30/7/20

El ‘caso Woody Allen’: verdades, mentiras e incertidumbres de un escándalo que comenzó hace 50 años

 Woody Allen y Soon-Yi en el estreno de 'Cafe Society' en julio de 2016. Jamie McCarthy / Getty Images

 "Woody Allen: “La idea de que abusé de mi hija de 7 años era tan absurda que nunca hablé de ello”.

En una de las primeras citas de Woody Allen y Mia Farrow, él la invitó a ir a despedirse del cadáver de Thelonious Monk en una funeraria de la Tercera Avenida de Manhattan. “Se comportó de manera cortés pero consternada, y tal vez en ese momento debería haberse dado cuenta de que estaba iniciando una relación con el soñador equivocado”, relata al comienzo de A propósito de nada (Alianza). 

 Así empiezan unas memorias pensadas para revisar, a través de un sinfín de anécdotas y chascarrillos, su larga trayectoria como cómico y cineasta, aunque su motivación real podría ser defenderse, de una vez por todas, de las acusaciones de abuso sexual a su hija Dylan, que ocupan un lugar central en su relato porque también lo han conquistado, a su pesar, en su propia vida.

Después de años de silencio, Allen pasa al ataque. Acusa a Farrow de agredir físicamente a su esposa, Soon-Yi, y de tratarla de “retrasada”, de dormir desnuda con su hijo Satchel (hoy Ronan) hasta que cumplió los 11 años y obligarle a alargar quirúrgicamente sus piernas para poder “hacer carrera en política”, además de lavar el cerebro a sus hijos haciéndoles creer que era poco menos que un “Moloch vestido con pantalones de pana Ralph Lauren”.

 El director, que cumplirá 85 años en diciembre, resume la maniobra con una frase que Farrow habría pronunciado en un lejano 1992: “Tú me quitaste a mi hija, ahora yo te quitaré a la tuya”. Es el penúltimo episodio de un caso en el que abundan los ángulos ciegos y las dudas razonables, firmado por un cineasta al que, de un tiempo a esta parte, se le cierran algunas puertas (aunque no esté ni de lejos censurado, como él mismo insiste en aclarar). “Yo sabía que la verdad estaba de mi lado, pero ahora me doy cuenta de que eso no es garantía de nada”, lamenta Allen, que respondió a esta entrevista el pasado martes desde su casa en Nueva York.

Pregunta. ¿Por qué escogió un título como A propósito de nada? Para usted, ¿su vida equivale a la nada?

Respuesta. Nadie necesita mi libro. Relatar mi historia no es relevante ni importante. Tal vez pueda ser de interés para algunas personas, o tal vez no…

P. Alguna importancia tendrá, si decidió publicarlo.

R. No, no la tiene. La verdad es que me han pedido que escriba la historia de mi vida desde el comienzo de mi carrera. De repente, me encontré en casa sin nada que hacer, a la espera de empezar a trabajar en mi próximo proyecto, así que decidí escribirlo. Espero que la gente lo encuentre informativo y entretenido, que se diviertan leyéndolo.

P. No todo el libro es divertido. En realidad, es difícil de leer…

R. ¿Lo dice porque le costó entenderlo?

P. No, lo digo porque relata cosas incómodas.

R. La vida humana tiene dimensiones distintas y, claro está, no todo lo que me ha sucedido es divertido. En cualquier vida humana hay una parte trágica y yo no soy ninguna excepción.

P. En este libro hace algo que, durante años, evitó: alzar la voz y defenderse. ¿Por qué ahora?

R. Ante todo, quiero aclarar que no tengo la sensación de haberme defendido. No necesitaba ninguna defensa. Escribí la historia con objetividad. He usado citas de otras personas: los investigadores, los médicos, los jueces, los testigos. Nunca me incluí a mí mismo. Al sentir que no necesitaba una defensa, quise escribir la historia de manera objetiva y dejar que el lector llegase a sus propias conclusiones. No quería entrar en el “él dijo, ella dijo”. Esta no es mi versión, sino la versión del investigador, el psiquiatra y la asistenta doméstica. Ojalá no hubiera ocupado todo ese espacio, pero para contar mi historia al completo también debía incluir esta parte.

