"Recordemos: para el economista austriaco Joseph Schumpeter la lógica
del capitalismo está vinculada el concepto de "destrucción creativa".
Una innovación tecnológica permite aumentar la productividad y ofrecer a
los ciudadanos nuevos servicios y productos que destruyen empresas y
puestos de trabajo; pero aquellos empleos son sustituidos por otros
creados por la innovación.
Así, el capitalismo genera un universo de
desarraigo permanente, pero también proporciona la solución: el
intercambio de unas actividades por otras. Al final había un juego de
suma positiva.
Hasta
ahora. No es seguro que esto vaya a seguir siendo así. No hay certeza
alguna de que el empleo existente sea sustituido por otro, al menos en
la misma cantidad y en condiciones laborales más o menos idénticas. La
aparición de plataformas tecnológicas mundiales que no producen nada y solo median, hace factible la duda. Esto es en definitiva lo que hay detrás de la huelga de taxistas o de los problemas entre los hoteleros y Airbnb, que han tenido la virtud de visibilizar este dilema.
Estas plataformas han obtenido ya dos victorias en el terreno del
lenguaje. Se presentan a sí mismas como fruto de la modernidad global y a
los oponentes los tildan de viejos dinosaurios partidarios de los
oligopolios, el proteccionismo y las sociedades cerradas; y segundo, se
califican como pertenecientes a una supuesta "economía colaborativa"
en la que parece que los inmensos beneficios en cuestión no existen o
están en un segundo término respecto al poderoso foco de atención de
"colaborativo". A esta economía colaborativa pertenecerían los famosos
GAFA (siglas de Google, Apple, Facebook y Amazon) además de las infinitas apps que se crean todos los días.
El filósofo francés Luz Ferry ha tenido el acierto de distinguir las
dos lógicas que disputan el papel de las plataformas digitales que están
en nuestras vidas (La revolución transhumanista, Alianza
Editorial).
La primera defiende que Internet y las plataformas forman
parte de una tercera revolución industrial que permitirá organizar la
vida al margen del régimen capitalista y de las dos estructuras que le
son inherentes desde el siglo XVII: el Estado y del mercado; esta
revolución presenciaría el eclipse definitivo del capitalismo.
La
segunda, a la que se adhiere Ferry, no niega que se trate de una
revolución (a la que pertenecerían también las energías renovables y no
carbónicas y que quizá dé lugar a una estructura descentralizada de la
vida económica), pero conllevará de modo estructural una formidable
desregulación. Una especie de nuevo estadio de capitalismo salvaje.
Vamos a tener una prueba sobre quién tiene razón en el modo con el
que se resuelva mundialmente el conflicto con los taxistas y los
hoteleros. Y si ello va a dar lugar a lo que se denomina una
"uberización del trabajo" que conlleva rebajas de los estándares de
calidad de vida que han dado personalidad al continente europeo, una
sustitución continua del trabajo asalariado por el de autónomo, una
profundización en las sociedades low cost en las que el
trabajador ha de trabajar, si quiere ser competitivo, por las noches, o
no puede hacer pausas en los ritmos del empleo. O si las habitaciones
proporcionadas por Airbnb no cumplen las normas de movilidad para
minusválidos, etcétera." (Joaquín Estefanía , El País, 05/06/17)
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