"(...) ¿qué hace a Bután diferente? La respuesta corta es que han hecho una de las apuestas más serias por un modelo de desarrollo que supere los fracasos del modelo capitalista tal y como lo conocemos. (...)
La economía de la felicidad es un moderno acuño de la economía política y las teorías del desarrollo para referirse a algunos experimentos que pretenden superar la clásica concepción del desarrollo en términos puramente monetarios. (...)
Es así que hace 40 años, cuando las modernas potencias occidentales introdujeron el desarrollo como un proceso consciente de agencia y comenzaron a intentar cuantificarlo se le preguntó a Bután: ¿cuál es el Producto Interior Bruto (PIB) de vuestro país? Lo que sucede a continuación es el punto de partida de la historia de Bután que nos interesa para este artículo.
ARTÍCULO RELACIONADO: Introducción al concepto de desarrollo (Juan Pérez Ventura, Enero 2015)
El que había sido recientemente coronado
Rey de Bután en 1972, Jigme Singley Wanchuck, respondía a la anterior
pregunta con su famosa cita: “A Bután no le importan las posesiones
materiales de sus habitantes, sino lo felices que son”. Sobre la
orientación que iba a dar a su modelo de desarrollo el rey de Bután
concluía: “No nos importa medir el PIB, sino el FIB, la felicidad
interior bruta de nuestro país”.
En ese momento es en el que se forja el
compromiso de Bután en torno a la satisfacción de los indicadores que
convinieron en medir con el Índice de Felicidad Bruta o la Felicidad
Nacional Bruta (FNB). Y se mantiene intacto hasta la actualidad. Este
índice se ha convertido en una verdadera alternativa al PIB y constituye
una apuesta firme por orientar su política económica y social hacia
otros objetivos que difieren del simple progreso económico, al menos en
los términos en que lo conocemos.
El índice de FNB incluye nueve áreas a
las que atender para medir el desarrollo del país, aunque se suelen
resumir en cuatro objetivos: bienestar económico, salud, educación y
diversidad y resiliencia ecológica.
En efecto, de los nueve indicadores sólo uno es el que se refiere al
progreso económico, medido a través de la cuantificación de los bienes,
la posesión de vivienda y el ingreso per cápita familiar.
¿Significa
esto que a Bután le preocupa poco el bienestar material de sus
habitantes? La realidad es que si en algo están de acuerdo todas las
teorías del desarrollo es en que la necesidad básica de bienestar
material, esto es: un ingreso suficiente, una provisión de alimentación,
de salud, y vivienda-descanso adecuadas, son cuestiones que van más
allá de la “buena vida” y son supervivencia directa.
Lo que Bután
plantea con su índice de FNB es la necesidad de incluir en la agenda
política otras cuestiones que vayan más allá del progreso en términos
económicos, y que en cualquier caso busquen el equilibrio entre el
progreso material y el crecimiento sostenible. Bután se haya en la
búsqueda de una buena vida, de la felicidad. ¿Para qué si no se
organizan los humanos como colectividad?
Las cuestiones que van más allá del
progreso económico son, entre otras, el buen uso del tiempo, y especial
atención a la diversidad y resiliencia ecológica. Junto a esto, Bután
entiende que la felicidad se halla en la satisfacción de un tipo de
necesidades inmateriales que se refieren a la libertad, la estabilidad
emocional y psicológica y la identidad.
La vitalidad de la comunidad de
referencia y la participación en los ritos sociales y prácticas
culturales cumplen la función de dar un sentido a la trayectoria vital
de los individuos. Esta búsqueda de la realización personal y social del
individuo está estrechamente ligada a la concepción sobre la felicidad
para los budistas (el sukha).
Esta felicidad habrá de encontrarse en un verdadero entendimiento del mundo y el yo:
en las relaciones interpersonales, y no en las posesiones materiales.
En el fondo la cuestión del equilibrio entre PIB vs. FIB representa la
oposición: producir vs. felicidad o desarrollo económico vs. desarrollo
personal y social.
Dice al respecto Sulak Sivaraksa que: “De
acuerdo con los especialistas de desarrollo occidentales, podemos
aumentar la felicidad y satisfacción mediante el consumo de bienes y
servicios; mientras que, de acuerdo con los budistas, nuestra felicidad y
satisfacción sólo pueden aumentar reduciendo nuestro deseo de bienes
materiales”. Esta profunda convicción ha orientado hasta ahora la
manera de gobernar en Bután. Es lo que podemos llamar “las políticas del
eco-budismo”.
Eco-budismo en el Himalaya. ¿Es posible entender Bután sin entender el budismo?
Bután enfrenta la dificultad de combinar
el rápido crecimiento económico propio de las primeras fases de
desarrollo de un país, con la importancia de la conservación de sus
vastos recursos naturales.
La Constitución de Bután (aprobada en el año
2009) incluye la satisfacción de la Felicidad Nacional Bruta como
objetivo político de primer orden, y específicamente incluye, en su
artículo 5, apartado 3, la obligación del gobierno de asegurar el
mantenimiento de un mínimo del 60% de bosque salvaje.
