12/1/21

Acerca de la financiación de la deuda pública

 "Recuerda en uno de sus hermosos y profundos textos Rafael Sánchez Ferlosio una anécdota del emperador Vespasiano, quien había mandado instalar letrinas de pago por toda Roma, cosa que  algunos cortesanos  opinaban impropio en la medida que el decoro del imperio podía verse ensuciado por tan sucia forma de financiación. 

La respuesta de Vespasiano, según lo cuenta  Suetonio en su obra De uita duodecim Caesarum, libri VIII, (Vida de los Doce Césares), se la dió “a su hijo Tito , que también le reprochaba el haber creado un impuesto sobre la orina” . A él, “le acercó a las narices el dinero de la primera recaudación, preguntándole si le molestaba el olor, y al contestarle Tito; “Non olet”, le replicó: “Y sin embargo es el producto de la orina””.

Sí, es cierto: el dinero “no huele”, venga de donde venga, por más oscura que sea su procedencia. ¿ Se niegan acaso los comerciantes a venderles a los acaudalados traficantes de drogas o de armas,  o a los mercenarios o a los dictatoriales jeques árabes o a sus familias cuando “honran” sus afamados locales? ¿les cierran acaso sus puertas los restaurantes u hoteles de moda? ¿no les hacen, más bien, reverencias los vendedores de vehículos de lujo, yates o aviones privados?

He recordado esta anécdota clásica tras leer el artículo que el famoso economista Raghuram G.Rajan ha publicado en el Proyect Syndicate este 30 de noviembre pasado con el título “¿Cuánta deuda es demasiada?” (se puede leer en español en el siguiente enlace:  https://www.project-syndicate.org/commentary/borrowing-and-spending-limits-in-ultra-low-interest-rate-environment-by-raghuram-rajan-2020-11/spanish

En su artículo, Rajan lanza un aviso respecto a los posibles problemas que el mundo puede afrontar a consecuencia de las nuevas emisiones de deuda pública que los gobiernos de todos los países  se están viendo obligados a hacer para financiar el incrementos de gastos en los que han tendido que incurrir para hacer frente a la pandemia de COVID-19.

Su “análisis” se centra en el caso de los EE.UU y sobre todo puede leerse como un ataque frontal a la llamada Teoría Monetaria Moderna, (TMM) para la que un gobierno que tenga soberanía monetaria o sea que controle la emisión de su propia moneda (o sea, que tenga el monopolio en la emisión de dinero legal) no tiene problemas a la hora de financiar sus déficits públicos pues siempre puede recurrir al Banco central y venderle su deuda. Hay, por supuesto, un límite a esa “barra libre” de la que dispone un gobierno monetariamente soberano, y es la inflación. La financiación monetaria del déficit público no tendrá obstáculo alguno mientras haya recursos productivos ociosos, es decir, mientras haya desempleo. También, la posible depreciación de la moneda puede poner ciertos límites a esa “financiación” gratuita del déficit público que sostienen los partidarios de la TMM.

Obviamente, si hay un país donde la TMM podría aplicarse pues cumple los criterios exigidos sería EE.UU. Al revés de España, que depende del Banco Central Europeo y éste de lo que decidan los “alemanes”, el gobierno norteamericano no sólo tiene soberanía monetaria y desempleo, sino que al ser el dólar la moneda de reserva central del sistema de pagos internacional, no cabe imaginar que ese tipo de financiación de su déficit le fuese a suponer una gran depreciación, aunque los productores americanos bien que la ansían para intentar recuperar algo de competitividad en los mercados internacionales de bienes y servicios.

Pues bien, para “bajarles los pies a la tierra” a esos ilusos de la TMM, aparece Rajan. Sí, acepta, ahora los tipos de interés están por los suelos, e incluso son negativos , por lo que es un buen momento para endeudarse como prescriben no sólo los economistas de la Teoría Monetaria Moderna sino otros, nada radicales, como por ejemplo Olivier Blanchard.

Pero, hay que tener cuidado con toda “teoría” (Rajan pone la palabra “teoría” entre comillas para dar a entender que no la considera merecedora de semejante honor) “que promete algo sin pedir nada a cambio” . Hay que tratarlas con escepticismo, venden “espejitos de colores”. Es esta opinión generalizada entre  todos aquellos que “piensan” que el lema que debe inscribirse en la entrada de toda Facultad de Economía es  NADA ES GRATIS.

No, dice Rajan, NADA ES GRATIS. Ni tampoco lo es la financiación monetaria del déficit. Hay un límite a la cantidad de deuda que un gobierno puede emitir aun en las condiciones actuales tan propicias para la aplicación de la TMM. Y cito al pie de la letra:

