24/11/20

“No hubo debate en España sobre la reconversión industrial”... la revuelta obrera en Cartagena del año 1992, que se saldó con la quema del parlamento regional. El mismo año de, ¿lo recuerdan?, la Expo y los Juegos Olímpicos…

 "Nacido en el año 1981, en Murcia, Luis López Carrasco es miembro de Los Hijos y uno de los mejores y más arriesgados realizadores del país. Cercano a los experimentos entre la ficción y la no-ficción de Joaquim Jordà o Isaki Lacuesta, sus filmes El Futuro o Aliens buscan traer de vuelta cierto pasado oculto de España. Arqueólogo de heterodoxias, Carrasco trae ahora del olvido la revuelta obrera en Cartagena del año 1992, que se saldó con la quema del parlamento regional. El mismo año de, ¿lo recuerdan?, la Expo y los Juegos Olímpicos… 

¿Cuándo te contaron por primera vez las luchas sindicales de Cartagena?

No, de estas luchas no me habían contado nada. Solo recordaba ver el parlamento ardiendo en televisión cuando tenía once años y no entender absolutamente nada (risas). Y esto lo recordaba porque en el año 87 u 88 nos habían traído una lámina para colorear de ese edificio, que tenía un estilo ecléctico de imitación de Gaudí… Yo lo había coloreado y se me había quedado grabada la imagen de la fachada.

¿Había alguien cercano al suceso en tu familia o en tu círculo social?

De las luchas sindicales no conocía apenas nada, aunque yo iba a Cartagena de niño (mis abuelos vivían allí). Mi abuelo trabajaba en un banco, era subdirector y mis padres son médicos, psiquiatras, en Murcia. En mi colegio había más clases sociales, entre ellas gente de la construcción, pero gracias a la milenaria rivalidad entre Murcia y Cartagena (risas), según la cual en un lugar se ignora a otro, y que apenas había gente de mi familia de esa extracción, no me enteré. En un viaje a un certamen flamenco, con unos amigos de mi hermano, me encuentro con alguien cuyo padre es extrabajador de Navantia y le cuento que quiero profundizar en el tema. Es Raúl Liarte, que luego sería coguionista de la película. Había estudiado audiovisuales y es él quien tiene el vínculo. 

Era un “hecho monstruo” para todos los que vivieron esa revuelta, según los testimonios que grabas, pero estos no aparecen apenas en la prensa del tiempo. ¿Existió un silencio deliberado en la prensa, especialmente la socialdemócrata, con estas revueltas?

La sensación que yo tengo, después de ver dosieres de prensa y la televisión de aquel tiempo, es un poco parecida a la actual: son “eventos isla”. Cuando hay algún gran disturbio, puede abrir un informativo, pero no hay un seguimiento. Recuerda a lo actual cuando hay movilizaciones laborales o desahucios. Si que es cierto que en El País solo citan que se ha quemado un parlamento y…

“Estas no son maneras”, dice un jubilado como título respecto a la quema del parlamento de Murcia en una noticia de El País

Mientras que en ABC sí se habla de heridos, de disturbios, más que de la quema del parlamento.

Esos finales de los 80 e inicios de los 90 son la edad de oro de PRISA como escudo del PSOE, apenas hay disidencia.

No, no la hay. Hay un buen reportaje en Antena 3, de diez minutos…

Pero más que como solidaridad obrera, como método de desgastar al felipismo

Sí, absolutamente. Si mal no recuerdo, uno de los diputados del Partido Popular aparecía en Tele Cartagena con un discurso todavía de defensa de los derechos de los trabajadores.

Todavía parte del PP era estatalista, poco liberal…

Claro. Tengo que decir que la televisión local de Cartagena hizo una cobertura envidiable, ¿eh? Ahora solo da cobertura ADSL, pero nos pasó los materiales y eran estupendos.

¿Eran viables las empresas cartageneras en el sistema mundo? Especialmente aquellas destinadas a los fertilizantes, que comentas en tu pieza que se habían modernizado...

