"El término “Economía Colaborativa” proviene de la expresión inglesa “Sharing Economy”, divulgado separadamente por Lisa Gansky[1] y Rachel Bootsman con Roo Rogers[2] en 2010.
Denomina acciones de distinto tipo, con
una característica común: todas están basadas en las tecnologías de la
información y comunicación, que permiten la creación de redes sociales y
portales, donde se pueden realizar interacciones entre individuos de
forma masiva.
Bajo este paraguas, se incluye por el momento 4 epígrafes: Conocimiento abierto, consumo colaborativo, finanzas compartidas y producción colaborativa.
Como factor principal, la construcción de inmensas bases de datos que
se gestionan de forma colectiva e interactiva y que se pueden compartir y
actualizar en tiempo real por los usuarios.
Esto nos acerca a una concepción del ser
humano como insecto social, que por primera vez comparte una
superestructura de datos/información/conocimiento transmisible y
utilizable por todos los individuos. Una suerte de inteligencia
colectiva. A esto lo llamamos mesh (malla) o red (red social). Y
cada usuario constituye un nodo (nudo) de la red, de múltiples redes
superpuestas. Como una red neuronal. (...)
La red facilita la estructuración de la
sociedad en grupos, de forma relacional, tal como la concibe Pierre
Bourdieu. El mecanismo relacional es intrínseco a la red.
Por este motivo, además de la citada
mejora de la eficiencia económica, la utilización – ya sea remunerada o
altruista – de la economía colaborativa en redes sociales aumentará de
forma exponencial (viral).
En el futuro, es de prever que
coexistirán modelos de trabajo basados en el lucro personal y
empresarial, con otros más altruistas, orientados a la cooperación y
desarrollo de las personas, en todos los ámbitos de la economía
colaborativa.
La tarea a realizar consiste en la adecuada regulación de
las actividades, de tal manera que se interfiera lo mínimo posible en la
libertad y creatividad humanas, base del conocimiento y desarrollo,
evitando también situaciones de un desequilibrio excesivamente
ineficiente entre actores, en los distintos campos de juego de la
economía, la producción, el conocimiento y las finanzas.
La valoración de nuestras acciones,
métodos, actitudes y respuestas en la red será más visible y matizada.
Las interacciones de “amistad” y “me gusta/no me gusta” empiezan a ser
la prehistoria de la red.
Las grandes corporaciones se han visto obligadas a gestionar su reputación en redes sociales: nuestros votos monetarios
empiezan a tener un poder, también como elementos para la toma de
decisiones de inversión y de los sistemas y modos de producción y
contratación de nuestros proveedores, aunque éstos sean de gran tamaño.
La difusión más abierta y libre de los
sistemas y mecanismos de consumo, producción, conocimiento y finanzas
puede ayudar al desarrollo de las personas. ¿De algunas? ¿De todas?
Libertad, como capacidad de conocer y
pensar. Igualdad, como capacidad de actuar libremente. Fraternidad, como
capacidad de amar. ¿También en la red?" (Joaco Alegre, Economistas frente a la crisis, 13/12/2014)
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