"(...) El municipalismo se pregunta: ¿qué significa ser un ser humano? ¿Qué
significa vivir en libertad? ¿Cómo organizamos la sociedad en formas que
promuevan la ayuda mutua, el cuidado y la cooperación?
Estas preguntas y las políticas que se desprenden de ellas contienen
un imperativo ético: porque tenemos la necesidad de vivir en armonía con
la Naturaleza o destruiremos la base de la propia vida, pero también
porque tenemos el mandato de maximizar la igualdad y la libertad.
La buena noticia es que esta política se articula con creciente
fuerza en movimientos horizontalistas, por todo el planeta. En los
movimientos de recuperación de fábricas de Argentina, en la Guerra del
Agua en Bolivia, en los consejos de barrio surgidos en Italia, donde el
gobierno mostró ineficacia a la hora de asistir a los municipios
afectados por graves inundaciones, vemos una y otra vez a la gente
organizarse en el ámbito local para ejercer el poder, para crear un
poder alternativo que disputa con cada vez más fuerza el poder del
Estado-nación.
Estos movimientos toman la idea de la democracia y la expresan en su
máximo potencial, y generan una política que atiende a las necesidades
de la gente, que favorece la cooperación y el compartir, la ayuda mutua y
la solidaridad, y que reconoce que las mujeres debemos ejercer un rol
de liderazgo.
Conseguir esto significa llevar la política a cada rincón de nuestros
barrios, haciendo lo que los conservadores llevan haciendo con tanto
éxito en las últimas décadas en todo el mundo: presentar candidatos en
el ámbito municipal.
También significa crear un programa de mínimos (acabar con las
ejecuciones hipotecarias, frenar las subidas del alquiler y la
desestabilización de nuestros barrios producto de la gentrificación),
pero también un programa de máximos en el cual podamos imaginar cómo
sería nuestra sociedad si pudiéramos construir una economía solidaria,
emplear nuevas tecnologías y expandir el potencial de cada ser humano
para vivir en libertad y ejercer sus derechos civiles en tanto miembros
de comunidades prósperas y verdaderamente democráticas.
Y debemos confederarnos, trabajar más allá de las fronteras de los
Estados y las naciones, desarrollando programas que aborden cuestiones
de escala regional o incluso internacional. Esta es la respuesta para
aquellos que dicen que no seremos capaces de resolver grandes problemas
transnacionales por ceñir nuestras acciones al ámbito local.
De hecho,
es precisamente en el ámbito local donde día tras día se resuelven estos
problemas. Incluso los grandes temas como el cambio climático se pueden
gestionar a través de una confederación de comunidades que envíen
delegados para atender los asuntos regionales e incluso
transcontinentales. La burocracia del Estado centralizado no es
necesaria.
Es necesario crear instituciones políticas permanentes en el ámbito
local: no simplemente políticos que articulen un programa de justicia
social, sino instituciones que sean directamente democráticas,
igualitarias, transparentes, completamente responsables,
anticapitalistas, con conciencia ecológica y que den voz a las
aspiraciones de la gente. Requerirá tiempo, educación y la creación de
asambleas municipales que contrarresten el poder del Estado-nación, pero
es la única esperanza de transformarnos en esos nuevos seres humanos
necesarios para crear una nueva sociedad.
Éste es nuestro momento. En todo el mundo, la gente no solo quiere
sobrevivir, también desea vivir. Si queremos lograr la transición desde
la espiral de muerte de la sociedad que nos han impuesto las décadas de
neoliberalismo hacia una sociedad racional y plenamente humana, debemos
crear una red global de ciudades, pueblos y aldeas sin miedo. No
merecemos menos que eso."
( Debbie Bookchin es autora y periodista de investigación premiada. Durante los tres años en que prestó servicio en la U.S. House, fue
secretaria de Prensa del candidato presidencial de Estados Unidos Bernie
Sanders, CTXT, 26/07/17, Texto adaptado de comentarios del plenario de Fearless Cities, Barcelona, 10 de junio de 2017.)
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