"El abandono de los votantes puede tener muchos motivos. También deben de
haber optado por varias alternativas, muchas de ellas respetables. En
todo caso yo sé cuál ha sido la mía y la razón principal para abandonar
el partido al que he dado mi voto desde la muerte de Franco.
Ha de ser
un caso frecuente, así que (excúseme la inmodestia) escribo en nombre de
varios centenares de miles de ciudadanos que han rechazado la imposible
candidatura del PSOE. Y la causa es fácil de resumir: creo que han
caído en el más absoluto desconcierto. (...)
Los socialistas periféricos descubrieron el nacionalismo y fueron
aplaudidos por la ejecutiva, pero pasarán a ser irrelevantes porque esa
opción, a mi entender inequívocamente derechista, está muy bien
representada por los grupos oligárquicos urbanos y los ruralistas, una
unidad que ha funcionado perfectamente desde el siglo XIX.
No es
menos confuso el sur, en donde el nacionalismo aún no ha cuajado (todo
llegará), pero cuyos dirigentes se dedican a la compra de voluntades de
un modo tan evidente que algunos acabarán en el banquillo.
Así que
mientras los socialistas catalanes apoyan las muy reaccionarias tesis de
que Andalucía les roba el dinero, los socialistas andaluces se dedican a
repartir subvenciones para ganar votantes. (...)
Descontadas las tres regiones hasta aquí mencionadas, el partido
socialista simplemente ha desaparecido del restante mapa español. Algo
se habrá hecho mal, deduce cualquier persona con un gramo de seso, pero
luego observa las secuelas de la debacle y advierte que todo sigue
igual, incluido el indescriptible presidente Zapatero y su corte de
aduladores, o el curtido candidato que ha conseguido hundir las
encuestas más pesimistas. (...)
¿Cómo se ha producido un fenómeno tan extraordinario? ¿Cómo puede ser
que le esté sucediendo al PSOE lo que ya le sucedió a la UCD? (...)
La confusión se adueñó de los socialistas a partir del Gobierno
tripartito de Cataluña que significó un giro radical en el ideario
histórico: del internacionalismo se pasó a un nacionalismo derechista.
De rebote y por mantener una imposible coherencia, los socialistas
vascos del ramo Eguiguren comenzaron a coquetear con los de Batasuna y
los socialistas gallegos se compraron una gaita.
Por milagro aún no han
reivindicado los socialistas andaluces su, a todas luces, poderosa
identidad nacional. A nadie del partido se le ocurrió que en Italia,
país similar a España, pero con contrastes de identidad mucho mayores,
solo la ultraderecha plantea diferencias "nacionales".
Si a la
deriva derechista se añade la política de imagen (y solo de imagen) que
consistió en montar una especie de ONG universal para sumarse a
cualquier manifestación de agravio (o de agravia), en lugar de analizar
con seriedad los problemas de las minorías (por ejemplo, los
castellanohablantes de Cataluña) y considerar su componente de clase
(baja) como elemento de conflicto, el resultado es la convicción de que
ese partido derechizado tiene tan mala conciencia que solo es capaz de
políticas pánfilas, pero hipócritas. (...)
Me parece a mí que estos dirigentes no entienden que las corruptelas y
los desórdenes éticos se dan por descontados en la derecha y no afectan a
su votación, como ha dejado bien claro el caso de Berlusconi, pero la
izquierda debería tener como principios inalterables la honestidad, la
cultura, la educación y la justicia. Algo de eso van a tener que
proponer en su refundación aunque tengan muy pocos candidatos
ejemplares." (El País, 10/12/2011, p. 31)
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