"En un artículo de EL PAÍS (2 de abril de 2016) se hablaba del
exterminio y holocausto de los indios tras la llegada de los españoles a
América en 1492. Son términos, junto a genocidio, que se siguen
empleando. Al decir de Todorov (La conquista de América),
ninguna de las grandes matanzas del siglo XX es comparable a dicha
hecatombe.
Y según un historiador catalán (Izard), los “castellanos” que
arribaron a América asesinaron a millones de indígenas y esclavizaron a
la mayoría de los que sobrevivieron al “sadismo de los blancos” y a las
enfermedades contagiosas. A su juicio, la represión de Somoza y
Pinochet no sería más que la continuación de la iniciada por Cortés y
Pizarro. En resumen: 500 años de iniquidades. El mayor genocidio de la
historia humana, equiparable al Holocausto, ahí es nada.
A pesar de que la investigación histórica ha barrido muchos
tópicos, la leyenda negra sobre España se resiste a desaparecer,
dispuesta siempre a rebrotar cuando la ocasión lo permite (V centenario
del descubrimiento de América, bicentenario de la independencia de las
excolonias españolas, etcétera). La imagen negativa de España y la
actitud derrotista de los españoles ante su propia historia persisten.
¿Qué
se reprocha a España? ¿Cuáles son los pecados que ha venido arrastrando
durante siglos y de los que nunca ha sido absuelta, pecados que los
propios españoles no se perdonan? ¿La actuación de la Inquisición? ¿La
conquista y colonización de América?
¿El mítico “carácter nacional”
(Caro Baroja), codicioso, orgulloso, fanático, perezoso e ignorante,
marcado por esa brutalidad tan enraizada cuyo símbolo es la fiesta de
los toros, que tanto horroriza a la sensibilidad occidental? ¿Su raza
mestiza, mezcla de moros y judíos, tan demonizada?
Las últimas
investigaciones han desmitificado la imagen de Felipe II, acusado
injustamente de asesinar a su propio hijo; han revisado a la baja la
represión del duque de Alba en los Países Bajos (que el príncipe de
Orange magnificó para justificar su sublevación contra el imperio
español), han reducido el número de víctimas de la Inquisición
(institucionalizada, organizada y burocratizada, cierto, pero menos
mortífera que otras).
Y han explicado en parte el desplome demográfico
de la población indígena americana por las enfermedades y el traumatismo
de la conquista. En un estudio actual sobre la despoblación de Nuevo
México, investigadores de Harvard sostienen que tuvo lugar un siglo
después de la llegada de los españoles y que fue esencialmente fruto de
epidemias.
Los datos aportados por testigos y cronistas dan fe de los hechos
inhumanos de los primeros 50 años de la conquista. Eso no se puede
negar. Pero nunca hubo voluntad de exterminar a los indios porque eran
la mano de obra de los encomenderos y porque la Corona les protegió con
su legislación, aunque esta no siempre se cumplió.
Y, si bien los
conquistadores fueron violentos y crueles, no lo fueron más que los
alemanes en Venezuela (bajo el gobierno de la casa Welser), los
británicos en Estados Unidos (extinción de la mayoría de los pieles rojas),
los holandeses o los franceses cuando tuvieron oportunidad de serlo.
No
podemos juzgarlos desde nuestros valores actuales, sino desde la
perspectiva de unos cristianos imbuidos de fuertes convicciones
religiosas y de un sentimiento de superioridad, que contemplaban
horrorizados cómo unos “bárbaros” hacían sacrificios humanos y
practicaban la antropofagia.
La pregunta se impone: ¿por qué ha
sufrido España un trato diferente al de otros países europeos cuya
historia ofrece episodios de crueldad e iniquidad similares? ¿Por qué se
han subrayado y, a veces exagerado y falseado, los aspectos negativos
de su historia, obviando deliberadamente los positivos? ¿Por qué ese
ensañamiento?
La leyenda negra fue fruto de la hegemonía española
durante el periodo 1450-1650 y de los rencores que despertó en Europa su
expansión territorial, su poderío militar y su dominio cultural (sobre
todo en los países protestantes como Inglaterra y Holanda). Es verdad
que otros países padecieron también campañas de desprestigio, pero la
propaganda antiespañola presenta dos rasgos distintivos. No fue efímera y
ha estado teñida de vituperios contra el carácter y la raza españoles.
Si
se puede hablar de leyenda negra es porque las críticas no se limitaron
a denunciar la política colonial, religiosa, sociopolítica o económica
de España (una política que cabría corregir en el futuro), sino que
criminalizaron rasgos étnicos y geográficos, inalterables por
definición, que fijaban para siempre a los españoles en una condición de
inferioridad. Un ejemplo. Un folleto inglés de 1598 describía a los
españoles como una mezcla de “una taimada zorra, un voraz lobo y un
rabioso tigre”, además de “un inmundo y sucio puerco, una lechuza
ladrona y un soberbio pavo real”. Y aludía a “la perversa raza de esos
medio visigodos (...) semimoros, semijudíos y semisarracenos”.
En el siglo XVIII la Europa ilustrada marginó a una España
semiafricana de hábitos y gustos de “origen no europeo” (Montesquieu,
Kant) que quedaba fuera de la franja de los 40 a 50 grados de latitud en
que habitaban los países civilizados (Buffon). Los enciclopedistas como
Diderot seguían viendo a España como la patria de los conquistadores,
no como el país que llevaba a cabo una política ilustrada (con
Carlos III), que más dinero invertía en las expediciones científicas a
América (según Humboldt) y que había fundado 20 universidades.
En el
XIX, el dicho atribuido a Alejandro Dumas de que África empieza en los
Pirineos debió de calar hondo en la mentalidad europea, pues al
diplomático Juan Valera solían preguntarle si en España se cazaban
leones.
El estigma racial persistía en el siglo XX. Hitler se
refería despectivamente a la mezcla de sangre de godos y moros que
corría por las venas del pueblo español. Y en Estados Unidos los
manuales escolares y universitarios estaban plagados de clichés
antiespañoles, fruto de un “legado de odio e incomprensión”, como
reconocía en 1944 el Consejo Americano de Educación.
Julián Marías
se preguntaba qué tiene de peculiar la historia de España para haber
engendrado el monstruo de la leyenda negra. Que algunos intelectuales
españoles (Las Casas) la fomentaron ha sido subrayado. Que la propaganda
antiespañola disimulaba las ansias coloniales de los rivales de España
es notorio.
Basta recordar las palabras atribuidas a George Canning
(ministro británico de Exteriores que apoyó los movimientos
independentistas de la América hispana, con el envío de mercenarios
ingleses y el contrabando de armas): “¡Sudamérica libre y, en lo
posible, inglesa!”.
Pero tal vez se olvide que España fue el país
colonizador que paralizó por primera y única vez una conquista, para
determinar cuál era el trato justo que se debía otorgar a los pueblos
conquistados (Controversia de Valladolid)." (Maria José Villaverde , El País, 20/05/17)
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