" Andrés cerró los ojos y arriesgó su vida. Cuando puso un pie en la calle
pensó lo que todavía piensa: "La vida no es gran cosa". Atravesó la
acera con más miedo a la vida que a la muerte. Esa noche, algo lo salvó.
"Cuando abrí los ojos todos los coches se habían detenido y yo seguía
vivo". (...)
Las cifras locales no se mueven. Pero sí las mundiales, según un reciente estudio de la revista científica The Lancet
que vincula la recesión económica de 2008 con el aumento de suicidios
en la Unión Europea.
La publicación relaciona directamente el aumento
del desempleo entre 2007 y 2009 (un 35% más en toda la UE) con el
incremento de las muertes voluntarias. Esa es la razón por la que, al
igual que en España, el suicidio termina liderando las causas externas
de muerte en toda la UE.
"Los países que se enfrentan a los
reveses financieros más graves, como Grecia e Irlanda, presentaron una
mayor tasa de suicidios (un 17% y un 13%, respectivamente) que otros, y
en Letonia aumentaron en más del 17% entre 2007 y 2008", analiza The Lancet.
Los autores del estudio creen que "las medidas de protección social
como las políticas activas de mercado y las fuertes redes de apoyo
social podrían mitigar el aumento previsto de los suicidios". (...)
"hay que vigilar de una forma especial a las personas que han intentado suicidarse; hay que seguirlos".
Pérez
cree que reducir las tasas es muy complicado. "El suicidio es un final
dramático de una enfermedad. A nadie le gusta hablar del suicidio, ni a
los familiares, y muchas veces el sistema sanitario no registra las
defunciones bajo esa causa de muerte", analiza. Su diagnóstico de las
políticas preventivas estatales no es bueno.
"Hoy no tenemos radares
para el suicidio", resume. En los centros sanitarios que dirige Pérez en
Cataluña se han reducido las tentativas hasta un 30% gracias a un plan
desarrollado por la EAAD, en el que participan 18 países. La atención es
personalizada. En ella, los profesionales de la salud reciben una
capacitación específica y realizan un seguimiento exhaustivo del
paciente.
Camacho conoce la efectividad del plan y lamenta que no exista
en Madrid. "Se podría aplicar aquí, pero no hay recursos", se lamenta.
Con una asistencia médica reducida a uno o dos encuentros mensuales, los pacientes buscan consuelo en los grupos de ayuda mutua. (...)
"La muerte es todavía una opción para mí". Laura (el nombre con el
que prefiere identificarse para no exponer su identidad real) tiene los
ojos negros como el abismo y una tristeza cruel en su voz. Intentó
suicidarse hace algunos años. Desde hace cuatro meses sabe que tiene
trastorno bipolar.
"Tu familia no lo entiende muy bien, no lo puedes
decir en el trabajo y tienes que vivir el día a día como escondido. Con
tantas pastillas como las que tengo ahora, guardo la muerte en el
cajón", sentencia echada hacia atrás, en uno de los pupitres de la
asociación. "Es que está clarísimo, están ahí", masculla con la mirada
perdida hacia el suelo.
Julián es un hombre robusto, de 60 años,
que apenas cabe en el asiento. Tiene en la mano lápices de colores
estridentes. Tiene la voz grave, habla fuerte y escribe con un tamaño de
letra exagerado. Deja atrás unos seis o siete libros, cuya lectura es
simultánea e incompleta y comienza a contar su experiencia, con aparente
alegría.
"En 1991 hubo una conferencia internacional muy importante en
mi trabajo y yo tenía que saber inglés pero no sabía. Tenía miedo de que
me despidieran, no me sentí a la altura de las circunstancias", relata.
"Cuando mi mujer llegó a casa y me vio durmiendo a las cinco de la
tarde, me preguntó qué hacía y yo le conteste: espero la muerte". Se ríe
al recordar la surreal conversación.
Al concluir, saca de entre la pila
de libros un doble retrato y lo abre a la vista de todos. Son sus dos
hijos en la foto de su graduación. "Por esto me arrepiento totalmente de
lo que hice. En el trayecto de mi casa al hospital rezé mil veces el
avemaría y todas las plegarias que me sabía.
Cuando me pusieron la sonda
y vi cómo salían todas las pastillas del estómago pensé: 'Estoy
salvado'. Tenía en la mente a mis hijos, lo que dejaría, su educación,
su juventud, que me harían abuelo y me lo perdería". Cuando cuenta esto,
ha dejado de sonreír.
Andrés tiene 43 años y, según él, ha
probado muchos tratamientos para la bipolaridad que no funcionaron.
"Tuve muchos años pensamientos muy dolorosos", cuenta. "Hace mucho
intenté suicidarme porque seguía con pensamientos dolorosos. Después de
un año se lo conté a un amigo y se me fueron esos sentimientos malos. En
mi caso, hablar me ayudó", resume.
Himelda es pura dinamita. Al
menos esa tarde y a esa hora; las cinco y media. "Yo también tuve
sentimientos dolorosos, pero no decides de un día para otro que vas a
intentar suicidarte.
Es una idea que vas madurando", cuenta a toda
velocidad y parpadeando cinco veces por segundo. Lamenta que le hayan
diagnosticado la bipolaridad hace poco. "Me lo descubrieron después de
muchos años sin saber qué me pasaba, mientras me cambiaban la medicación
a cada rato". (...)
Carmen Del Hoyo tiene 68 años y dos hijos con esquizofrenia. Uno de
ellos se suicidó hace ocho años, a los 32. El otro está internado tras
varios intentos. Habla con ternura y se mueve con paciencia. "Hace falta
un seguimiento día a día, que cuando alguien padece una enfermedad
mental sea tratado con dignidad y no como un apestado", explica
lentamente. (...)
Del Hoyo insiste en que para evitar suicidios, se necesita mucho
amor: "Algunos me han dicho que mi hijo les da miedo, que les impresiona
la mirada... ¿Qué tiene la mirada? No se dan cuenta de que reciben la
mirada que dan.
Hay que tratarlos con ternura. La escucha es
importantísima en la enfermedad mental. La caricia fomenta caricias y la
violencia fomenta violencia. Los perros muerden a las personas que
tienen miedo".
Los profesionales consultados coinciden en que la
muerte voluntaria es casi siempre consecuencia de una enfermedad mental
que pudo permanecer inadvertida. Julián, quien lo ha padecido en carne
propia, lo ilustra claramente: "Uno lleva el cuerpo algo que es como
pólvora y de repente el estrés hace ¡Pam! Y se dispara la enfermedad". (El País, ed. Galicia, 10/09/2011, p. 34/5)
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