"... la quinta Alemania arranca de la reunificación nacional de 1990, a
partir de la anexión de la RDA por la RFA, pero es ahora, con la
eurocrisis, cuando comienza a manifestarse, haciendo un uso pleno y
normalizado de su recuperada soberanía y potencia. La principal novedad
que esta quinta Alemania aporta respecto a la anterior tiene dos
aspectos.
El primero es el de su regreso, paulatino pero decidido, a un
intervencionismo militar en el mundo que comenzó en los mismos años
noventa en los Balcanes y que hoy ya abarca desde Afganistán a África.
En ese ámbito Berlín aún está por detrás de otras grandes naciones
europeas, pero ya ha invalidado definitivamente el Nie wieder Krieg (Guerra, nunca más) del canciller Willy Brandt, la posibilidad de ser una gran Suiza
europea y el antiimperialismo, al que tanto apego tuvieron los alemanes
de la RFA y de la RDA, respectivamente, desde la posguerra hasta los
años ochenta del siglo XX.
Hoy, con el pasivo desagrado de sus
ciudadanos, el establishment alemán justifica sumarse
militarmente al dominio imperial de occidente en el mundo, apelando
abiertamente a la necesidad y legitimidad de acceder a recursos
energéticos y materias primas globales. Esa es una novedad muy
significativa.
El otro es un liderazgo europeo, dogmático, egoísta y arrogante, para
imponer el programa de involución neoliberal impulsado desde los años
setenta desde el mundo anglosajón y que la crisis financiera de 2008 ha
convertido en rodillo.
Al día de hoy este liderazgo apunta a profundizar
la desigualdad, social y entre países. Su prioridad es el cobro íntegro
de todas las deudas bancarias generadas por los malos negocios del
sector financiero internacional a costa del sufrimiento de las clases
medias y bajas europeas. Ese esquema conduce directo hacia una ruptura
desintegradora del proyecto europeo.
Dicho proyecto, del que la Unión
Europea es resultado, fue formulado a partir de los años cincuenta del
siglo XX como alternativa a la desastrosa y agresiva Europa guerrera que
en los últimos siglos enfrentó crónicamente a unas naciones contra
otras y solo por eso ya debe ser considerado útil y valioso.
El rechazo a estas dos grandes novedades de esta quinta Alemania es
lo que marca en el país la diferencia entre izquierda y derecha. Las
fuerzas y corrientes políticas minoritarias que en la Alemania de hoy
rechazan el regreso al intervencionismo militar y el neoliberalismo que
profundiza la desigualdad, encoge la democracia y amplía el privilegio
de una minoría, son inmediatamente expulsadas del sentido común por el establishment alemán y declaradas “irresponsables” e “incapacitadas para gobernar” (regierungsunfähig).
Más que un sistema de partidos de izquierdas y derechas,
conservadores o liberales, el sistema político alemán es un conglomerado
que engloba a toda esa variedad en una disciplina superior y común de
defensa del capitalismo.
Esa esfera compacta, condena y expulsa a la
marginalidad a quienes la ponen en cuestión y es ejemplo de la
degeneración absolutista y oligárquica a la que conduce la mezcla de
democracia y capitalismo en los países más ricos del mundo a principios
del siglo XXI.
Ninguna fuerza política llegará al poder en Alemania sin haber previamente sintonizado con el programa general del establishment.
La evolución de las fuerzas políticas con intenciones de cambio, desde
los socialdemócratas en su día hasta los verdes hace mucho menos, y
quien sabe si Die Linke en el futuro, es una trayectoria de adaptación al sentido común del establishment.
Lejos de ser un rasgo exclusivo del sistema alemán, lo que destaca en
Alemania de ese fenómeno general es su estabilidad: ese conglomerado de
poderes fácticos de grandes consorcios empresariales y financieros,
lobbys industriales, con sus sólidos anclajes políticos y mediáticos,
está particularmente organizado y bien articulado en el país.
Elemento central de esa estabilidad es la cultura nacional de la
obediencia debida a la autoridad, un particular culto al Estado,
concebido como una institución neutral, superior y abstracta, y una
predisposición al acatamiento automático de las jerarquías. A ello se
suma una tradición de consenso e integración, enemiga del conflicto y
del desorden como vías legítimas de resolución del choque de intereses.
