"(...) Casi todas las ciudades grandes y todas las mega ciudades hoy, más
que nunca antes en la historia, son ruidosas, congestionadas a pesar de
que algunas tienen formidables autopistas y moderno transporte público,
derrochadoras de recursos, devoradoras de agua, alimentos, combustible y
energía y productoras de montañas de basura, polvo contaminante, esmog,
ozono, monóxido de carbono, dióxido de azufre y más.
La OECD
(Organización para la Cooperación al Desarrollo Económicos) estima que
las ciudades hoy usan la mayor parte del flujo energético que se produce
en el mundo -dominan el 82 por ciento del consumo mundial de gas
natural, el 76 por ciento de carbón y el 63 por ciento del consumo de
petróleo. Las 25 ciudades más grandes producen más de la mitad de la
riqueza del mundo.
El escritor canadiense Andrew Nikiforuk en su libro “Energy of the
Slaves” (La energía de los esclavos) nos muestra varios ejemplos de lo
que él llama el metabolismo patológico de las mega ciudades,
describiendo a Londres en Inglaterra (la madre de la mega ciudades) y
citando al urbanista Herbert Girardet que nos informa que Londres con 15
millones de habitantes en su área metropolitana, convierte recursos y
energía venidos mayormente desde fuera de Londres en 15 millones de
toneladas de desperdicios sólidos y vierte 66 millones de toneladas de
Carbono, al tiempo que consume 22 millones de toneladas de petróleo cada
año.
Londres monopoliza las tres cuartas partes de la energía de la
isla de Gran Bretaña aunque sus habitantes ocupan solamente 1580
kilómetros cuadrados. Para alimentar a Londres se necesita cultivar
alimentos, criar animales comestibles y proveer maderas en 196.800
kilómetros cuadrados, vale decir las tres cuartas partes de toda Gran
Bretaña.
Un impacto conocido y gigantesco de ciudades grandes y mega ciudades
es la polución del aire; en París esta se extiende por más de 100
kilómetros fuera del área metropolitana. Según el Clear Air Institute
(Instituto de Aire Limpio) en América Latina, Ciudad de México, Santiago
de Chile, San Salvador y Montevideo, tienen excesiva polución que causa
serios problemas de salud a sus habitantes.
El otro conocido impacto es
con respecto al agua; en grandes y mega ciudades en promedio un tercio
de sus habitantes vive en barrios pobres con pequeña o ninguna seguridad
de suministro de agua. Con el fin del petróleo barato viene el aumento
del costo de la energía por lo tanto se hace más difícil tratar el agua y
obtener agua limpia. Ciudad de México con 21 millones de habitantes
está cerca de secar sus acuíferos que ya están contaminados.
El rio
Riachuelo en Buenos Aires, donde viven 12 millones de personas y casi
cuatro millones de ellas viven de su cuenca de drenaje, tiene 50 veces
más metales pesados de lo permitido. Shanghai, con 23 millones de
habitantes, tiene ríos contaminados con agua salada. Bangkok la gran
ciudad de Tailandia, la llamada “Venecia del Oriente,” tiene
contaminación de ruido y polución que superan todos los límites y el
agua contaminada de sus canales se ha vuelto fétida.
Como consecuencia
del cambio climático, ha aumentado el nivel del mar afectando ciudades
como Mumbai en la India ubicada en costas planas y con 25 millones de
habitantes -afectados ya por las fuertes lluvias que hacen colapsar su
sistema de aguas servidas. Un aumento del nivel del mar significa que
eventualmente partes enteras de la ciudad quedaran sumergidas
envenenando sus acuíferos.
A esta irracionalidad de crecimiento deformado en las zonas urbanas
se suma la locura capitalista del crecimiento eterno al que sucumbe
incluso China; según cálculos de sus autoridades y promotores en los
próximos 25 años se construirán 50 mil rascacielos en ese país, la mitad
de lo que se planea construir en todo el mundo –mas allá de que se haga
esto realidad dado el creciente costo de la energía.
China cuenta ya
con 120 ciudades con más de un millón de habitantes que consumen 55
millones de toneladas de carbón cada año, ciudades pobladas por las más
de 400 millones de personas que han abandonado el campo en busca de
oportunidades.
La explosión de las megas ciudades ha creado una clase de asesores y
académicos promotores activos del crecimiento de estas urbes con la idea
de que de esta forma se crea riqueza; hay una complicidad que le sirve a
los especuladores del sector inmobiliario y financiero, que aunque
desprestigiado continúa promoviendo el crecimiento en base al crédito.
Hay una ideología dominante en favor del crecimiento eterno que se
propaga gracias a la falsimedia que funciona más que como agencias de
información como agencias de propaganda de un sistema que está
claramente colapsando. Por ejemplo la revista Economist, y su pomposa
“Intelligence Unit” (Unidad de Inteligencia) ha dado un reporte tan
dudoso como fantasioso sobre las ciudades más habitables del mundo, que
son por supuesto todas localizadas en el Primer Mundo, diciendo lo que
muchos quieren escuchar, que hay ciudades paraísos y otras que están muy
lejos de serlo, como Moscú, San Petersburgo y Caracas. (...)
El agotamiento comprobable de importantes recursos, como el
combustible fósil y los minerales, la falta de energía y de agua; la
proliferación de impactos negativos al medio ambiente consecuencia de la
extracción y uso de los recursos naturales, el cambio climático que ha
transformado ya regiones a través de habituales sequías o de
inundaciones, y los trastornos financieros consecuencia de la
incapacidad de nuestros sistemas monetario y bancario, y de la
imposición de acarrear enormes deudas privadas y públicas pues gran
parte del crecimiento económico del mundo occidental se ha debido a la
generación de deudas de todo tipo en las últimas décadas, nos habla de
este colapso.
La solución a estos graves problemas no puede venir de
manos de la tecnología, las comunicaciones o el internet. Se trata de
problemas básicos y materiales que requieren soluciones también
fundamentales y materiales, un plan racional que considere la realidad y
no la fantasía y que tome en cuenta el tamaño del peligro de un colapso
con potencialidad de terminar con la existencia humana.
Una barrera importante que bloquea el entendimiento general sobre la
severidad de los problemas que enfrentamos es sin duda la falta de ética
reinante y la generalizada corrupción de las élites que manejan el
poder y de sus administradores políticos en los países más agresores del
mundo. (...)
Y sin embargo aunque sea difícil adaptarse a una vida más elemental, más
sobria y balanceada, no debemos descartar la posibilidad en algunos
lugares del mundo de que el sentido común se imponga y desarrollemos el
potencial necesario para enfrentar las dificultades que nos esperan a
nivel personal, de grupos humanos e incluso de países." (Rebelión, Mario R. Fernández, en Attac Madrid, 04/10/2014)
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