Woody Allen y Soon-Yi en el estreno de 'Cafe Society' en julio de 2016. Jamie McCarthy / Getty Images
"Woody Allen: “La idea de que abusé de mi hija de 7 años era tan absurda que nunca hablé de ello”.
En una de las primeras citas de Woody Allen y Mia Farrow, él la invitó a ir a despedirse del cadáver de Thelonious Monk
en una funeraria de la Tercera Avenida de Manhattan. “Se comportó de
manera cortés pero consternada, y tal vez en ese momento debería haberse
dado cuenta de que estaba iniciando una relación con el soñador
equivocado”, relata al comienzo de A propósito de nada (Alianza).
Así empiezan unas memorias pensadas para revisar, a través de un sinfín
de anécdotas y chascarrillos, su larga trayectoria como cómico y
cineasta, aunque su motivación real podría ser defenderse, de una vez
por todas, de las acusaciones de abuso sexual a su hija Dylan, que
ocupan un lugar central en su relato porque también lo han conquistado, a
su pesar, en su propia vida.
Después de años de
silencio, Allen pasa al ataque. Acusa a Farrow de agredir físicamente a
su esposa, Soon-Yi, y de tratarla de “retrasada”, de dormir desnuda con
su hijo Satchel (hoy Ronan) hasta que cumplió los 11 años y obligarle a
alargar quirúrgicamente sus piernas para poder “hacer carrera en
política”, además de lavar el cerebro a sus hijos haciéndoles creer que
era poco menos que un “Moloch vestido con pantalones de pana Ralph
Lauren”.
El director, que cumplirá 85 años en diciembre, resume la
maniobra con una frase que Farrow habría pronunciado en un lejano 1992:
“Tú me quitaste a mi hija, ahora yo te quitaré a la tuya”. Es el
penúltimo episodio de un caso en el que abundan los ángulos ciegos y las
dudas razonables, firmado por un cineasta al que, de un tiempo a esta
parte, se le cierran algunas puertas (aunque no esté ni de lejos
censurado, como él mismo insiste en aclarar). “Yo sabía que la verdad
estaba de mi lado, pero ahora me doy cuenta de que eso no es garantía de
nada”, lamenta Allen, que respondió a esta entrevista el pasado martes
desde su casa en Nueva York.
Pregunta. ¿Por qué escogió un título como A propósito de nada? Para usted, ¿su vida equivale a la nada?
Respuesta.
Nadie necesita mi libro. Relatar mi historia no es relevante ni
importante. Tal vez pueda ser de interés para algunas personas, o tal
vez no…
P. Alguna importancia tendrá, si decidió publicarlo.
R.
No, no la tiene. La verdad es que me han pedido que escriba la historia
de mi vida desde el comienzo de mi carrera. De repente, me encontré en
casa sin nada que hacer, a la espera de empezar a trabajar en mi próximo
proyecto, así que decidí escribirlo. Espero que la gente lo encuentre
informativo y entretenido, que se diviertan leyéndolo.
P. No todo el libro es divertido. En realidad, es difícil de leer…
R. ¿Lo dice porque le costó entenderlo?
P. No, lo digo porque relata cosas incómodas.
R.
La vida humana tiene dimensiones distintas y, claro está, no todo lo
que me ha sucedido es divertido. En cualquier vida humana hay una parte
trágica y yo no soy ninguna excepción.
P. En este libro hace algo que, durante años, evitó: alzar la voz y defenderse. ¿Por qué ahora?
R.
Ante todo, quiero aclarar que no tengo la sensación de haberme
defendido. No necesitaba ninguna defensa. Escribí la historia con
objetividad. He usado citas de otras personas: los investigadores, los
médicos, los jueces, los testigos. Nunca me incluí a mí mismo. Al sentir
que no necesitaba una defensa, quise escribir la historia de manera
objetiva y dejar que el lector llegase a sus propias conclusiones. No
quería entrar en el “él dijo, ella dijo”. Esta no es mi versión, sino la
versión del investigador, el psiquiatra y la asistenta doméstica. Ojalá
no hubiera ocupado todo ese espacio, pero para contar mi historia al
completo también debía incluir esta parte.
P. Durante años, calló. ¿No cree que su silencio hizo aumentar las dudas sobre su versión?
R.
