"Lo que está en juego con el Acuerdo Transatlántico para el Comercio y
la Inversión (conocido por el acrónimo en inglés TTIP) es fácil de
entender.
Cuando dos bloques económicos están en declive, el más
poderoso (EEUU) procura establecer acuerdos con el menos poderoso (UE)
para frenar su propio declive. Los costes para el menos poderoso son
enormes ya que los términos del acuerdo tienden a privilegiar los
intereses del más poderoso.
Si hay dudas sobre quién ganará con el
acuerdo en proceso de negociación, basta observar la avalancha de lobbies
de las grandes empresas multinacionales norteamericanas y su ferviente e
intrusiva actividad en Washington, Bruselas y Estrasburgo.
El declive del poder económico-financiero de Estados Unidos es cada
vez más evidente. Después del 11 de septiembre de 2001, la CIA financió
un proyecto llamado “Proyecto profecía” diseñado para prever posibles
nuevos ataques a Estados Unidos a partir de movimientos financieros
extraños y de gran envergadura.
Bajo diferentes formas, este proyecto ha
continuado, y uno de sus participantes prevé el próximo crash
del sistema financiero basándose en las siguientes señales: Rusia y
China, los mayores acreedores de Estados Unidos, han vendido bonos del
Tesoro y a cambio han adquirido enormes cantidades de oro; ambos países
están utilizando cada vez más sus monedas y no los petrodólares en las
transacciones de petróleo (todos recordamos que Sadam y Gadafi
procuraron utilizar el euro y el precio que pagaron por la osadía); por
último, el FMI (el caballo de Troya) se prepara para que en los próximos
años el dólar deje de ser la moneda de reserva y sea reemplazada por
una moneda global, los Derechos Especiales de Giro (en inglés Special Drawing Rights: SDR).
Según los autores del Proyecto profecía, todo esto indica que un ataque
contra Estados Unidos está cerca y que para defenderse el país debe
mantener los petrodólares a toda costa, asegurando el acceso
privilegiado al petróleo y al gas, tiene que contener a China y
debilitar a Rusia, idealmente provocando su desintegración, tipo
Yugoslavia.
Curiosamente, los “especialistas” que ven en la venta de
deuda de Estados Unidos una actitud hostil por parte de potencias
agresoras son los mismos que aconsejan a los inversores estadounidenses
proceder de la misma manera, es decir, deshacerse de los bonos, comprar
monedas de oro e invertir en bienes sin los cuales los humanos no pueden
vivir: tierra, agua, alimentos, recursos naturales, energía.
Transformar las señales evidentes de declive en previsiones de
agresión tiene como objetivo justificar la guerra como medio de defensa.
Ahora la guerra es altamente rentable para Estados Unidos, debido a la
superioridad que tiene en su conducción.
Además, a diferencia de Europa,
la guerra nunca se librará en suelo estadounidense, salvo en caso de
una guerra nuclear. Una potencia hegemónica en declive tiende a volverse
caótica y errática en su política internacional. Wallerstein afirma que
Estados Unidos se ha convertido en un “cañón suelto” (a loose canon),
un poder cuyas acciones son imprevisibles, incontrolables y peligrosas
para sí mismo y para sus propios aliados.
En este caso, esta política
consiste en vincular Europa a las prioridades de TTIP, volverla más
dependiente de Estados Unidos en materia de energía (Energías de
Portugal acaba de cerrar contratos de importación de gas natural de
Estados Unidos) e implicarla en la nueva guerra fría mediante el
fortalecimiento de la OTAN, donde la superioridad militar de Estados
Unidos es inequívoca, tanto como la superioridad económica en el caso
del TTIP.
Al dejarse implicar en la nueva guerra fría, Europa actúa en contra
de sus intereses económicos y pierde la relativa autonomía que había
construido en el plano internacional después de 1945. Pone la economía
europea al servicio de la política geoestratégica de Estados Unidos, se
vuelve energéticamente más dependiente de Estados Unidos y sus Estados
satélites y pierde la oportunidad de crecer con la entrada de Turquía en
la Unión Europea.
Y lo más grave es que esta irracionalidad no es
resultado de un error de evaluación de los intereses de los europeos. Es
muy probablemente un acto de sabotaje por parte de las élites
neoconservadoras europeas en el sentido de volver a Europa más
dependiente de Estados Unidos, tanto en el plano energético y económico
como en el militar. Por eso, la profundización de la participación en la
OTAN y el TTIP son dos caras de la misma moneda." (Boaventura de Sousa Santos, Público, 10/01/2015)
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