" (...) Y hete aquí la
extraña reacción de Allan Sheahan a la observación de que hemos tenido
“crecimiento sin suficientes puestos de trabajo”, no sólo en los EEUU, sino a
escala global: no necesitaríamos esos apestosos puestos de trabajo. Dice:
“Crear puestos
de trabajo es un enfoque completamente equivocado, porque el mundo no necesita
que todos tengan un puesto de trabajo para poder producir lo que necesitamos
para vivir una vida decente y confortable. Tenemos que repensar todo el
concepto de tener un puesto de trabajo.
Cuando decimos que necesitamos más
puestos de trabajo, lo que realmente queremos decir es que necesitamos más
dinero para poder vivir. Una respuesta es instituir una renta básica
garantizada (BIG [por sus siglas en inglés]) para todo el mundo, suficiente al
menos para ir tirando (justo por encima del nivel de pobreza). Y entonces,
todos podríamos tratar de encontrar trabajo para ganar más.”
En suma:
sostiene que necesitamos la BIG. Quienes no pueden encontrar un puesto de
trabajo se limitarán simplemente a vivir de un suministro público de ayuda.
Bien; yo estoy a
favor de la caridad, incluso de la caridad públicamente organizada. Como dijo
Hyman Minsky, eso no tiene nada que ver con la reducción de la pobreza causada
por el desempleo, sino más bien, según
él mismo dejó dicho, con “programas ampliados, mejorados y modernizados de
pagos e ingresos transferidos en especies para los mayores, los inválidos, los
discapacitados y los niños necesitados.
Esos programas son necesarios. Pero
según yo lo entiendo, esto no tienen nada que ver con la Guerra a la Pobreza;
tiene sobre todo que ver con nuestra consciencia nacional y con nuestros
sentimientos humanos”.
Minsky predijo (acertadamente) en 1965 que una Guerra a
la Pobreza fundada en la caridad no disminuiría en absoluto la tasa de pobreza,
y efectivamente así fue. Alivia nuestra consciencia nacional, pero no hace nada
por aliviar la pobreza.
Quienes
proponen la BIG al estilo de Sheahan suelen servirse de un esquema-señuelo. Les
encanta aludir al supuesto éxito en Alaska del programa de “fondo permanente”,
destinado a compartir entre todos los residentes los beneficios de la
producción petrolífera.
Eso, sostienen, separa el ingreso del trabajo,
permitiendo que todos los residentes puedan elegir una vida de ocio libre de la
necesidad de trabajar. Esa vida de ocio permitiría a los residentes en Alaska
contribuir voluntariamente a la vida comunitaria superior: libres de las
penosas cargas del trabajo cotidiano podrían dedicarse a la caridad, o al arte,
o a la vida serenamente contemplativa.
Y entonces viene cuando nos encontramos
con la cantidad que Alaska suministra en forma de “gran BIG” [el autor juega
aquí con el significado de BIG en inglés: “grande”]:
“En
1982, el estado de Alaska empezó a distribuir dinero procedente de las rentas
petrolíferas entre todos los residentes. El Fondo Permanente de Alaska ha
venido dando entre 1.000 y 2.000 dólares cada año a cada hombre, mujer y niño
residente en el estado. En 2012, el monto cayó a 878 dólares. No hay exigencias
de trabajo. La subvención ha logrado reducir la pobreza y la desigualdad de
ingresos en Alaska.”
No:
no es un erratum. Han leído bien: 878
dolarcillos al año. Con eso uno se compra en Alaska dos hamburguesas Big Macs y
una Coca Cola algún que otro mes para alimentar a una familia de cuatro, lo que
deja aparcados los sueños de una vida de ocio entre los Grizzlies. Pero veamos.
Si añadiéramos varios ceros a ese número, podríamos acercarnos a los que la BIG
promete, manteniéndose constante todo lo demás.
Pero
todo lo demás no se mantiene constante, si tenemos que pagar a “cada hombre,
cada mujer y cada niño” estadounidense, digamos, 87 mil dólares al año. Porque
entonces deberíamos añadir dos o tres ceros más a todos los precios y salarios
de esa vida de ocio prometida por los propugnadores de esa versión de la BIG,
hasta alcanzar con los precios a los haraganes que ahora están dispuestos vivir
con 878 dólares al año en Alaska, pero que querrían los 87 mil dólares que una
BIG realmente exigiría.
(Para decirlo todo, la cosa sería harto más complicada
todavía. Pero ya se hacen una idea. Significa poco más que una rápida
devaluación de la moneda. Podrían incluso llegar a ser mucho, mucho peor que
eso, si todos decidiéramos convertirnos en haraganes y vivir conforme a las
promesas vitales de ocio de esa versión de la BIG, porque entonces esos 88 mil
dólares apenas podrían adquirir nada.)
Me
gusta el mejor dicho jamás pronunciado por Dean Baker, según el cual, en
general, los economistas no son muy duchos en materia de teoría económica. Las
gentes del BIG son simplemente horribles en esa materia.
Miren,
me gusta el bienestar. Tengo un ardiente corazón de izquierda. Creo que nuestra
nación debería cuidar de sí misma. Pero ese incoherente sinsentido argumental
de que no necesitamos apestosos puestos de trabajo es una estupidez manifiesta.
Incluso el argumento favorito de los pseudoprogresistas de que necesitamos recuperar
para los EEUU todos esos horribles empleos fabriles es mejor que la BIG.
¿Y
por qué no abogar en cambio por una paga decente en un buen trabajo en el
sector servicios, por puestos de trabajo para todos quienes deseen trabajar y
por un Empleador de Último Recurso capaz de garantizar que la promesa es algo
más que vacía?
Como
observó Hyman Minsky cuando el Presidente Johnson llevaba apenas un año de
batalla contra la pobreza, “la guerra contra la pobreza es una impugnación
conservadora… Puede difundir la pobreza más equitativamente… Sin embargo, este
enfoque no puede, por sí mismo, poner fin a la pobreza”.
El componente crítico
que faltaba en 1964 y que sigue faltando hoy es un compromiso público con el
pleno empleo. Sólo un programa orientado al empleo decentemente pagado puede
combatir con éxito la pobreza en la población no anciana de un modo
políticamente aceptable.
Proseguía
Minsky:
“Tenemos que
invertir el afán político característico de los últimos 40 años y movernos
hacia un sistema que incentive el compromiso de la fuerza de trabajo. Pero para
hacerlo, necesitamos crear puestos de trabajo accesibles; cualquier estrategia
política que no se plantee como primer y fundamental objetivo la creación de
puestos de trabajo no será sino una continuación de la depauperante estrategia
de la pasada década.
Un ingrediente necesario de cualquier guerra contra la
pobreza es un programa de creación de puestos de trabajo; y nunca se ha
demostrado que un amplio y concienzudo programa de creación de puestos de trabajo
que tome a la gente tal y como es no consiga por sí mismo eliminar una gran
parte de la pobreza existente.”
Y para terminar
con mi cita favorita de J.M. Keynes:
“La creencia
conservadora de que hay alguna ley de la naturaleza que impide a los hombres
llegar a tener empleo, de que es ‘loco” emplear a los hombres y de que es
financieramente ‘sensato’ mantener ociosa a una décima parte de la población,
es una fabulación locamente improbable: la clase de cosa que nadie podría
llegar a creer sin haberse intoxicado durante años y años los sesos con
sinsentidos…” ('¿Crear mas puestos de trabajo no es la respuesta? El señuelo de ciertas versiones de la Renta Básica Garantizada', de
Randall Wray, en Sin Permiso, 28/07/2013)
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