Sí, puede que tenga razón, pero no me importó. Cuando eres inocente,
esas cosas no te importan. No quise perder el tiempo pensando en eso. No
sentí que le debiera una explicación a nadie. La investigación concluyó
que no había hecho nada, así que me centré en mi trabajo y en mi
familia. Pensé que era una pérdida de tiempo dar entrevistas en
televisión o escribir artículos. Pero, para responder a su pregunta: sí,
tal vez mi silencio hizo que la gente dudara, que pensara: “¿Por qué
está tan callado?”.
P. De ser un ídolo, dice que
ha pasado a convertirse en “un paria”, como se define en el libro, tras
la irrupción del MeToo y la nueva acusación de Dylan.
R.
Sí, pero yo no lo he vivido como algo difícil. Cuando todo eso sucedió,
simplemente seguí trabajando. Estaba en todos los periódicos, pero los
demás se interesaban por ello más que yo mismo. Era un sinsentido que
alguien creyera que había hecho algo así a mi hija de 7 años, que
hubiera podido abusar de ella de cualquier forma. La idea era tan
absurda que nunca hablé de ello. Trabajé y seguí trabajando, y nunca me
importó. Era solo cosa de los tabloides, que en el fondo viven de eso…
P. ¿No cree que va mucho más allá? Amazon ha
suspendido su acuerdo de producción y distribución, el grupo Hachette se
negó a publicar su libro, las universidades dejan de estudiar sus
películas y muchos actores ya no quieren trabajar con usted.
R.
En teoría tiene toda la razón, porque todo eso es cierto. Pero, en la
práctica, no ha tenido ningún efecto. La editorial rechazó el libro,
pero 15 minutos después tenía otra que estaba dispuesta a publicarlo.
Amazon me dio la espalda, pero pude rodar otra película poco después.
Todo eso no me ha impedido seguir trabajando ni que la gente siguiera
viendo mis películas. Es cierto que algunos actores me dijeron que no
querían trabajar conmigo en Rifkin’s Festival, la película que
rodé en San Sebastián [se estrenará en otoño]. Pero no pasó nada:
simplemente encontré a otros. Si nadie quisiera trabajar conmigo y nadie
quisiera ver mis películas, tal vez me afectaría. Pero eso no es lo que
ha sucedido…
P. En los últimos años, algunas de sus declaraciones
han sido interpretadas como provocaciones. Por ejemplo, cuando en 2018
dijo que el Me Too debería adoptarle como un símbolo. ¿Lo lamenta?
R.
No, claro que no. Encarno todo lo que el MeToo quiere conseguir. He
empleado a cientos de mujeres delante y detrás de la cámara [106
actrices en papeles protagonistas y 230 como responsables de
departamentos técnicos, según precisa en el libro]. Siempre he pagado
exactamente lo mismo a hombres y mujeres. En más de 50 años, ni una sola
actriz o miembro de uno de mis equipos ha dicho una sola palabra
negativa sobre mí. No he recibido una sola acusación de discriminación o
de acoso de cualquier tipo. Si todos los hombres se hubieran comportado
como yo, el movimiento ya habría alcanzado sus objetivos…
P. En
su libro se manifiesta en contra de la “Policía de lo Apropiado” y
hasta insinúa que vivimos un nuevo macartismo. ¿Es comparable?
R.
No, la era McCarthy fue mucho peor. Entonces existía una lista negra
formal, se impedía a la gente trabajar para cualquier estudio o cadena. A
algunos los mandaban a la cárcel, pese a no haber hecho nada que no
estuviera contemplado por sus derechos constitucionales, y otros se
suicidaban saltando del tejado. Ahora no tenemos nada parecido. Hay
gente que se enfada en las redes sociales, pero no es lo mismo que la
era McCarthy, cuando existió algo peligrosamente parecido a una policía
de Estado…
P. “Todo lo que puedo hacer es esperar que la gente entre en razón”, declaró hace unos días a The Guardian. ¿Es eso posible?
R.
Nunca harán eso. Es como aquellos mitos terribles sobre los judíos,
aquellas ideas delirantes que permanecieron durante cientos de años en
la conciencia colectiva. No quiero compararlo, porque aquello fue
horrendo y mortífero, pero una vez que manchan tu nombre, una vez que
alguien te acusa de algo una y otra vez, deja de importar que seas
inocente o culpable. La mancha se queda. Pero, como decía antes, todo
eso no me importa. Cuando me muera, no podré preocuparme por esas cosas.
Si alguien quiere pensar que soy la peor persona sobre la faz de la
tierra, será irrelevante, porque ya habré sido desterrado de la
existencia. Lo que piensen los demás no tiene mucha importancia. Pero,
para responder a su pregunta, no creo que la gente vuelva a sus cabales
sobre este caso.
