaba apenas un año de batalla contra la pobreza, “la guerra contra la pobreza es una impugnación conservadora… Puede difundir la pobreza más equitativamente… Sin embargo, este enfoque no puede, por sí mismo, poner fin a la pobreza”. 

El componente crítico que faltaba en 1964 y que sigue faltando hoy es un compromiso público con el pleno empleo. Sólo un programa orientado al empleo decentemente pagado puede combatir con éxito la pobreza en la población no anciana de un modo políticamente aceptable. 

Proseguía Minsky: 

“Tenemos que invertir el afán político característico de los últimos 40 años y movernos hacia un sistema que incentive el compromiso de la fuerza de trabajo. Pero para hacerlo, necesitamos crear puestos de trabajo accesibles; cualquier estrategia política que no se plantee como primer y fundamental objetivo la creación de puestos de trabajo no será sino una continuación de la depauperante estrategia de la pasada década. 

Un ingrediente necesario de cualquier guerra contra la pobreza es un programa de creación de puestos de trabajo; y nunca se ha demostrado que un amplio y concienzudo programa de creación de puestos de trabajo que tome a la gente tal y como es no consiga por sí mismo eliminar una gran parte de la pobreza existente.”

Y para terminar con mi cita favorita de J.M. Keynes:

“La creencia conservadora de que hay alguna ley de la naturaleza que impide a los hombres llegar a tener empleo, de que es ‘loco” emplear a los hombres y de que es financieramente ‘sensato’ mantener ociosa a una décima parte de la población, es una fabulación locamente improbable: la clase de cosa que nadie podría llegar a creer sin haberse intoxicado durante años y años los sesos con sinsentidos…”            ('¿Crear mas puestos de trabajo no es la respuesta? El señuelo de ciertas versiones de la Renta Básica Garantizada', de  Randall Wray, en Sin Permiso, 28/07/2013)

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