4/12/13

Veinte años después, en la nueva Alemania reunificada no hay apenas gente del Este en puestos directivos

"(...) La versión oficial sobre la reunificación, ambiguamente referida como Die Wende (cambio, viraje) en el discurso oficial (...)  Casi unánimemente loada dentro y fuera del país como algo apenas mejorable, casi tan perfecto como la transición española, el relato oficial de la reunificación tenía un manifiesto aspecto de fraude. 

Veinte años después, el país e incluso Berlín, continuaban divididos en dos zonas socio-económicas e incluso culturalmente diferenciadas. Cuando preguntabas a los sociólogos como máximo te decían, “bueno, creíamos que la integración sería cosa de una generación y parece que podría ser asunto de tres generaciones…” 

El Este se había liberado del agobio dictatorial, pero también había vendido todos sus sueños de tercera vía a cambio de la promesa de una vida maravillosa que le hizo la derecha de Bonn. Aquella promesa no se realizó en lo esencial. 

En su lugar hubo una desindustrialización, paro masivo, pérdida de seguridades consideradas evidentes y una purga macarthista de cuadros intelectuales, sustituidos por especialistas del Oeste, que extendió en muchos ámbitos la sensación de ser ciudadanos de segunda categoría, biografías ninguneadas y reducidas a un universo policial-delator de Stasiland, lo que redundaba en un ambiguo y contradictorio sentimiento de discriminación, depresión y posibilidades de respirar a pleno pulmón. 

La reunificación fue como esos contratos fraudulentos de las compañías de telecomunicación: una estafa que lleva tu firma, porque era imposible leerse todos los detalles del contrato y comprenderlos. Veinte años después, en la nueva Alemania reunificada, no hay apenas gente del Este en puestos directivos. 

Curiosamente, la canciller y el Presidente federal, la primera una científica conformista del antiguo régimen comunista que no movió un dedo contra la dictadura, el segundo un ex clérigo oportunista que se ha presentado como disidente cuando no lo fue, son las dos (enormes) excepciones que confirman la regla. (...)               

 La Agenda 2010 le costó al SPD perder más de 6,2 millones de votos en el periodo 2005-2009 y un total de diez millones desde sus mejores tiempos en los años setenta. El espacio de izquierda fue ocupado por una nueva formación, Die Linke, producto de la reunificación alemana. Die Linke fue la alianza de ese estado de ánimo desposeído del Este con lo que quedaba del izquierdismo alemán occidental y la común sensación de seguridad perdida. 

En unos momentos en que el país navegaba a todo vapor por la senda neoliberal y la cultura alemana giraba a la derecha -tanto sus filósofos genuinos a la Habermas, como sus charlatanes mediáticos a la Sloterdijk-,  la cultura política de Alemania del Este empujó un poco hacia la izquierda a la conciencia social. La literatura de la RDA, dinamizó algo el soso y conformista ambiente occidental con obras que reflejaban cierta frescura en su crítica social.

 Fueron autores del Este los que me informaron de que había vida más allá de la versión oficial de la reunificación y reivindicaron como asunto de futuro los sueños de tercera vía de la ciudadanía intelectualizada de la RDA.

 Contra esos sueños, contra la mera evocación y memoria de lo que había de social en el régimen comunista, el establishment alemán continúa gastándose ingentes cantidades de dinero en propaganda, a través de la BStU, la agencia que administra el uso político de los archivos de la Stasi (no hay semana en que el periodista no reciba en su despacho alguna convocatoria de esta bien dotada institución), con miras a cultivar lo que en los años ochenta era visto como la más rancia y reaccionaria equiparación histórica de la época de Adenauer: el discurso de las “dos dictaduras alemanas”, mediante el cual nazismo y la RDA eran colocados al mismo nivel. 

Aquel discurso de los años cincuenta, nacido de la propaganda de los ex nazis de Bonn reciclados en democristianos y liberales, es hoy discurso oficial. Hay una especie de miedo institucional, quizás agresividad preventiva (no vaya a ser que los sueños revivan y despierten), no ya hacia el comunismo, sino hacia su cadáver. (...)"         (Rafael Poch , Diario de Berlín, 29/11/2013)

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