P. En su libro dice que no ha dormido una sola noche
sin Soon-Yi en los últimos 25 años. Ha vivido una relación de comunión
total, mientras que todas las anteriores fueron muy distantes. ¿Cómo lo
explica?
R. No hay más explicación que la suerte.
Siempre salí con mujeres de edades parecidas a la mía, actrices y otra
gente de esta profesión, casi siempre de Nueva York. Si hace años me
hubieran dicho que me casaría con una mujer mucho más joven, nacida en
Corea y sin ninguna relación con el show business, me habría
parecido descabellado. Y, sin embargo, sucedió. La química es correcta,
la cosa funciona por ilógico que parezca el motivo… Somos felices juntos
y tenemos una buena vida. No es como si no nos peleáramos nunca, pero
es un matrimonio fundado en un amor real.
P. “He tenido que pagar un precio muy grande por amarla”, escribe, pese a todo, en el libro.
R.
Sí, pero ha merecido la pena. La gente me decía que cómo podía estar
con alguien mucho más joven… Era la hija de Mia y luego terminé siendo
falsamente acusado. Me ha dado una mala imagen, pero eso no significa
nada para mí. Tengo una relación maravillosa con Soon-Yi y no la
cambiaría por nada." (Álex Vicente, El País, 17/06/20)
"Woody desmelenado. El cineasta ha sido el traductor de los sueños neoyorquinos que teníamos los europeos.
Woody Allen ha sido el traductor de los sueños neoyorquinos
que teníamos los europeos. Lo tenía todo: el niño pobre de Brooklyn con
una familia judía amontonada al estilo de las nuestras, que a los 16
años comienza a escribir chistes que le permitirán abandonar los odiosos
estudios y convertirse en exitoso comediante.
Como lo veíamos feúcho,
enclenque, gafapasta y embaucador verbal pensábamos que era un
intelectual. Él lo desmiente. Y yo le creo: Woody Allen es un comediante
que, en ocasiones, como Chaplin, ha contado el lado sombrío de la
comedia humana. No encuentro necesidad alguna de que un cineasta, un
pintor o un novelista sean intelectuales. Ese es un error que
probablemente venga de cómo se encabezan los manifiestos.
Sus memorias, A propósito de nada,
están gozando de gran éxito en España, aunque sus admiradores habíamos
leído mucho de lo que hay en ellas. Con respecto a su infancia, se trata
del cuento que cuanto más nos cuentan más nos gusta. Algún reseñista ha
criticado que dedique tantas páginas al episodio de su litigio con Mia
Farrow.
Me asombra porque, en mi opinión, es lo más valioso, sincero y
furioso de la autobiografía. Es un Woody, al fin, desmelenado. Ni él
mismo, que se dibuja como un hombre desinteresado por el juicio ajeno,
puede disimular cómo las acusaciones de pedofilia que vertió contra él
Mia Farrow y la declaración reciente de su hija Dylan lo han destrozado.
Aunque una vez y otra repita que le da igual cómo pasar a la historia,
la vehemencia con la que hombre tan poco efusivo trata el asunto denota
el impacto emocional de un suceso que comenzó en los años noventa.
Porque aunque ahora todo el puritanismo, en boca de algunos, se achaque a
las feministas, quien persiguió de manera obsesiva a Woody Allen fue un
juez reaccionario que, a pesar de la inverosimilitud del delito, estaba
impaciente por meterlo entre rejas. Mia Farrow representaba la madre
abnegada, adoptante de niños discapacitados y muy representativa de un establishment hollywoodiense.
Los
que seguimos los juicios de los noventa ya entendimos que la historia
del abuso no se sostenía: imaginen a un hombre que se deja unas
polaroids encima de una chimenea que evidencian el romance que mantiene
con la hija adoptiva de su mujer. Una hija que, importante, no era menor
de edad, que no tenía demasiada relación con el señor que visitaba a su
madre, y que tiempo después aseguró haber sido maltratada por ésta.
Mia, fuera de sí, llama a todos sus amigos para contarles que Woody ha
violado a su hija. A partir de ahí comienza el aparatoso divorcio
narrado en la prensa de manera grotesca. Imagen que mientras se discuten
pensiones y custodias, Allen cumple con sus horas de visita a los
niños. Es vigilado por las nannies, que están avisadas para
pillarlo en cualquier renuncio.