Sobre la viabilidad de estas empresas, claro, es evidente que en el filme tiene cierta preponderancia la visión sindical, puede estar escorado.

Cito la empresa de fertilizantes, porque si bien era difícil que la industria pesada pudiera competir con los tigres asiáticos, me sorprende que se vendiera a especuladores una empresa tan especializada y parece que sin pérdidas…

Hay una cuestión, que se quedó fuera del montaje, y es que Paco Segura, de CC.OO., cuenta que luego de la privatización, de la mala venta de esas empresas, España acabaría importando fertilizantes a Francia por el doble de lo que le costaba producirlos. Esa especie de geoestrategia intraeuropea de la cual no se pueden conseguir datos de cómo se pactó…

Parecen pactos económicos secretos, al estilo de Yalta, donde se decide la vida de decenas de trabajadores…

Exacto. Lo que es significativo es que luego de años de negociación y varios planes de inversión y empleo, Carlos Solchaga decide saltárselos a la torera y malvender a un grupo especulador. Lo que se pretende es vender ese centro de las ciudades: la desindustrialización va unida muchas veces a fenómenos de especulación inmobiliaria con el ladrillo. Hay un libro sobre la reconversión en Gijón, coordinado por Carlos Prieto, donde el proceso es el mismo: hay unos gobernadores y propietarios de empresa pública que se funden toda la pasta en congresos o viajes. El caso de los fertilizantes es ejemplar en el sentido que además era un sector estratégico. 

¿Cómo es posible que el PSOE vendiera empresas que daban beneficios a un “mangante”, definición de alguien tan poco comunista como Jiménez Losantos, como Javier de La Rosa? ¿Quién fue el responsable de esa poca visión estructural?

Según la película, Carlos Solchaga, aunque no soy un especialista. Se rumorea que en estas ventas siempre estaba de intermediario nuestro querido rey emérito.

Es vox populi que el gran momento de corrupción en España es a finales de los 80. Pero ¿no es una gran paradoja que en ese mismo año 1992 “de las luces” dos extremos del Mediterráneo, Yugoslavia y Cartagena, estuvieran en llamas?

Es interesante esto, ya que conecta con la idea de la cobertura mediática. No puedes decir que la noticia de la revuelta en Cartagena se tapó: abrió un telediario, pero fueron enmarcados de manera distinta. La comparación entre Yugoslavia y Cartagena no sabría decirte, pero nunca se debate en profundidad si la reconversión se está llevando de manera adecuada. Es decir, no se percibe como un problema nacional: está totalmente atomizado. Esto genera unos procesos de insolidaridad que no se habían dado en el antifranquismo, en los años 70. En el marco mediático, con respecto a él, el monopolio de la violencia pertenece a ETA y todo aquello que sea violento en las calles se puede llamar “terrorista”. Ahí aparece en la prensa la idea de “los incontrolados” o los “antisistema”.

La quema del parlamento se iguala a esto y le echan el muerto a dos delincuentes comunes. Los trabajadores, y esto no sale en la película, se auto inculpan todos, en un proceso de solidaridad interesante. A lo que quiero llegar es que no se debate sobre la reconversión: el marco de debate es el pasado versus el futuro. Es decir, los trabajadores que se están negando a la reconversión son personas en contra del progreso. Es una cuestión metafísica y si te niegas al futuro te pueden entroncar con el franquismo….

La parte en la que echan abajo la puerta del alcalde casi remite a las luchas obreras de inicios del siglo XX.

Nadie quiere estar en la calle manifestándose debajo de la lluvia. Eran personas que les habían obligado a gastar todo su paro: se quedaban en la calle.

De hecho, el franquismo sociológico, que era antiliberal, no quería que se privatizaran las empresas porque las consideraba “riqueza del país”.

Claro. El INI, el instituto para industrializar España, tiene un protagonismo en la película. No había elementos de debate y paralelamente la opinión pública estaba pendiente de los macroeventos deportivos y culturales del momento. Tampoco quiero infravalorar 1992 como “un espejismo”, es una de las pocas veces que la sociedad española estuvo unida en algo.

¿Cómo es posible que se dejara a 100.000 personas por la reconversión en la calle mientras Campsa, petrolera estatal, pagaba una millonada absurda a Camilo José Cela para realizar anuncios a su gusto?

(Risas.) Sí, claro: casos como esos hay cientos. Despilfarros cósmicos mientras se están negando los días de indemnización por despido. Existe una demonización del sindicalismo, como si este disfrutara manifestándose constantemente. Lo que me quedó claro en el caso de Cartagena es que las negociaciones colectivas estaban destruidas, reinaba la desesperación…

Mientras dejaban a miles en la calle, hablaban de la España triunfadora del 92.

(Risas.) Yo creo que todos los gobiernos emiten propaganda. En el caso español las instituciones intentaban legitimar un sistema extractivo para las elites reinantes. En aquel momento se estaba legislando para la mayor concentración oligopolista. Hay un momento en la película en la que se ve el holding olímpico internacional y son todas esas marcas: Dragados, Acevesa, Huarte, etc. Florentino por un tubo (risas). Los llamo los créditos “oficiosos” del documental.

La mayoría de empresas eran del ladrillo, apenas tecnología: no diversifican.

El modelo de crecimiento diseñado es el mismo que el del desarrollismo franquista, pero sin la industrialización. Atracción de capitales internacionales para absorber grandes bolsas de empleo no cualificado, como cuentan Emmanuel Rodríguez e Isidro López en su libro Fin de ciclo.

Ese modelo de ladrillo ya fracasó a mediados del XIX con la especulación del Marqués de Salamanca en la Castellana: acabó arruinado, ya que no hubo demanda para sus casas.

Qué interesante. Por cierto, se me ha olvidado decir que el alcalde del PSOE de Cartagena, José Antonio Alonso, acabó imputado por la trama Púnica.

¿Por qué no lo entrevistaste para el documental?

Intenté eludir las portavocías, las personas que hablaban mucho en los documentales de aquel tiempo.

En tu documental hay varios nostálgicos de lo que se llamó franquismo sociológico y su mercado controlado que permitía sobrevivir a estas empresas ¿No es tenebroso pensar que los intereses industriales españoles estaban mejor defendidos durante la dictadura?

Claro. Es tenebroso y peligroso: hay que tener cuidado con nostalgias industrializadoras que quizá son un pelín anacrónicas. Sobre todo, en un marco europeo y con la globalización de por medio. 

Está empezando a existir en Europa una convergencia de modelos antiliberales entre la derecha identitaria y la izquierda alter mundialista.

Yo no sé si eso que se ha dado en llamar rojipardismo es una realidad…

¿No hay una responsabilidad de los intelectuales de izquierdas al no protestar apenas por estos hechos?

Lo que se percibe en los años 80 es el control absoluto que se tenía de Televisión Española: la salida de José María Calviño. Existe un cambio a mediados de los 80 potente: desaparecen los espacios más libres como La Bola de Cristal, La Clave un poco antes, etc. Realmente había poco espacio para el debate. Hay una cuestión interesante y es cómo la prensa da cuenta de todo. No se puede hablar de “silenciamiento”. Estoy pensando en cómo aparecía el GAL en El País Semanal o cómo lo hacía con los debates sobre la Constitución europea. Suele existir una supuesta “neutralidad” con pensamientos a favor y en contra, pero que son debates pantomima. Si bien creo que no he podido profundizar. Ahora, ¿consideramos que Tele 5 y Antena 3 trajeron pluralidad informativa?

Al final es un juicio de valor…

¿Después del 15M se ha abierto la pluralidad informativa en España? Podríamos considerar que sí. ¿Esto hace que estemos más aislados en nuestras burbujas informativas? En El País estaban Vázquez Montalbán o Sánchez Ferlosio que sorprenden por estar en contra de la posición del gobierno, es difícil generalizar o certificar...

