"(...) la comunidad religiosa más numerosa del mundo y cuya inmensa mayoría
reprueba la violencia y el terror porque son los musulmanes los que más
sufren de los ataques yihadistas. Pero este rechazo puede cambiar si
siguen las ofensas gratuitas y la asimilación entre Mahoma y terrorismo.
Es más, el contexto de la recepción de este tipo de mensajes es una
Europa caracterizada por la xenofobia y el racismo contra una amplia
minoría étnico-religiosa, que representa entre el 8% y el 12% de la
población en muchos países. Más aún, se trata de un grupo en situación
social, económica y educativa muy inferior a la media del país. Y en
donde la discriminación laboral y el acoso policiaco son la experiencia
cotidiana de muchos musulmanes.
En esa situación de exclusión social los
jóvenes, en su mayoría ciudadanos que han crecido sin poder ser
aceptados como franceses o belgas pero que tampoco conocen otro país, se
aferran a su identidad religiosa como forma de afirmación de su
existencia, su única fuente de identidad compartida en realidad, tal
como se documenta en el libro Europa musulmana o Euro-Islam que publiqué
hace algún tiempo.
El sarcasmo y el insulto contra ese último refugio
de dignidad es una humillación insoportable que está en la base del
fenómeno masivo de adhesión a Al Qaeda y al Estado Islámico, a pesar del
barbarismo de estos movimientos yihadistas.
Las victorias militares del Estado Islámico en Siria e Iraq han
suscitado el entusiasmo entre jóvenes humillados que ahora tienen una
causa por la que morir. Y que establecen un puente humano de ida y
vuelta entre las tierras liberadas para el islam y sus comunidades de
origen en donde tratan de sembrar el caos para vengar las afrentas.
En
esa ágora global que es internet disponen de un espacio de expresión
libre en donde se intercambian experiencias, informaciones, relatos y
canciones que proporcionan el común sustrato cultural, tal como fueron
los espacios liberados para todos los movimientos revolucionarios en la
historia.
Y en este caso se incluyen informaciones e instrucciones para
construir su propio armamento y desarrollar sus tácticas sin necesidad
de recibir órdenes de un mando centralizado. Y aunque en algunos casos
los objetivos que atacar son identificables, como Charlie Hebdo o la
policía, este tipo de terror puede descentralizarse ampliamente:
cualquier judío, cualquier sinagoga, cualquier sede de gobierno,
cualquier organización mediática, según el nivel de rabia y obsesión de
cualquier islamista dispuesto a morir.
Las armas proliferan, los posibles contactos son múltiples. Y el
control y represión crecientes de las unidades antiterroristas exacerban
el desafío y entrenan a nuevas oleadas de candidatos al martirio cuyo
asalto disperso no es controlable salvo instalar un régimen general de
emergencia policiaca que hará peligrar nuestras libertades. Porque el
instrumento crea la función.
Cuanta más policía de élite y más medidas
de excepción se aprueben, mayor probabilidad de que se cometan abusos
contra cualquier persona. De hecho, eso es lo que buscan los movimientos
yihadistas: implantar un estado de guerra en que las democracias
desaparezcan como forma de vida aunque sobrevivamos atrincherados en
nuestros hogares, entre el miedo y el odio a los otros. Piensan que en
esta lógica tienen superioridad estratégica porque, como dijo Bin Laden,
nosotros tenemos miedo a morir y ellos no.
Encender la mecha de la provocación gratuita en medio de ese polvorín
de pasiones, injusticias y fanatismos contrapuestos es absolutamente
irresponsable. Defender la libertad no puede eximir la
irresponsabilidad. Por cuanto la libertad de expresión no es la misma
para Charlie Hebdo que para el cómico Dieudonné, arrestado por decir en
Facebook: “Me siento Charlie Coulibaly”, aunque luego lo borrara.
La
mejor forma de honrar la memoria de Charlie, o de Wolinski, compañero de
movimiento en Mayo 1968, es que su asesinato obligue a una reflexión
colectiva sobre cómo vivir juntos en un mundo fanatizado, en crisis de
identidad y dispuesto a destruirse en violencia fratricida. Porque todos
somos humanos antes de ser Charlie." (La mamá y el puñetazo, de Manuel Castells en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 17/01/2015)
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