P. Durante años, calló. ¿No cree que su silencio hizo aumentar las dudas sobre su versión?

R. Sí, puede que tenga razón, pero no me importó. Cuando eres inocente, esas cosas no te importan. No quise perder el tiempo pensando en eso. No sentí que le debiera una explicación a nadie. La investigación concluyó que no había hecho nada, así que me centré en mi trabajo y en mi familia. Pensé que era una pérdida de tiempo dar entrevistas en televisión o escribir artículos. Pero, para responder a su pregunta: sí, tal vez mi silencio hizo que la gente dudara, que pensara: “¿Por qué está tan callado?”.

P. De ser un ídolo, dice que ha pasado a convertirse en “un paria”, como se define en el libro, tras la irrupción del MeToo y la nueva acusación de Dylan.

R. Sí, pero yo no lo he vivido como algo difícil. Cuando todo eso sucedió, simplemente seguí trabajando. Estaba en todos los periódicos, pero los demás se interesaban por ello más que yo mismo. Era un sinsentido que alguien creyera que había hecho algo así a mi hija de 7 años, que hubiera podido abusar de ella de cualquier forma. La idea era tan absurda que nunca hablé de ello. Trabajé y seguí trabajando, y nunca me importó. Era solo cosa de los tabloides, que en el fondo viven de eso…
P. ¿No cree que va mucho más allá? Amazon ha suspendido su acuerdo de producción y distribución, el grupo Hachette se negó a publicar su libro, las universidades dejan de estudiar sus películas y muchos actores ya no quieren trabajar con usted.

R. En teoría tiene toda la razón, porque todo eso es cierto. Pero, en la práctica, no ha tenido ningún efecto. La editorial rechazó el libro, pero 15 minutos después tenía otra que estaba dispuesta a publicarlo. Amazon me dio la espalda, pero pude rodar otra película poco después. Todo eso no me ha impedido seguir trabajando ni que la gente siguiera viendo mis películas. Es cierto que algunos actores me dijeron que no querían trabajar conmigo en Rifkin’s Festival, la película que rodé en San Sebastián [se estrenará en otoño]. Pero no pasó nada: simplemente encontré a otros. Si nadie quisiera trabajar conmigo y nadie quisiera ver mis películas, tal vez me afectaría. Pero eso no es lo que ha sucedido…
 
P. En los últimos años, algunas de sus declaraciones han sido interpretadas como provocaciones. Por ejemplo, cuando en 2018 dijo que el Me Too debería adoptarle como un símbolo. ¿Lo lamenta?

R. No, claro que no. Encarno todo lo que el MeToo quiere conseguir. He empleado a cientos de mujeres delante y detrás de la cámara [106 actrices en papeles protagonistas y 230 como responsables de departamentos técnicos, según precisa en el libro]. Siempre he pagado exactamente lo mismo a hombres y mujeres. En más de 50 años, ni una sola actriz o miembro de uno de mis equipos ha dicho una sola palabra negativa sobre mí. No he recibido una sola acusación de discriminación o de acoso de cualquier tipo. Si todos los hombres se hubieran comportado como yo, el movimiento ya habría alcanzado sus objetivos…

P. En su libro se manifiesta en contra de la “Policía de lo Apropiado” y hasta insinúa que vivimos un nuevo macartismo. ¿Es comparable?

R. No, la era McCarthy fue mucho peor. Entonces existía una lista negra formal, se impedía a la gente trabajar para cualquier estudio o cadena. A algunos los mandaban a la cárcel, pese a no haber hecho nada que no estuviera contemplado por sus derechos constitucionales, y otros se suicidaban saltando del tejado. Ahora no tenemos nada parecido. Hay gente que se enfada en las redes sociales, pero no es lo mismo que la era McCarthy, cuando existió algo peligrosamente parecido a una policía de Estado…

P. “Todo lo que puedo hacer es esperar que la gente entre en razón”, declaró hace unos días a The Guardian. ¿Es eso posible?

R. Nunca harán eso. Es como aquellos mitos terribles sobre los judíos, aquellas ideas delirantes que permanecieron durante cientos de años en la conciencia colectiva. No quiero compararlo, porque aquello fue horrendo y mortífero, pero una vez que manchan tu nombre, una vez que alguien te acusa de algo una y otra vez, deja de importar que seas inocente o culpable. La mancha se queda. Pero, como decía antes, todo eso no me importa. Cuando me muera, no podré preocuparme por esas cosas. Si alguien quiere pensar que soy la peor persona sobre la faz de la tierra, será irrelevante, porque ya habré sido desterrado de la existencia. Lo que piensen los demás no tiene mucha importancia. Pero, para responder a su pregunta, no creo que la gente vuelva a sus cabales sobre este caso.
 
