"Como dijo en una ocasión el difunto director Sydney Pollack, “el cine
estadounidense dice a la gente de todo el mundo que no hace falta ser
poderoso para triunfar. Uno puede ser un niño que vive en un pueblo y
lleva aparato dental, y que sueña con una vida de éxitos y aventuras.
El
cine le dice que es posible. Cada uno puede escribir su propio relato.
Esa es, en un sentido muy básico, la verdadera esencia de Estados
Unidos”. (...)
Sin embargo, hoy, las oportunidades para todos están convirtiéndose a
toda velocidad en una ficción salida de Hollywood. Lo irónico es que
quizá Hollywood sea una de las escasas bolsas que quedan en las que la
posibilidad de ascender gracias al mérito y el talento sigue siendo una
realidad. Silicon Valley, donde un chico de una residencia universitaria
puede elaborar un algoritmo, conectar el mundo entero y ganar una
fortuna, es otra.
Pero, para la inmensa mayoría de los estadounidenses, está empezando a
surgir otra situación: la de una nueva plutocracia formada por los
súper ricos, cada vez más consolidada en la cima. En la parte inferior
de la escala solo se crean trabajos mal remunerados que no llevan a
ninguna parte.
La clase media se está vaciando porque se ha sacado la
producción industrial del país y las nuevas tecnologías digitales, que
suponen la deslocalización de los trabajos de cuello blanco al
trasladarlos a los propios consumidores, están reemplazando todos los
oficios, desde los cajeros de banco hasta los empleados de líneas
aéreas. (...)
Hoy, como dice Chrystia Freeland en su libro Plutocrats, el
20% más rico de los estadounidenses posee el 84% de la riqueza. Y desde
la crisis financiera de 2008, ese reparto tan desigual se ha acentuado.
Mientras que la renta del 99% ha “recuperado” un 0,2%, la del 1%
superior ha mejorado un 11,6%.
En 1975, ese 1% tenía el 8% de la renta total; en 2012, el 22%.
Gran parte de esa riqueza se concentra en las llamadas súper élites
financieras, que tenían el 40% de todos los beneficios empresariales en
el momento de la crisis de 2008. Otro factor importante es el acceso a
los mercados mundiales, en el que “el ganador se queda con todo”.
Al mismo tiempo, la producción industrial en Estados Unidos ha caído a
menos del 12% del PIB, frente al 24% que representaba en los últimos
dos decenios. Casi la cuarta parte de esos puestos de trabajo se
perdieron como consecuencia del comercio con China. (Mediante una serie
de políticas que consisten en invertir en preparación y formación al
mismo tiempo que recortan las prestaciones para hacerlas sostenibles,
Alemania ha logrado conservar una base de producción industrial
competitiva que constituye el 24% del PIB y es el pilar fundamental de
la prosperidad de su clase media. China es uno de los mayores mercados a
los que exporta su maquinaria y sus famosos avances tecnológicos).
Como afirman Eric Brynjolfsson y Andrew McAfee en su reciente estudio Race Against the Machine,
la difusión de la tecnología digital en todos los sectores de la
economía, que ha reorganizado prácticamente todos los modelos de
trabajo, ha aumentado enormemente la productividad sin añadir más
empleo. El “fantasma del cajero automático” acosa a la clase media y sus
puestos de trabajo.
Por otra parte, como ha demostrado el premio Nobel Michael Spence, el
90% de los 27 millones de empleos creados en Estados Unidos en los
últimos 20 años pertenecen a los sectores económicos “no trasladables” y
de salarios bajos: el comercio minorista, la sanidad y la función
pública.
El gran peligro para el credo estadounidense de las oportunidades es que
esa mezcla de concentración de riqueza, cierre industrial y
desplazamiento tecnológico acabe impidiendo la movilidad ascendente.
En
la medida en que los plutócratas pretendan defender sus privilegios
mediante la influencia política del dinero y perpetuar su condición de
élite a base de monopolizar para sus hijos el acceso a los Stanford,
Harvard y Princeton de la enseñanza superior, todos los demás se
quedarán sin ninguna posibilidad de ponerse nunca a su altura.
No cabe duda de que la energía emprendedora de Estados Unidos intentará
romper esa tendencia al cierre de los plutócratas que se encuentran en
la cima. Asimismo, es fundamental que haya políticas gubernamentales que
ofrezcan incentivos (como las de Alemania) para conservar o ampliar la
producción industrial, si queremos reducir la creciente desigualdad de
rentas." (
Nathan Gardels , El País, 5 DIC 2012)
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