"(...) El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador,envió
recientemente una carta al Rey de España, Felipe VI, en la que le insta
a reconocer los atropellos que las autoridades mexicanas consideran que
se cometieron durante la conquista y a pedir disculpas por ellos.(...)" (Javier Lafuente, Lucía Abellán, El País, 26/03/19)
"(...) “Es una tontería que va a seguir, pero de ahí a que el Gobierno de
España le vaya a pedir perdón a México es una sandez”, ha opinado Diego
Fernández de Cevallos, candidato a la presidencia de México en 1994, en
Milenio Televisión. “Es como si nosotros le pidiéramos al presidente de
México que le pida a Trump que se disculpe porque nos robaron medio
territorio”, ha comparado Fernández. (...)" (El País, 26/03/19)
Stuart Medina Miltim @SMiltim hace 15 horas
- Esto es absurdo. Han pasado 500 años. Cortés y sus hombres hicieron la conquista con el apoyo de unos 200.000 tlaxcaltecas y otros. Los mexicas eran unos genocidas. El estado español no existía. México no existía. AMLO es de origen español. Felipe 6.0 el Preparao no estuvo allí.
-
Si existía la corona española Stuart.
Ni a las altas ni a las bajas. Cuando se disculpen los romanos, se disculpan los españoles. Ah no, tampoco. Tonterias las justas. (twitter)
"(...) López Obrador incurre en una variedad extraña del historicismo.
Por un lado, cree en la vieja teoría de Carlyle, para quien “los grandes hombres” son los protagonistas decisivos y casi únicos de la historia. Por otro lado, cree que la historia tiene un libreto ineluctable. Y finalmente cree en la convergencia de ambas teorías en su propia persona, el líder providencial destinado a redimir al pueblo mexicano. (...)
Su proyecto evidente es fundar una nueva historia oficial, que recoja todos los extremos de las anteriores y los potencie con su visión redentora. Por eso ha reclamado al rey de España que se disculpe con los pueblos originarios de México.
Se ha esgrimido el caso de Alemania con el pueblo judío o el de Francia con el argelino para sustanciar la disculpa. La cercanía histórica de esos y otros horrores cometidos por Estados nacionales contemporáneos contra poblaciones actuales da sentido a esos reclamos, pero proyectarlos al plano de la historia universal implicaría una cadena de perdones que nos llevaría, literalmente, hasta las calendas griegas.
Por otra parte, si de disculpas se trata, ¿no había que comenzar por exigirlas al Gobierno de Estados Unidos, no solo por el despojo de la mitad del territorio mexicano, sino por los vejámenes que inflige ahora mismo a millones de mexicanos?
El Gobierno español ha hecho bien en responder con claridad y firmeza al reclamo de López Obrador, pero los españoles deben saber que, sin negar el saldo mortal de la conquista, la mejor forma de calibrar su sentido es compararla con experiencias paralelas.
Como ha demostrado el eminente historiador John H. Elliott en Imperios del mundo atlántico, el saldo moral del Imperio español es sustancialmente superior al inglés. Como todo imperio conquistador (incluido, por cierto, el azteca), ambos cometieron atrocidades, pero al menos los españoles tuvieron figuras de autoridad espiritual que pusieron en tela de juicio los derechos de conquista, defendieron la igualdad cristiana y la libertad natural de los indios, y propiciaron la creación de leyes e instituciones protectoras. En cambio, Inglaterra no tiene un Francisco de Vitoria o un Bartolomé de las Casas en su historia.
Ese legado marca a sus antiguos reinos o colonias. Como consecuencia del exterminio sistemático de la población nativa y la esclavitud que hasta 1865 impusieron a la población de origen africano, Estados Unidos es un país irremediablemente nativista donde gobierna un presidente que propone descaradamente la doctrina nazi del Lebensraum.