P. En su libro dice que no ha dormido una sola noche sin Soon-Yi en los últimos 25 años. Ha vivido una relación de comunión total, mientras que todas las anteriores fueron muy distantes. ¿Cómo lo explica?

R. No hay más explicación que la suerte. Siempre salí con mujeres de edades parecidas a la mía, actrices y otra gente de esta profesión, casi siempre de Nueva York. Si hace años me hubieran dicho que me casaría con una mujer mucho más joven, nacida en Corea y sin ninguna relación con el show business, me habría parecido descabellado. Y, sin embargo, sucedió. La química es correcta, la cosa funciona por ilógico que parezca el motivo… Somos felices juntos y tenemos una buena vida. No es como si no nos peleáramos nunca, pero es un matrimonio fundado en un amor real.

P. “He tenido que pagar un precio muy grande por amarla”, escribe, pese a todo, en el libro.

R. Sí, pero ha merecido la pena. La gente me decía que cómo podía estar con alguien mucho más joven… Era la hija de Mia y luego terminé siendo falsamente acusado. Me ha dado una mala imagen, pero eso no significa nada para mí. Tengo una relación maravillosa con Soon-Yi y no la cambiaría por nada."                 (Álex Vicente, El País, 17/06/20)


"Woody desmelenado. El cineasta ha sido el traductor de los sueños neoyorquinos que teníamos los europeos.

Woody Allen ha sido el traductor de los sueños neoyorquinos que teníamos los europeos. Lo tenía todo: el niño pobre de Brooklyn con una familia judía amontonada al estilo de las nuestras, que a los 16 años comienza a escribir chistes que le permitirán abandonar los odiosos estudios y convertirse en exitoso comediante. 

Como lo veíamos feúcho, enclenque, gafapasta y embaucador verbal pensábamos que era un intelectual. Él lo desmiente. Y yo le creo: Woody Allen es un comediante que, en ocasiones, como Chaplin, ha contado el lado sombrío de la comedia humana. No encuentro necesidad alguna de que un cineasta, un pintor o un novelista sean intelectuales. Ese es un error que probablemente venga de cómo se encabezan los manifiestos.

Sus memorias, A propósito de nada, están gozando de gran éxito en España, aunque sus admiradores habíamos leído mucho de lo que hay en ellas. Con respecto a su infancia, se trata del cuento que cuanto más nos cuentan más nos gusta. Algún reseñista ha criticado que dedique tantas páginas al episodio de su litigio con Mia Farrow. 

Me asombra porque, en mi opinión, es lo más valioso, sincero y furioso de la autobiografía. Es un Woody, al fin, desmelenado. Ni él mismo, que se dibuja como un hombre desinteresado por el juicio ajeno, puede disimular cómo las acusaciones de pedofilia que vertió contra él Mia Farrow y la declaración reciente de su hija Dylan lo han destrozado. 

 Aunque una vez y otra repita que le da igual cómo pasar a la historia, la vehemencia con la que hombre tan poco efusivo trata el asunto denota el impacto emocional de un suceso que comenzó en los años noventa. Porque aunque ahora todo el puritanismo, en boca de algunos, se achaque a las feministas, quien persiguió de manera obsesiva a Woody Allen fue un juez reaccionario que, a pesar de la inverosimilitud del delito, estaba impaciente por meterlo entre rejas. Mia Farrow representaba la madre abnegada, adoptante de niños discapacitados y muy representativa de un establishment hollywoodiense.

Los que seguimos los juicios de los noventa ya entendimos que la historia del abuso no se sostenía: imaginen a un hombre que se deja unas polaroids encima de una chimenea que evidencian el romance que mantiene con la hija adoptiva de su mujer. Una hija que, importante, no era menor de edad, que no tenía demasiada relación con el señor que visitaba a su madre, y que tiempo después aseguró haber sido maltratada por ésta. 

Mia, fuera de sí, llama a todos sus amigos para contarles que Woody ha violado a su hija. A partir de ahí comienza el aparatoso divorcio narrado en la prensa de manera grotesca. Imagen que mientras se discuten pensiones y custodias, Allen cumple con sus horas de visita a los niños. Es vigilado por las nannies, que están avisadas para pillarlo en cualquier renuncio.

