"(...) –¿Estamos comenzando una nueva era?
–En términos tecnológicos, económicos y culturales, la hemos comenzado hace tiempo. Ahora empezamos una nueva era en términos políticos e institucionales.
–¿Y cómo será?
–Lo que sabemos es que no será como antes. Las instituciones actuales no tienen legitimidad, y esto, en las sociedades democráticas, no puede durar mucho tiempo. De hecho, no está durando. Las instituciones serán, por un lado, cada vez más supranacionales, como la Unión Europea, pero por otro lado, las identidades, en su mayoría, serán cada vez más locales, específicas, nacionales o religiosas, o étnicas.
Y
aquí hay una contradicción fundamental: hay una sociedad global, una
economía global conectada en red, pero al mismo tiempo la gente, ante
ese cambio vertiginoso de lo que eran las coordenadas de la vida, se
refugia en sus identidades y, entre medio, las instituciones tienen que
relacionarse cada vez más.
Los estados europeos no pueden funcionar por
su cuenta sin la Unión Europea, pero al hacer eso se alejan de sus
ciudadanos. Si no se establecen mecanismos de participación, control,
representación, etcétera, entonces la europeización, que es la forma de
globalización en Europa, se convierte en una amenaza para lo que la
gente piensa sobre su vida. Se ven sin control.
–Una contradicción…
–Sí, y como no puede durar mucho tiempo, estamos asistiendo a la formación de nuevos actores políticos, de nuevas redes institucionales y de nuevas crisis, porque nadie dice que todo eso acaba en que la Unión Europea se consolida y se hace más democrática y participativa.
Se puede romper. Se puede romper por identidades
nacionales fraccionadas que no aceptan la soberanía compartida porque
esa cosoberanía nunca es igual, porque hay poderes mayores que otros. (...)
–Entramos en época de cambios…
–Una cosa importante en Europa es que hay dos procesos de cambio: uno deriva de los movimientos sociales y por lo tanto apuesta por nuevos actores, y otro deriva de posiciones nacionalistas, xenófobas y defensivas contra la globalización, contra el extranjero en defensa de la nación. Hoy en Europa esas posiciones son mayoritarias. Europa del Norte es otra cosa que Europa del Sur, Europa se ha cortado cultural y políticamente entre el norte y el sur, y Francia se encuentra en medio por razones de historia y cultura política.
–Sorprende
que pese a la crisis económica y de legitimidad de las instituciones y
de los políticos, los ciudadanos hayan recurrido, como en España, a las
urnas para expresar su voluntad de cambio optando por opciones
prácticamente recién nacidas. Es la revolución en las urnas, no en las
calles…
–Bueno, sí, pero al mismo tiempo recuerde que, primero, salieron a las calles y, segundo, están en las redes. Las urnas son la consecuencia de esto. Han salido a las calles y están en las redes y han constituido unos movimientos sociales que son los que han creado presión sobre la opinión pública.
Entonces, es posible un
cambio político como consecuencia de que hay un cambio de mentalidad
ligado a los movimientos sociales. Ese cambio luego tiene que expresarse
de alguna forma, y como los partidos tradicionales no aparecen a ojos
de muchos ciudadanos como cauces posibles de ese cambio, buscan otras
opciones.
Además, también empujan a los partidos tradicionales a
cambiar, porque algo está cambiando: primarias, medidas anticorrupción…
Ahora bien, apuestan por nuevas opciones, pero dentro de marcos que
legal y constitucionalmente no funcionan. (...)
–Hay gente que cree que las primaveras árabes han fracasado, y así se lo han preguntado más de una vez. Usted defiende lo contrario.
–Estoy de acuerdo. Las revoluciones de verdad son un largo proceso, recordemos las revoluciones europeas del siglo XIX. Esto es un proceso que se ha iniciado y que sigue, que no sabemos adónde va. No se ha parado. Está en la mente y en los corazones de las personas. Lo mismo pasó en EE.UU.
No se acabó Occupy, se acabó sólo como forma de ocupación
porque las ocupaciones físicas del espacio tienen un límite. Las
últimas ocupaciones se pararon en- diciembre porque la gente estaba
congelada. Empíricamente, todas las revueltas de 2014 y 2015, de
Ferguson a Nueva York y Baltimore, contra los abusos de la policía, la
campaña “las vidas negras también valen”, son los mismos activistas los
que las han organizado y salido a la calle en contacto con movimientos
negros y blancos. Esto es Occupy Wall Street de otra manera. (...)"
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