En México gobierna un presidente mestizo, nieto de un inmigrante español al que este país, generoso y libre, le abrió los brazos. Ojalá ese presidente, Andrés Manuel López Obrador, que por haber nacido cerca de la selva ama genuinamente los árboles, descubra la importancia de cultivar, entre los individuos como entre las naciones, el árbol de la concordia." (Enrique Krauze, El País, 03/04/19)
"(...) Con su solicitud de perdón, AMLO cae en tres errores de conocimiento histórico:
1) No es posible explicar la nación mexicana actual sin el mestizaje previo entre españoles (castellanos) y sociedades autóctonas como, por ejemplo, los aztecas (también llamados mexicas). El intento de vinculación del nacionalismo mexicano de forma exclusiva con pueblos originarios o, aún más restrictivo, con los mexicas, significa caer en contradicciones históricas e identitarias. ¿No es el hijo de Malintzin (antigua esclava mexica) y Hernán Cortés, llamado Martín el Mestizo, el primer descendiente de lo que hoy se conoce como mexicano? ¿No es Malintzin un símbolo del mestizaje?
2) La conquista de los territorios, que en otro tiempo conformaron el Virreinato de la Nueva España, fue realizada por españoles con una colaboración (numéricamente superior a estos) de pueblos que estaban sometidos por el Imperio Mexica, tales como Totonacas, Tlaxcaltecas, Texcocanos o Huejotzincas, entre otros. Pronunciarse contra acontecimientos históricos que enfrentaron a españoles y otros pueblos indígenas contra los mexicas significa disociar la identidad del pueblo mexicano para enfrentarlo consigo mismo.
3) Ya existía un documento que daba por zanjados los enfrentamientos entre México y España por su pasado. En el Tratado Definitivo de Paz y Amistad entre la República Mexicana y la Reina Isabel II, de 29 de diciembre de 1836, se dispuso olvidar para siempre los conflictos por los que estuvieron enfrentados durante años estos dos pueblos. (...)
La perversión del pasado y el uso instrumentalizado de la historia demuestra más interés por cuestiones de palacio que respeto por su propia identidad. ¿Deberían pedir perdón los musulmanes a los españoles por la invasión de la península ibérica? ¿Debería pedir perdón Italia por los acontecimientos sucedidos en tiempos del Imperio Romano? ¿Deberían pedir perdón los mexicanos a las mujeres actuales por regalar (los mexicas) a sus mujeres como botín de guerra? (...)
Como investigador de procesos de justicia transicional, me veo en la necesidad de establecer unos límites, aquellos que marcan el sentido común y la perspectiva de la ciencia histórica, para que en el presente no sean automáticamente descalificadas las demandas de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición para víctimas de violaciones de derechos humanos.
Estas víctimas sí están inmersas en contextos que permiten analizar y explicar conflictos contemporáneos, y que competen directamente a nuestras sociedades.
Actuar para que puedan ser resarcidas de la manera más íntegra posible debería ser la prioridad en las agendas políticas. Sin embargo, la historia vuelve a ser instrumentalizada exacerbando sentimientos de nacionalismo interesado (en este caso nacionalismo indigenista) con el objetivo de construir un relato que se acomode a la agenda del mandatario."
(HÉCTOR CENTENO MARTÍN, Investigador en el programa de doctorado “Estado de Derecho y Gobernanza Global” de la Universidad de Salamanca. Estudios de Política Exterior, 28/03/19)
"(...) "López Obrador se educó cuando los libros de texto de la escuela decían que todos los mexicanos descendemos de los mexicas;
que la conquista de una ciudad fue la conquista de todo México",
explica el historiador Alfredo Ávila, del Instituto de Investigaciones
Históricas de la UNAM.
"Son ideas difíciles de quitar".
"Son ideas difíciles de quitar".
"Me parece muy lógico y coherente viniendo de López Obrador", opina
el académico Martín Ríos, experto en historia colonial. "Al final
refleja lo que él aprendió en la educación pública. Pero es una
distorsión de los procesos", dice.
"La forma en que lo expresó el
presidente es reflejo de una educación muy tradicional, empujada por el
Estado después de la revolución, que tiene un marcado peso indigenista.
Es una deformación de la realidad histórica, una manipulación y un uso
político de la historia". (...)