 ¿Cabe en alguna cabeza que se expusiera a llevarse a una niña de seis años al desván para abusar de ella? La investigación dedujo que no se había producido el abuso, a pesar de que la madre consiguió grabar una especie de confesión a la pequeña. Al cabo de los años, aquella niña habla y pide que la crean. Yo la creo, creo que esa historia está en su cabeza, pero interpreto que fue construida por una madre manipuladora. También creo que se trataba de una familia disfuncional. 

Creo que hay famosos americanos que adoptan compulsivamente. Creo que Woody Allen es más que inocente, es un inocente, con esa escasa conexión con lo real, y menos con lo social. Él es un creador de sueños al estilo más clásico de Hollywood. Sus personajes viven fuera de su tiempo. Como él. En el tercer acto de su vida, llegó la realidad y le dio un zarpazo.

Por cierto, su nombre no estaba entre los firmantes del Harper’s. Porque no es un intelectual. También sabe amargamente que ninguno de esos intelectuales sacaron la cara por él cuando hubiera servido para algo."                        (Elvira Lindo, El País, 26/07/20)

"El periodista argentino Jorge Lanata entrevistó a Woody Allen en junio de 2018 y le arrancó un titular llamativo: “Yo debería ser un referente para el movimiento #MeToo”. 

El veterano cineasta, no sabemos si en un alarde de candidez, de frivolidad o de cinismo, presumió ante Lanata de un historial “inmaculado” en lo que a abusos sexuales se refiere: “En los más de cincuenta años que llevo dirigiendo películas he trabajado con cientos de actrices, y ninguna de ellas, consagrada, famosa o principiante, sugirió nunca ningún tipo de indecencia por mi parte”. 

Por aquellas fechas, Allen podía respirar tranquilo. Acababa de completar la producción de Día de lluvia en Nueva York y, sobre todo, disfrutaba de una breve tregua en su extenuante pulso jurídico y mediático contra Mia Farrow, la mujer de la que se separó en otoño de 1991 y que meses después, en agosto de 1992, le acusó de abusar sexualmente de Dylan, la hija adoptiva de ambos.

Dos años más tarde, ese paréntesis de placidez en el atardecer de la vida ha quedado muy atrás para Woody Allen, que no ha conseguido estrenar en los Estados Unidos la película que completaba por entonces y vuelve a verse inmerso en lo que la periodista de Vanity Fair Maureen Orth describe como “un encarnizado combate de boxeo”. Una pugna devastadora que dura casi tres decenios y en la que los dos púgiles, Farrow y Allen, siguen aspirando a noquearse el uno al otro. 

Tal es el rencor acumulado a medida que se sucedían los asaltos que ni el director ni la actriz parecen dispuestos a tirar la toalla aunque el combate implique daños colaterales tan llamativos como los que vienen sufriendo desde entonces los tres hijos que tuvieron en común (uno biológico, Ronan, y dos adoptivos, Dylan y Moses) o la que muchos consideran auténtica manzana de la discordia en este feo asunto, Soon-Yi Previn, hija adoptiva de Farrow y actual esposa de Allen. La propia Orth, firme defensora en su día de la versión de Mia Farrow, opina ahora que la verdad “dejó de importar hace muchos años”. Queda el resentimiento, queda la sombra del escándalo. Quedan la propaganda, la insidia y la sospecha. Queda el combate de boxeo.


En el último asalto hasta la fecha, el que estamos viviendo ahora mismo, se han situado en las esquinas del cuadrilátero un par de libros recién editados en España. Por un lado, Depredadores, crónica periodística de Ronan Farrow, hijo biológico de Mia y Woody, muy cercano a su madre y a su hermana Dylan y muy crítico con su padre. Y por el otro, A propósito de nada, una sesgada y no del todo oportuna autobiografía en la que Allen reivindica su trayectoria y dedica casi un tercio de las páginas a defenderse de las graves acusaciones de la que fue su pareja. 

En su libro (una investigación sobre el caso Harvey Weinstein “meticulosa y devastadora”, según la periodista Rasha Madkour), Ronan Farrow ha propinado a su padre, del que abomina, un nuevo directo en la mandíbula al insistir en que cree “sin fisuras” en la versión de su hermana Dylan y al acusar de complicidad con un depredador a cuantos siguen dispuestos a participar en las películas de Woody Allen, publicar sus libros o hablar en su defensa.

A sus 84 años, el director vuelve a estar contra las cuerdas, con su reputación maltrecha y acosado de nuevo por este capítulo de su pasado. Su defensa, una vez más, pasa por negarlo todo, insistir en lo inverosímil de la acusación y atribuirla a los problemas de equilibrio mental y el profundo rencor hacia él de Mia Farrow. Pero incluso Andrea Peyser, columnista de The New York Post y partidaria incombustible de Allen, reconoce estos días que la versión de Farrow (que Peyser considera un auténtico delirio fruto del resentimiento) ha acabado imponiéndose gracias a “la incapacidad de los medios de comunicación y de la gente común para recordar los hechos”, lo que permite reescribirlos a voluntad pasado un cierto tiempo. 

El pulso judicial se dirimió hace 27 años y concluyó en un empate que los dos bandos quisieron presentar como un triunfo. Pero el pulso mediático ha seguido su curso desde entonces. Y Farrow, siempre según Peyser, acaba de ganarlo. No por derribo, pero sí por algo muy parecido a un KO técnico.


El último en asomarse sin pretenderlo a una esquina del cuadrilátero de Allen y Farrow y recibir un par de guantazos ha sido Spike Lee. El de Brooklyn declaró el viernes pasado en una entrevista radiofónica que Woody Allen era “un amigo” y “un gran director de cine” cuyo nombre “no puede borrarse de los libros” y al que resulta injusto “hacer el vacío”. Pocas horas después, asustado ante la muy hostil acogida que estaban teniendo sus palabras en las redes sociales, Lee optaba por pedir perdón, desmarcarse de Allen y dar por buena la versión de Dylan y Mia Farrow con un tuit en el que expresaba su rechazo a cualquier forma de acoso, violencia o abuso sexual, “comportamientos que causan mucho daño y no deben ser minimizados”. Llegados a este punto, Allen parece haber entrado en un callejón sin salida en el que incluso sus partidarios y amigos han acabado por aceptar, al menos parcialmente, la versión de sus detractores.


Más allá de la controversia, quedan los hechos, aunque en gran medida sigan envueltos en una espesa cortina de incertidumbre. Casi todos los acontecimientos esenciales de esta historia se produjeron en un periodo de alrededor de 18 meses, entre diciembre de 1991 y junio de 1993, y hoy siguen siendo objeto de especulaciones. La jornada clave es la del 4 de agosto de 1992, fecha en que, según denunciaron los Farrow, Allen abusó de su hija Dylan durante una visita a la residencia de la actriz en Connecticut. Elliott Wilk, el juez que concedió a Mia Farrow la custodia de los tres menores en disputa y concluyó que no había evidencias sólidas para procesar a Woody Allen por presuntos abusos sexuales, escribió en su sentencia de junio de 1993 que “es muy probable que la verdad de lo que sucedió ese día no se conozca nunca”. Lo que sí podemos precisar es la cronología de los hechos demostrados y el orden en que se han ido sucediendo hasta hoy los asaltos de este sórdido combate de boxeo que no cesa.

8 de octubre de 1970: nacimiento en Seúl de Soon-Yi Previn


Fecha oficial del nacimiento en Seúl de Soon-Yi Previn. Incluso este dato es motivo de profunda controversia. Según Mia Farrow y su entorno judicial y mediático, la fecha fue asignada “al azar” por las autoridades surcoreanas y es muy probablemente errónea, ya que un análisis óseo realizado a finales de 1977 reveló que la niña tenía por entonces entre cinco y seis años. Esto abre la posibilidad, siempre según la versión de Farrow, de que Soon-Yi fuese aún menor de edad en otoño de 1991, cuando inició su relación con Woody Allen.

1977: Farrow adopta a Soon-Yi


Farrow y su segundo marido, el músico André Previn, adopta a Soon-Yi en Corea del Sur.

1979: Mia Farrow y Woody Allen se conocen


Un amigo común presenta a Mia Farrow y Woody Allen. La pareja empieza una relación sentimental entre finales de 1979 y principios de 1980. En los cerca de 12 años que duró su noviazgo, no llegaron a casarse ni dieron el paso de vivir permanentemente bajo el mismo techo. Woody Allen definió la suya como una relación de fascinación mutua entre dos personas muy distintas que lo principal que tenían en común era “su amor por el trabajo”. Farrow participó en todas las películas que dirigió Allen mientras estuvieron juntos.

1980: Mia Farrow adopta en Corea del Sur a Moses


Mia adopta en Corea del Sur a Moses Farrow, un niño con parálisis cerebral leve nacido año y medio antes.