El contraste de esta cultura política, la tradición del Untertan,
del súbdito razonable del orden absolutista descrito en la célebre
novela de Heinrich Mann, con la tradición francesa y republicana del
rebelde citoyen, ha inspirado todo tipo de reflexiones que hoy continúan siendo actuales para todo el continente.
Este libro presenta unos brochazos de esta quinta Alemania en un
momento en el que Europa mira hacia Berlín con cada vez más prevención y
desconfianza. “Un país que vuelve a dar miedo”, como señalaba el
titular de un semanario germano.
La involución neoliberal que Alemania
encabeza y los delirios de hegemonía europea que proyecta el subidón
nacional de la quinta Alemania, está incrementando la germanofobia y el
antieuropeísmo, particularmente en la Europa del Sur, cuya población
era hasta hace poco muy favorable al europeismo –y no solo por la lluvia
de millones recibidos de los fondos de cohesión.
Si dos anteriores Alemanias desembocaron en grandes guerras, la
quinta Alemania apunta claramente hacia la desintegración europea.
Los autores no quieren contribuir a ninguna fobia nacional ni tampoco
a una reacción antieuropeísta que no proponga refundación ciudadana del
proyecto. Lo que pretenden es informar sobre el lamentable papel que el
establishment alemán, que forma parte de un orden mundial
multinacional, está desempeñando en la actual crisis europea, en el bien
entendido de que ese orden también vulnera los intereses de la mayoría
social en Alemania.
Las primeras víctimas de la involución llevada a cabo por la elite
empresarial y política alemana fueron los propios alemanes. En los
últimos veinticinco años, la actual República Federal ha sufrido una
transformación radical.
Más desigualdad en un país que era relativamente
nivelado para criterios europeos, estancamiento salarial,
generalización de la precariedad socio-laboral en un país en el que la
seguridad del puesto de trabajo era considerable, avance de la pobreza y
de la desolidarización, recorte de un sistema de garantías sociales que
en su día fue sólido y ancho, rebaja de impuestos a los ricos y mayor
apertura al negocio privado en el ámbito de la sanidad y las pensiones.
Según las últimas encuestas del conservador Instituto Allensbach de
demoscopia, los alemanes son perfectamente conscientes de ello: un 70%
constata una inflexión en justicia social, particularmente en la
distribución de la riqueza, y considera que las cosas han empeorado en
los últimos años.
Ese cambio brutal se ha inducido gradualmente en las
dos últimas décadas, y es presentado mediáticamente como un éxito e
incluso como una especie de segundo milagro económico al lado del de la
posguerra, en contradicción con la experiencia de la mayoría de los
ciudadanos.
Eso es en gran parte posible porque, observada en el
contexto de crisis europeo, especialmente comparada con los países del
sur que han sufrido la misma medicina en dosis mayores y en plazos mucho
más breves con consecuencias aún más brutales, la situación
socio-laboral alemana es mucho mejor.
Esa circunstancia atrae hacia
Alemania a no pocos jóvenes, y no tan jóvenes, españoles sin futuro
laboral en su país. Frecuentemente llegan al país muy mal informados
sobre lo que les espera ahí.
Toda propaganda debe incluir algún anclaje con la realidad para ser
eficaz y ese es el caso de la relativa e incierta salud de Alemania en
la crisis. Relativa porque siendo cierta para los beneficios
empresariales, no lo es para la mayoría de asalariados que, sin embargo
pueden consolarse comparando su situación con la mucho peor que rige en
otros países. Incierta porque se basa en una estrategia exportadora que
en los últimos veinte años ha acentuado su dependencia de la coyuntura
global hasta hacerla extrema.
Esa dependencia es inquietante porque en
caso de enfriamiento o colapso puede hundir todo el edificio alemán con
gran facilidad.
A diferencia de China, que dispone de un gran mercado
interno y es consciente de los problemas de esa excesiva dependencia,
Alemania no parece preocupada por ello. (...)
Este texto es la introducción al libro La quinta Alemania, un modelo hacia el fracaso europeo, escrito junto con los periodistas Àngel Ferrero y Carmela Negrete, que publica esta semana Editorial Icaria." ( , La Vanguardia, 23/05/2013)
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