Eso nos remonta a la pregunta inicial sobre cuánta deuda puede emitir un gobierno. No basta con que un gobierno garantice que puede realizar sus pagos de intereses; también debe demostrar que él y sus sucesores pueden pagar la deuda principal. Algunos lectores protestarán diciendo que un gobierno no tiene que pagar la deuda, porque puede emitir nueva deuda para pagar la deuda que vence. Pero los inversores comprarán esa deuda sólo si confían en que el gobierno puede pagar toda su deuda con sus ingresos prospectivos. Muchos mercados emergentes han enfrentado una “repentina interrupción” de deuda mucho antes de alcanzar un pleno empleo, debido a una evaporación de la confianza de los mercados en su capacidad de reestructuración de la deuda.
En otras palabras, el inversor en deuda nueva tiene que confiar en que los ingresos tributarios actuales y futuros del gobierno (netos de gasto crítico) serán suficientes para pagar su deuda acumulada. Hay un límite, pero si los fondos recaudados a través de la nueva deuda se invierten en proyectos de infraestructura de alto retorno, probablemente nunca se ponga a prueba –los ingresos futuros adicionales pagarán la deuda adicional-. Si, por el contrario, el dinero se gasta en un apoyo necesario a los hogares pobres y vulnerables, el límite finalmente estará a la vista.”.

Por supuesto, Rajan es consciente de que en los duros tiempos que corren, con los muertos por COVID acumulándose en las morgues, la defensa de la austeridad puede ser tildada de indiferencia moral, e incluso de maldad. Por ello, acaba su texto así:

“Éste no es un argumento para una austeridad inmediata. En la medida que los gobiernos puedan ponerle una meta al gasto para proteger la capacidad económica de los hogares y las empresas durante la pandemia, recuperarán esas inversiones a través de ingresos futuros”.

Pero, ¡cuidado”, ultima Rajan como neoliberal y economista neoclásico puro y duro:

El gasto público, sin embargo, debe ser sensato, y no estar basado en un pensamiento monetario mágico

Y es que economistas de verdad, economistas “comme il faut”, los economistas “sensatos” y “científicos” y no “mágicos” sólo lo son “ellos”, los neoclásicos, los neoliberales.

No es el momento de que me ría de esa creencia estúpida. Tan sólo me referiré al argumento de Rajan. Obsérvese que toda la argumentación de Rajan descansa en la idea de que sólo hay UN tipo de dinero que sirve para pagar la deuda pública, aquel que “huele”  a “sangre, sudor y lágrimas”, aquel que viene de los impuestos y por tanto de exacciones que el gobierno hace a los ciudadanos, dinero – pues – que estos han tenido que “ganar” duramente, sufriendo, que surge por tanto de  sus dolorosos y olorosos esfuerzos productivos, de sus desvelos y trabajos. (Recuérdese aquí su prescripción según la cual el inversos “bueno”, el correcto, no puede aceptar cualquier como remuneración de la deida que ha compra sino sólo la que procede de ingresos tributarios, de impuestos:  “el inversor en deuda nueva tiene que confiar en que los ingresos tributarios actuales y futuros del gobierno (netos de gasto crítico) serán suficientes para pagar su deuda acumulada”).

Pero no, como bien sabía Vespasiano y todo un economista como Rajan ignora, es que el dinero no “huele”. que aquellos que compran deuda pública, quieren que se les pague el principal y los intereses, en dinero, venga este de donde venga. Y les debe dar  igual, a menos que sean unos sádicos, si ese dinero viene empapado de los sudores y olores del trabajo de las gentes o si viene limpito y oliendo a tinta recién impresa de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Lo importante es que sea DINERO: algo que sirve como unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor. Pedir, exigir -como lo hace R.Rajan y los demás economistas neoclásicos- que la deuda pública sea pagada con “el sudor de la frente” de quienes no la tienen es una estupidez económica, si la alternativa igualmente (o más) es eficiente pagarla con dinero, con billetes que no cuesta nada hacerlos. Una estupidez que responde, sin duda, a la idea de que, a fin de cuentas, el dinero es en última parte algo costoso de producir, como el oro. Sí, realmente, en el fondo, el cerebro de los economistas neoclásicos nunca ha logrado superar el “salvaje” (en opinión de Keynes) estadio del “patrón-oro: No conciben la existencia de un dinero que no sea el dinero-mercancía, el dinero que cuesta el ser producido. Por eso no entienden nada del mundo moderno.

Dicho de otra manera, la defensa de Rajan de que la deuda pública ha de ser siempre pagada con dinero procedente de impuestos, o sea, costando esfuerzo y penalidades a quienes al final la pagan  con sus trabajos y vida, que la pagan así a quienes la han comprado previamente (o sea, los pudientes), no tiene ninguna lógica económica en las condiciones que define la Teoría Monetaria Moderna. Responde por ello más bien a un programa político muy determinado. Un programa que cuestiona la ayuda a los “pobres y vulnerables” como improductiva, pues no genera  impuestos en la cuantía necesaria para pagarla. Un programa, en suma. que defiende la desigualdad y la exclusión social, que -para colmo- pretende que la “Ciencia” Económica lo avala.

¡Cómo se les nota a estos “economistas” cuando su “ciencia” no es más que “ideología”!

Nota: Sobre esto del dinero-“sangre-sudor-y-lágromas” y del dinero-“gratis””, másd o menos, he escrito ya muchas veces. Por ejemplo en https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4630289-casa-papel-lecciones-economicas-profesor  donde  -por una vez- los guionistas de una serie televisiva “acertaron”, lo que es difícil y digno por ello de ser reconocido."                  (Fernando Esteve Mora , redmmt, 16/12/20)

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