1985: Mia Farrow adopta a Dylan


Mia adopta en solitario a Dylan Farrow (también conocida como Eliza), nacida en Texas poco antes de la adopción.

1987: nace Satchel Ronan, único hijo biológico de Woody Allen y Mia Farrow


Nace Satchel Ronan, único hijo biológico de Woody Allen y Mia Farrow. En años posteriores, Farrow declararía que era “bastante probable” que Ronan fuese en realidad hijo de su primer marido, Frank Sinatra, con quien la actriz tenía por entonces encuentros sexuales esporádicos.

Otoño de 1991: Soon-Yi y Woody Allen empiezan a hacer planes juntos


Soon-Yi y Woody Allen empiezan a acudir juntos a cines, museos, galerías de arte y partidos de baloncesto, primero con el consentimiento de Mia Farrow y más adelante en secreto, a medida que lo que Allen describe inicialmente como “una bonita amistad” se va transformando en un interés sentimental mutuo. En paralelo, Farrow y Allen pasan por un periodo de distanciamiento que Farrow considera “temporal” y Allen “definitivo”.

Diciembre de 1991: Allen adopta oficialmente a Dylan y Moses


En plena ruptura, Allen adopta oficialmente a Dylan y Moses, los únicos hijos de Mia Farrow con los que, según su propia versión, tuvo una relación paternofilial en los años en que la actriz y él fueron pareja. El 1 de diciembre, día en que cumple 56 años, Woody empieza a tener relaciones sexuales con Soon-Yi, de 21, por entonces estudiante universitaria de primer curso.

13 de enero de 1992: Farrow encuentra en el apartamento de Allen fotos de Soon-Yi desnuda


Farrow encuentra en el apartamento de Allen una serie de fotos en las que aparece Soon-Yi desnuda. También en este punto las versiones difieren. Allen las describe como “eróticas” y Farrow insiste en su carácter abiertamente “pornográfico” y “depravado”.

1 de agosto de 1992: Farrow prepara acciones legales contra Allen


Mia Farrow prepara acciones legales contra Allen. Para ello, pide ayuda a la psicóloga infantil Susan Coates, amiga de la familia, a la que insta a buscar alguna manera de “pararle los pies” a “ese hombre malvado y satánico” al que considera un peligro para sus hijos. Meses después, Coates declara durante el juicio por la custodia que llegó a temer por la seguridad de Allen, dado que Farrow estaba, en su opinión, “cegada por el odio” y parecía dispuesta “a cualquier cosa”.

4 de agosto de 1992: día de los presuntos abusos a Dylan Farrow


El día de los presuntos abusos a Dylan Farrow, que por entonces tenía siete años. En ausencia de Farrow, que había salido de compras, Allen acude a visitar a la niña. Juntos pasan la tarde viendo la televisión en compañía de varios de sus hermanos, amigos de la familia, dos niñeras y la profesora de francés de Moses. Allen reconoce que apoyó su cabeza en el regazo de Dylan mientras veían la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Hacia el final de la velada, y a pesar de la presencia de varios testigos a los que Farrow había insistido en que “no perdiesen de vista” a Allen, la niña y su padre suben juntos a uno de los cuartos de la planta superior, donde supuestamente se producen los abusos. Dylan dirá poco después que Allen le pidió que se reclinase sobre una mesa y le tocó “sus partes privadas”.

5 de agosto de 1992: Mia Farrow afirma que interroga a Dylan y esta le cuenta los abusos de que ha sido objeto


Su amiga Casey Pascal y una de las niñeras presentes el día anterior le cuentan a Farrow que Dylan se había sentido “incómoda” con su padre. Según su propio testimonio, Mia interroga a la niña y esta le cuenta los abusos de que ha sido objeto. Farrow llama a Susan Coates y le habla de lo ocurrido. A esta le resulta extraña la calma con que se expresa Farrow, sobre todo comparada con el estado de agitación extrema en que se encontraba cuando la llamó el 1 de agosto. Coates contará después que tuvo la oportunidad de hablar con Dylan y que su narración de los hechos le pareció “poco espontánea” y “de consistencia muy dudosa”. En días posteriores, Farrow grabará en casa y sin asistencia profesional una cinta con el testimonio de la niña que nunca será aceptada como prueba, pero sí será filtrada a varios medios de comunicación.