La cercana efeméride de la conquista ha despertado una controversia
dormida en México. Hace un par de semanas, la senadora Jesusa Rodríguez,
del partido gobernante Morena, instaba a sus seguidores a no comer
tacos de cerdo. Hacerlo, decía, suponía celebrar la caída de
Tenochtitlán, la gran capital azteca. Al fin y al cabo, el cerdo llegó a
México con los españoles.
Un día después, el historiador Alfredo Ávila
recordaba en Twitter que "con la conquista llegó la religión católica,
impuesta a sangre y fuego por fanáticos y asesinos. Es verdad", añadía,
"pero la mayoría de esos fanáticos asesinos eran indígenas".
Ávila se refiere a la alianza de Cortés y sus hombres, unos pocos
cientos, con los pueblos tlaxcalteca, otomí o xochimilca, sometidos por
los mexicas. "También deberían pedirles a ellos que pidan perdón, porque
también cometieron muchos excesos", dice.
Martín Ríos zanja: "El proceso de conquista fue guiado por Cortés,
pero los verdaderos actores fueron los grupos indígenas aliados de
Cortés. Esos grupos incluso reivindican su papel en la conquista para
obtener privilegios por parte de la Corona". (...)
Carmen Sanz Ayán, integrante de la Academia, premio Nacional y
catedrática de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid (...) Sobre la "reconciliación plena" de la que habla López Obrador, le sorprende que "él decida que España y México están peleados". (Pablo Ferri ,Manuel Morales , El País, 26/03/19)
"¿El Rey? Que le pidan perdón en Washington, presidente.
(...) La cuestión es sencilla: el presidente de México, como advertía Krauze, politiza la historia y lo hace en beneficio de su fortalecimiento como presidente de ese gran país cuyos graves problemas nada tienen que ver con España sino con su vecino del norte, con los Estados Unidos de Donald Trump.
Uno de sus grandes proyectos consiste en levantar un muro en la frontera entre ambos Estados para evitar la inmigración ilegal. El presidente norteamericano ha insultado y vejado especialmente a los mexicanos que huyen de la pobreza y la inseguridad de su país. No se ha oído que López Obrador haya reclamado fulminantemente un relato de los agravios de la Casa Blanca contra sus compatriotas. (...)
La ocurrencia del ‘perdón’ que reclama del Rey de España es un recurso dialéctico mucho más de política interna que una reivindicación social vigente, aunque pueda ser recurrente en el debate social y académico. Él no es precisamente de estirpe indígena u originaria. Es ‘blanquito’ con ancestros españoles. Y un hombre con grandes conocimientos históricos, habilidad discursiva y un experto en el manejo de los resortes del poder.
El Gobierno —el Estado español— no se debe sentir concernido por la salida de tono de López Obrador, al que hay que remitir a la contemporaneidad de sus problemas, que tienen un nombre y un apellido: Donald Trump. (...) El memorial de agravios, a Washington." (José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, 28/03/19)
" No consigo salir de mi asombro. ¿Le parece de verdad a López Obrador que todos los españoles, sin distinción de clase, de los siglos XVI en adelante se beneficiaron de la conquista?
¿Acaso cree López Obrador que el oro y otros recursos que los conquistadores se llevaban a España era repartido con arreglo al ideario socialista entre la gente de España? ¿Sabe López Obrador que, de ser verdad que todos los españoles se beneficiaron de la conquista por siglos, difícilmente él mismo existiría porque su abuelo cántabro no hubiese tenido que irse a México a intentar ganarse la vida?
¿Tiene conocimiento López Obrador de que la inmensa mayoría dela gente que habitaba lo que a día de hoy conocemos como España en los siglos de la conquista y la colonia vivía bajo el yugo, político y económico, de una monarquía absoluta, al igual que les ocurrió, por mucho tiempo y exactamente bajo el mismo signo, a los que terminaron sometidos en América Latina tras la conquista? ¿Cómo es posible que un llamado presidente de izquierdas ni siquiera considere la posibilidad de que la categoría de clase social tenga igual o mayor poder explicativo que la categoría de nación?
