23/9/15

La renta básica como necesidad en una era de automatización, desempleo y exclusión

"(...) ¿Pero qué se quiere decir con renta básica universal y que supone reclamar su implantación en el siglo XXI? ¿Por qué hasta PSOE y Ciudadanos han terminado revindicando la implantación de modelos “inspirados lejanamente” en ella?

 En este artículo intentaré explicar, lo más esquemáticamente posible, (1) qué es la renta básica, pero sobre todo y más importante: (2) su carácter de necesidad histórica en un estado del bienestar moribundo y su (3) potencia latente como herramienta de emancipación de las mayorías. Vayamos parte por parte.

1. ¿Qué es la renta básica?

Aunque pocas veces se menciona, en realidad la renta básica no representa un concepto sino dos: un derecho ciudadano y una prestación del estado. Desde el primer punto de vista la renta básica supone garantizar, legislativamente, una desvinculación efectiva entre existencia digna y sexo, etnia, religión o condición económica. 

En el mismo sentido que nadie dudaría hoy del derecho a la sanidad o la educación de todo ciudadano, la renta básica universal plantea extender a través de una prestación económica incondicional, el derecho a una existencia mínimamente digna o básica. Así de sencillo. (...)

2. La renta básica como necesidad histórica: la era de la automatización, desempleo y exclusión.

Y es que hoy el trabajo como lo hemos conocido es crecientemente superfluo, en cierto modo la tecnología actual lo torna innecesario. El sistema muere de éxito. 

Cadenas de montaje que andan solas, máquinas de vending por doquier, peajes sin personas, ordenadores que trabajan por cincuenta humanos…y el desempleo como mayor problema del siglo XXI en las economías llamadas desarrolladas. 

Una bendición maldita por el mismo capitalismo que generó las condiciones materiales para su aparición. Quizá debamos empezar por ahí, por comprender donde estamos en el siglo XXI, hacia donde vamos, y donde no podemos volver.  (...)

La precarización –el hoy viejuno “mileurismo”- y los empleos a tiempo parcial ya eran la tendencia imperante en un fenómeno que no ha hecho más que profundizarse durante la crisis. 

Estas amargas manifestaciones, sin embargo, no son más que el reverso de un fenómeno de fondo: el modelo basado en el trabajo fijo de 40 horas semanales y el pleno empleo, aquello que se ha llamado indistintamente fordismo, keynesianismo o sociedad del bienestar, está en crisis, en una crisis que no tiene marcha atrás. Y lo está porque lo está el trabajo, al menos en su forma de empleo fijo de 8 horas.

 Un dato llamativo: Alemania, la locomotora de Europa, el ejemplo de cómo salvar la crisis, ha reducido el total de horas trabajadas entre 1970 y 2007 más de un 12%. Dicho de otro modo: en Alemania se trabaja hoy, en 2015, al menos un 15% menos que hace 40 años. Y eso teniendo en cuenta la unificación de dos países.  (...)

He aquí el cóctel de la victoria: incrementos de productividad y disminución de la jornada laboral. En el periodo comprendido entre 1970 y 2007, paralelamente a la disminución de horas trabajadas, la jornada laboral media se redujo de 8,09 horas medias a 5,88, una disminución del 30%. 

A su vez, la productividad del trabajo, que mide la cantidad real –descontando la evolución de los precios- de euros producidos de media por una hora de trabajo, pasó de 14 euros a casi 36, un incremento del 154%. Con un 12,3% menos de horas trabajadas la economía alemana era en 2007 un 123% más grande que en 1970. Dobló holgadamente su tamaño.  (...)

Producimos muchísimo más, y lo hacemos en muchísimo menos tiempo. La tecnología provoca que fabriquemos todo mejor y más rápido. El trabajo humano potenciado al límite. Lo que el sentido común diría que es un llamado a reducir las jornadas, repartir la riqueza y disfrutar del tiempo libre, en el gobierno del capital, se torna en una catástrofe en forma de precariedad y desempleo crónico, especialmente en el sur de Europa. ¿Nos suena el cuento?  (...)