13 de agosto de 1992: Woody Allen demanda a Mia Farrow


Woody Allen demanda a Mia Farrow por la custodia de Moses, Dylan y Ronan.

17 de agosto de 1992: Allen confirma que tiene una relación con Soon-Yi Previn


Allen confirma a la prensa que tiene una relación con Soon-Yi Previn, que se ha instalado en su apartamento de Nueva York tras discutir con Mia Farrow. Horas más tarde, la policía estatal de Connecticut anuncia que va a abrir una investigación para aclarar si las alegaciones de abuso sexual realizadas por Dylan Farrow tienen o no fundamento.

Noviembre de 1992: empieza el intenso pulso mediático entre los agentes de Allen y de Farrow


Mia Farrow publica su versión de los hechos en la revista Vanity Fair y Woody Allen le responde en el programa informativo de la CBS 60 minutes. Empieza el intenso pulso mediático entre los equipos de publicistas y agentes de Allen y de Farrow.

18 de marzo de 1993: los expertos en abuso infantil del hospital de Yale-New Haven presentan su informe sobre la presunta agresión sexual


El equipo de expertos en abuso infantil del hospital de Yale-New Haven, en Connecticut, presenta a la policía estatal su informe sobre la presunta agresión sexual sufrida por Dylan Farrow. El informe no se hace público, pero varios medios recogen algunas de sus supuestas conclusiones. La principal, que Dylan es una niña “fantasiosa”, con aparentes dificultades “para distinguir la realidad de la ficción” y que el suyo es un testimonio “poco consistente”, con mucha probabilidad instigado por su madre. Más adelante se publicará también que Dylan fue interrogada por el equipo de psicólogos “hasta en nueve ocasiones” y que en todas ellas ofreció versiones “sustancialmente distintas” de los hechos.

29 de marzo de 1993: Susan Coates califica la relación de Woody Allen con Dylan Farrow de “extraña e intensamente inapropiada”, pero “no de naturaleza sexual”


Susan Coates acaba siendo uno de los testimonios clave en el muy mediático proceso por la custodia de Moses, Dylan y Ronan. La psicóloga califica la relación de Woody Allen con Dylan Farrow de “extraña e intensamente inapropiada”, pero “no de naturaleza sexual”. Durante el juicio, Allen describe con detalle el deterioro de su relación con Farrow y retrata a esta como “una mujer controladora y con múltiples trastornos de personalidad” que utiliza a sus hijos como “armas arrojadizas” contra la gente que se interpone en su camino. Farrow declara que intentó alejar a Allen de su hija Dylan en cuanto empezó a sospechar que sentía por ella una atracción sexual malsana, algo que ocurrió cuando la niña tenía alrededor de dos años.

7 de junio de 1993: el juez Elliott Wilk concede la custodia a Mia Farrow y restringe los derechos de visita de Woody Allen


El juez Elliott Wilk, en una sentencia de 33 páginas, concede la custodia de los tres menores a Mia Farrow y restringe los derechos de visita de Woody Allen, pero niega que los abusos sexuales a Dylan Farrow hayan quedado suficientemente acreditados. Pocos días después, basándose en la sentencia de Wilk, el fiscal de Connecticut Frank Maco declara que no va a presentar cargos contra Allen, pero añade, en una polémica rueda de prensa, que su opinión personal es que Dylan sí que sufrió abusos, aunque estos resultan muy difíciles de demostrar. A la hora de valorar el resultado de la batalla jurídica, Allen insiste en que los tribunales han acreditado su inocencia más allá de cualquier duda razonable. Farrow destaca que Wilk la considera “una buena madre” y que Maco “cree en la versión de Dylan”, pero prefiere no iniciar un procedimiento legal basado exclusivamente en el testimonio de la niña porque la ve “psicológicamente frágil” y no quiere traumatizarla.

23 de diciembre de 1997: Soon-Yi Previn y Woody Allen se casan en Venecia


Soon-Yi Previn y Woody Allen se casan en Venecia. Años después, en una entrevista con Walter Isaacson para la revista Time, Allen describe este periodo de su vida como “de intensa felicidad y plenitud”. También reconoce que su relación con Soon-Yi puede resultar “chocante” e incluso ofensiva, pero reclama su derecho “a ignorar la opinión de los demás y seguir los dictados del corazón”.

17 de junio de 2012: Ronan Farrow reabre las hostilidades con un tuit incendiario


Tras años de relativa tregua, Ronan Farrow reabre las hostilidades con un tuit incendiario: “Feliz día del padre o, como decimos en mi casa, feliz día del marido de tu hermana”.