¿Cabe en alguna cabeza que se expusiera a
llevarse a una niña de seis años al desván para abusar de ella? La
investigación dedujo que no se había producido el abuso, a pesar de que
la madre consiguió grabar una especie de confesión a la pequeña. Al cabo
de los años, aquella niña habla y pide que la crean. Yo la creo, creo
que esa historia está en su cabeza, pero interpreto que fue construida
por una madre manipuladora. También creo que se trataba de una familia
disfuncional.
Creo que hay famosos americanos que adoptan
compulsivamente. Creo que Woody Allen es más que inocente, es un
inocente, con esa escasa conexión con lo real, y menos con lo social. Él
es un creador de sueños al estilo más clásico de Hollywood. Sus
personajes viven fuera de su tiempo. Como él. En el tercer acto de su
vida, llegó la realidad y le dio un zarpazo.
Por cierto, su nombre no estaba entre los firmantes del Harper’s.
Porque no es un intelectual. También sabe amargamente que ninguno de
esos intelectuales sacaron la cara por él cuando hubiera servido para
algo." (Elvira Lindo, El País, 26/07/20)
"El periodista argentino Jorge Lanata entrevistó a Woody Allen en junio de 2018 y le arrancó un titular llamativo: “Yo debería ser un referente para el movimiento #MeToo”.
El veterano cineasta, no sabemos si en un alarde de candidez, de
frivolidad o de cinismo, presumió ante Lanata de un historial
“inmaculado” en lo que a abusos sexuales
se refiere: “En los más de cincuenta años que llevo dirigiendo
películas he trabajado con cientos de actrices, y ninguna de ellas,
consagrada, famosa o principiante, sugirió nunca ningún tipo de
indecencia por mi parte”.
Por aquellas fechas, Allen podía respirar
tranquilo. Acababa de completar la producción de Día de lluvia en Nueva York
y, sobre todo, disfrutaba de una breve tregua en su extenuante pulso
jurídico y mediático contra Mia Farrow, la mujer de la que se separó en
otoño de 1991 y que meses después, en agosto de 1992, le acusó de abusar
sexualmente de Dylan, la hija adoptiva de ambos.
Dos años más tarde, ese paréntesis de placidez en el atardecer de la vida ha quedado muy atrás para Woody Allen,
que no ha conseguido estrenar en los Estados Unidos la película que
completaba por entonces y vuelve a verse inmerso en lo que la periodista
de Vanity Fair Maureen Orth describe como “un encarnizado
combate de boxeo”. Una pugna devastadora que dura casi tres decenios y
en la que los dos púgiles, Farrow y Allen, siguen aspirando a noquearse
el uno al otro.
Tal es el rencor acumulado a medida que se sucedían los
asaltos que ni el director ni la actriz parecen dispuestos a tirar la
toalla aunque el combate implique daños colaterales tan llamativos como
los que vienen sufriendo desde entonces los tres hijos que tuvieron en
común (uno biológico, Ronan,
y dos adoptivos, Dylan y Moses) o la que muchos consideran auténtica
manzana de la discordia en este feo asunto, Soon-Yi Previn, hija
adoptiva de Farrow y actual esposa de Allen. La propia Orth, firme
defensora en su día de la versión de Mia Farrow,
opina ahora que la verdad “dejó de importar hace muchos años”. Queda el
resentimiento, queda la sombra del escándalo. Quedan la propaganda, la
insidia y la sospecha. Queda el combate de boxeo.
En el último asalto hasta la fecha, el que estamos viviendo ahora
mismo, se han situado en las esquinas del cuadrilátero un par de libros
recién editados en España. Por un lado, Depredadores,
crónica periodística de Ronan Farrow, hijo biológico de Mia y Woody,
muy cercano a su madre y a su hermana Dylan y muy crítico con su padre. Y
por el otro, A propósito de nada, una sesgada y no del todo
oportuna autobiografía en la que Allen reivindica su trayectoria y
dedica casi un tercio de las páginas a defenderse de las graves
acusaciones de la que fue su pareja.
En su libro (una investigación
sobre el caso Harvey Weinstein
“meticulosa y devastadora”, según la periodista Rasha Madkour), Ronan
Farrow ha propinado a su padre, del que abomina, un nuevo directo en la
mandíbula al insistir en que cree “sin fisuras” en la versión de su
hermana Dylan y al acusar de complicidad con un depredador a cuantos
siguen dispuestos a participar en las películas de Woody Allen, publicar
sus libros o hablar en su defensa.
A sus 84 años, el director vuelve a estar contra las cuerdas, con su
reputación maltrecha y acosado de nuevo por este capítulo de su pasado.