Alemania, por el contrario, ha sabido comprender el momento y su problemática e integrarlo en la gestión neoliberal: mini-jobs, rentas “complementarias” (la forma neoliberal y caritativa de renta básica) y reducciones de jornada informales en una industria crecientemente competitiva basada en la flexibilidad. 

Esa es la explicación de fondo del “Milagro Alemán”, los llamados acuerdos de Hartz de 2002, suscritos por el canciller socialista Gerhard Schröder, patronal y sindicatos mayoritarios en una suerte de pacto patriótico que garantiza empleo y una mínima integración a casi todo el mundo a costa de precariedad y empleos flexibles a tiempo parcial. La “nueva socialdemocracia” como alumno aventajado del capitalismo.  (...)

En resumen: la renta básica es de los pocos caminos que permiten ofrecer una garantía de dignidad en un contexto de mayor flexibilidad laboral y salarial sin la cual, seamos realistas, es imposible competir en el mercado del siglo XXI. La renta básica hoy no es solo posible sino deseable. Mucho más posible que hablar de pleno empleo en la actualidad. Mucho más deseable que una sociedad a la que vendes un tercio de tu tiempo por obligación.  (...)

3. La renta básica como posibilidad de emancipación: la dignidad como derecho inalienable.

Mirar adelante, pero pisando firme y sin miedo. Aspirando a una renta básica garantizada y no a mini-jobs con complementos. La renta básica no quiere institucionalizar la precariedad, la renta básica, si quiere ser emancipadora, busca precisamente desconectar existencia digna de tipo o ausencia de trabajo –o cualquier otro tipo de condición-. No es caridad para evitar marginalidad y estallidos sociales. 

Aunque puedan parecerse en nombre las rentas de inserción pueden promover modelos diametralmente opuestos. Es la forma que toma la batalla por la realidad social que queremos. Pero eso sí, con las armas que tenemos. 

La principal batalla en la Europa del siglo XXI es como gestionamos la crisis del trabajo, no como volvemos a un imposible pleno empleo de 8 horas – lo que supondría más de 3 millones de nuevos empleos y más de 5000 millones de horas adicionales trabajadas al año en España, casi nada.

 La batalla tampoco puede ser por un imposible salario mínimo de 1000 euros en empleos fijos. ¿Qué hacemos con todas las cooperativas que no pueden pagar ni 800 de salario si aspiran a vender algo? La renta básica no deja de ser algo que se financia en función de nuestra capacidad de vender como economía en el mercado global actual. 

Porque como es obvio, la renta básica no viene a solucionarlo todo en el siglo XXI, y tampoco está libre de contradicciones operando en el mercado global del que por ahora no puedes escapar: ni de sus diferencias regionales –no podrá ser exactamente igual en cada región-, ni de cómo gestionar sus consecuencias migratorias – no se podrá dar automáticamente a todo el que llegue-.

Pese a todos sus riesgos, la renta básica permite abrir un nuevo campo de batalla en la esfera laboral y de la existencia sin socavar la competitividad, comprendiendo que a la historia de hoy no bebe solo de consignas de ayer.(...)

 El problema con la renta básica no es ni será fundamentalmente económico –en los países industriales occidentales del siglo XXI, entiéndase- sino su tremendo coste social para las minorías privilegiadas. El potencial de que dejen de aceptarse ciertos empleos basura solo sería el petardazo de salida a un refuerzo sin precedentes de la autonomía y capacidad de organización de la gente de abajo. 

Quienes ven una desgracia en intentar combatir la explotación con las pocas armas que tenemos útiles en la actualidad vuelven a ser los mismos. “Por una vez” patronal y estructuras burocráticas sindicales estarían de acuerdo: la renta básica supone un refuerzo para la mayoría trabajadora en su conjunto y una estocada para ellos. La patronal tiembla junto a Toxo y Méndez. 

La renta básica no debe existir, no porque no sea viable económicamente, sino por las consecuencias sociales que tendría. Un pueblo con capacidad de organización y tiempo libre es siempre extremadamente peligroso para el orden establecido. (...)"           (Miguel García
Economista, econoNuestra, 17/08/2015)

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