"En un artículo reciente –Ciudadanía y lucha de clases, DIAGONAL 193–
sostenía que la crisis galopante que vivimos está dando lugar a que la
lucha de clases, la cual se ha mantenido soterrada durante décadas,
comience a manifestarse con toda su crudeza.
De manera que, frente a una
clase social dominante reducida a una ínfima minoría de la población, empieza a emerger, bajo el término ambiguo de "ciudadanía", la gran clase social dominada de nuestro tiempo,
cuya presencia pública se hace cada vez más patente a través de unas
luchas sociales que vienen a marcar en la práctica sus contornos:
desde
los obreros industriales hasta los profesionales de la sanidad, pasando
por los estafados por los bancos, los expulsados del mercado de trabajo,
los estudiantes sin futuro, los educadores o los funcionarios.
¿Qué sucedía antes del estallido de la crisis?
Que
las contradicciones entre clases que atraviesan el sistema capitalista
desde el primer momento de su existencia se encontraban amortiguadas y
en cierto modo neutralizadas en virtud de un doble mecanismo:
Primero, la delegación que ejercía la clase social
dominante en la denominada "tecnoestructura", lo cual revestía de un
matiz técnico, y por consiguiente objetivista, lo que era estrictamente
dominación de clase, además de asegurarse la complicidad, por razones
estrictamente estructurales, de prácticamente todos los sectores
profesionales –desde periodistas hasta profesores o intelectuales en
general– que participan en la conformación de lo que se denomina
"opinión pública" y que funcionaban en la práctica como agentes del
sistema.
Segundo, el secuestro de la conciencia y las
expectativas de la gran mayoría dominada a través de una ideología
consumista cuyo heraldo por antonomasia lo constituía la publicidad, y
que la clase dominante legitimó en gran medida –con la
complicidad en este caso de sindicalistas y partidos de la izquierda–
bajo su versión edulcorada como "Estado del bienestar".
Pues bien, es esta situación en cierto modo estancada y que ha
conducido a la inacción o cuanto menos a la inoperancia de las fuerzas
de la izquierda, la que se ha venido abajo con motivo del estallido de
la crisis.
Por una parte, los componentes de la tecnoestructura
empresarial ven en buena medida cuestionado su papel dentro del sistema
cuando el capitalismo se embarca en una espiral especulativa que deja la
economía productiva en muy segundo plano.
Mientras, los conformadores
de la opinión pública experimentan una verdadera crisis de conciencia
cuando la evolución cada vez más desquiciada del sistema aborta
cualquier intento de justificación, a la vez que es el propio
concepto de "opinión pública" el que pasa a un segundo plano conforme
sectores crecientes de la ciudadanía crean y gestionan su propia opinión
a través de toda una floración de redes sociales.
Por otra parte, la ideología consumista que postulaba un avance
continuo del nivel de vida ve cuestionadas sus propias bases cuando,
como sucede actualmente en España, la capacidad adquisitiva es inferior a
la de 2001 y cuando los "mundos imaginarios" que construye la publicidad con relación a las marcas chocan con una situación de austeridad
que está, por ejemplo, en el origen del auge de las llamadas "marcas
blancas".
Lo cual da lugar a que sean sectores sociales cada vez más
numerosos los que despiertan de un sueño consumista que ha estado en la
base de su conformismo, tanto político como social, de las últimas
décadas." (Antonio Caro, Diagonal Global, 30/05/2013)
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