13/7/22

Baltasar Garzón: “Vox está en el punto de inflexión del populismo al fascismo”... Una de las características de ese fascismo disfrazado es la confrontación que hacen frente a los derechos humanos. Es decir, fascismo y derechos humanos son incompatibles

 "Alejado todavía de los despachos de la Audiencia Nacional, a los que dice querer volver tras el dictamen a su favor del comité de Derechos Humanos de la ONU, Baltasar Garzón (Torres, Jaén, 1955) ha dedicado los últimos meses a escribir un libro sobre el fascismo al que se enfrentó en varias ocasiones desde los tribunales, con el proceso contra el dictador chileno Augusto Pinochet y su histórica detención o los juicios contra represores de la última dictadura militar en Argentina. 

En 'Los disfraces del fascismo' (Planeta), Garzón rehúsa definir el término pero aporta algunas claves y advierte del peligro de su avance en España, a través de Vox. “El Partido Popular no es consciente o no quiere ser consciente del riesgo que comporta gobernar con la extrema derecha”, censura durante una extensa conversación en la que también aborda las rémoras franquistas que aún quedan latentes en la Justicia y en la que vuelve a pedir al Gobierno que acate el dictamen de Naciones Unidas. 

No hay una palabra unánime para describir este periodo de regresión democrática global. Ultraderecha, supremacismo, populismo. Usted habla de fascismo, ¿por qué?

A partir de la derrota oficial del fascismo y del nazismo en 1945, la palabra prácticamente desaparece. En algunos países incluso es perseguida y comienza a disfrazarse. Es decir, el fascismo no desaparece de la noche a la mañana. Hoy no estamos en presencia del fascismo histórico de esas dos décadas, evidentemente. Pero una de las características de los fascismos es precisamente aparecer en cada momento histórico en función de las necesidades que tiene, con cualquier vestimenta o ropaje que lo disfrace en función del estatus y de la situación. Ese disfraz se lo va quitando. Esa máscara desaparece o porque quienes lo desarrollan se la quitan a sí mismos o porque se les descubre.

Lo que yo digo es que hay que llamar a las cosas por su nombre, hay que ir a la esencia y ver qué conductas están desarrollándose. Por eso yo renuncio a definir el fascismo en mi libro. Yo lo que hago es enumerar las características que definen una conducta, una ideología o una actitud como fascista: es este supremacismo de la idea grupal, del enemigo externo o el uso de la violencia, aunque esto tiene matices. 

¿Qué matices?

Por ejemplo, en la actualidad, los grupos de extrema derecha o de ultraderecha que ya participan en algunos elementos del fascismo se han dado cuenta de que la violencia no suma en una sociedad como la actual. Entonces, vas a encontrar a los movimientos de extrema derecha, de ideología fascista que rechazan la violencia pero que cuando llega el momento de la condena, no hay una condena clara, hay una comprensión. Es decir, es muy sutil y no es menor el desarrollo que hacen precisamente para generar ese disfraz o que mantenga esa apariencia democrática de grupos, personas, ideologías que no son democráticas y cuya finalidad es implosionar el sistema.

No estamos en este momento. Si a mí me preguntas: ¿usted cree que en este momento está pasando esto? Yo diría que no. ¿Qué es lo que está pasando entonces? Vamos a analizar los hechos. Vamos a analizar cuáles son los discursos, cuáles son los ataques a derechos consolidados, cuáles son los mecanismos a los que acude, cuál es la vaciedad, banalidad o contundencia de los discursos. Y entonces hagamos el análisis comparativo y nos vamos a encontrar con que hay una expansión muy preocupante en muchos países.

En el libro dedica un capítulo a hablar de los errores que favorecen el fascismo. ¿Cuáles?

Por ejemplo, no prestarle atención. Estamos en una campaña electoral en Andalucía. Ayer mismo (por el miércoles) hubo un debate en televisión donde se percibe uno de los mecanismos que yo creo que es idóneo para combatir el fascismo. El fascismo se nutre del discurso hueco, es pura referencia a valores pero vacíos. Cuando hablan de patria, no hablan de la patria real que yo puedo defender, que es un país diverso como España, que hay que defenderlo, que hay que establecer mecanismos de igualdad, aproximación, justicia social, etc. No, eso no es. Cuando hablan de la inmigración, no hablan de cuál es el problema real; dicen que son delincuentes, que nos quitan el trabajo. Esto está vacío, se comprende a poco que profundices que está hueco. 

Bueno, pues ayer se vio, pero ha habido mucho tiempo en que la izquierda, los partidos progresistas, no lo han combatido. Por supuesto, la derecha, a otro nivel, se ha aprovechado de esa ultraderecha fascista. Primero fue: no hay problema con esto, no alimentemos a la bestia. Claro, pero la bestia come, la bestia sigue avanzando. En 2016, Vox tenía 70.000 votos. En 2018, pegó una subida impresionante en Andalucía y después en las generales, por defectos de la izquierda o de los progresistas de ponerse de acuerdo, de 24 escaños subió a 52 [entre el 28A y la repetición electoral del 10 de noviembre]. En cuatro meses y sin nada que justificara ese aumento.

Antes de que llegara la extrema derecha a España, muchos pensaban que este país era una excepción, porque en no pocos países de Europa ya era casi una normalidad. 

Ese es el error. Pensar que sigue siendo válido eso de que en España somos así, que hay algo diferente. Pero sí es verdad que creíamos que estábamos vacunados porque habíamos vivido 40 años de dictadura y luego una Transición donde aparentemente, no es mi opinión, se había derrotado al franquismo. Yo creo que sigue latente en muchos ámbitos, aunque haya un discurso de que la Transición sanó todo. No, no todo se salvó y dejamos que creciera. Pensábamos que España era diferente y que estaba realmente curada, pero hay un momento en que, desde 2012 o 2013, empieza un discurso cada vez más radical, porque cuando aparecen más partidos políticos es cuando esto se demuestra. 