Su defensa, una vez más, pasa por negarlo todo, insistir en lo
inverosímil de la acusación y atribuirla a los problemas de equilibrio
mental y el profundo rencor hacia él de Mia Farrow. Pero incluso Andrea Peyser, columnista de The New York Post
y partidaria incombustible de Allen, reconoce estos días que la versión
de Farrow (que Peyser considera un auténtico delirio fruto del
resentimiento) ha acabado imponiéndose gracias a “la incapacidad de los
medios de comunicación y de la gente común para recordar los hechos”, lo
que permite reescribirlos a voluntad pasado un cierto tiempo.
El pulso
judicial se dirimió hace 27 años y concluyó en un empate que los dos
bandos quisieron presentar como un triunfo. Pero el pulso mediático ha
seguido su curso desde entonces. Y Farrow, siempre según Peyser, acaba
de ganarlo. No por derribo, pero sí por algo muy parecido a un KO
técnico.
El último en asomarse sin pretenderlo a una esquina del cuadrilátero de Allen y Farrow y recibir un par de guantazos ha sido Spike Lee.
El de Brooklyn declaró el viernes pasado en una entrevista radiofónica
que Woody Allen era “un amigo” y “un gran director de cine” cuyo nombre
“no puede borrarse de los libros” y al que resulta injusto “hacer el
vacío”. Pocas horas después, asustado ante la muy hostil acogida que
estaban teniendo sus palabras en las redes sociales, Lee optaba por
pedir perdón, desmarcarse de Allen y dar por buena la versión de Dylan y
Mia Farrow con un tuit en el que expresaba su rechazo a cualquier forma
de acoso, violencia o abuso sexual, “comportamientos que causan mucho
daño y no deben ser minimizados”. Llegados a este punto, Allen parece
haber entrado en un callejón sin salida en el que incluso sus
partidarios y amigos han acabado por aceptar, al menos parcialmente, la
versión de sus detractores.
Más allá de la controversia, quedan los hechos, aunque en gran medida
sigan envueltos en una espesa cortina de incertidumbre. Casi todos los
acontecimientos esenciales de esta historia se produjeron en un periodo
de alrededor de 18 meses, entre diciembre de 1991 y junio de 1993, y hoy
siguen siendo objeto de especulaciones. La jornada clave es la del 4 de
agosto de 1992, fecha en que, según denunciaron los Farrow, Allen abusó
de su hija Dylan durante una visita a la residencia de la actriz en
Connecticut. Elliott Wilk, el juez que concedió a Mia Farrow la custodia
de los tres menores en disputa y concluyó que no había evidencias
sólidas para procesar a Woody Allen por presuntos abusos sexuales,
escribió en su sentencia de junio de 1993 que “es muy probable que la
verdad de lo que sucedió ese día no se conozca nunca”. Lo que sí podemos
precisar es la cronología de los hechos demostrados y el orden en que
se han ido sucediendo hasta hoy los asaltos de este sórdido combate de
boxeo que no cesa.
8 de octubre de 1970: nacimiento en Seúl de Soon-Yi Previn
Fecha oficial del nacimiento en Seúl de Soon-Yi Previn.
Incluso este dato es motivo de profunda controversia. Según Mia Farrow y
su entorno judicial y mediático, la fecha fue asignada “al azar” por
las autoridades surcoreanas y es muy probablemente errónea, ya que un
análisis óseo realizado a finales de 1977 reveló que la niña tenía por
entonces entre cinco y seis años. Esto abre la posibilidad, siempre
según la versión de Farrow, de que Soon-Yi fuese aún menor de edad en
otoño de 1991, cuando inició su relación con Woody Allen.
1977: Farrow adopta a Soon-Yi
Farrow y su segundo marido, el músico André Previn, adopta a Soon-Yi en Corea del Sur.
1979: Mia Farrow y Woody Allen se conocen
Un amigo común presenta a Mia Farrow y Woody Allen. La pareja empieza
una relación sentimental entre finales de 1979 y principios de 1980. En
los cerca de 12 años que duró su noviazgo, no llegaron a casarse ni
dieron el paso de vivir permanentemente bajo el mismo techo. Woody Allen
definió la suya como una relación de fascinación mutua entre dos
personas muy distintas que lo principal que tenían en común era “su amor
por el trabajo”. Farrow participó en todas las películas que dirigió
Allen mientras estuvieron juntos.
1980: Mia Farrow adopta en Corea del Sur a Moses
Mia adopta en Corea del Sur a Moses Farrow, un niño con parálisis cerebral leve nacido año y medio antes.
