14/12/18

El despotismo, inherente a este capitalismo terminal, está ya aquí... personajes como Bolsonaro, Orban, Duque, Duterte, Le Pen, Casado, Haider… se explican en este contexto. La nueva versión despótica del capital no será igual a la que se expresó en forma de fascismo, en el siglo XX...

"En Andalucía, como en tantos lugares, ya sólo vota un poquito más de la mitad del electorado. A veces es un poco menos, pero en cualquier caso no es importante para los planes del capitalismo actual. Con mucho menores porcentajes de participación se dan por legitimados los resultados queridos (como bien se demostró en los referenda sobre la constitución europea). (...)

Ante el decaimiento del valor, la mercancía, el dinero y el trabajo asalariado, en un marasmo de guerras, de extensión de la miseria, de tráficos abominables (de fuerza de trabajo migrante, de mujeres y menores prostituidas, de órganos, de especies protegidas…) que se convierten en fuente de ganancia más allá del valor, hasta el punto que se encuentran entre los principales negocios del planeta, el capital(ismo) no puede seguir manteniendo la fachada democrática. Con ello, sus versiones históricas “progres” (la socialdemocracia vigesimonónica) pierden su sentido y su papel. 

El despotismo, que es inherente a este capitalismo terminal, está ya aquí. personajes como Bolsonaro, Orban, Duque, Duterte, Le Pen, Casado, Haider… se explican en este contexto. La nueva versión despótica del capital no será igual a la que se expresó en forma de fascismo, en el siglo XX. Entre otras cosas, porque el fascismo es un régimen de conjunción político-institucional para la permanente organización y movilización de masas. 

Fue la forma ‘necesaria’ del capitalismo en crisis del siglo XX, ante la ruptura revolucionaria de las fuerzas del trabajo (URSS, soviets de Hungría, Alemania, Austria, la República española…) y el ascenso de su fortaleza organizada en toda Europa.

En cambio, en la actualidad, una vez que las sociedades han sido derrotadas (fase neoliberal del capital) la forma despótica del capital terminal (fase post-neoliberal) de lo que trata es precisamente de lo contrario, de desmovilizar a la población y de atomizarla al máximo. 

Dirigiendo sus vidas por medio de una economía financiarizada, cada más ficticia, cada vez más letal para la humanidad. Los resultados son y serán semejantemente brutales para las poblaciones, con procesos de disciplinamiento social y laboral parecidos, con represión en todos los niveles y descuartizamiento de la democracia representativa, pero sin necesidad de desplegar legiones de choque para ello, ni especiales dispositivos extra-económico-políticos.

 Hoy el despotismo se ejerce en nombre de la propia “democracia” (despotismo democrático). Se realiza a golpe de elecciones (jugadas con todas las ventajas que dan el poder, el dinero, los sistemas de ponderación de votos, el control del oligopolio mediático…); se imparte a través de directrices supraestatales (UE, G20, Foro de Davos, FMI, Banco Mundial, OMC…) o, cuando hace falta, de ‘impeachments’ y punchs judiciales.  (...)

Mientras más parte de las derechas se desplazan al extremo y quieren romper con el antiguo orden del capital neoliberal-financiarizado, siendo ellas las que propugnan la ruptura con la UE, y la consecución de una pretendida “soberanía nacional”, de protección de “los nuestros”, las izquierdas integradas-entregadas nos hablan de “reformar” aquellas instituciones hechas para ser irreformables, de hacer una escuela o un carril bici más o de subirnos 100€ el salario.

Por groseras o espúreas que sean las propuestas de las derechas ligadas a lo que queda del capital nacional-productivo, tienen la clave de lanzar un mensaje fuerte para ganarse a gentes abatidas, centradas en sí mismas, al tiempo que huérfanas de esperanza y de rumbo. 

A esas gentes, las propuestas paliativas y nunca cumplidas de las izquierdas integradas-entregadas les causan hastío. Entre otras cosas porque no podrían cumplirlas aunque quisieran. Un capitalismo en declive respecto al valor y al beneficio no puede ofrecer mejoras, ni pactos, ni distribución social. (...)

La extrema derecha hace la función de dobermans, que el sistema enseña para disciplinar las opciones y el voto. “Si no nos votáis a nosotros vienen los dobermans”. Así, pase lo que pase, se consigue la aceptación y la legitimidad de las distintas opciones del capital, mientras este sigue su curso de destrucción social. (...)

¿De qué nos sirve impedir supuestamente el paso a las versiones más brutales del capital si es el propio capital el que las genera una y otra vez, especialmente ahora que ya no puede apenas ofrecer una versión “amable”?

Eso pasa por promover un movimiento alter-sistémico, una izquierda integral, una recuperación de la Política con mayúsculas, en un sentido metabólico, para afectar todas las claves de posibilidad y de reproducción de este orden social. Y no sólo jugar en el raquítico marco institucional que él ofrece.

El propio capital(ismo) nos aboca cada vez más al todo o nada. Sus nuevas versiones despóticas en ascenso son una muestra de ello."                 (Andrés Piqueras, Krítica, 04/12/18)

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