11/11/13

Las élites financieras y su brazos político-mediáticos se han convertido en la nueva clase aristocrática

"La actual crisis sistémica está poniendo de manifiesto la farsa en la que han convertido algunas democracias occidentales, cuyos gobernantes actúan al dictado de las mismas élites financieras y económicas que la generaron.  

Estas élites, en última instancia, quieren recuperar sus tasas de ganancia a costa de los ciudadanos, a base de los sacrificios del resto de empresarios y trabajadores, y de espaldas a las aspiraciones de la mayoría de la población. Quieren imponer, en definitiva, un decrecimiento real de las condiciones de vida para mantener sus privilegios.  

Nuestra querida España es un ejemplo de ello, se ha convertido en una muestra de Totalitarismo Invertido, término introducido en 2003 por Sheldon Wolin, profesor emérito de filosofía política de la Universidad de Princeton.

 El totalitarismo invertido es el momento político en el que el poder corporativo se despoja finalmente de su identificación como fenómeno puramente económico y se transforma en una coparticipación globalizadora con el Estado.

 Mientras que las corporaciones se vuelven más políticas, el Estado se orienta cada vez más hacia el mercado. España, en su actual deriva, es un excelente ejemplo de ello. La antidemocracia, y el dominio de la élite son elementos básicos del totalitarismo invertido. (...)

Pero la actuación de las élites político-financieras a través de sus brazos mediáticos es mucho más sutil. La antidemocracia se ha apoderado definitivamente de nuestro país. Es una fórmula que funciona de manera indirecta. 

Se alienta a los ciudadanos a desconfiar de su gobierno y de los políticos - en realidad se trata auténticos zoquetes al servicio de estas élites-; a concentrarse en sus propios intereses; a quejarse de los impuestos; a cambiar el compromiso activo por gratificaciones simbólicas de patriotismo.

 Sobre todo, se promueve la despolitización envolviendo a la sociedad en una atmósfera de temor colectivo y de impotencia individual: miedo a la pérdida de puestos de trabajo, incertidumbre de los planes de jubilación, gastos en educación y sanidad en ascenso.

Socialmente las consecuencias son demoledoras. El totalitarismo invertido, en última instancia, explota a los pobres, reduciendo o debilitando los programas de salud y los servicios sociales, reglamentando la educación masiva para una fuerza de trabajo insegura, amenazada por la importación de trabajadores de bajos salarios.

Debemos denunciar de manera clara y rotunda como las élites financieras y su brazos político-mediáticos se han convertido en la nueva clase aristocrática.

 Hoy más que nunca es necesaria una reconstrucción del poder político soberano y democrático donde los gobiernos salidos de las urnas protejan en última instancia a la ciudadanía de las agresiones sistemáticas que estas élites ejercen sobre la sociedad mediante la acumulación y concentración de poder económico. "                (Juan Laborda, Vox Pópuli, 02/11/2013)

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