1985: Mia Farrow adopta a Dylan
Mia adopta en solitario a Dylan Farrow (también conocida como Eliza), nacida en Texas poco antes de la adopción.
1987: nace Satchel Ronan, único hijo biológico de Woody Allen y Mia Farrow
Nace Satchel Ronan, único hijo biológico de Woody Allen y Mia Farrow.
En años posteriores, Farrow declararía que era “bastante probable” que
Ronan fuese en realidad hijo de su primer marido, Frank Sinatra, con quien la actriz tenía por entonces encuentros sexuales esporádicos.
Otoño de 1991: Soon-Yi y Woody Allen empiezan a hacer planes juntos
Soon-Yi y Woody Allen empiezan a acudir juntos a cines, museos,
galerías de arte y partidos de baloncesto, primero con el consentimiento
de Mia Farrow y más adelante en secreto, a medida que lo que Allen
describe inicialmente como “una bonita amistad” se va transformando en
un interés sentimental mutuo. En paralelo, Farrow y Allen pasan por un
periodo de distanciamiento que Farrow considera “temporal” y Allen
“definitivo”.
Diciembre de 1991: Allen adopta oficialmente a Dylan y Moses
En plena ruptura, Allen adopta oficialmente a Dylan y Moses, los
únicos hijos de Mia Farrow con los que, según su propia versión, tuvo
una relación paternofilial en los años en que la actriz y él fueron
pareja. El 1 de diciembre, día en que cumple 56 años, Woody empieza a
tener relaciones sexuales con Soon-Yi, de 21, por entonces estudiante
universitaria de primer curso.
13 de enero de 1992: Farrow encuentra en el apartamento de Allen fotos de Soon-Yi desnuda
Farrow encuentra en el apartamento de Allen una serie de fotos en las
que aparece Soon-Yi desnuda. También en este punto las versiones
difieren. Allen las describe como “eróticas” y Farrow insiste en su
carácter abiertamente “pornográfico” y “depravado”.
1 de agosto de 1992: Farrow prepara acciones legales contra Allen
Mia Farrow prepara acciones legales contra Allen. Para ello, pide
ayuda a la psicóloga infantil Susan Coates, amiga de la familia, a la
que insta a buscar alguna manera de “pararle los pies” a “ese hombre
malvado y satánico” al que considera un peligro para sus hijos. Meses
después, Coates declara durante el juicio por la custodia que llegó a
temer por la seguridad de Allen, dado que Farrow estaba, en su opinión,
“cegada por el odio” y parecía dispuesta “a cualquier cosa”.
4 de agosto de 1992: día de los presuntos abusos a Dylan Farrow
El día de los presuntos abusos a Dylan Farrow, que por entonces tenía
siete años. En ausencia de Farrow, que había salido de compras, Allen
acude a visitar a la niña. Juntos pasan la tarde viendo la televisión en
compañía de varios de sus hermanos, amigos de la familia, dos niñeras y
la profesora de francés de Moses. Allen reconoce que apoyó su cabeza en
el regazo de Dylan mientras veían la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit?
Hacia el final de la velada, y a pesar de la presencia de varios
testigos a los que Farrow había insistido en que “no perdiesen de vista”
a Allen, la niña y su padre suben juntos a uno de los cuartos de la
planta superior, donde supuestamente se producen los abusos. Dylan dirá
poco después que Allen le pidió que se reclinase sobre una mesa y le
tocó “sus partes privadas”.
5 de agosto de 1992: Mia Farrow afirma que interroga a Dylan y esta le cuenta los abusos de que ha sido objeto
Su amiga Casey Pascal y una de las niñeras presentes el día anterior
le cuentan a Farrow que Dylan se había sentido “incómoda” con su padre.
Según su propio testimonio, Mia interroga a la niña y esta le cuenta los
abusos de que ha sido objeto. Farrow llama a Susan Coates y le habla de
lo ocurrido. A esta le resulta extraña la calma con que se expresa
Farrow, sobre todo comparada con el estado de agitación extrema en que
se encontraba cuando la llamó el 1 de agosto. Coates contará después que
tuvo la oportunidad de hablar con Dylan y que su narración de los
hechos le pareció “poco espontánea” y “de consistencia muy dudosa”. En
días posteriores, Farrow grabará en casa y sin asistencia profesional
una cinta con el testimonio de la niña que nunca será aceptada como
prueba, pero sí será filtrada a varios medios de comunicación.