No, no todos los españoles, ni siquiera una mayoría de ellos, se benefició de la conquista. Mi abuela española era analfabeta, vivía en la miseria más absoluta y nunca jamás salió de España. Es muy probable que su abuela, y la abuela de su abuela, padecieran vidas iguales o peores. Y como ellas, hay millones de personas a lo largo de la historia de España que pasaron por este mundo sin ni siquiera oler los beneficios derivados de la conquista o de la colonización.
¿Por qué debería el jefe de Estado de España a día de hoy, o cualquier otro representante político español, pedir disculpas en nombre de gente como mi abuela o la abuela de su abuela? ¿De qué serían responsables ellas en relación con México?
El presidente López Obrador se apoya en la sinécdoque y en una táctica clásica de la derecha reaccionaria que consiste en apelar a las identidades nacionales invocando los mitos – casi siempre agravios – mediante los cuales se construye la nación y, así, ahogar un hecho que debería llamar la atención de cualquier persona de izquierdas, a saber, que los pobres de México y los pobres de España en realidad estuvieron y siempre estarán en el mismo bando. (...)" (Pau Luque sánchez, El País, 27/03/19)
"¿El Rey? Que le pidan perdón en Washington, presidente.
(...) La cuestión es sencilla: el presidente de México, como advertía Krauze, politiza la historia y lo hace en beneficio de su fortalecimiento como presidente de ese gran país cuyos graves problemas nada tienen que ver con España sino con su vecino del norte, con los Estados Unidos de Donald Trump.
Uno de sus grandes proyectos consiste en levantar un muro en la frontera entre ambos Estados para evitar la inmigración ilegal. El presidente norteamericano ha insultado y vejado especialmente a los mexicanos que huyen de la pobreza y la inseguridad de su país. No se ha oído que López Obrador haya reclamado fulminantemente un relato de los agravios de la Casa Blanca contra sus compatriotas. (...)
La ocurrencia del ‘perdón’ que reclama del Rey de España es un recurso dialéctico mucho más de política interna que una reivindicación social vigente, aunque pueda ser recurrente en el debate social y académico. Él no es precisamente de estirpe indígena u originaria. Es ‘blanquito’ con ancestros españoles. Y un hombre con grandes conocimientos históricos, habilidad discursiva y un experto en el manejo de los resortes del poder.
El Gobierno —el Estado español— no se debe sentir concernido por la salida de tono de López Obrador, al que hay que remitir a la contemporaneidad de sus problemas, que tienen un nombre y un apellido: Donald Trump. (...) El memorial de agravios, a Washington." (José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, 28/03/19)
" No consigo salir de mi asombro. ¿Le parece de verdad a López Obrador que todos los españoles, sin distinción de clase, de los siglos XVI en adelante se beneficiaron de la conquista?
¿Acaso cree López Obrador que el oro y otros recursos que los conquistadores se llevaban a España era repartido con arreglo al ideario socialista entre la gente de España? ¿Sabe López Obrador que, de ser verdad que todos los españoles se beneficiaron de la conquista por siglos, difícilmente él mismo existiría porque su abuelo cántabro no hubiese tenido que irse a México a intentar ganarse la vida?
¿Tiene conocimiento López Obrador de que la inmensa mayoría dela gente que habitaba lo que a día de hoy conocemos como España en los siglos de la conquista y la colonia vivía bajo el yugo, político y económico, de una monarquía absoluta, al igual que les ocurrió, por mucho tiempo y exactamente bajo el mismo signo, a los que terminaron sometidos en América Latina tras la conquista? ¿Cómo es posible que un llamado presidente de izquierdas ni siquiera considere la posibilidad de que la categoría de clase social tenga igual o mayor poder explicativo que la categoría de nación?
No, no todos los españoles, ni siquiera una mayoría de ellos, se benefició de la conquista. Mi abuela española era analfabeta, vivía en la miseria más absoluta y nunca jamás salió de España. Es muy probable que su abuela, y la abuela de su abuela, padecieran vidas iguales o peores. Y como ellas, hay millones de personas a lo largo de la historia de España que pasaron por este mundo sin ni siquiera oler los beneficios derivados de la conquista o de la colonización.
¿Por qué debería el jefe de Estado de España a día de hoy, o cualquier otro representante político español, pedir disculpas en nombre de gente como mi abuela o la abuela de su abuela? ¿De qué serían responsables ellas en relación con México?
El presidente López Obrador se apoya en la sinécdoque y en una táctica clásica de la derecha reaccionaria que consiste en apelar a las identidades nacionales invocando los mitos – casi siempre agravios – mediante los cuales se construye la nación y, así, ahogar un hecho que debería llamar la atención de cualquier persona de izquierdas, a saber, que los pobres de México y los pobres de España en realidad estuvieron y siempre estarán en el mismo bando. (...)" (Pau Luque sánchez, El País, 27/03/19)
" El vasto imperio español en América tuvo su origen en la época de los
grandes descubrimientos geográficos de finales del siglo XV y llegó a
extenderse desde la Alta California, por el norte, hasta el cabo de
Hornos, en el sur.
Comenzó a fraguarse con el primer viaje financiado
por la Corona de Castilla con Cristóbal Colón al frente de tres
carabelas y menos de 100 hombres, que arribaron el 12 de octubre de 1492
a tierra firme desconocida en la isla de San Salvador (actual Bahamas).
Fue obra de conquista y ocupación, primero, devenida muy pronto en
labor de colonización y aculturación (religiosa e idiomática).
Se
repetía así un proceso histórico similar al de otras expansiones
imperiales en el viejo mundo (desde la formación del mundo helenístico
hasta la constitución del Imperio Romano) y muy pronto seguido por otras
potencias europeas en América y el resto del planeta (Portugal,
Francia, Inglaterra, Holanda). (...)
En ese complejo proceso de implantación española en
el continente americano, “uno de los encuentros más misteriosos de la
historia humana” (Enrique Krauze), sin duda, tuvo un papel determinante
la expansión militar, con sus gestas y atrocidades verídicas o
exageradas. Es una faceta siempre subrayada por las visiones
catastrofistas y la leyenda negra antiespañola de origen protestante,
como si las restantes experiencias imperiales hubieran sido diferentes
por pacíficas (idea falsa por completo).
Pero también es cierto que esa conquista tuvo un éxito fulgurante porque se inscribió en “una guerra de indios contra indios” (Bernat Hernández). Y en ella los españoles (como luego los portugueses, franceses, ingleses…) aprovecharon las fisuras internas de los pueblos indígenas enfrentados, articularon alianzas con sus facciones y consiguieron así someter imperios mediante una combinación de fuerza, diplomacia, astucia y golpes de fortuna.
Solo así se entiende que en 1521 el poderoso imperio azteca de México y su propia capital (Tenochtitlán, con más de 200.000 habitantes) estuvieran ya bajo el poder de Hernán Cortés y sus 500 soldados y 100 marineros (más unos 30 caballos y 10 cañones), que habían partido desde Cuba en 1519 (y tras haber sumado contingentes indígenas opuestos al brutal dominio azteca, como el millar de guerreros totonacas o los 3.000 guerreros tlaxcaltecas).
Pero también es cierto que esa conquista tuvo un éxito fulgurante porque se inscribió en “una guerra de indios contra indios” (Bernat Hernández). Y en ella los españoles (como luego los portugueses, franceses, ingleses…) aprovecharon las fisuras internas de los pueblos indígenas enfrentados, articularon alianzas con sus facciones y consiguieron así someter imperios mediante una combinación de fuerza, diplomacia, astucia y golpes de fortuna.
Solo así se entiende que en 1521 el poderoso imperio azteca de México y su propia capital (Tenochtitlán, con más de 200.000 habitantes) estuvieran ya bajo el poder de Hernán Cortés y sus 500 soldados y 100 marineros (más unos 30 caballos y 10 cañones), que habían partido desde Cuba en 1519 (y tras haber sumado contingentes indígenas opuestos al brutal dominio azteca, como el millar de guerreros totonacas o los 3.000 guerreros tlaxcaltecas).
