"¿Cuáles son las principales debilidades de nuestra economía? El problema
no es la deuda pública (65,2% del PIB, mientras en el resto de la zona
euro se llega al 85%), sino el fuerte endeudamiento privado.
El problema
no es haber invertido de más en el Estado de bienestar (una inversión
social que se sitúa en el 74% de la media europea, mientras nuestra
renta media está en el 94%), sino el haber sido campeones mundiales, en
terminología de Zapatero, en inversiones y en infraestructuras caras e
infrautilizadas.
El problema de nuestra economía no es la pretendida
rigidez del mercado laboral (nuestro mercado laboral arroja cifras que
expresan claramente su flexibilidad: somos los segundos de Europa en
temporalidad y primeros en precariedad), sino nuestra fuerte dependencia
energética.
Y dichos problemas tienen mucho que ver con los orígenes de
determinadas decisiones y la influencia de tres sectores, el
financiero, el de las grandes constructoras y el eléctrico.
La gran debilidad de la economía española para financiarse en el
exterior es la excesiva deuda privada, de particulares y empresas, que
asciende a un 217% del PIB (47% por encima de la media europea, siendo
más de la mitad de esta deuda del sector inmobiliario y de la
construcción).
El impago de deudas del sector inmobiliario es de 142.000
millones de euros. Y se ha llegado a estos porcentajes porque en los
años en que se debía legislar para evitar el sobreendeudamiento hubo
quien se negó a regularlo.
En los años de crecimiento tampoco se
permitió regular las remuneraciones en el sector financiero ni para
fijar un límite a los sueldos de los directivos ni para evitar las altas
remuneraciones asociadas a prácticas de riesgo.
Riesgos que acaba
asumiendo el conjunto de la sociedad, con esa perversa lógica que se
aplica de la socialización de las pérdidas precedida siempre por la
privatización de las ganancias. Si nunca se avanzó de forma sustancial
no es solo por la negativa a regular de la mayoría parlamentaria sino
también por la extraordinaria influencia del sector financiero.
La
segunda debilidad de nuestra economía no ha sido invertir en exceso en
áreas que desarrollaban y ampliaban derechos. En cambio, se ha invertido
en enormes infraestructuras infrautilizadas: aeropuertos sin aviones,
carreteras sin coches y AVE sin pasajeros. Lo peor es que la previsión
es continuar haciéndolo.
Vamos a ser el segundo país del planeta en
kilómetros de AVE, mientras que en Alemania, con un coste que no llega
al tercio del kilómetro construido de AVE, llevan años invirtiendo en
trenes que circulan hasta 250 kilómetros por hora, una infraestructura
que además de más barata permite compatibilizar transporte de mercancías
y transporte de pasajeros.
Hemos construido autovías para que las
utilicen menos de 3.000 vehículos al día, con una tasa de rentabilidad
negativa todos los días del año (a lo sumo son útiles 10 o 15 días al
año). Si esto es así no es por casualidad o por una mayor estupidez de
nuestros políticos, sino por el peso de las grandes constructoras en las
decisiones que toman nuestros Gobiernos y nuestro legislador.
Y como
muestra, uno de los últimos botones: en plena crisis se ha conseguido
dinero y crédito para ayudar a las concesionarias de aquellas autopistas
(las radiales en el entorno de Madrid) por donde no pasan suficientes
coches para amortizar las inversiones realizadas, volviendo a la
socialización de las pérdidas.
La tercera debilidad es nuestra
dependencia energética. Nuestro país es el que más depende
energéticamente del exterior en la zona euro, si entre las dependencias
contamos el uranio, siendo especialmente vulnerables ante un escenario
de subida del precio de los carburantes.
Pero las políticas energéticas
se basan más en las necesidades de las empresas energéticas que en las
necesidades económicas del país. Un ejemplo paradigmático es el debate
eléctrico. Se habla del déficit tarifario, en cambio, no se explica que
año tras año, por una mala regulación, las eléctricas ganan miles de
millones de euros en lo que se conoce como los beneficios caídos del
cielo, ya que venden la electricidad generada en instalaciones ya
amortizadas (nucleares e hidráulicas) al mismo precio de la tecnología
más cara.
Pero los diferentes Gobiernos solo hablan de lo que cuestan
las renovables, quizás porque hay quien invirtió en ciclos combinados
que no funcionan las horas previstas y ahora temen que un mayor impulso
de las energías renovables les imposibilite amortizar dichas
inversiones.
De esta manera pagamos todos, no pudiendo reducir nuestra
dependencia energética porque lo prioritario es que las eléctricas
amorticen sus inversiones." (JOAN HERRERA: ¿Por qué es frágil la economía española?. El País, 30/11/2011, p. 29)
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