Noviembre de 2013: Dylan Farrow concede una entrevista a 'Vanity Fair' en la que reitera que su padre abusó de ella


A sus 28 años, tras un largo silencio, Dylan Farrow concede una entrevista a Vanity Fair en la que reitera que su padre abusó de ella y añade que la insistencia de los medios de comunicación en ignorar o negar su historia supone una humillación y un injusto castigo para ella. Unos meses después, en febrero de 2014, publica una carta abierta en la que relata minuciosamente lo sucedido en casa de los Farrow el 4 de junio de 1992. Su hermano Ronan la apoya con una frase que se convertirá en muy emblemática a medio plazo: “Yo te creo”.

5 de febrero de 2014: Moses Farrow respalda la versión de Woody Allen y acusa a su madre de “maltratar, deprimir y traumatizar a sus hijos”


Sale a la palestra Moses Farrow, el único de los hijos de Mia que respalda la versión de Woody Allen. En una entrevista para People, Moses, siete años mayor que Dylan y psiquiatra de profesión, acusa a su madre de ser una persona inestable que “maltrató, deprimió y traumatizó a sus hijos” y asegura que su hermana no recuerda con precisión lo que ocurrió en agosto del 94 y ha acabado confundiendo la realidad con el “lavado de cerebro” del que fue objeto.

Año 2017: Ronan Farrow publica en 'The New Yorker' el resultado de una investigación sobre los delitos sexuales de Harvey Weinstein


El año en que se recrudece el pulso mediático. Ronan Farrow, convertido en periodista de éxito, publica en The New Yorker el resultado de una exhaustiva investigación sobre los delitos sexuales de Harvey Weinstein y, en paralelo, empieza a incitar a los actores y actrices que actúan en las películas de Woody Allen a “dar un paso al frente” y dejar de ser “cómplices” de un delincuente sexual cuyo crimen quedó impune. Su exhortación y la de su hermana Dylan encontrarán eco primero en Ellen Page y a continuación en Colin Firth, Peter Sarsgaard, Mira Sorvino o Greta Gerwig. Woody Allen y su equipo de publicistas intentan, con escaso éxito, recabar apoyos e insistir en la versión de Moses Farrow.

16 de septiembre de 2018: primera gran intervención pública de Soon-Yi


Una entrevista con Soon-Yi Previn en la revista Vulture permite a Woody Allen recuperar la iniciativa. En su primera gran intervención pública, Soon-Yi defiende, a sus 48 años, su derecho a ser escuchada y tenida en cuenta a pesar de que su versión de los hechos no encaje en la “narrativa oficial” impulsada por los Farrow. En esencia, el relato de Previn coincide con el de su medio hermano Moses al retratar a Mia Farrow como una “pésima madre”, abusiva y colérica. Javier Bardem o Jude Law expresan, con pocas reservas, su apoyo a Woody Allen y su rechazo al linchamiento mediático del que creen que está siendo víctima.

2019 y 2020: Ronan publica ‘Depredadores’. La mayoría de los intérpretes de 'Día de lluvia en Nueva York' expresan su apoyo a Dylan y Allen insiste en lo ridículo que le resulta que su vida sea “pasto de cotilleos”


Ronan publica Depredadores en Estados Unidos y presiona a la editorial Hachette para que cancele el contrato de publicación de la autobiografía de Woody Allen. La mayoría de los intérpretes de Día de lluvia en Nueva York se distancian de la película y expresan su apoyo a Dylan Farrow. Cuatro de ellos, Griffin Newman, Timothée Chalamet, Elle Fanning y Rebecca Hall anuncian que donarán a obras de caridad el salario que percibieron por participar en la película. Andrea Peyser escribe en su columna de The New York Post que Mia Farrow ha coronado con éxito su campaña de casi 30 años para destruir la reputación de Woody Allen y que “todos deberíamos tener miedo”, porque los hechos han dejado oficialmente de importar y ahora es “la masa” desinformada y manipulable la que impone sus criterios. Allen sigue aferrado a la estrategia defensiva que diseñó tras perder la custodia de sus hijos: negarlo todo e insistir en lo ridículo que le resulta que su vida sea pasto de “cotilleos y calumnias”. ¿KO técnico o el prólogo del siguiente asalto?"             (Miquel Echarri, Icon, 17/06/20)

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