Cuando se ahorcaba a los pobres
"Todavía por traducir al español, The London Hanged: Crime and Civil Society in the Eighteenth Century [Los
ahorcados de Londres: Crimen y sociedad civil en el siglo XVIII]
(Londres, Allen Lane, 1991), primer libro importante de Peter Linebaugh,
acaba de ser traducido al francés con el título de Lespendus de
Londres.
Crime et societé civile au XVIII siècle por la editora radical
Lux Editeurs. Recogemos dos reseñas recientes que acaso animen a una
pronta publicación en lenguas peninsulares. SP
El paseante londinense que pasa por el ángulo noreste de Hyde Park no
dudará de que en ese lugar se levantaba la siniestra horca de Tyburn,
de la que se colgaba varias veces al año a los condenados a muerte.
En
un libro que hizo época, publicado en 1991 en Inglaterra, reeditado
varias veces y por fin traducido al francés, el historiador
norteamericano Peter Linebaugh ha querido saber quiénes eran esos
desgraciados y qué delitos les condujeron a este triste fin. El
resultado es un libro impresionante y desbordante: un fresco vibrante de
la clase obrera inglesa en el amanecer del capitalismo.
Linebaugh
demuestra, gracias a una minuciosa investigación en los archivos
judiciales, que los ahorcados de Londres sólo muy raramente eran
delincuentes encallecidos. Más a menudo se trataba de trabajadores
pobres, marineros, artesanos, criados, condenados por haber robado
algunos objetos.
Tyburn se convirtió en símbolo de la criminalización de
los pobres, emblema de una violencia ejercida por las élites contra
esta población obrera cuyos hábitos, solidaridades y tradiciones
entorpecían el auge del capitalismo inglés. En la línea del gran
historiador inglés, E. P. Thompson, del que fue alumno, Linebaugh
insiste en la contradicción entre las costumbres populares que
consistían, por ejemplo, en substraer un poco de materia prima para
consumo personal, y el carácter ya para entonces sagrado de la propiedad
individual.
La “col” de los sastres, compuesta de pedazos de tela
sobrante enrollados en una pelota, era considerada un robo, lo mismo que
el ron extraído de los barriles por los marineros. Esas formas de
apropiación, hasta entonces toleradas e incluso inscritas en el corazón
mismo de las relaciones de trabajo, podían en adelante llevar
directamente a la horca.
El robo, a cambio, se convirtió en una forma
de contestación del nuevo orden económico, del mismo modo que las
numerosas evasiones de la cárcel, muy populares entre el público inglés,
desafiaban la represión.
Los ahorcados de Tyburn habrían sido,
por tanto, víctimas de una violenta lucha de clases. La “tanatocracia”,
ese sistema represivo fundado sobre la pena de muerte, constituiría la
faz sombría del surgimiento del salariado. Digámoslo: esta explicación
demasiado sistemática, sin matices, no convence por completo.
Se podría
objetar que la represión judicial era bastante más severa en los siglos
precedentes y que los ahorcamientos cesaron precisamente en Tyburn a
finales del siglo XVIII, en el momento en que la Revolución Industrial
cobraba impulso. Por otro lado, el peligro consiste en identificar de
forma demasiado general delincuencia y pobreza, en nombre de un
romanticismo de la ilegalidad.
Pero en el fondo estas reservas no
afectan a lo esencial, pues la potencia y riqueza de este libro llegan
bastante más allá: atañen a la reconstitución minuciosa e inspirada del
Londres popular.
Peter Linebaugh posee un talento innegable para hacer revivir el
mundo de marineros y tejedores, mozos de cuerda y carniceros, de
prostitutas y carpinteros. El crecimiento demográfico de Londres, que
llegó al millón de habitantes a finales de siglo, hacía de la ciudad un
crisol popular y cosmopolita en el que convergían miles de irlandeses,
antiguos esclavos negros, soldados tullidos, refugiados venidos de toda
Europa, atraídos todos por la promesa de libertad religiosa y por la
prosperidad económica, todos obligados a vivir en condiciones precarias.
El libro está repleto de anotaciones concretas sobre el mundo de los
oficios, de visiones sobre los horizontes lejanos del comercio imperial.
Nutrido de referencias literarias, atravesado de un aliento
indiscutible, Los ahorcados de Londres tiene a veces la
apariencia de una epopeya del pueblo llano londinense. Linebaugh no
quería estudiar solamente a los ahorcados de Tyburn, deseaba rendirles
homenaje y defender su memoria.
Hacía falta para ello que la
sensibilidad del militante se aliara a la erudición del historiador.
Siguiendo este plan, la apuesta se sostiene por entero.
Fuente: L´Obs, nº 2799 , 28 de junio-4 de julio de 2018
Las normas nacientes del capitalismo se entreveían a la sombra de un patíbulo londinense en el siglo XVIII
En
el extremo noreste de Hyde Park se alzaba la horca de Tyburn, «árbol de
los ahorcados» de Londres. De 1571 a 1783 fueron allí ejecutadas en
público 50.000 personas.
Analizando las decisiones judiciales que
llevaron a esas detenciones y a las confesiones de los atormentados
recogidas por los capellanes que comerciaban con ellas, el historiador
borteamericano Peter Linebaugh muestra que en el siglo XVIII Tyburn
sirvió sobre todo para castigar los atentados contra la propiedad y de
falsificación de moneda cometidos por artesanos cualificados, aprendices
y marineros de todos los orígenes, londinenses, ingleses, irlandeses y
extranjeros.
Prototipo de esta «historia desde abajo», del punto
de vista de los dominados, inaugurada por el británico Edward P.
Thompson, la obra reconstruye los conflictos de clase nacientes en el
«taller del mundo» que era Inglaterra entonces. Tolerada antes como
complemento de la remuneración, la sisa se convierte en un delito mayor,
y la propiedad privada, en un absoluto.
Para implantarse, el
capitalismo exige una mutación antropológica profunda. Es preciso
quebrar la indolencia de nacimiento de los pobres y sus veleidades de
independencia, meter en la cabeza de los futuros obreros de la gran
industria las normas económicas, jurídicas y morales del nuevo sistema.
Junto a esta lección contundente de sociología histórica, los relatos de
vida de los ahorcados hacen de este libro un cuadro apasionante del
Londres de las «clases peligrosas», una vibrante Comédie humaine de los sin poder.
(Sin firma). Fuente: Le Nouveau Magazine Littéraire, no 6, junio de 2018" (Antoine Lilti, Sin Permiso, 06/07/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario