"Hemos abordado el debate de que el principal problema mundial en el
siglo XXI es la creciente guerra comercial y tecnológica entre los EEUU y
China.
(...) En su libro, Las guerras comerciales son guerras de clase, Klein y
Pettis consideran que los desequilibrios comerciales son causados por
la desigualdad, el ingreso y el consumo en las dos potencias: China
tiene un "exceso de ahorro" y Estados Unidos tiene un "exceso de
consumo". He defendido que esta tesis no se sostiene en artículos anteriores.
Ahora tenemos el libro Capital Wars como
una explicación alternativa de la rivalidad entre China y los Estados
Unidos. La rivalidad entre Estados Unidos y China en la esfera económica
se ha desarrollado hasta ahora en el comercio y la tecnología. La
fricción en los mercados financieros no ha sido comparable. De hecho, a
medida que se incorporan más acciones chinas en los índex globales, los
inversores estadounidenses han estado invirtiendo capital en China a
través de su inversión en fondos de inversión que siguen los índex.
Sin
embargo, es poco probable que eso dure, según Michael Howell, ex
director de investigación del banco de inversión Salomon Brothers, que
ahora dirige su propia consultora. En Capital Wars, señala que las
líneas de intercambio abiertas por la Reserva Federal de los EEUU a
otros bancos centrales después de la crisis financiera de 2008, que se
ha repetido con la crisis del coronavirus, se han extendido a naciones
amigas, pero China ha sido excluida. Por lo tanto, el papel de la
Reserva Federal como prestamista global de último recurso ha sido
parcial y politizado.
Howell reconoce que la naturaleza de la
relación entre estas dos potencias no es equilibrada. A pesar de la
disminución de su participación en la producción mundial, Estados Unidos
es el principal proveedor de la moneda de reserva dominante para los
mercados mundiales. Pero su economía está marcada por un bajo
crecimiento de la productividad junto con mercados financieros altamente
desarrollados.
China ha disfrutado de un alto crecimiento de la
productividad a medida que se moderniza, pero ha subdesarrollado los
mercados financieros. Sus persistentes excedentes comerciales han
contribuido a una enorme acumulación de reservas de divisas: la mayoría
en activos en dólares. Todo esto crea una interdependencia fragmentada. (...)
No hay nada nuevo en la visión de Howell. De hecho, varios autores, incluido yo, han
señalado el enorme aumento de "liquidez", es decir, de la oferta de
dinero, del crédito bancario, de la deuda (tanto pública como privada) y
de los instrumentos de deuda como los derivados, particularmente desde
principios de la década de 2000. (...)
Lo nuevo es el énfasis de Howell en las nuevas formas que el sistema
financiero ha encontrado para expandir lo que Marx llamó 'capital
ficticio', es decir, activos financieros que supuestamente representan
nuevos valores y ganancias futuras. Los bancos solían depender de los
depósitos de los clientes para prestar y especular con ellos; ahora la
principal fuente de fondos no son los depósitos, sino los acuerdos de
recompra o 'repos', una forma de préstamo que debe ser respaldada por un
'colateral' en forma de activos “seguros” como bonos del gobierno.
Howell
argumenta, como otros, que el sistema financiero ha superado el modelo
de posguerra, cuando los bancos eran los principales facilitadores de
préstamos. Tomaban prestado de sus depositantes minoristas y daban
crédito a particulares y empresas. Hoy predominan los mercados
mayoristas; y los principales proveedores de fondos son instituciones
financieras y grandes empresas como Apple o Toyota. Los usuarios van
desde compañías y bancos hasta fondos de cobertura y gobiernos: finanzas
no bancarias o 'banca en la sombra'.
El principal argumento de
Howell es que la principal fuente de inestabilidad en el sistema
financiero moderno ha sido la escasez de activos seguros para estos
creadores de liquidez, ya que no se ha emitido suficiente deuda pública y
el rendimiento era bajo de todos modos. De hecho, antes de la crisis
financiera de 2008, los bancos de inversión intentaron inventar nuevos
'activos seguros', como las obligaciones hipotecarias garantizadas. Por
supuesto, ahora sabemos que dichos activos no eran "seguros" en
absoluto, solo un esquema de crédito Ponzi gigantesco que resultó ser
muy "ficticio" cuando el colapso financiero global en 2007-2009.
