"(...) en Reino Unido donde en 2013 se introdujo un tipo de crédito universal
que, aunque no funcionó excesivamente bien al principio, sí ha
permitido mantener un determinado punto de análisis en el que basar el
futuro. (...)
En diciembre pasado, el Parlamento finlandés aprobó
una ley que exige que las personas que reciben beneficios del gobierno,
busquen empleo activamente e informen de sus esfuerzos a los
funcionarios cada tres meses.
La legislación, que entró en vigor en
enero, se alinea con un cambio futuro hacia un sistema universal en su
variante crediticia probablemente.
Y eso podría ser bastante bueno para los finlandeses.
Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos descubrió que un crédito universal podría reducir la tasa de pobreza en Finlandia
del 11.4% al 9.7%. Tomemos con pinzas cualquier cosa que venga de la
OCDE que mantenía como posible el crecimiento económico dos minutos
antes de la caída del sistema bancario hace unos años.
Pero sin embargo,
las fórmulas que se utilizan en el cálculo de esta especie de maqueta
social y territorial que supone Finlandia podría estar dando la clave de
por donde ir en caso de tener que empezar a determinar los espacios
sociales y económicos tras la revolución industrial 4.0 que ahora mismo
nos está engullendo.
El problema es que en el ejercicio de esa modalidad si hay un planteamiento que puede ser liberal o no. Si
esa renta se plantea como un pago universal sin análisis de ningún tipo
más allá del hecho de ser ciudadano, la línea fina entre el subsidio
universal y el soporte vital es muy limitada.
Sin embargo, un
modelo de crédito basado en aportar los servicios fundamentales que
requiere un ciudadano y vincularlo a la consecución de todo lo que
comporta el nivel de bienestar que un país pueda generar, si podría
responder precisamente a ir resolviendo el desequilibrio que casi sin
remedio va a ir generándose en los próximos años.
Recordemos que una revolución industrial como la que
vivimos ahora, en el tiempo de varías décadas la acabaremos de
delimitar, siempre pasan las cosas en el mismo orden. Primero hay una
disrupción tecnológica, luego laboral, le sigue la económica, la
cultural, la artística incluso y, finalmente, la política.
El problema es donde se incorpora la revolución sociológica.
En el si es antes o después de la política y la económica, se determina
la fractura y la cicatriz que todo ello va a generar entre los que
siempre pagan los patos: la hipotética clase media y las familias con
menos recursos.
Hoy, seguir sin definir cual va a ser nuestro papel en
esta revolución, sin determinar como debe ser nuestro modelo de
crecimiento económico y sin estimularlo, es un suicidio colectivo de
dimensiones bíblicas. Seguramente falta tiempo, el tiempo que necesita
un político no tradicional.
Períodos de 4 años, ampliables a 8
normalmente, llevan a tomar decisiones muy tácticas y poco estratégicas
y, por suerte o por desgracia, ahora nos hace falta un plan para
dinamizar sectores y modelos de futuro a largo plazo.
España es el 12º
país del mundo en PIB, momento sin duda para volver a utilizar esa
hipotética recuperación para plantear inversión en tecnología, nuevos
modelos productivos, investigar en el papel que juega todo ello en el
futuro inmediato y, especialmente, cimentar la política económica que
requerirá una sociedad donde tener o no tener pensiones sea indiferente,
pues se estime tener un escenario vinculado a la renta básica o al
crédito universal por ejemplo. El problema, como en todo, es que este
debate algunos países como el nuestro lo sitúan en Alpha Centauri." (Marc Vidal, 25/04/18)
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