Es una
constitución sin precedentes al crear una protección tan específica para
sus espacios naturales vírgenes. Y es que se han tomado muy en serio la
satisfacción de sus objetivos de diversidad y resiliencia ecológica: de
ello depende el futuro del país y su turismo, por lo que es una
cuestión que merece ser tratada con especial mimo.
Abierta la nueva etapa constituyente, el
país debe plantearse las soluciones posibles para enfrentar problemas
ecológicos derivados del daño a la vida silvestre y los problemas de
urbanización consecuencia del desarrollo. Se propone así una visión
integral de la protección del medio ambiente desde la acción del Estado.
Para ello, se crea la Comisión Nacional del Medio Ambiente, la cual
enfrenta 4 problemas principales: el alto nivel de explotación de las
tierras; la elevada deforestación; los problemas de erosión e
inundaciones; y la degradación de la baja productividad de las tierras
de cultivo, de las que depende casi totalmente su economía.
Paralelo a ello, numerosas voces del entorno económico
internacional han instado repetidamente a Bután para que explote sus
vastos recursos madereros y cinéticos como vía rápida de desarrollo. En
efecto, la riqueza y diversidad natural del país es un poderoso activo
económico que ha llamado la atención de la industria transnacional.
Sin
embargo, lo que se ha hecho ha sido respetar y acogerse al primer
principio que uno encuentra en “el manual del buen ecologista”: hacer un
uso del entorno que trate de no comprometer el uso de futuras
generaciones. Es así que, por ejemplo, Bután ha optado por el sector
hidroeléctrico como fuente de energía renovable y actividad económica
sostenible para el país.
En la actualidad va camino de convertirse en
una de las fuentes principales de ingresos de la nación. Mientras,
mantiene prácticamente intactos sus recursos naturales. ¿Hasta cuándo
resistirá Bután la presión desarrollista que le invita a explotar su
patrimonio? ¿Está sólo en el mundo en este intento? (...)
Bután: la dictadura de la virtud
En el empecinado intento por mantener su
posición frente a la corriente de desarrollo económico y social
hegemónica, Bután ha legislado activamente por la defensa de la virtud
como ellos la entienden.
Apuntaremos a continuación algunas curiosidades
o datos sobre el país que nos hacen pensar en Bután como un bastión en
defensa de la vida recta, pura y virtuosa. Lo llamaremos “la dictadura
de la virtud”, aunque desde 2009 pasara de ser una monarquía absoluta a
una constitucional.
A estas alturas se hace especialmente
importante recordar que Bután es un país muy pequeño, de pocos
habitantes, y predominantemente agrario. Hasta hace medio siglo era
prácticamente un desconocido y su aislamiento en la espiritualidad
budista hacía que nadie prestara atención a un país que no parecía más
que un mosaico de monasterios religiosos y pequeñas poblaciones rurales.
A continuación se detallan algunas particularidades que han de ser
entendidas en este contexto, pero algunas pueden servir de ejemplo para
inspirar modelos de desarrollo de países vecinos o de similares
características. Reconozcamos no obstante la singularidad de Bután, en
el que no todo son luces sino que esconde también algunas sombras.
En Bután no hay semáforos. Su capital,
Thimbu, es una pequeña población urbana con el caótico tráfico tan
propio de India o Nepal, pero que parece poder prescindir de las
convencionales normas de tráfico occidentales.
Entre 1999 y 2000 se introducen en Bután
por primera vez servicios limitados de televisión e internet. Ambas
tecnologías, tan asumidas por el “mundo desarrollado”, fueron objeto de
recelo para el modelo de desarrollo butanés durante un tiempo.
Igualmente, están prohibidas las bolsas de plástico.
Es una medida
ejemplar que muestra el compromiso del país con el respeto por la
naturaleza y el uso consciente de los recursos naturales. También está
prohibida la venta y distribución de tabaco y productos derivados del
tabaco. El tabaquismo, como otras adicciones, es una de las mayores
contradicciones de la racionalidad del individuo moderno. Así lo
entienden los budistas.
El turismo en Bután es un potente activo
económico, pero es estrictamente regulado por el Estado en aras de
mantener la sostenibilidad de la explotación de su patrimonio natural y
cultural. Sólo se puede viajar desde el extranjero mediante un paquete
turístico cerrado previo pago de un importe (que en la actualidad es en
torno a 200$ por día, aunque está en continúa revisión) que incluye el
alojamiento, manutención y las visitas por el país.
Como última cuestión, pero quizá la más
preocupante, es la de las minorías étnicas de origen indio o nepalí: los
ithosampas. Esta población asentada principalmente en el sur del país
fue privada del derecho de ciudadanía en 1985, lo que forzó al exilio a
una buena parte de ellos durante las siguientes décadas. En 2007 se
estimaron 108.000 refugiados en campamentos de Nepal, aunque se han ido
reasentando la mayoría en países extranjeros. La situación sigue sin
resolverse en la actualidad. " (Luis Rodriguez , El orden mundial s. XXI, 28 mar, 2015)
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