La
pregunta que Howell sugiere es si la gran inyección de dinero
crediticio por parte de la Reserva Federal y otros bancos centrales para
rescatar a compañías y gobiernos en la crisis pandémica del COVID
conducirá posteriormente a un "shock" financiero similar. La diferencia
ahora es que es el estado el que está comprando estos 'activos seguros'
directamente, en lugar del sistema bancario o la “banca en la sombra”
como en 2008-9. Sin embargo, el tamaño de las compras de bonos
corporativos e hipotecarios del banco central, así como el papel del
gobierno, es tan grande que, si hubiera un tsunami de bancarrotas, el
prestamista de último recurso (el banco central) – convertido en la
actualidad en el primer comprador de capital ficticio- puede terminar
con enormes pérdidas que los gobiernos tendrían que absorber.
Un
mérito del libro de Howell sobre otros del mismo tipo es que ofrece una
explicación de por qué hubo este cambio drástico de la "banca
tradicional" a la "financiarización" de los activos gubernamentales y
corporativos. Howell sitúa la causa directamente en el colapso de la
rentabilidad en los sectores productivos de la economía. (...)
Howell reconoce que la caída de la rentabilidad del capital
industrial condujo a una creciente 'liquidez' global y esto contribuyó a
la caída de las tasas de interés de los activos de riesgo, lo que
condujo a la búsqueda de activos financieros seguros, abandonando la
deuda pública y buscando 'repos', en detrimento de la inversión
productiva.
Sin embargo, Howell comprende a medias la historia de
los últimos treinta años, el colapso financiero global y la Gran
Recesión. Desafortunadamente, a pesar de referirse al análisis de Marx
en ocasiones, Howell no lo usa. En cambio, recurre a las
macro-identidades keynesianas habituales para explicar por qué ocurren
las crisis. Como con todas las macro-identidades keynesianas, las
ganancias desaparecen de la ecuación.
Howell parte de la identidad
básica: ahorro = inversión y la revisa en su ecuación clave: liquidez =
inversión fija más la adquisición neta de activos financieros. La
liquidez es realmente ganancia más crédito en sus diversas formas. Sin
embargo, para Howell, la fuerza impulsora del capitalismo moderno no es
la parte lucrativa de la "liquidez", esa vieja conocida. Es la parte del
crédito.
Para él, los flujos financieros y la asunción de riesgos de
los inversores impulsan la economía real y los precios de los activos, y
no al revés. Más liquidez conduce a más compras de activos financieros.
Y más compras de activos financieros requieren más liquidez. Así,
pasamos de una visión del capitalismo como un modo de producción con
fines de lucro, al capitalismo como un modo de especulación e
inestabilidad financieras. Esta teoría es similar al enfoque de Minsky y las modernas teorías de la "financiarización".
Para
Howell, la próxima guerra entre EEUU y China se librará no tanto a
través del comercio o la tecnología, sino de los flujos financieros y el
control de las monedas internacionales a medida que las potencias
rivales luchen por ofrecer los activos financieros "más seguros" al
capital global: por ejemplo, ¿el dólar o el renminbi?
Claramente
hay algo de verdad en esto. Si China pudiera ofrecer una moneda fuerte y
con líquidez para reemplazar al dólar, el imperialismo estadounidense
estaría en serios problemas. Pero una moneda fuerte no puede ser
"creada" por los mercados financieros; proviene de la fuerza relativa de
la productividad del trabajo y la creación de valor en una
economía. Ahí es donde se centra la guerra económica; con el comercio,
la tecnología y las finanzas como campos de batalla. El valor es lo
decisivo, no el crédito." (Michael Roberts , Sin Permiso, 20/07/20)
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