"(...) ¿El desarrollo práctico de los comunes en el
contexto contemporáneo podría funcionar como herramienta para combatir
los procesos de despoblación rural?
Es una pregunta muy complicada. Los comunes
tradicionales siguen existiendo en el campo, pero creo que son una
realidad conflictiva.
A mí me parece, aunque no soy ni de lejos experto
en ese tema, que donde están ofreciendo una alternativa más potente es
allí donde se están acercando a las prácticas cooperativistas, donde se
alejan de su versión atávica y se transforman en procesos organizativos
híbridos.
Los entornos rurales no han salido indemnes de la
fragilización de las relaciones sociales postmoderna y eso ha afectado
mucho a la posibilidad de supervivencia de los comunes tradicionales.
¿Pueden articularse en paralelo los bienes
comunes y la Renta Básica (RB) para generar unos medios de subsistencia
mínima en contraposición a las dinámicas extractivas del mercado?
Hasta cierto punto cuando hoy hablamos de los comunes
lo hacemos en un sentido metafórico. El espacio institucional para los
comunes no ha sido completamente extirpado, pero lo cierto es que
requieren condiciones que en las sociedades de masas no es fácil que se
den: continuidad en las interacciones, comunidades más o menos estables,
un compromiso fuerte con ese sistema de normas…
Es importante que
tengamos presentes esas limitaciones para evitar inercias elitistas,
porque quienes hoy tenemos más capacidad para poner en marcha proyectos
cooperativos solemos ser gente con un cierto colchón económico y un
fuerte capital social y cultural. Es razonable que sea así y no hay por
qué flagelarse por ello pero es un sesgo que no deberíamos perder de
vista.
Con la Renta Básica pasa algo parecido. Entendida como
un desarrollo del estado de bienestar, es una propuesta que me parece
razonable. Pero conviene no olvidar que Milton Friedman formuló una
versión coherente y rigurosa de la RB. Creo que es algo que debería
hacernos pensar.
La RB empezó a popularizarse entre la izquierda tras el
aplastamiento global del sindicalismo y a veces se usa como una forma
de sortear los efectos de esa derrota. Creo que es un error.
Las formas
tradicionales de empoderamiento de los asalariados pasaban por la
negociación colectiva y la organización de los trabajadores.
La RB, en
cambio, es una estrategia dirigida a garantizar un derecho individual
que, en el mejor de los casos, relega la dinámica colectiva a un segundo
momento confiando en que los trabajadores, liberados de las presiones
del mercado de trabajo, se sentirán inclinados a organizarse. Esa es una
posibilidad, por supuesto.
Pero no es ni mucho menos la única. Es
perfectamente posible que la RB sea el punto de partida de una
precarización generalizada y un deterioro de los servicios públicos que,
como mucho, le venga bien a una minoría con los recursos sociales y
materiales necesarios para surfear el desastre. Creo que eso es lo que
entendió Friedman, que no era ningún idiota.
Los proyectos cooperativistas dependen en gran
medida de unos vínculos geográficos y afectivos sostenidos en el tiempo
y enfrentados a la política del desarraigo característica del capital
globalizado.
Los proyectos emancipadores tienen condiciones de
posibilidad materiales y políticas pero también sociales. Necesitan de
un colchón social, de vínculos e interacciones estables, que permitan
asumir riesgos colectivos y desarrollar proyectos de vida compartidos
que vayan más allá de la precariedad cotidiana.
Por eso la
mercantilización tiene unos efectos tan corrosivos sobre las
posibilidades de transformación política. La diáspora migratoria es una
de las expresiones contemporáneas más profundas de ese desarraigo que no
es sólo geográfico, sino también social. Aunque uno vuelva, no es lo
mismo volver que haber estado. (...)" (Entrevista a César Rendueles, Andrés Carretero, CTXT, 29/10/17)
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