"Y Combinator, la aceleradora de start-ups
más prestigiada de Silicon Valley, ha anunciado para el 2017 un
experimento de renta básica universal en Oakland (California). Donará,
sin contrapartidas, unos 2.000 dólares mensuales a un centenar de
familias de diferentes niveles de renta, dándoles plena libertad para
gastar este dinero como y donde quieran.
La noticia coincide en el tiempo con la de la creación de la firma Economic Security Project,
que dedicará 10 millones de dólares a profundizar en la cuestión de la
renta básica universal, contando con el respaldo de un centenar de
emprendedores, inversores y académicos, entre los que se encuentra Sam
Altman, el CEO de Y Combinator.
El concepto de renta básica universal no es nuevo. Experimentos anteriores en distintos países han comprobado que cuando se regala
sin contrapartidas a la gente una asignación mensual que permite cubrir
sus necesidades básicas, el dinero se usa mayoritariamente para mejorar
las condiciones de vida y no, por ejemplo, para gastarlo en alcohol o
drogas.
En experimentos actualmente en curso o en preparación en
Finlandia y en la ciudad de Utrecht (Holanda), el objetivo central es
explorar si el salario básico es una actuación más eficaz que los
programas y las políticas existentes de auxilio a la pobreza.
En Kenia y
Uganda, el objetivo del programa Give Directly
es verificar, desde una perspectiva humanitaria, el efecto de un
salario básico para mejorar el nivel de vida en entornos de pobreza
extrema en países con bajo nivel de desarrollo.
En Silicon Valley, el argumento de quienes
proponen el salario básico universal es diferente. Desde su visión
tecno-utópica del futuro, la aplicación de los avances tecnológicos en
las áreas de la robótica y la inteligencia artificial tendrá dos
impactos clave en la sociedad del futuro.
Por una parte, la generación
de una abundancia material sin precedentes; por otra, la obsolescencia
de muchos puestos de trabajo actuales, que pasarán a ser desempeñados
por máquinas. En declaraciones en un (muy recomendable) reportaje de la revista New Yorker,
Sam Altman afirmaba: "Como vamos a tener riqueza ilimitada y un gran
desplazamiento de trabajos, la renta básica tiene realmente mucho
sentido".
Aun así, no deja de sorprender que
multimillonarios de la tecnología propongan una política de impacto
social de este calibre desde su burbuja de Silicon Valley. Un mínimo de
navegación por la red pone enseguida de manifiesto que las reacciones no
se han hecho esperar, y que las hay de todos los colores. El lector
interesado las investigará a buen seguro por su cuenta. Nuestro intento
aquí es más bien el de deconstruir el concepto de un modo que ayude a
cada cual a sacar sus propias conclusiones.
Pacto social
Es obligado de entrada recordar que el
concepto de trabajo asalariado, el vínculo directo que damos por
descontado entre trabajo y salario, es un invento de la modernidad. Fue
la ideología capitalista de mercado la que propuso (o impuso) la
consideración de dinero, naturaleza y trabajo como bienes económicos
intercambiables.
El resultado fue una "gran transformación" (Karl
Polanyi) que llevó a otorgar al mercado, incluyendo al nuevo mercado de
trabajo, un papel central en la organización económica, desplazando los
esquemas de economía social previamente existentes.
Se hizo necesaria a
causa de ello una labor de décadas para establecer un pacto social que
evitara (o debiera evitar) la imposición de condiciones abusivas a los
trabajadores y proporcionara a la vez una red de seguridad para paliar
los fallos del mercado de trabajo cuando éste no permita a una persona
ganarse la vida trabajando.
Teniendo en mente estos antecedentes,
parece oportuno constatar que la iniciativa de Silicon Valley se produce
en un momento en que la eficacia de este pacto social se ha deteriorado
notablemente, como ponen de manifiesto la reducción continuada del peso
del trabajo en la economía, el estancamiento o deterioro de los
salarios bajos y medios y la persistencia de índices de paro por encima
de lo aceptable.
En este contexto, una posibilidad sería
fijar un salario básico universal como derecho de la persona, no sujeto a
los avatares del mercado de trabajo, sino tal vez a la obligación de
algún tipo de contribución a la sociedad.
Si este derecho se considerara
prioritario, la obligación de financiarlo exigiría un nuevo tipo de
pacto social, posiblemente con implicaciones no triviales en la política
fiscal y de tratamiento de la desigualdad, una posibilidad que, aunque
coherente con los principios de posiciones de izquierda, sería sin duda
calificada de muy radical.
La radicalidad de Silicon Valley es más
bien la contraria, próxima a planteamientos liberales que priman la
libertad de mercado y la reducción de impuestos sobre el capital y sus
ganancias. Puede, pues, aventurarse que su propuesta de renta básica no
considerará una revisión radical de los principios de la gran
transformación, sino más bien un tratamiento paliativo de los efectos de
la tecnificación que ellos mismos empujan, y de la que obtienen
beneficios pingües, que no parecen propensos a distribuir.
No parece tampoco que en Silicon Valley
estén dispuestos a renunciar a su ideología de determinismo tecnológico.
Desde su óptica, próxima a la de una religión, la tecnología se
desarrolla como si obedeciera a un designio divino, para cuyo
cumplimiento los tecnólogos ejercen el papel de sacerdotes.
No sólo eso;
en su papel de elegidos por la divinidad se arrogan el derecho a
retener una parte desproporcionada de los beneficios que genera el
despliegue de una tecnología, pero no asumen la responsabilidad sobre
los daños colaterales que puedan producirse, en este caso la eliminación
de puestos de trabajo.
No debería descartarse, pues, la posibilidad de
que su propuesta de salario básico universal sea en el fondo una
maniobra de protección de su imagen ante una previsible reacción
negativa a las consecuencias de su particular visión del progreso.
Hay interpretaciones incluso más
preocupantes. Desde las posiciones ultraliberales que propugnan la
reducción del papel de las Administraciones, el establecimiento de un
salario básico conllevaría la reducción, cuando no la eliminación pura y
simple, de las políticas de protección social.
Llevada esta postura al
límite, los Estados no prestarían servicios como la educación o la
sanidad gratuitas, porque los ciudadanos podrían pagarlos en el mercado
con el dinero que recibieran como salario universal.
Más aún, cuando,
según el discurso de los tecnooptimistas, la implantación generalizada
de las tecnologías haría posible una mayor eficacia en la provisión de
estos servicios y permitiría prescindir de una burocracia oficial que,
en su discurso, no es capaz de evolucionar ni de adaptarse al ritmo que
marca la tecnología. (...)" (Ricard Ruiz de Querol, eldiario.es, 16/01/2017)
1 comentario:
La RBU no debe sustituir los servicios públicos como la sanidad y educación, aunque reemplace toda ayuda o subsidio por debajo de la RBU.
Además, debe ser pagada por los más ricos, como ya han pedido Bill Gates, Mark Zuckerberg, Stephen Hawkins, Hanaouer..
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