13 de agosto de 1992: Woody Allen demanda a Mia Farrow
Woody Allen demanda a Mia Farrow por la custodia de Moses, Dylan y Ronan.
17 de agosto de 1992: Allen confirma que tiene una relación con Soon-Yi Previn
Allen confirma a la prensa que tiene una relación con Soon-Yi Previn,
que se ha instalado en su apartamento de Nueva York tras discutir con
Mia Farrow. Horas más tarde, la policía estatal de Connecticut anuncia
que va a abrir una investigación para aclarar si las alegaciones de
abuso sexual realizadas por Dylan Farrow tienen o no fundamento.
Noviembre de 1992: empieza el intenso pulso mediático entre los agentes de Allen y de Farrow
Mia Farrow publica su versión de los hechos en la revista Vanity Fair y Woody Allen le responde en el programa informativo de la CBS 60 minutes. Empieza el intenso pulso mediático entre los equipos de publicistas y agentes de Allen y de Farrow.
18 de marzo de 1993: los expertos en abuso infantil del hospital de Yale-New Haven presentan su informe sobre la presunta agresión sexual
El equipo de expertos en abuso infantil del hospital de Yale-New
Haven, en Connecticut, presenta a la policía estatal su informe sobre la
presunta agresión sexual sufrida por Dylan Farrow. El informe no se
hace público, pero varios medios recogen algunas de sus supuestas
conclusiones. La principal, que Dylan es una niña “fantasiosa”, con
aparentes dificultades “para distinguir la realidad de la ficción” y que
el suyo es un testimonio “poco consistente”, con mucha probabilidad
instigado por su madre. Más adelante se publicará también que Dylan fue
interrogada por el equipo de psicólogos “hasta en nueve ocasiones” y que
en todas ellas ofreció versiones “sustancialmente distintas” de los
hechos.
29 de marzo de 1993: Susan Coates califica la relación de Woody Allen con Dylan Farrow de “extraña e intensamente inapropiada”, pero “no de naturaleza sexual”
Susan Coates acaba siendo uno de los testimonios clave en el muy
mediático proceso por la custodia de Moses, Dylan y Ronan. La psicóloga
califica la relación de Woody Allen con Dylan Farrow de “extraña e
intensamente inapropiada”, pero “no de naturaleza sexual”. Durante el
juicio, Allen describe con detalle el deterioro de su relación con
Farrow y retrata a esta como “una mujer controladora y con múltiples
trastornos de personalidad” que utiliza a sus hijos como “armas
arrojadizas” contra la gente que se interpone en su camino. Farrow
declara que intentó alejar a Allen de su hija Dylan en cuanto empezó a
sospechar que sentía por ella una atracción sexual malsana, algo que
ocurrió cuando la niña tenía alrededor de dos años.
7 de junio de 1993: el juez Elliott Wilk concede la custodia a Mia Farrow y restringe los derechos de visita de Woody Allen
El juez Elliott Wilk, en una sentencia de 33 páginas, concede la
custodia de los tres menores a Mia Farrow y restringe los derechos de
visita de Woody Allen, pero niega que los abusos sexuales a Dylan Farrow
hayan quedado suficientemente acreditados. Pocos días después,
basándose en la sentencia de Wilk, el fiscal de Connecticut Frank Maco
declara que no va a presentar cargos contra Allen, pero añade, en una
polémica rueda de prensa, que su opinión personal es que Dylan sí que
sufrió abusos, aunque estos resultan muy difíciles de demostrar. A la
hora de valorar el resultado de la batalla jurídica, Allen insiste en
que los tribunales han acreditado su inocencia más allá de cualquier
duda razonable. Farrow destaca que Wilk la considera “una buena madre” y
que Maco “cree en la versión de Dylan”, pero prefiere no iniciar un
procedimiento legal basado exclusivamente en el testimonio de la niña
porque la ve “psicológicamente frágil” y no quiere traumatizarla.
23 de diciembre de 1997: Soon-Yi Previn y Woody Allen se casan en Venecia
Soon-Yi Previn y Woody Allen se casan en Venecia. Años después, en una entrevista con Walter Isaacson para la revista Time,
Allen describe este periodo de su vida como “de intensa felicidad y
plenitud”. También reconoce que su relación con Soon-Yi puede resultar
“chocante” e incluso ofensiva, pero reclama su derecho “a ignorar la
opinión de los demás y seguir los dictados del corazón”.
17 de junio de 2012: Ronan Farrow reabre las hostilidades con un tuit incendiario
Tras años de relativa tregua, Ronan Farrow reabre las hostilidades
con un tuit incendiario: “Feliz día del padre o, como decimos en mi
casa, feliz día del marido de tu hermana”.
