"El nuevo largometraje de Pierre Schoeller, El ejercicio del poder,
examina a la clase política -una casta sin ideología- que dirige hoy
los gobiernos europeos, analiza capa a capa todos sus elementos, y,
finalmente, concluye un retrato de sus mandatarios.
Son políticos que,
aun con voluntad de servir al pueblo, son incapaces de ello, atrapados
en un ritmo vertiginoso de toma de decisiones, manipulados y presionados
desde varios frentes, y, sobre todo, subyugados por el brillo del
poder, que, como dice el director, "no tiene sentimientos". Son
políticos devorados por este sistema de Estado.(...)
El político protagonista de su película es un hombre
trabajador, inteligente, humano... No es, desde luego, la visión que hoy
tienen los ciudadanos españoles de sus políticos...
Pero
en la película también se ve un estado de impotencia del político. Los
políticos tienen las llaves de la casa, pero tienen las manos atadas. Lo
peligroso es que cuanto más se acerca uno al centro del poder, más
tienes la sensación de que son muy pocos los medios que tienen para
poder actuar.
Esta no es una película sobre corrupción, sino sobre las
debilidades de los políticos en esa capacidad de acción.
¿Qué otras debilidades ha descubierto sobre los políticos al hacer esta película?
He
tenido la sensación de que una vez en el poder es cuando se preguntan
¿qué se hace ahora? Es la sensación de que los políticos descubren el
poder cuando llegan, que no han podido anticiparse a sus problemas
antes. Pero pienso entonces en un panadero que no sabe qué hacer cuando
está ante el horno y es absurdo.
Su protagonista, su ministro de Transportes, parece un buen tipo, pero a la hora de la verdad...
Sí,
en la película vemos a un hombre generoso, compasivo, humano... pero
hay algo más fuerte por encima de eso, algo que pesará sobre él. El
poder no tiene sentimientos. El único sentimiento del poder es el de
seguir siendo el poder.
El poder no tiene sentimientos y los políticos
no tienen ideología. Y ésta no es una cuestión de moral, es de
naturaleza. Es como un hombre que lleve dentro un demonio. A veces yo
también tenía la sensación de que estaba rodando a un demonio.
No
es una película partidista, ni siquiera es sobre los políticos,
realmente, ¿la intención última era hacer un retrato del poder?
Sí.
No pretendía retratar a un ministro para demonizarle ni destrozarle ni
para lo contrario. Este es un tipo normal y corriente, que se vuelve un
poco alocado en el gobierno, pero solo porque el mundo de hoy vive en un
estado de desastre y el político también está al borde de ese desastre.
Nosotros, los ciudadanos, vivimos ese desastre, lo sufrimos, transforma
nuestras vidas, pero el político, además, está atrapado en ese
movimiento de desastre." (Público, 25/04/2013)
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