"(...) La versión oficial sobre la reunificación, ambiguamente referida como Die Wende (cambio, viraje) en el discurso oficial (...) Casi unánimemente loada dentro y fuera del país como algo apenas
mejorable, casi tan perfecto como la transición española, el relato
oficial de la reunificación tenía un manifiesto aspecto de fraude.
Veinte años después, el país e incluso Berlín, continuaban divididos en
dos zonas socio-económicas e incluso culturalmente diferenciadas. Cuando
preguntabas a los sociólogos como máximo te decían, “bueno, creíamos
que la integración sería cosa de una generación y parece que podría ser
asunto de tres generaciones…”
El Este se había liberado del agobio
dictatorial, pero también había vendido todos sus sueños de tercera vía a
cambio de la promesa de una vida maravillosa que le hizo la derecha de
Bonn. Aquella promesa no se realizó en lo esencial.
En su lugar hubo una
desindustrialización, paro masivo, pérdida de seguridades consideradas
evidentes y una purga macarthista de cuadros intelectuales,
sustituidos por especialistas del Oeste, que extendió en muchos ámbitos
la sensación de ser ciudadanos de segunda categoría, biografías
ninguneadas y reducidas a un universo policial-delator de Stasiland,
lo que redundaba en un ambiguo y contradictorio sentimiento de
discriminación, depresión y posibilidades de respirar a pleno pulmón.
La
reunificación fue como esos contratos fraudulentos de las compañías de
telecomunicación: una estafa que lleva tu firma, porque era imposible
leerse todos los detalles del contrato y comprenderlos. Veinte años
después, en la nueva Alemania reunificada, no hay apenas gente del Este
en puestos directivos.
Curiosamente, la canciller y el Presidente
federal, la primera una científica conformista del antiguo régimen
comunista que no movió un dedo contra la dictadura, el segundo un ex
clérigo oportunista que se ha presentado como disidente cuando no lo
fue, son las dos (enormes) excepciones que confirman la regla. (...)
La Agenda 2010 le costó al SPD perder más de 6,2 millones de
votos en el periodo 2005-2009 y un total de diez millones desde sus
mejores tiempos en los años setenta. El espacio de izquierda fue ocupado
por una nueva formación, Die Linke, producto de la reunificación alemana. Die Linke
fue la alianza de ese estado de ánimo desposeído del Este con lo que
quedaba del izquierdismo alemán occidental y la común sensación de
seguridad perdida.
En unos momentos en que el país navegaba a todo vapor
por la senda neoliberal y la cultura alemana giraba a la derecha -tanto
sus filósofos genuinos a la Habermas, como sus charlatanes mediáticos a
la Sloterdijk-, la cultura política de Alemania del Este empujó un
poco hacia la izquierda a la conciencia social. La literatura de la RDA,
dinamizó algo el soso y conformista ambiente occidental con obras que
reflejaban cierta frescura en su crítica social.
Fueron autores del Este
los que me informaron de que había vida más allá de la versión oficial
de la reunificación y reivindicaron como asunto de futuro los sueños de
tercera vía de la ciudadanía intelectualizada de la RDA.
Contra esos
sueños, contra la mera evocación y memoria de lo que había de social en
el régimen comunista, el establishment alemán continúa gastándose
ingentes cantidades de dinero en propaganda, a través de la BStU, la
agencia que administra el uso político de los archivos de la Stasi
(no hay semana en que el periodista no reciba en su despacho alguna
convocatoria de esta bien dotada institución), con miras a cultivar lo
que en los años ochenta era visto como la más rancia y reaccionaria
equiparación histórica de la época de Adenauer: el discurso de las “dos
dictaduras alemanas”, mediante el cual nazismo y la RDA eran colocados
al mismo nivel.
Aquel discurso de los años cincuenta, nacido de la
propaganda de los ex nazis de Bonn reciclados en democristianos y
liberales, es hoy discurso oficial. Hay una especie de miedo
institucional, quizás agresividad preventiva (no vaya a ser que los
sueños revivan y despierten), no ya hacia el comunismo, sino hacia su
cadáver. (...)" (Diario de Berlín, 29/11/2013)
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