"¿Los seres humanos pueden estar realmente motivados por el altruismo? Mi nuevo libro, The Most Good You Can Do,
analiza el nuevo movimiento emergente llamado altruismo efectivo y, al
hacer entrevistas sobre el libro, me sorprende la frecuencia con que se
formula esa pregunta.
¿Por qué deberíamos dudar de que algunas personas se comportan de
manera altruista, por lo menos parte del tiempo? En términos evolutivos,
podemos entender fácilmente el altruismo para con los parientes y otros
que pueden corresponder nuestra ayuda.
Parece verosímil que, una vez
que nuestra capacidad para razonar y reflexionar se ha desarrollado lo
suficiente como para permitirnos entender que los extraños pueden sufrir
y gozar de la vida igual que nosotros, al menos algunos de nosotros
actuaríamos de manera altruista también con los extraños.
La encuestadora Gallup les preguntó a personas en 135 países si, en
el último mes, habían donado dinero a una entidad de beneficencia, hecho
voluntariado en una organización o ayudado a un extraño.
Los resultados
de Gallup, que constituyen la base del Índice Mundial de Generosidad
2014, indican que aproximadamente 2.300 millones de personas, un tercio
de la población del mundo, realiza por lo menos una acción altruista por
mes.
Una evidencia más objetiva del altruismo apuntala estos hallazgos. En
muchos países, el suministro de sangre para fines médicos depende de
donaciones voluntarias y anónimas. A nivel mundial, más de 11 millones
de personas han puesto su nombre en registros de donantes de médula
ósea, lo que implica su voluntad de donar su médula a un extraño.
Una
cantidad pequeña pero en aumento de gente ha ido incluso más allá y
llegó a donarle un riñón a un extraño. Hubo 177 donaciones altruistas
por parte de donantes vivos en Estados Unidos en 2013 y 118 en el Reino
Unido en los doce meses previos a abril de 2014.
Luego están quienes donan a una entidad de beneficencia. Sólo en
Estados Unidos, 240.000 millones de dólares fueron donados por
individuos a entidades de beneficencia en 2013. Las fundaciones y
corporaciones llevaron esta cifra a un total de 335.000 millones de
dólares, o aproximadamente el 2% del ingreso nacional bruto.
Suele decirse que Estados Unidos es más caritativo que otros países;
pero, en términos de la proporción de la población que dona dinero,
Myanmar, Malta, Irlanda, el Reino Unido, Canadá, Holanda e Islandia lo
son aún más. En Myanmar, el 91% de la gente encuestada había donado
dinero en el último mes (la cifra correspondiente para Estados Unidos es
68%), lo que revela el fuerte apego de la tradición budista Theravada
de donar para respaldar a monjes y monjas. Myanmar también registró el
porcentaje más alto de gente que dedica tiempo al voluntariado (51%).
Estados Unidos, sin embargo, tiene el ranking más alto de “ayudar a
un extraño”. Eso, junto con un índice elevado de tiempo de voluntariado,
lo llevó a empatarle el puesto a Myanmar como el país más generoso del
mundo.
Cierto es que no toda esta generosidad es altruista. El Lincoln
Center de Nueva York anunció el mes pasado que el multimillonario
magnate de la industria del entretenimiento David Geffen ha donado 100
millones de dólares para la renovación de su sala de conciertos, Avery
Fisher Hall, con la condición de que se la renombre David Geffen Hall.
Esa donación parece más motivada por un deseo de fama que por un
deseo de hacer el bien. Después de todo, como supuestamente Geffen
sabía, la familia de Avery Fisher tenía que ser compensada con un pago
de 15 millones de dólares en caso de aceptar el cambio de nombre.
En
cualquier caso, en un mundo donde hay mil millones de personas que viven
en condiciones de extrema pobreza, no sería difícil que un altruista
entendiera que existen muchas maneras de hacer el bien que renovando una
sala de conciertos para los amantes de la música pudientes.
En el extremo opuesto del espectro de generosidad, psicólogos que
estudian el comportamiento generoso sugirieron que las personas que
donan pequeñas sumas de dinero a una gran cantidad de entidades de
beneficencia tal vez no estén tan motivadas por el deseo de ayudar a los
demás sino por la sensación de bienestar que experimentan al hacer una
donación.
Por el contrario, otros donantes dan sumas más grandes,
normalmente a un puñado de entidades de beneficencia elegidas sobre la
base de algún conocimiento de lo que esa entidad está haciendo. Quieren
tener un impacto positivo en el mundo. Sus donaciones también pueden
hacer su vida mejor, pero esto no es lo que los motiva.
El movimiento de altruismo efectivo está conformado por personas que
donan según este segundo criterio, combinando la cabeza y el corazón. Su
objetivo es hacer la mayor cantidad de bien posible con los recursos
que están dispuestos a asignar para ese fin.
Esos recursos pueden incluir una décima parte, una cuarta parte o
hasta la mitad de sus ingresos. Su altruismo puede incluir su tiempo y
su talento, e influir en la elección de una carrera. Para alcanzar sus
objetivos, utilizan la razón y la evidencia para garantizar que
cualquier recurso que dediquen a hacer el bien sea lo más efectivo
posible.
Varios estudios demuestran que la gente que es generosa por lo
general es más feliz y está más satisfecha con su vida que la gente que
no dona. Y otros estudios demuestran que donar lleva a que se activen
los centros de recompensa del cerebro (las áreas del cerebro que también
están estimuladas por la comida sabrosa y el sexo).
Pero esto no significa que estos donantes no sean altruistas. Su
motivación directa es ayudar a los demás, y su generosidad los hace más
felices sólo como una consecuencia del hecho de que sí ayuda a los
demás. Si hubiera más personas como éstas, tendríamos más generosidad, y
eso es lo que queremos.
Definir “altruismo” de manera tan estrecha que
el término sólo se pueda aplicar cuando la generosidad es contraria al
interés general de una persona dejaría de lado el hecho de que la mejor
situación que se puede generar es aquella en que promover los intereses
de otros está en sintonía con promover los intereses propios."
(Project Syndicate, Peter Singer is Professor of Bioethics at Princeton University and Laureate Professor at the University of Melbourne, en Revista de prensa, 22/04/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario