"Ratzinger tenía toda la información sobre la degeneración moral y la
corrupción financiera de la milenaria institución en que refugian sus
tribulaciones o disfrazan sus malandanzas 1.200 millones de seres.
Decidió actuar, empezando por la pederastia, esa enfermedad endémica
de la Iglesia católica. Su objetivo inmediato fueron los Legionarios de
Cristo, la poderosa congregación, emanada de la oligarquía mexicana y
protegida por los anteriores papas, en particular por Juan Pablo II
durante su largo papado.
Marcial Maciel, el legionario en jefe, pudo al
fin ser expuesto públicamente como abusador sexual de niños, empezando
por sus propios hijos,drogadicto y estafador financiero. Murió
desterrado y la congregación fue intervenida por un delegado vaticano.
Se salvó de la disolución con su desvinculación explícita de su
fundador, aun a sabiendas de que este había creado un sistema que aún
persistía.
Fue protegida por el cardenal Angelo Sodano, secretario de
Estado y mano derecha de Juan Pablo II. Benedicto XVI relevó a Sodano,
pero se encontró sin aliados fiables en la curia vaticana, constituida
mayoritariamente por cardenales italianos con vínculos históricos con la
política, las finanzas y el mundo subterráneo de Italia. Una
organización “devastada por jabalíes”, dijo el Papa.
Ratzinger sabía la extensión del abuso sexual en la Iglesia, en
particular sobre menores, y era consciente del encubrimiento de los
pederastas por sus superiores eclesiásticos. Necesitaba apoyos y para
ello tenía que doblegar la trama enquistada en las alturas del Vaticano.
Buscó aliados.
En el 2006, nombró secretario de Estado al cardenal
salesiano Tarcisio Bertone, un campechano salesiano piamontés que no
formaba parte de la élite, conocedor de los laberintos vaticanos.
En
realidad, su conexión profunda era con el verdadero secreto del
Vaticano, las finanzas de la Iglesia, redes financieras de oscura
contabilidad estructuradas por el Instituto para las Obras de la
Religión, el banco vaticano, escenario de repetidos escándalos,
conectado en momentos con la logia P4, con un pasado de suicidio (o
asesinato) de su presidente y con indicios de servir para blanqueo de
dinero. Grave error.
Su hombre de confianza no encubría pederastas, pero
era quien supervisaba negocios poco claros, como los de las contratas
de obras.
Pero en el 2009 el cardenal Carlo Maria Viganò fue nombrado
secretario del Governatorato responsable de la intendencia. El 27 de
marzo del 2011, Viganò escribió una carta al Papa denunciando las
“corruptelas y privilegios” que vio al asumir su cargo.
En otra carta
añadió: “En el Vaticano trabajan siempre las mismas empresas debido a
que no hay transparencia alguna en la gestión de los contratos de
construcción e ingeniería”. Bertone exigió su destitución y el Papa lo
envió de nuncio a Washington en el 2012, pese a sus protestas y
advertencias.
Entonces otra red interna vaticana (apodados los cuervos
por la prensa) decidió pasar a la ofensiva “para proteger al Papa” y
obtuvo de su mayordomo Paolo Gabriele la filtración de la
correspondencia secreta del Papa. Fue el llamado Vatileaks, en cuyas
cartas se revelaban algunos de los detalles que he comentado.
La policía
detuvo a Gabriele y al informático que lo ayudó, Sciarpelleti, en cuyo
poder encontraron la documentación secreta. Aun contradiciéndose en su
declaración, Sciarpelleti declaró que las cartas se las dio monseñor
Polvani, que resulta ser sobrino del cardenal Carlo Maria Viganò. Malas
lenguas sostienen que en realidad los cuervos fueron creados por el
propio Papa para airear las conspiraciones.
Porque entre otras se
encontró una carta del cardenal colombiano Castrilla al Papa relatándole
que Paolo Romeo, arzobispo de Palermo, había dicho a un interlocutor
que el Papa moriría en los próximos 12 meses.
El Papa indultó a su
mayordomo, le encontró casa y trabajo a cambio de silencio, y nombró una
comisión de cardenales octogenarios (no papables) para investigar los
hechos, que entregó su informe el 17 de diciembre. Sólo el Papa conoce
su contenido.
Pero la batalla decisiva fue sobre el control del banco vaticano. El
Papa había nombrado a un amigo fiable, Ettore Gotti Tedeschi, miembro
del Opus y representante del Grupo Santander, para terminar con el
blanqueo de capitales. Bertone y su hombre de mano, Marco Simeon,
director de la radio y vinculado a la logia P4, consiguieron la
destitución de Tedeschi y buscaron un candidato afín para sustituirlo.
El Papa frenó la operación y se la jugó a Bertone. Su última decisión
antes de renunciar fue nombrar a un industrial alemán, barón Ernst von
Freyberg, con instrucciones de limpiar el banco.Y no es la última jugada
de Ratzinger. Antes de dimitir buscó un posible sucesor con energía
para seguir esa tarea de regeneración que no pudo terminar.
No se sabe
quién es la persona, porque si se supiera la santa alianza de los
poderosos arzobispos italianos Scola, Ravagi y Bagnasco lo bloquearía.
Quizá podría ser Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila, de 56 años,
con ideas reformistas. Sería el legado de un Papa que, en palabras de
L’Osservatore Romano, fue “un Papa rodeado de lobos”. (Manuel Castells, Caffe Reggio, 23/02/2013)
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