Noviembre de 2013: Dylan Farrow concede una entrevista a 'Vanity Fair' en la que reitera que su padre abusó de ella
A sus 28 años, tras un largo silencio, Dylan Farrow concede una entrevista a Vanity Fair
en la que reitera que su padre abusó de ella y añade que la insistencia
de los medios de comunicación en ignorar o negar su historia supone una
humillación y un injusto castigo para ella. Unos meses después, en
febrero de 2014, publica una carta abierta en la que relata
minuciosamente lo sucedido en casa de los Farrow el 4 de junio de 1992.
Su hermano Ronan la apoya con una frase que se convertirá en muy
emblemática a medio plazo: “Yo te creo”.
5 de febrero de 2014: Moses Farrow respalda la versión de Woody Allen y acusa a su madre de “maltratar, deprimir y traumatizar a sus hijos”
Sale a la palestra Moses Farrow, el único de los hijos de Mia que respalda la versión de Woody Allen. En una entrevista para People,
Moses, siete años mayor que Dylan y psiquiatra de profesión, acusa a su
madre de ser una persona inestable que “maltrató, deprimió y traumatizó
a sus hijos” y asegura que su hermana no recuerda con precisión lo que
ocurrió en agosto del 94 y ha acabado confundiendo la realidad con el
“lavado de cerebro” del que fue objeto.
Año 2017: Ronan Farrow publica en 'The New Yorker' el resultado de una investigación sobre los delitos sexuales de Harvey Weinstein
El año en que se recrudece el pulso mediático. Ronan Farrow, convertido en periodista de éxito, publica en The New Yorker
el resultado de una exhaustiva investigación sobre los delitos sexuales
de Harvey Weinstein y, en paralelo, empieza a incitar a los actores y
actrices que actúan en las películas de Woody Allen a “dar un paso al
frente” y dejar de ser “cómplices” de un delincuente sexual cuyo crimen
quedó impune. Su exhortación y la de su hermana Dylan encontrarán eco
primero en Ellen Page y a continuación en Colin Firth, Peter Sarsgaard,
Mira Sorvino o Greta Gerwig. Woody Allen y su equipo de publicistas intentan, con escaso éxito, recabar apoyos e insistir en la versión de Moses Farrow.
16 de septiembre de 2018: primera gran intervención pública de Soon-Yi
Una entrevista con Soon-Yi Previn en la revista Vulture
permite a Woody Allen recuperar la iniciativa. En su primera gran
intervención pública, Soon-Yi defiende, a sus 48 años, su derecho a ser
escuchada y tenida en cuenta a pesar de que su versión de los hechos no
encaje en la “narrativa oficial” impulsada por los Farrow. En esencia,
el relato de Previn coincide con el de su medio hermano Moses al
retratar a Mia Farrow como una “pésima madre”, abusiva y colérica. Javier Bardem
o Jude Law expresan, con pocas reservas, su apoyo a Woody Allen y su
rechazo al linchamiento mediático del que creen que está siendo víctima.
2019 y 2020: Ronan publica ‘Depredadores’. La mayoría de los intérpretes de 'Día de lluvia en Nueva York' expresan su apoyo a Dylan y Allen insiste en lo ridículo que le resulta que su vida sea “pasto de cotilleos”
Ronan publica Depredadores en Estados Unidos y presiona a la
editorial Hachette para que cancele el contrato de publicación de la
autobiografía de Woody Allen. La mayoría de los intérpretes de Día de lluvia en Nueva York se distancian de la película y expresan su apoyo a Dylan Farrow. Cuatro de ellos, Griffin Newman, Timothée Chalamet,
Elle Fanning y Rebecca Hall anuncian que donarán a obras de caridad el
salario que percibieron por participar en la película. Andrea Peyser
escribe en su columna de The New York Post que Mia Farrow ha
coronado con éxito su campaña de casi 30 años para destruir la
reputación de Woody Allen y que “todos deberíamos tener miedo”, porque
los hechos han dejado oficialmente de importar y ahora es “la masa”
desinformada y manipulable la que impone sus criterios. Allen sigue
aferrado a la estrategia defensiva que diseñó tras perder la custodia de
sus hijos: negarlo todo e insistir en lo ridículo que le resulta que su
vida sea pasto de “cotilleos y calumnias”. ¿KO técnico o el prólogo del
siguiente asalto?" (Miquel Echarri, Icon, 17/06/20)
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