Volviendo a la parte fílmica, es imposible no pensar en los documentales de Joaquim Jordà sobre la empresa Numax y la sensación de desencanto en la izquierda obrera con el gobierno del PSOE ¿Los tuviste en cuenta a la hora de realizar este trabajo?

Para mí hay un descubrimiento y es la película Después de... de Cecilia Bartolomé y José Juan Bartolomé. No se menciona tanto como las obra de Jordà o Portabella porque tiene un aspecto más de reportaje y quizá para la cinefilia hay ciertas cuestiones de prestigio estético que si no están integradas en la obra no se tienen suficientemente en cuenta. Mientras yo preparaba El Futuro, lo he mencionado ya, vi al mismo tiempo Pepi, Luci y Bom y Después de…. Son casi del mismo tiempo, más o menos, y parecen hablar de dos países totalmente distintos. Después de… acaba de rodarse en enero de 1981, es decir Cecilia y José Juan han insistido mucho en que la gente no se expresara con esa vehemencia y libertad luego del 23-F.

Coincide con tu trabajo en que está poco editada, es muy natural…

Sí. Hemos querido mantener la continuidad de plano, sin ningún Jump-cut, para que se fuera desarrollando la opinión de los protagonistas y el pensamiento discursivo. Quería volver a Después de… porque al ver la película me pregunté el “¿qué fue de ellos?” respecto a todos esos grupos sociales. Toda esa gente desaparece del imaginario. ¿Dónde están? Siguen en sus lugares, pero el cine español ya no los atiende. La sensación es que todos se convirtieron en clase media de la noche a la mañana, lo cual es un espejismo.

Esa película tiene una pluralidad de testimonios que para mí fue muy influyente. También está la estela De Nens de Jordá y también Numax Presenta, pero se nos cayó la parte ficcional que tiene el último. Incluso el trabajo del Colectivo Videodrome; ante la ausencia de imágenes que no fueran prototípicas de los 80 acabé viendo imágenes de videoclips de Obús. Quería ver imágenes documentales de Vallecas. O el proyecto Nueva Ilustración Española de José Luis García Sánchez y Basilio Martín Patino, donde intentaron hacer una revista en vídeo. Se vendía en quioscos y en cada cinta entrevistan a Ricardo Bofill y luego a un heroinómano en la calle. Hay todo un discurso de las televisiones locales como “memoria comunitaria” que nos ayudaría a componer la realidad social.

La legislación era muy restrictiva: cuenta Jimmy Giménez-Arnau en sus memorias que montó una televisión pirata en Ibiza, en plan reality, con entrevistas extremas. Y creo que llegaron a entrevistar a un mudo…

Enrique Bustamante, de hecho, insistía mucho cuando daba clase en la Complutense en que las legislaciones del audiovisual han arrinconado a las teles locales.

¿Es deliberada la calidad vídeo VCR de las piezas rodadas en el presente? ¿Buscabas combinar estas con las piezas de televisión del tiempo? Parece una realidad caleidoscópica, entre la ficción y la realidad y el bar fuera el eterno retorno de todos....

Bueno, la idea de “eterno retorno”, la idea de “limbo” o “tiempo circular”, está en la génesis del proyecto. Incluido lo de encerrarlos en el bar: es la idea de conectar dos tiempos, de encerrarlos a la vez…

Recuerda estéticamente mucho a No de Pablo Larraín, que también combinaba formatos con mucha habilidad.

Fíjate que No me gusta mucho, pero creo que allí el U-matic es un pequeño pretexto. Aquí también lo es, pero creo que hemos intentado usar este formato de la época de una manera más concienzuda que el propio Larraín.

