15/7/19

Las limitaciones políticas de carácter identitario de lo “políticamente correcto” llevó al fracaso al mayor movimiento feminista en EEUU (NOW), lo que se ve claramente en que la mayoría de mujeres de clase trabajadora (la mayoría de mujeres) no votaron a la candidata feminista, Hillary Clinton, sino a Trump...

"(...) la mayoría de la clase trabajadora de raza blanca (que es la mayoría de la clase trabajadora en EEUU) vota a Trump y, muy probablemente, continuará votándolo en el futuro (es interesante señalar, por las razones que citaré más adelante, que parece haber un redescubrimiento en aquel país de la clase trabajadora, a la que se había dado por desaparecida u olvidada, siendo sustituida por las clases medias.) (...)

Las limitaciones políticas de carácter identitario de lo “políticamente correcto”

Frente a esta amenaza, la estrategia de la izquierda estadounidense, a través del Partido Demócrata, fue enfatizar las políticas antidiscriminatorias de género y de raza, encaminadas a la integración de las mujeres y minorías en el establishment político-mediático del país. Se seguía una estrategia basada en lo “políticamente correcto”, es decir, con unas prácticas y un lenguaje antidiscriminatorio focalizados en políticas públicas de afirmación identitaria (repito, fundamentadas en el género y la raza).

Tales intervenciones, sin embargo, aunque importantes, han sido insuficientes. Su falta de atención hacia la discriminación de clase (es decir, hacia la discriminación contra las clases populares) ha sido su gran punto flaco. El fracaso de esta estrategia, en el caso del mayor movimiento feminista en EEUU (NOW), se ve claramente en que la mayoría de mujeres de clase trabajadora (la mayoría de mujeres) no votaron a la candidata feminista, Hillary Clinton, sino a Trump. 

El supuesto de que el movimiento feminista estaba hablando en nombre y en defensa de todas las mujeres no convenció a muchas mujeres, incluyendo la mayoría de mujeres de la clase trabajadora, que no votaron por la candidata de NOW, sino por Trump, que se presentó como el candidato antiestablishment neoliberal, centrado –según él- en el Estado federal.

La discriminación olvidada: la discriminación de clase

Las mujeres, como los hombres, pertenecen a distintas clases sociales, cada una de las cuales sufre distintas formas de discriminación, sosteniendo intereses distintos e incluso opuestos. Y la realidad es que parte de las dirigentes del movimiento feminista son mujeres de clase media alta ilustrada (es decir, con titulación universitaria) cuyas propuestas y cuyo discurso no atrae a las mujeres de clase trabajadora, o no las atrae con suficiente fuerza para superar su identidad de clase.  

Como cualquier ser humano, las mujeres tienen varias identidades, una de ellas la de ser mujer. Pero tiene también otras identidades, como la de la clase social a la cual pertenecen. Y esta última define también cómo se expresa la identidad como mujer. 

La mujer liberal burguesa (de clase alta) por ejemplo, tiene una visión de “ser mujer” distinta a la visión de la mujer trabajadora. Y esta realidad queda ocultada, sin embargo, cuando las primeras se presentan como representantes de todas las mujeres. Lo que ha ocurrido en las últimas elecciones presidenciales en EEUU es un claro ejemplo de ello.

Los derechos políticos y sociales están muy determinados por los derechos económicos
El discurso identitario se ha centrado en EEUU principalmente en los derechos políticos y sociales (como por ejemplo los derechos de representación, puestos de poder ocupados por las personas discriminadas, sean estas mujeres o minorías), pero muy poco en los derechos económicos.

Más concretamente, el discurso identitario en EEUU se ha centrado en corregir la discriminación de las minorías y de las mujeres, con propuestas para facilitar la integración de dichas personas discriminadas en la estructura del poder actual, asumiendo que tal integración ayudaría a todas las mujeres o miembros de las minorías. 

 En este sentido, la estrategia feminista se ha centrado en los temas identitarios, facilitando la integración político-social de los sectores discriminados, con un énfasis en el desarrollo de los derechos políticos y sociales de representatividad, tanto en la esfera pública como en la privada. Sin embargo, ha ofrecido una atención muy limitada a los derechos económicos (los derechos que centran la atención de las clases populares -mujeres y hombres- tales como el trabajo y los salarios dignos, el acceso a la sanidad, a la educación, a la vivienda, a la jubilación digna, etc.). 

Al centrarse en combatir las discriminaciones por raza o género, han olvidado la discriminación por clase, facilitando así la imagen de que el objetivo de la estrategia del Partido Demócrata era la supuesta captura del Estado federal por parte de las minorías y las mujeres. Y así lo han percibido las clases discriminadas

El Partido Demócrata, por ejemplo, ha dejado de estar liderado por hombres blancos, siendo estos sustituidos ahora por mujeres y afroamericanos (la mayoría de clase media ilustrada, es decir, con formación académica), que continúan imponiendo políticas neoliberales como por ejemplo el estímulo de la movilidad de capitales e inversiones -la odiada globalización- que ha dañado a las clases populares. 

La Sra. Clinton, líder feminista, era la mejor promotora, como ministra de Asuntos Exteriores del gobierno Obama, de la globalización del capital estadounidense, lo que facilitó la desindustrialización de EEUU y dañó a la clase trabajadora industrial, eje del apoyo a Trump.  (...)

Actualmente existe un gran rechazo hacia el capitalismo salvaje (el socialismo de los ricos) que Trump representa. La gran mayoría de los jóvenes y de las mujeres (los dos grupos con peores condiciones económicas) preferirían vivir en un socialismo democrático que no el capitalismo actual. En un país donde el 1% de la población estadounidense posee el 92% de todas las acciones bancarias y en el que el director ejecutivo de la compañía comercial más grande, Walmart (que tenía a la Sra. Clinton en su dirección), gana más de mil veces más que uno de sus empleados medios, no es sorprendente que las clases populares estén enfadadas. 

Y todo esto queda ocultado con el énfasis en Trump. Lo que es prácticamente nuevo en EEUU es que grupos que han sido víctimas del sistema, intenten romper con la monopolización de su victimismo para coordinarse e incluso unirse en un proyecto común que favorezca a todos los amplios sectores de la población que están explotados y discriminados.

 Para entender el elemento de transversalidad en su estrategia unitaria, hay que recuperar el concepto de poder de clase y el significado del socialismo. Este hecho, que es lo más importante en EEUU, es lo que el establishment político-mediático español quiere ocultar."                 (Vicenç Navarro, Público, 11/07/19)

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