Mientras había una especie de bipartidismo de hecho, aunque hubiera otros grupos políticos regionales o nacionales más pequeños, el Partido Popular aglutinaba todo. Nadie necesitó salir del Partido Popular. Cuando el partido entra en crisis por múltiples razones, ya sea la corrupción o el liderazgo que se sustituye, se produce una escisión dentro del Partido Popular, que probablemente tendría que haber sido el propio PP el que percibiera que esto iba a ocurrir. Y los partidos de la izquierda venían a decir: bueno, es una cuestión del PP. Se dejó un espacio ahí que dio cabida al discurso facilón, tramposo, de una serie de sujetos que aprovecharon esa especie de calma chicha durante unos años y encontraron el terreno abonado. Si no, ¿qué sentido tiene que Vox surja como de la noche a la mañana en Andalucía? En un territorio, una comunidad que es la mía, donde si ha habido algo son políticas sociales, desarrollo político mayoritariamente, hasta hace cinco minutos, de la izquierda, desde que comenzó la autonomía. 

Por tanto, ¿a quién se le puede echar la culpa del surgimiento de la extrema derecha en Andalucía? Evidentemente a los dos partidos dominantes que no han hecho nada, uno en el Gobierno, otro en la oposición y ahora en el propio Gobierno, para que esto se detenga. ¿Entonces, en este momento, de quién es la responsabilidad de que la extrema derecha no solamente resurja sino que aumente? Está gobernando el Partido Popular y además con apoyos, ¿no? Algo de responsabilidad tendrá.

Vox ha entrado por primera vez en un Gobierno en Castilla y León, ahora puede pasar en Andalucía. ¿Es un punto de inflexión?

Aquí el problema es que, desde mi punto de vista, el Partido Popular no es consciente o no quiere ser consciente del riesgo que comporta gobernar con la extrema derecha. El Partido Popular Europeo es clarísimo. Incluso cuando entró la extrema derecha en Castilla y León manifestó su oposición absoluta a que eso ocurriera. Hay un cordón sanitario, es decir, no se niega el desarrollo de una opción política en ese sentido, pero cuando se trata de entrar a formar Gobierno, al menos en parte de Europa se levantan todas las alarmas. Y sobre todo cuando esos postulados claramente atacan, por ejemplo, a la propia base de la Unión Europea y a derechos consolidados. 

El Partido Popular en España ha roto esa línea de contención y ha optado por el poder, no por la defensa de los ciudadanos. Ese es el discurso. Pero es un discurso falso, desde mi punto de vista. Es el poder. Ha querido tener el poder a cualquier coste y ha aceptado lo que decían que no iban a aceptar, que es la entrada de la extrema derecha. Y la extrema derecha lo ha demostrado con el propio vicepresidente de la Junta de Castilla y León [Juan García-Gallardo], que ya ha hecho varias manifestaciones en un sentido claramente contrario a esos valores que nos dan sentido como pueblo y como democracia, y a luchas que ya se han librado en pro de la defensa de los derechos de la mujer, de una sociedad más integrada, más plural, más diversa. Es todo lo contrario. 

¿Qué busca esto? La implosión. ¿Cómo? Llegando ya descaradamente al Gobierno. Lo está diciendo en la campaña electoral de Andalucía: no vamos a permitir que esto sea gratis. Hay una expansión de la extrema derecha, están en ese paso que hay del populismo al fascismo cada vez más evidente. El populismo y el fascismo caminan juntos hasta que llega un momento, que yo lo refiero en el libro, en que el populismo se queda quieto y se mueve dentro de los contornos democráticos. Con el culto al líder, buscando un cambio de sociedad contra el capitalismo como tal; y otros siguen avanzando y entran de lleno en el puro fascismo cuando atacan esos valores fundamentales. Una de las características de ese fascismo disfrazado es la confrontación que hacen frente a los derechos humanos. Es decir, fascismo y derechos humanos son incompatibles. Pues yo creo que hay bastantes discursos que demuestran que esa confrontación se está produciendo.

O sea, ¿no pone reparos en considerar que Vox es fascista?

Está en un punto de inflexión. Estamos en un momento clave. Yo lo que defiendo aquí es que no es todavía un partido completamente fascista, es un partido de extrema derecha, de ultraderecha, que tiene componentes clarísimos de fascismo y que está en el tránsito, en el punto de inflexión del tránsito que antes he mencionado de ese populismo ya al fascismo. Esto está exactamente en el núcleo del problema y es muy evidente, no solo en España. La acción que Vox está desarrollando en Latinoamérica también, a través del fenómeno de la estructura de la Iberosfera, o en Europa. 

Hay unos mecanismos claros. Yo me quedé impactado con la final de fútbol del Real Madrid contra el Liverpool, cuando, tras los problemas de seguridad que hubo, el europarlamentario [Jorge] Buxadé hizo unas declaraciones tremendas desde mi punto de vista, que yo no sé si la gente supo calibrar: hasta decir que Saint-Denis, el barrio donde está el estadio, es donde están los inmigrantes, donde está el lumpen, según él, y esto demuestra que la delincuencia se relaciona con esto, con lo otro, con la inmigración, con todas las desgracias que le ocurren al pueblo francés. Bueno, ¿cómo definimos esto? Para mí tiene un nombre, es puro fascismo.  (...)"                 (Alberto Ortiz  , eldiario.es, 10 de junio de 2022)

No hay comentarios: