28/10/10

¿'Multiculturaliqué'?

""El multiculturalismo tiene dos acepciones. Una, de facto, es el reconocimiento de la diversidad en un lugar (de hecho, los países de nuestro entorno son multiculturales), y otra, de iure, un modelo de gestión de la diversidad cultural que surge en los años sesenta del pasado siglo en países como Canadá y EE UU; Reino Unido y Holanda, y Australia y Nueva Zelanda", explica Carlos Giménez, catedrático de Antropología Social de la Universidad Autónoma de Madrid y director del Instituto sobre Migraciones, Etnicidad y Desarrollo.

"Como modelo de gestión, el multiculturalismo surgió como reacción al modelo asimilacionista, que preconizaba la asimilación del extranjero a la cultura dominante, y se basa en dos principios: la igualdad de todos los individuos ante la ley y el derecho a la diferencia, a la diversidad, de los individuos", añade.

"El multiculturalismo reconoce que toda sociedad es diversa culturalmente hablando. Partir de que el Estado-nación es igual a una cultura es incorrecto, porque es una construcción del siglo XIX y, además, la diversidad cultural ya existe en el germen del propio Estado-nación, no es un fenómeno reciente ligado solo a la inmigración. La cultura es dinámica y va reconfigurándose por influencias de clase, género y grupo étnico", explica el antropólogo Rubén Sánchez, especialista en inmigración latina en EE UU de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

"Identificar cultura con Estado-nación o cultura con [una] religión son falacias", añade Sánchez, "porque además no hay un solo islam, por ejemplo, sino multiplicidad de ellos, igual que los católicos no compartimos una sola cultura".

El modelo del multiculturalismo, recuerda Giménez, es blanco de las críticas "de los conservadores y de los racistas, porque tolera otras culturas y porque se considera una amenaza capaz de romper el país". El político holandés Geert Wilders, antimusulmán confeso, y Angela Merkel coinciden, pues, en algún tramo de la crítica a ese modelo de coexistencia entre nacionales nativos y extranjeros. También Alicia Sánchez-Camacho, líder del PP en Cataluña, o el presidente francés, Nicolas Sarkozy, con la expulsión de gitanos.

Dada la variedad de ejemplos, ¿cabe colegir la existencia de una corriente antidiversidad en la corriente dominante de la política europea? ¿O se trata solo de un argumento -arrojadizo- en época de crisis?

"La denuncia del fracaso del multiculturalismo esconde mucho de demagogia y un indisimulado populismo con miras electorales. Si se reconoce que ha fracasado el modelo, hay que formular otro", señala la belga Yolanda Onghena Duyvewaerdt, investigadora de Dinámicas Interculturales del CIDOB. "Por lo demás, no es una novedad. En EE UU hace años que se dice que está fallando como modelo político.

El único país donde sí ha funcionado es Canadá, y eso porque allí todos procedían de algún sitio. Pero, aun funcionando y siendo como es el mejor modelo posible -mejor esto que nada-, el multiculturalismo a duras penas ha conseguido ocultar sus resabios hipócritas: hacer como si todos viviéramos juntos, pero con un solo patrón, el de la cultura dominante". (...)

Dos conceptos, ciudadanía y cultura, se entrelazan simbióticamente en el modelo multicultural, igual que Estado de derecho y diversidad, recuerda Carlos Giménez. El multicultural es también un discurso ligado al uso del lenguaje políticamente correcto -ese que da visibilidad y homologa públicamente a las minorías- que, frente al melting pot o crisol de culturas, favorece el mosaico de estas y en la práctica deviene, a veces, en la creación de guetos.

También en Canadá: en 2004, un comité de expertos -no musulmanes- recomendó la aplicación de la sharia entre los 400.00 musulmanes de Ontario para dirimir divorcios, herencias y custodias. La recomendación, empero, no surgía de la nada, sino de modelos similares existentes para la comunidad católica y la judía.

"Canadá, con sus defectos, es un ejemplo de éxito", señala Cristina Manzano, directora de la revista Foreign Policy. "El hecho de que en la integración se creen a veces bolsas de marginación, o incluso guetos, no es un fracaso. Si hablamos de EE UU, es verdad que, tras la primera generación de inmigrantes, que abrazó con ardor la cultura de acogida, la del melting pot, las segundas y terceras generaciones han podido mostrar menos adhesión, pero sin llegar al rechazo. (...)

"El debate debe plantearse con una premisa básica: el respeto, siempre, a los valores de la sociedad de acogida, y la exigencia de integración al que viene", opina Cristina Manzano. "No hay que prohibir nada, solo aplicar el peso de la ley ante un caso de ablación, o de una mujer que no muestra su rostro a un policía. Este no es un debate cultural, es que la ablación o taparse completamente el rostro son cosas ilegales", clama Giménez.

Uso del burka o del niqab, mutilación genital femenina; aplicación de la sharia, códigos de familia... Todos y cada uno de los ejemplos que se manejan -o se esgrimen- están en clave musulmana. En el debate no aparece una sola mención a las diferencias culturales de los inmigrantes del sudeste asiático, por ejemplo, o el avance del protestantismo entre los inmigrantes latinoamericanos en Europa o Norteamérica. ¿O es que cuando hablan de fracaso del multiculturalismo los profetas se refieren solo al islam? (...)

Para los críticos del multiculturalismo "desde dentro", como el antropólogo Carlos Giménez, el anunciado fracaso del sistema -"algo en lo que estoy y no estoy de acuerdo con Merkel"- ha de servir para dar un paso más, de la coexistencia que propicia ese modelo de integración "hacia la convivencia plena".

"El modelo puede criticarse desde dentro, porque ha habido límites y errores, como exagerar la diversidad (llevado al extremo, cada niño podría tener derecho a un programa educativo, el suyo), pero el énfasis hay que ponerlo en la tolerancia y el diálogo. Hay que sustituir el multiculturalismo y su coexistencia pacífica por el interculturalismo y su propuesta de convivencia más interactiva", propone Giménez.

Y España, ¿en qué sistema se inscribe? "Tenemos un modelo original en Europa", explica Giménez, asesor de varias corporaciones públicas; "es el Plan de Ciudadanía e Integración, según el cual todos somos ciudadanos con derechos y obligaciones". Un modelo que, según el antropólogo, se resume en "la ciudadanía común y la convivencia entre culturas". Algo más modesto que la Alianza de Civilizaciones, sin duda, pero puede que también más abordable." (El País, 24/10/2010/p. 32/3)

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