"(...) La economía sin la política y sin el Estado nunca será ni democrática
ni socialista, será siempre el humus ideal para el capital cosmopolita,
que lo es todo excepto socialista y democrático. De ahí la importancia
de lo que yo llamo el soberanismo internacionalista y populista.
Soberanismo porque se recupera totalmente la soberanía nacional como
base de los derechos y de las democracias del socialismo y de los logros
sociales. Internacionalista porque no es el nacionalismo de las
derechas regresivas, xenófobas y autoritarias, es un soberanismo
internacionalista que se abre a las demás naciones socialistas y
democráticas, crea el internacionalismo proletario, como se llamaba un
tiempo, que es todo lo contrario tanto del nacionalismo individualista y
regresivo, como del cosmopolitismo liberal al que las izquierdas
fucsias han vendido sus cabezas y corazones, como ya he dicho antes.
Por esta razón, me parece importante recuperar el principio del soberanismo internacionalista que
tiene como base el populismo entendido como teoría del pueblo y para el
pueblo, como una visión que se opone a los procesos de
posdemocratización administrados por las élites líquido-financieras y
reafirma el principio de lo nacional-popular entendido a la manera
gramsciana.
Un populismo concebido no en sentido regresivo, o sea Trump para que quede claro, sino de manera emancipadora, como han escrito muy bien Laclau y Mouffe, un populismo de izquierda, si queremos usar esta categoría, un populismo cuya finalidad sea la emancipación objetiva de las clases dominadas y que tenga como fundamento la democracia socialista.
Este es el punto fundamental que también aparece en las obras de Carlo Formenti.
La paradoja es que este discurso, que en otros tiempos se hubiera
llamado leninista, marxista o gramsciano, hoy las izquierdas fucsias y
arco iris lo consideran fascista.
Es una paradoja porque yo, obviamente, me refiero a Gramsci, a la
democracia socialista, al internacionalismo solidario, al lema 'Patria o
muerte' de Che Guevara, al modelo de soberanismo solidario e
internacionalista, a las experiencias bolivarianas de Sudamérica: Chávez en Venezuela, Morales en
Bolivia y todas las experiencias del socialismo patriótico
antiestadounidense y antiglobalista que, sin duda alguna, no pueden
llamarse fascistas.
La categoría de fascismo, desde ese punto de vista,
nos introduce en una paradoja lógica, actualmente el fascismo se usa
como una categoría completamente deshistorizada. El fascismo ya no es
solo y esencialmente el de Mussolini, que murió,
afortunadamente, en 1945, hoy entendemos por fascismo, doy esta
definición, todo lo que no es orgánico del pensamiento único
políticamente correcto y éticamente corrupto, más precisamente, el
fascismo es, desde el punto de vista del amo cosmopolita no border y de
las izquierdas fucsias y arco iris, todo lo que se opone al dominio de
la clase dominante, pongo un ejemplo concreto de estos días.
Hoy en día una de las tesis dominantes del amo cosmopolita es la apertura de los puertos y de las fronteras.
¿Por qué? Porque todo el mundo debe reducirse a un espacio abierto
desregulado para la libre circulación de las mercancías y de las
personas cosificadas.
Por consiguiente, quien se opone a esta visión reivindicando el primado de lo humano y lo político,
defendiendo la necesidad de regular, a través del primado de lo
político y la democracia, los flujos, de los capitales, de las personas,
de los deseos de consumo, es automáticamente difamado como fascistas
por las izquierdas fucsias, para estas todo lo que sea incoherente con
el señor cosmopolita, del que son los tontos útiles, es fascista.
La
paradoja es esta, la resumo así, se difama como fascista todo lo que se
opone al orden de la clase dominante 'sans frontières', la clase de los
globócratas del capital, que difaman como fascista la idea de una
intervención estatal en la economía, difaman como fascista el despertar
de las clases dominadas, del pueblo oprimido que, como decía Fichte, está por encima de toda autoridad que pretende ser superior.
El pueblo es soberano, la democracia, al fin y al cabo, es la
soberanía popular que para ejercerse necesita de un Estado que sea
soberano donde el pueblo sea, a su vez, soberano; sin la soberanía del
Estado ni siquiera puede haber soberanía en el Estado,
la soberanía popular y, por lo tanto, la democracia, la Unión Europea,
se fundamenta exactamente sobre esto, eliminar la soberanía de los
Estados para aniquilar la soberanía popular en los Estados y, por lo
tanto, aniquilar las democracias y los derechos sociales relacionados.
De ahí que el antifascismo se convierta, una vez más, en la
clave fundamental de las clases dominantes y de las izquierdas de
completamiento para deslegitimar todas las propuestas de renovación y
democratización del espacio global.
La paradoja es que hoy, como decía Orwell,
se subvierte la relación entre los nombres y las cosas, hoy la
violencia y la persecución del pensamiento libre que caracterizó al fascismo surge nuevamente con el nombre de antifascismo,
en la figura inédita de las brigadas fucsias del antifascismo arco iris
y de los escuadrones que en nombre del antifascismo atacan, a menudo no
solo metafóricamente, a todos aquellos que no se adhieren al verbo
único políticamente correcto de la clase dominante.
Por lo tanto, hoy es preciso tomar conciencia de esto y
mantenerse, obviamente, a una distancia segura tanto del fascismo
histórico, que ya no existe, como del neoliberalismo cosmopolita actual
falsamente progresista al que también las izquierdas se han adaptado con
la paradoja que tenemos ante nuestros ojos.
Las izquierdas ventilan
todas las veces la vuelta del fascismo y, de esta manera, crean un
frente único que legitima el cosmopolitismo liberal o, como diría
Pasolini, el nuevo fascismo de la civilización glamurosa de los
mercados."
(Diego Fusaro es filosofo, escritor y ensayista marxista italiano, El Confidencial, 07/07/19)
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