13/11/13

El sistema de poder neoliberal conduce a las personas hacia unos comportamientos de obediencia y sumisión, pero al mismo tiempo provoca una contraconducta

"Después de leer su nuevo libro, una de las conclusiones que se pueden sacar es que el neoliberalismo ha colonizado el alma de los seres humanos, convirtiéndonos en algo así como “personas-empresa”. Sin embargo, ustedes terminan el libro lanzando un mensaje optimista…

El sistema de poder neoliberal conduce a las personas hacia unos comportamientos de obediencia y sumisión, pero al mismo tiempo no puede evitar en los individuos eso que Michael Foucault llama contraconducta. O sea, somos conducidos a vivir en continua rivalidad y competitividad, intentado ir más allá siempre para alcanzar objetivos, resultados…

 Toda esta presión subjetiva sobre los individuos provoca mucho sufrimiento y numerosas patologías que los psicólogos, los psicoanalistas y los sociólogos han observado, pero al mismo tiempo también provoca reacciones que llevan a mucha gente a reinventar su vida, a retirarse del sistema y empezar de nuevo sus lazos sociales.

 Como conclusión, formulamos la hipótesis de que hoy se está construyendo una racionalidad alternativa, algo que hemos denominado ‘racionalidad del común’.

Desde los principios del liberalismo, y posteriormente del neoliberalismo, el debate principal se ha centrado en el papel del Estado y de las personas en el gran ‘juego’ de la economía de mercado. Ustedes entienden que, frente a lo que piensan algunos, el estado no está siendo el gran perdedor. ¿Podemos deducir que somos los propios ciudadanos los perdedores? 

El neoliberalismo responde al modelo de empresa y a la lógica de la competencia. A través de dispositivos y técnicas de poder introduce efectos subjetivos de tipo empresarial, algo extremadamente curioso que induce a los individuos a identificarse con el funcionamiento de una empresa. Nosotros vemos que, a la vez que el neoliberalismo exalta al individuo, lo mutila como persona para maximizar solo su valor económico. (...)

Hace dos años y medio de la irrupción en España del 15M. Para muchos, su naturaleza asamblearia le impide avanzar, y piden que cristalice en una formación política clásica.  ¿Es esta una nueva perversión del sistema, una tentación del “diablo”? 

Soy muy sensible a las fórmulas de democracia real. Todas estas expresiones de debate público, de asambleas populares, son el objetivo mismo de la elaboración colectiva. Simbolizan una profunda oposición al sistema neoliberal. El neoliberalismo ha puesto en crisis la propia democracia liberal clásica, desacreditando el sistema clásico de representación, donde la voluntad del pueblo se expresa a través del parlamento.

 Pero en un sistema neoliberal los políticos solo están habilitados para aprobar reglas que vienen de fuera y sobre las cuales a veces ni pueden actuar. No se trata de que las nuevas movilizaciones reclamen una vuelta a la democracia liberal de tipo parlamentario, es preferible observar de forma crítica los límites de esa democracia parlamentaria para buscar nuevas fórmulas de participación más directas, donde los propios ciudadanos ganen protagonismo y fuerza en los procesos de deliberación y decisión.

Según dicen la democracia ya no es siquiera una estrategia pretendida por el neoliberalismo. No solo eso, ustedes afirman que incluso la noción de régimen político se ha difuminado. Ha pasado a ser algo secundario, indiferente…

Friedrich Hayek, el famoso filósofo y economista, decía que se puede construir un sistema sobre la desconfianza de la voluntad popular.  Él defendía que hay que establecer diques de contención contra la voluntad de los pueblos. De hecho, durante la dictadura de Pinochet en Chile dijo: “Prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático donde el liberalismo esté ausente”. 

El neoliberalismo juega a aceptar la democracia como si realmente el gobierno fuera de las personas, pero es evidente que estamos muy lejos de lo que Lincoln calificaba como “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Hay una distancia tremenda entre el pueblo y los que gobiernan.

 El ideal neoliberal pretende individuos que busquen constantemente el éxito personal en libre competencia. Las personas que no encuentran ese éxito, serían seres frustrados, perdedores. Pero, ¿son esos perdedores la esperanza de un futuro diferente?
 
El término anglosajón “win to win” (“ganar para ganar”), adoptado por el propio neoliberalismo, dice que todo el mundo gana algo si acepta participar en el gran juego del mercado.  Ya que hemos nombrado a Hayek, él no estaba de acuerdo con esa falacia, afirmaba que inevitablemente hay winners y losers y que la justicia social es un mito.

 La experiencia nos dice que el sistema neoliberal genera riqueza creciente en un determinado número de personas a la vez que amplía el número de pobres. El win to win ya no es creíble, y los perdedores difícilmente pueden identificarse con este sistema.  Pero no es suficiente con sentirse perdedor, hay que luchar para ganar, para construir algo que permita generar una nueva situación.

 Ustedes califican la acción de organismos supranacionales como la OMC, el FMI o el Banco Mundial como un “gran baile de máscaras”, grandes monstruos despersonalizados creados para legitimar decisiones que afectan a millones de personas. ¿Es posible quitarles esas máscaras?

Está claro que hay gente que se está aprovechando de la situación, son predadores cuyo único objetivo es seguir enriqueciéndose. Desde hace 30 años volvemos a presenciar una especie de revancha de los ricos, que están destruyendo todo lo que podía limitar que se enriquecieran de manera infinita. 

¿Cuál ha sido su estrategia para lograrlo? Han desarrollado un sistema de normas que opera claramente a su favor y hacen creer a las personas que es algo objetivo. El mejor ejemplo es el de las agencias de calificación de riesgo, que se permiten calificar a los países de manera “objetiva”. ¿Qué objetividad es esa? Está claro que la que ellos quieren. (...)"              (Entrevista a Chistian Laval, Público, 13/11/2013)

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