Larraín es más estético, al ser una ficción…

Es más estético, claro. Pero en nuestra película había una intención de que hubiera continuidad entre el material de archivo y el actual, que se desdibujaran temporalmente en la primera parte del filme. Esto me permitía realizar esas comparativas o asociaciones entre generaciones de una misma clase social. Luego creo que el Hi8 es un formato doméstico, de microhistoria, de cotidianidad. De alguna manera, como codificación cultural, dentro de 150 años esas asociaciones quizá no existirán…Esos naranjas, azules, del Hi8 me llevan a esa Cartagena perennemente contaminada. José Ibarra, asesor y uno de los protagonistas de la película, me citó a las seis de la mañana en el chiringuito de Navantia y luego me llevó al valle de Escombreras. Allí me dijo: “Huele… esto es anhídrido sulfuroso: a esto tiene que oler la película” (risas).

¿Fue deliberado enfrentar a los distintos testimonios, algunos opuestos, en el documental?

Sí. También el policía. Éramos muy conscientes de que por nuestras afinidades con la izquierda la película podía acabar teniendo un sesgo panfletario. No queríamos hacer una hoja parroquial de CC.OO. Luego había muchas diferencias entre los líderes obreros: no es lo mismo lo que opinan los líderes sindicales antiguos, que odian a los líderes actuales. Por eso pusimos a Ibarra en el último segmento razonara sus motivaciones: estas pueden ser convincentes o no. Intentamos en todo momento que los interlocutores que no estuvieran de acuerdo fueran convincentes y pudieras empatizar con ellos. Me preocupa muchísimo que convirtamos en “parodia” al votante conservador o de ultraderecha. Este votante tiene sus motivos…

Es la cita de Welles sobre su ambigüedad: “Todo villano debe tener sus motivos” …

Claro. En este caso lo intentamos bastante. Me gustaría que en la película hubiera aparecido un militar en activo, además de más policías. Al militar no le permitieron aparecer. Hay otros huecos de representación sin cubrir en la película: trabajadores magrebíes y más mujeres, que participaron en las movilizaciones del 92. Intentamos encontrar a la mujer que dice “…estoy aquí en la puerta del parlamento y…” pero se fue a vivir a Sevilla, y no fue posible. 

¿Siempre te planteaste este documental a dos pantallas?

Originariamente nos pareció que recreaba muy bien la experiencia de habitar el espacio del bar. Multiplicaba el espacio: recreaba la experiencia de estar en la barra del bar, escuchando y mirando lo que dicen otros. Era un montaje fluido y orgánico. La película pretende conectar lo individual en lo colectivo, especialmente en el aperitivo. En el epílogo, cuando mostramos todos los rostros contrapuestos que ya has visto, adquiere un significado nuevo. Casi los títulos de una sitcom, donde ves a los personajes otra vez… 

Reivindicas también la oralidad, el dialecto murciano, en los testimonios y ofreces una pequeña ventana a su cultura popular ¿Ha sido estigmatizada el habla en el resto del país?

Sí…

¿Están guionizados?

En ningún momento. Yo desconozco cuánta producción murciana y de su idiosincrasia ha existido en los últimos años, pero hay una apuesta nuestra por mostrar esa cultura. Hay una serie de estereotipos muy fuertes respecto al sur de España. Ya sabrás esa anécdota de la Complutense: el profesor de radio decía a principio de curso aquello de “todos los murcianos están suspendidos”. A mí ha habido trabajos donde me han dicho que no hable con acento, porque no podían tomarme en serio. Por eso quería hacer una película con tanto acento murciano y que cuando parezca alguien, que es de Burgos, te salte la alarma: “¿qué raro?”. Es importante no reforzar estereotipos.

Murcia se ha convertido ahora en la mofa nacional, es el nuevo Lepe, y yo quería entender de otra manera ese colectivo. Porque eso genera al fin y al cabo baja autoestima en el colectivo y detrás de ello, creo, siempre está la ultraderecha…

¿De dónde viene la durísima tradición sindicalista de Cartagena? (Cantón de Cartagena, Guerra Civil, etc.) ¿Crees que compite con Asturias, Euskadi o Barcelona como región "más conflictiva socialmente" del país?

