"(...) Una característica de los movimientos sociales en EEUU es que
cada uno es completamente independiente y autónomo del resto, y se
centra única y exclusivamente en la defensa del grupo poblacional o de
la causa específica que representa.
En realidad, compiten entre ellos en
cuanto a tener acceso al poder político, mediático y financiero se
refiere. Cada grupo, pues, va por su cuenta. De ahí que ese
comportamiento les debilite enormemente.
Y la mayoría de sus dirigentes,
pertenecientes a clases medias de renta superior con formación
universitaria (excepto el movimiento sindical), son de sensibilidad
liberal, que es la ideología dominante en el establishment
político-mediático del país.
El progresismo como cultura es
débil, ya que EEUU es un país profundamente conservador, con unas
estructuras políticas muy poco representativas (que explica la gran
abstención en el proceso electoral) y con muy escasa protección social, y
con derechos laborales, sociales y políticos muy limitados.
Nos
encontramos, pues, ante un capitalismo sin guantes en el que la
explotación por clase social, por género, por raza y del medio ambiente
es muy marcada. Nunca ha gobernado un partido de izquierdas de
tradición socialista o socialdemócrata en EEUU. Ello no implica que no
haya senadores (como Bernie Sanders) o congresistas (varios) que
pertenezcan también al Partido Socialista. Pero la gran mayoría no lo
son. (...)
El otro extremo de cómo se articulan tales movimientos: el modelo socialista de Suecia
Veamos, en cambio, lo que ocurre en los países escandinavos, tomando
como ejemplo Suecia, país que conozco bien por haber vivido en él y
tener familia. En aquella parte del mundo, los movimientos
sociales no son necesariamente muy grandes, pero los derechos laborales,
sociales y políticos para la totalidad de la ciudadanía son muy
extensos. (...)
El movimiento obrero, tanto sindical como político (la
socialdemocracia y partidos a su izquierda, como el Partido Comunista),
ha sido muy fuerte y se ha comprometido con el fin de la explotación, desarrollando
una lucha transversal también contra la explotación de género y de
raza, con una promoción de la agenda progresista, incluyendo la
conciencia de protección ambiental.
Ha habido un proyecto común que ha englobado las distintas causas y luchas frente a la explotación. La sensibilidad feminista y por la protección del medio ambiente han sido, por lo tanto, parte de este proyecto común. La unidad de acción ha
sido el elemento clave frente a un proyecto común contra la
explotación, no solo de clase sino también de otras formas de
explotación, intentando crear y expandir el socialismo. Este hecho ha
sido la causa fundamental de la fortaleza y eficacia de estos
movimientos. La unidad hace la fuerza, ya que se reúnen bajo un mismo
proyecto emancipador todas las luchas contra la explotación.
Así como el género es una variable fundamental para explicar la
distribución de poder en un país, también lo es la clase social. Y
hay que concienciarse de que, dentro del feminismo, hay clases
sociales.
Por lo tanto, hay tantos feminismos como clases sociales
existen. Y hay que ser conscientes de que la mayoría de mujeres
pertenecen a las clases populares, dentro de las cuales la
clase trabajadora es central. Esta clase continúa existiendo y los
instrumentos políticos de tal clase en el mundo capitalista desarrollado
han sido, predominantemente, los partidos socialistas (en todas sus
variantes), pero también los partidos comunistas (también en todas sus
variantes).
En EEUU nunca ha gobernado ninguno de ellos a causa del enorme dominio de lo que en aquel país se llama la Corporate Class (la clase de los propietarios y gestores de las grandes corporaciones empresariales).
De hecho, un
indicador del poder de esta clase ha sido la desaparición del discurso
de clase y el rechazo hacia cualquiera que hable sobre ello, proyectándose una imagen distorsionada de la estructura social, dividida en los ricos por arriba (la clase alta), los pobres (la clase baja) por abajo y la clase media, a la que pertenecen, supuestamente, todos los demás, es decir, la mayoría.
En
esta definición a la clase trabajadora se la llama clase baja (un
término claramente ofensivo, muy frecuente en España, donde existe un
enorme clasismo, tan acentuado como el machismo, y del cual se habla
mucho menos).
En EEUU, sin embargo, el movimiento feminista más grande
(NOW) ha sido dirigido por mujeres de clase media-alta, con formación
universitaria, de sensibilidad liberal y profundamente anti-izquierdas.
En las últimas elecciones en EEUU se vio la gran agresividad de la
candidata feminista, Hillary Clinton (apoyada masivamente por NOW),
contra el candidato socialista Bernie Sanders, que era el único que,
según las encuestas, habría vencido a Donald Trump.
