9/12/19

El mar, remedio para la sed

"Todas las últimas encuestas del Global Risk Report publicado por el Foro de Davos han coincidido en que el mayor riesgo para la seguridad mundial es la escasez de agua, por encima de la proliferación de armas de destrucción masiva, las crisis financieras o las pandemias globales.

El cambio climático ha agudizado el problema desde el cuerno de África a Europa, donde los últimos veranos han sido tan calurosos que algunos tramos del Rin, el Danubio y el Elba se hicieron inviables para el tráfico fluvial. Un 80% de los 223 millones de toneladas de carga que se transportan cada año por barco en Alemania viaja por el Rin, que une su corazón industrial con el Benelux y el mar del Norte.

Según investigaciones recientes, en el siglo XX el cuerno de África se desertizó con más rapidez que en los 2.000 años anteriores. En Irak, el 30% de los 37 millones de habitantes vive del campo, pero desde 2000, la sequía y la construcción por Irán y Turquía de presas en los nacimientos de los ríos Tigris y Éufrates han recortado a la mitad el flujo de sus aguas por territorio iraquí y reducido a la tercera parte las zonas pantanosas del estuario del río Shatt al Arab.

En Oriente Próximo, las temperaturas están subiendo a un ritmo que duplica la media mundial, lo que podría hacer inhabitable buena parte de la región hacia finales de siglo. Desde 1950, la población mundial se ha triplicado, pero el consumo de agua se ha multiplicado por seis, lo que explica que la industria mundial de recursos hídricos mueva cada año unos 600.000 millones de dólares, más que la biotecnología y las telecomunicaciones y solo un poco menos que la industria farmacéutica.

Según Naciones Unidas, asegurar un acceso universal a agua limpia y sistemas sanitarios adecuados requerirá inversiones anuales de 114.000 millones de dólares. Diversas soluciones plantean la eliminación de ayudas que contribuyen al desperdicio y al uso ineficiente del agua.

El problema es la impopularidad de ese tipo de medidas. El 28 de julio de 2010, la ONU definió el acceso al agua potable como un derecho humano fundamental. Todo ello presenta la tecnología como la solución más viable a la creciente escasez de lluvias y a la sobreexplotación de ríos y acuíferos. La más recurrida actualmente es la desalinización del agua del mar, un procedimiento que hoy solo supone el 1% del agua dulce que se consume en el mundo, debido a su alto consumo de energía y a las masivas inversiones en infraestructuras que exige.

Desde que en 2015 en San Diego (California) se puso en funcionamiento la planta desalinizadora de Carlsbad, el gobierno local ha subido un 7% anual el precio del agua para sus residentes. En Israel y Singapur, donde la mayor parte del agua para consumo humano es desalinizada, el precio es el más alto del mundo.

El reto es abaratar el proceso implicando energía solar y eólica para producir más agua potable por unidad de energía empleada. Arabia Saudí –donde casi el 50% del agua dulce que consumen sus 33 millones de habitantes es desalinizada– emplea el 25% del petróleo y gas que produce para generar electricidad y producir agua potable.
Con una combinación de políticas públicas de fomento, una cultura de ahorro extendida, tecnologías, técnicas de irrigación avanzadas y el uso masivo de plantas desalinizadoras, Israel ha logrado un envidiable uso del agua.

La planta desalinizadora de Sorek, inaugurada en 2013 con una inversión de 40 millones de dólares, es hoy la mayor del mundo. Su tecnología de ósmosis inversa, que procesa el agua marina mediante membranas que le extraen y filtran la sal, le permite producir 26 millones de litros de agua por hora, suficientes para cubrir las necesidades del área metropolitana de Tel Aviv.

Gracias a sus plantas de Ashkelon, Palmachim, Hadera, Sorek y Ashdod, Israel produce casi 600 millones de metros cúbicos diarios de agua fresca, el equivalente al 94% del consumo doméstico de los hogares y a un 30% del total del país. El problema es su coste: absorbe el 10% de la producción eléctrica israelí pese a que la planta de Sorek produce un metro cúbico de agua potable por 50 centavos de dólar."                      (Estudios de Política Exterior, Informa Semanal)

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