Yo creo que procede totalmente de su tradición industrial, de su tradición obrera. Un historiador me comentaba que en la Segunda República se decía que Cartagena era Moscú y Murcia, Roma. Los astilleros de Bazán, los astilleros reales, los monta Felipe V en castigo a Cataluña por el apoyo al candidato de los Austrias. Era un foco industrial y las primeras CC.OO. se crean en Bazán.

El Partido Popular lleva presidiendo Murcia desde el año 95 y dominando la ciudad de Cartagena ¿Fueron estas revueltas sociales el inicio del fin de la izquierda allí?

Para mí la cuestión fundamental es: ¿cómo debían de ser de fuertes las presiones internacionales para que se acometiera la reconversión industrial? Quiero decir, es una política suicida: están legislando contra sus votantes. Yo conozco casos de votantes de izquierda que prefirieron morirse votando al Partido Popular, castigar al PSOE, que votar a otras opciones de izquierda precisamente por la rabia o el sentimiento de traición.

¿Cuándo vas a adentrarte en el cine de ficción de nuevo? El futuro es una excelente pieza de retro futurismo...

La verdad es que no lo sé. Me gustaría que el próximo proyecto fuera de Antonio García Quesada, que al final no salió en el documental. Fue el primer insumiso al servicio militar con condena civil y era de Cartagena. Tengo una entrevista con él de 50 minutos, en la cual hace repaso del movimiento antimilitarista. Con respecto a la ficción, soy incapaz al acabar un proyecto de pensar en otro porque acabo totalmente quemado. Más en este, que han sido tres películas en una.

Por otra parte, siempre he querido adaptar las escenas corales de las novelas de Max Aub: hay una escena fascinante en Campo de Sangre que es absolutamente increíble, también en La calle de Valverde, a la que sería interesante aproximarse por ser en un bar, de rollo tabernario. No tengo ni la más remota idea, vaya.

¿Serías capaz de hacer cine comercial utilizando los parámetros fuera del documental? ¿O es un sacrificio moral para tu manera de realizar estas obras?

Tengo la inmensa suerte de trabajar con Luis Ferrón, que me da libertad absoluta.

Pero, ¿podrías hacer cine convencional sin estética documental?

Sí, sin problema. No sé si me parecería, eso sí, estar en un proyecto donde no tuviera control total.

¿Cómo valoras el éxito de la pieza? ¿Lo esperabas? ¿O quizá preveías algo más local?

Lo esperaba.

Es un poco narcisista esto… (risas.)

(Risas.) A ver, desarrollo un poco. Tenía dudas de si iban a poder seleccionar los festivales una película de tres horas y veinte. Siempre tienes dudas de si una película tan local va a funcionar. Ha sido premiada en lugares como París, Tesalónica, Bogotá, Toulouse, México DF, Curitiba Brasil, Jeonju Corea y en Sevilla, y a la salida del filme me encuentro a público japonés, coreano o chino diciendo “a nosotros nos pasa lo mismo”, quizá porque hablaba de un fenómeno global laboral. Ahora, te confieso, con mi narcisismo, sabía que la película iba a funcionar. No sabía si en dos, diez, veinte años o ahora, pero confiaba en ello.

El documental empieza y acaba con dos sueños; alucinaciones, en parte de impotencia. ¿Es esta frustración la que lleva a muchos obreros a votar opciones nacionalistas estatales o locales en el país?

Yo sería muy cuidadoso en dar por sentado que a la ultraderecha la vota la gente trabajadora. Hemos visto en las primeras elecciones andaluzas, según el catastro de El Ejido, que votan a Vox los barrios de urbanizaciones. Vota la clase media empobrecida con la crisis, que no soporta que “las vacas gordas” no vayan a volver. En Murcia, votan extrema derecha los empresarios agrícolas, regantes, cuya mano de obra es la inmigración no regularizada. En cambio, en Mazarrón o en Águilas, más obreros, sigue ganando el Partido Socialista. Es importante no asociar clase trabajadora y ascenso de la ultraderecha, de ahí que la última frase de la película sea: “La próxima vez que me cruce con los nazis, se van a acordar de mí…”.              (Julio Tovar, CTXT, 18/11/20)

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