Y la mayoría
de las mujeres de clase trabajadora que votaron lo hicieron por Trump,
que canalizó el enfado de la clase trabajadora blanca. El argumento que
utilizó NOW de que Hilary Clinton no ganó por ser mujer no es
sostenible. Hillary Clinton, como liberal que era (desde el gobierno
Obama), favoreció políticas regresivas que dañaron a la clase
trabajadora (de la cual las mujeres son la mayoría).
En realidad, la
nueva congresista Alexandria Ocasio-Cortez, de origen de clase
trabajadora, que se define sin tapujos como socialista y promueve el
socialismo y un feminismo socialista, es hoy, junto con Bernie Sanders,
una de las figuras más populares en EEUU.
En un estudio reciente
realizado por un grupo de investigadores de la Universitat Pompeu Fabra
publicado recientemente se ha mostrado, en los dos lados del Atlántico
Norte, que, a mayor fuerza de los partidos de izquierdas en un país
(medida por los años en los que han gobernado desde la II Guerra
Mundial), menor es la explotación de clase (medida por la distribución
de las rentas y de la propiedad), menor es la explotación de género
(medida por el Gender Inequality Index, que incluye varios
indicadores como mortalidad maternal, tasa en embarazos adolescentes,
proporción de mujeres con al menos educación secundaria, proporción de
mujeres en el parlamento o participación femenina en el mercado de
trabajo) y mayor es la sensibilidad medioambiental de la población
(basada en encuestas de actitud popular sobre protección del medio
ambiente).
Los datos son contundentes. En una escala de 0 a 10, donde 10 es la máxima orientación hacia la izquierda, vemos que los países
de tradición socialista (esto es, que han sido gobernados por
coaliciones de izquierdas durante la mayor parte del período posterior a
1945), y que como promedio tienen el mayor nivel de izquierdismo (8)
-Suecia, Finlandia y Dinamarca-, tienen menos desigualdades de renta,
menos pobreza relativa y un índice de Gini menor (26,8%), lo que va
acompañado por menos desigualdades y menos explotación de las mujeres y
mayor sensibilidad ambiental.
Estos países van seguidos por los países de tradición conservadora y/o cristianodemócrata (con un índice 6). Así, Alemania,
Austria, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Francia tenían mayores
desigualdades de clase, de género y menos conciencia medioambiental que
los anteriores. Por detrás de este grupo, están los países del sur de Europa (regímenes postdictatoriales) como España, Italia, Portugal y Grecia, que tienen un índice 5 de orientación de izquierdas, y que se caracterizan
por una gran explotación de clase y de género, y por una escasa
sensibilidad ambiental.
Y, por último, los países de tradición liberal
(Reino Unido, Irlanda y EEUU), donde las izquierdas han sido muy débiles
(en EEUU prácticamente inexistentes) y en las que el indicador de
izquierdas es solo 3; en estos países es donde hay mayores desigualdades
sociales y de género, y menor sensibilidad medioambiental.
De esta información se deduce la necesidad de relacionar las
distintas formas de explotación a fin de realizar alianzas transversales
en sus estrategias de liberación, como parte de un proyecto
común, que es el fin del enorme poder de la clase dominante, machista e
insensible a las consecuencias del deterioro medioambiental. No
es por casualidad que las fuerzas más clasistas sean también las más
machistas y las que están negando incluso la crisis climática.
Es, pues,
urgente que las izquierdas desarrollen esta sensibilidad hacia otras
formas de explotación, como el machismo y la explotación ambiental. Y es
también urgente que estos movimientos sociales se conciencien de la
necesidad de establecer conexiones con otros movimientos de liberación,
estableciendo una unidad de acción como parte de un proyecto común de
liberación.
El modelo solidario y colectivo del norte de Europa es mucho
más eficaz y liberador que el modelo liberal y competitivo de EEUU, en
que cada movimiento va por su cuenta.
Notas aclaratorias para no dar pie a malentendidos
Nada de lo dicho, por cierto, implica que yo esté promoviendo
la instrumentalización de los movimientos sociales por parte de los
partidos de izquierdas, situación que históricamente ha ocurrido en
ciertas sensibilidades políticas conocidas por su “entrismo”. Tal estrategia ha sido históricamente un gran error.
Lo
que sugiero es que los movimientos sociales progresistas no vayan por
su cuenta, como en EEUU, sino que establezcan una unidad de acción que
optimice sus resultados.
En España ya se están dando pasos en esta
dirección y no hay duda de que los cambios políticos que están
ocurriendo, con el gobierno de coalición de izquierdas, y con la
fortaleza y constancia de los movimientos sociales, la mayoría de clara
sensibilidad progresista, auguran una gran oportunidad para cambiar y
revertir la orientación tan reaccionaria que ha guiado las
intervenciones gubernamentales a los dos lados del Atlántico Norte, y
que ha dañado tanto a las clases populares, a las mujeres, a las
minorías, y al medio ambiente." (Vicenç Navarro, Público, 27/01/20)
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