Y lo mismo sucede con el imperio
inca en la cordillera andina, que contaba con 14 millones de súbditos,
pero estaba al borde de la guerra civil y afrontaba la hostilidad de
grupos étnicos sometidos (como los cañaris, los limas o los charcas). (...)
El resultado asombroso de esas operaciones fue la
rápida expansión española por el continente con un número muy reducido
de hombres que contaban con evidente superioridad tecnológica militar.
Pero que también contaron con la ayuda de la sorpresa ante su audacia,
del temor ante las epidemias generadas por los recién llegados y de las
alianzas de los conquistadores con los grupos étnicos sometidos
cruelmente a los imperios precolombinos.
La fase conquistadora en pocos decenios había dado paso a oportunidades históricas de creación de nuevas sociedades y culturas, sobre la base del mestizaje de blancos, indios, negros y mestizos, jerarquizados pero también entrecruzados. De hecho, desde mediados del siglo XVI, la marginación del caudillo de guerra por el mundo criollo, la Corona y la Iglesia preocupada por los “justos títulos de conquista”, se constató en el surgimiento del arquetipo de la anticonquista, como modelo sobre el que construir el futuro híbrido de un Nuevo Mundo.
No en vano, como han puesto de relieve los últimos estudios, la labor de conquista, evangelización e hispanización fue obra en su mayoría de personas cultivadas que llevaron a América las formas de vida de la Europa renacentista.
En ese proceso de conformación de la nueva América hispánica, las orillas del Atlántico se convirtieron en límites especulares de un espacio de conectividades, un laboratorio de experimentación sociocultural, una vía de circulación de personas y bienes, pero también de ideas y lenguas. Al compás de esos fenómenos, el Mediterráneo cedió el testigo al Atlántico como eje geográfico de la reordenación del mundo conocido.
A la par, Europa pasaba a compartir culturas y primacías con las Américas mediante la conformación del mundo occidental de la Edad Moderna: el Occidente heredero y legatario del viejo mundo grecolatino y de su derivación cristiana medieval.
No parece posible concebir América, en su pluralidad, sin esa identidad occidental y es quimera anacrónica pensar en deshacer su historia bajo la ilusión de impartir justicia retrospectiva y selectiva 500 años más tarde." (Enrique Moradiellos, historiador, El País, 27/03/19)
La fase conquistadora en pocos decenios había dado paso a oportunidades históricas de creación de nuevas sociedades y culturas, sobre la base del mestizaje de blancos, indios, negros y mestizos, jerarquizados pero también entrecruzados. De hecho, desde mediados del siglo XVI, la marginación del caudillo de guerra por el mundo criollo, la Corona y la Iglesia preocupada por los “justos títulos de conquista”, se constató en el surgimiento del arquetipo de la anticonquista, como modelo sobre el que construir el futuro híbrido de un Nuevo Mundo.
No en vano, como han puesto de relieve los últimos estudios, la labor de conquista, evangelización e hispanización fue obra en su mayoría de personas cultivadas que llevaron a América las formas de vida de la Europa renacentista.
En ese proceso de conformación de la nueva América hispánica, las orillas del Atlántico se convirtieron en límites especulares de un espacio de conectividades, un laboratorio de experimentación sociocultural, una vía de circulación de personas y bienes, pero también de ideas y lenguas. Al compás de esos fenómenos, el Mediterráneo cedió el testigo al Atlántico como eje geográfico de la reordenación del mundo conocido.
A la par, Europa pasaba a compartir culturas y primacías con las Américas mediante la conformación del mundo occidental de la Edad Moderna: el Occidente heredero y legatario del viejo mundo grecolatino y de su derivación cristiana medieval.
No parece posible concebir América, en su pluralidad, sin esa identidad occidental y es quimera anacrónica pensar en deshacer su historia bajo la ilusión de impartir justicia retrospectiva y selectiva 500 años más tarde." (Enrique Moradiellos, historiador, El País, 27/03/19)
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