"Después de leer su nuevo libro, una de las conclusiones que se
pueden sacar es que el neoliberalismo ha colonizado el alma de los seres
humanos, convirtiéndonos en algo así como “personas-empresa”. Sin
embargo, ustedes terminan el libro lanzando un mensaje optimista…
El sistema de poder neoliberal conduce a las personas hacia unos
comportamientos de obediencia y sumisión, pero al mismo tiempo no puede
evitar en los individuos eso que Michael Foucault llama contraconducta. O
sea, somos conducidos a vivir en continua rivalidad y competitividad,
intentado ir más allá siempre para alcanzar objetivos, resultados…
Toda
esta presión subjetiva sobre los individuos provoca mucho sufrimiento y
numerosas patologías que los psicólogos, los psicoanalistas y los
sociólogos han observado, pero al mismo tiempo también provoca
reacciones que llevan a mucha gente a reinventar su vida, a retirarse
del sistema y empezar de nuevo sus lazos sociales.
Como conclusión,
formulamos la hipótesis de que hoy se está construyendo una racionalidad
alternativa, algo que hemos denominado ‘racionalidad del común’.
Desde los principios del liberalismo, y posteriormente del
neoliberalismo, el debate principal se ha centrado en el papel del
Estado y de las personas en el gran ‘juego’ de la economía de mercado.
Ustedes entienden que, frente a lo que piensan algunos, el estado no
está siendo el gran perdedor. ¿Podemos deducir que somos los propios
ciudadanos los perdedores?
El neoliberalismo responde al modelo de empresa y a la lógica de la
competencia. A través de dispositivos y técnicas de poder introduce
efectos subjetivos de tipo empresarial, algo extremadamente curioso que
induce a los individuos a identificarse con el funcionamiento de una
empresa. Nosotros vemos que, a la vez que el neoliberalismo exalta al
individuo, lo mutila como persona para maximizar solo su valor
económico. (...)
Hace dos años y medio de la irrupción en España del 15M. Para
muchos, su naturaleza asamblearia le impide avanzar, y piden que
cristalice en una formación política clásica. ¿Es esta una nueva
perversión del sistema, una tentación del “diablo”?
Soy muy sensible a las fórmulas de democracia real. Todas estas
expresiones de debate público, de asambleas populares, son el objetivo
mismo de la elaboración colectiva. Simbolizan una profunda oposición al
sistema neoliberal. El neoliberalismo ha puesto en crisis la propia
democracia liberal clásica, desacreditando el sistema clásico de
representación, donde la voluntad del pueblo se expresa a través del
parlamento.
Pero en un sistema neoliberal los políticos solo están
habilitados para aprobar reglas que vienen de fuera y sobre las cuales a
veces ni pueden actuar. No se trata de que las nuevas movilizaciones
reclamen una vuelta a la democracia liberal de tipo parlamentario, es
preferible observar de forma crítica los límites de esa democracia
parlamentaria para buscar nuevas fórmulas de participación más directas,
donde los propios ciudadanos ganen protagonismo y fuerza en los
procesos de deliberación y decisión.
Según dicen la democracia ya no es siquiera una estrategia
pretendida por el neoliberalismo. No solo eso, ustedes afirman que
incluso la noción de régimen político se ha difuminado. Ha pasado a ser
algo secundario, indiferente…
Friedrich Hayek, el famoso filósofo y economista, decía que se puede
construir un sistema sobre la desconfianza de la voluntad popular. Él
defendía que hay que establecer diques de contención contra la voluntad
de los pueblos. De hecho, durante la dictadura de Pinochet en Chile
dijo: “Prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático donde el
liberalismo esté ausente”.
El neoliberalismo juega a aceptar la
democracia como si realmente el gobierno fuera de las personas, pero es
evidente que estamos muy lejos de lo que Lincoln calificaba como
“gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Hay una distancia
tremenda entre el pueblo y los que gobiernan.
El ideal neoliberal pretende individuos que busquen constantemente
el éxito personal en libre competencia. Las personas que no encuentran
ese éxito, serían seres frustrados, perdedores. Pero, ¿son esos
perdedores la esperanza de un futuro diferente?
El término anglosajón “win to win” (“ganar para ganar”), adoptado por
el propio neoliberalismo, dice que todo el mundo gana algo si acepta
participar en el gran juego del mercado. Ya que hemos nombrado a Hayek,
él no estaba de acuerdo con esa falacia, afirmaba que inevitablemente
hay winners y losers y que la justicia social es un mito.
La experiencia
nos dice que el sistema neoliberal genera riqueza creciente en un
determinado número de personas a la vez que amplía el número de pobres.
El win to win ya no es creíble, y los perdedores difícilmente pueden
identificarse con este sistema. Pero no es suficiente con sentirse
perdedor, hay que luchar para ganar, para construir algo que permita
generar una nueva situación.
Ustedes califican la acción de organismos supranacionales como la
OMC, el FMI o el Banco Mundial como un “gran baile de máscaras”, grandes
monstruos despersonalizados creados para legitimar decisiones que
afectan a millones de personas. ¿Es posible quitarles esas máscaras?
Está claro que hay gente que se está aprovechando de la situación,
son predadores cuyo único objetivo es seguir enriqueciéndose. Desde hace
30 años volvemos a presenciar una especie de revancha de los ricos, que
están destruyendo todo lo que podía limitar que se enriquecieran de
manera infinita.
¿Cuál ha sido su estrategia para lograrlo? Han
desarrollado un sistema de normas que opera claramente a su favor y
hacen creer a las personas que es algo objetivo. El mejor ejemplo es el
de las agencias de calificación de riesgo, que se permiten calificar a
los países de manera “objetiva”. ¿Qué objetividad es esa? Está claro que
la que ellos quieren. (...)" (Entrevista a Chistian Laval, Público, 13/11/2013)
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