"Las consecuencias económicas y sociales del
desempleo son devastadoras. El desempleo suele venir acompañado de una
importante pérdida de poder adquisitivo de las personas que lo padecen y
supone uno de los mayores gastos sociales para un estado.
Además, el
desempleo ha sido relacionado con problemas de salud como el estrés, la
depresión, la ansiedad o, comparando países, con un aumento de los
suicidios, los homicidios o las muertes relacionadas con el alcohol. Y
el desempleo no solo se padece en primera persona, sino que también
tiene efectos sobre la salud física y mental de otros miembros de la
familia.
Por si fueran pocos todos estos efectos
negativos, recientemente los científicos sociales han puesto su lupa
sobre otra consecuencia del desempleo: un cambio de los valores o
preferencias sociales y políticas de las personas que lo sufren. Lo que
economistas, politólogos y sociólogos, entre otros, han empezado a
preguntarse es si, al quedarse desempleadas, las personas cambian sus
valores morales y sus demandas políticas.
Un estudio reciente
realizado en EEUU muestra que tras quedarse desempleadas las personas
demandan más políticas sociales. Sin embargo, se trata de un efecto
pasajero. Cuando la situación laboral de las personas mejora, éstas
vuelven a apoyar las políticas sociales que apoyaban antes de quedarse
desempleadas.
¿Por qué se produce este cambio de preferencias? ¿Por
qué el desempleo hace que las personas demanden más políticas sociales?
Hay al menos dos posibles respuestas a estas preguntas. La primera es
que los desempleados experimentan una pérdida de poder adquisitivo y por
tanto necesitan más al Estado. Y hasta cierto punto esto es lo que han asumido los economistas hasta
tiempos recientes. Pero hay una segunda posibilidad: puede que al
quedarse desempleadas, las personas cambien sus preferencias o valores
más allá de su propio interés. Claro, simplemente preguntándoles a las
personas, incluso a lo largo del tiempo, sobre sus opiniones políticas
no podemos distinguir entre las dos explicaciones planteadas. Es en
estos casos donde los científicos sociales hemos comenzado a utilizar experimentos conductuales,
similares a los que desde hace décadas se llevan a cabo en psicología,
para intentar distinguir entre diversas explicaciones de un fenómeno
social.
En un estudio experimental
reciente intentamos diferenciar el efecto del desempleo sobre la
necesidad o el propio interés, de un cambio de los ideales de justicia
distributiva de las personas. Este tipo de estudios tienen dos
dificultades.
Una es cómo medimos los valores, al menos hasta que la neurociencia nos permita escanearlos directamente. Un segundo problema es cómo medimos el cambio
de valores. En nuestro estudio, intentamos salvar la primera dificultad
con un experimento conductual bastante simple y, la segunda, haciendo
que los participantes tomen parte en el estudio dos veces, antes y
después de quedarse desempleados.
Si solo las que se han quedado
desempleadas cambian sus valores diremos que el desempleo es el
causante. Pero antes de contar qué resultados obtuvimos, vamos a
detenernos un poco en qué consistía ese experimento que pretendía medir
los valores de las personas.
Lo que sabemos por estudios anteriores
es que las personas tienden a distinguir entre dos tipos de
desigualdades: aquellas que no estamos dispuestos a aceptar bajo ningún
concepto y aquellas que consideramos que aceptamos hasta cierto punto.
Entre las primeras se encuentran todas las desigualdades que hoy en día
consideramos arbitrarias e injustas, como las diferencias salariales
entre hombres y mujeres, entre personas de distinto origen étnico, etc.
Entre las segundas se encontrarían desigualdades que hasta cierto punto
aceptamos al estar relacionadas con el mérito o el esfuerzo, como que un
médico gane más que un enfermero o que la estrella de un equipo de
fútbol gane más que el utillero.
Lo que hacemos en el laboratorio es
generar de forma artificial estos dos tipos de desigualdades. ¿Cómo?
Pues primero hacemos que todos los participantes realicen una tarea
productiva y, después, les pedimos que decidan cómo quieren repartir lo
producido en grupos de cuatro personas.
El truco (experimental) está en
que en algunas sesiones del experimento, los participantes se han ganado lo que van a repartir luego y en otras lo que tiene cada uno nada tienen que ver con el desempeño en la tarea productiva.
Lo que observamos es que cuando las personas no se han ganado
los recursos de los que disponen, la inmensa mayoría de los
participantes proponen un reparto igualitario. La diferencia viene
cuando nos fijamos en la condición experimental en la que se transmite
un cierto sentido de que las personas se lo han ganado.
En este caso es donde encontramos nuestro resultado principal: las
mismas personas que estando empleadas o estudiando respetaban hasta
cierto punto lo que cada uno se había ganado,
pasan a proponer distribuciones igualitarias después de quedarse
desempleadas. Lo importante del resultado es que es la misma persona la
que pasa de reconocer lo que otras se han ganado a
no hacerlo tras quedarse desempleada.
Además, el diseño de este
experimento permite ver si las personas se han vuelto más egoístas,
simplemente observando si se quedan con más dinero en el reparto tras
quedarse desempleadas. Y esto no es así. Los nuevos desempleados
realizan repartos más igualitarios, sin que esto suponga quedarse con
más dinero respecto al año anterior.
Nosotros interpretamos este hecho
como un cambio genuino en los valores de las personas, que pasan de
reconocer y recompensar el esfuerzo a proponer repartos más igualitarios
una vez que se han quedado desempleadas.
¿Qué
efectos prácticos tiene el cambio de valores que hemos identificado?
Aquí podemos distinguir entre efectos directos y efectos indirectos. De
forma directa, este cambio de valores implicaría la pérdida de una de
las motivaciones para buscar trabajo, en concreto, la pérdida de la
motivación de trabajar por el hecho de ganarse el
sustento con tu propio esfuerzo, más allá de la compensación material
que te da el trabajo. Sin esta motivación es probable que la
reincorporación al mercado de trabajo sea más lenta y menos efectiva.
Esto es algo que ya estamos estudiando, analizando el efecto que tienen
sobre los valores las intervenciones públicas, como las acciones de
orientación o el coaching.
Entre los efectos indirectos, y aunque es algo que va mucho más allá de
nuestro estudio, siempre acabamos dándole vueltas a los efectos del
cambio de valores identificado sobre la participación política.
Un
reciente artículo nos
hace pensar que el cambio de valores que provoca el desempleo, la
pobreza y la desigualdad tiene también su reflejo en la arena política.
Sobre esto todavía queda mucho que investigar y que decir." (Luis Miller, eldiario.es, 14/04/16)
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