" (...) Usted
sostiene que el PCE fracasó en las primeras elecciones de 1977, entre
otros motivos, por la gerontrocracia de su dirección y sus candidaturas
electorales. ¿Qué hubiera cambiado en España y en la izquierda si
hubiera habido sorpasso y el PCE hubiera ocupado el papel del PSOE?
Ahí hay una equivocación. Hay una interpretación hispana equivocada
de la política italiana. Las primeras elecciones en Italia no las gana
la Democracia Cristiana por la derecha y el PCI por la izquierda. El PCI
queda muy mal, gana el Partido Socialista. El PCI va conquistando la
hegemonía.
Lo del PCE en las elecciones de 1977, con aquella
candidaturas que parecían salidas de un mausoleo, no era un mal
resultado. Lo que pasa es que había que ganarse el futuro. Y Carrillo
tenía prisa, no podía esperar diez años. El quería conseguirlo en cinco.
Es verdad que el PSOE consiguió un resultado mucho mejor que el PCE
habiendo trabajado menos, pero como la propia sociedad española. No
engañaban a nadie. La propia sociedad española se sentía mucho más
identificada con el PSOE que con el PCE. Porque si se hubiera sentido
identificada con el PCE desde mucho antes, hubiéramos derribado a
Franco.
Los resultados electorales eran un espejo de la sociedad. Lo
sorprendente de ese periodo de transición es que Carrillo logra algo
insólito: que el partido más joven que había en España, que era el PCE,
se convierte en el más viejo y el partido con mayores problemas, que era
el PSOE, se convierte en el partido más joven.
¿Carrillo jugó bien sus cartas?
No, las jugó muy mal. Jugó las suyas, pero el póquer es el póquer. O
ganas o pierdes. Si pierdes, jugaste mal. Fijate, los viejos líderes de
la izquierda son todos unos santos. San Santiago Carrillo, Santa Dolores
Ibárruri. Es lógico que sean santos porque cuando el adversario te
santifica así es que has perdido todo.
Carrillo jugó unas cartas muy
difíciles. Faltaba experiencia política. Hasta un hombre como Gramsci
tenía una experiencia parlamentaria, Carrillo ninguna. Era un hombre del
aparato. No sabía qué era la negociación, siendo un magnífico táctico.
Era un tipo que tenía muy claro la jugada a corto, pero no veía más
allá.
Los últimos años de Carrillo son patéticos, convertido en un
tertuliano. Era su sueño, de todas maneras. Siempre explico que la
pasión de toda la vida de Dolores Ibárruri era ser ama de casa. El final
de Santiago es que le trataran bien y que olvidaran su pasado. Además
colocaron bien a sus dos hijos. (...)" (Entrevista a Gregorio Morán, Steven Forti, Atlántica XXII, Rebelión, 27/09/2013)
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