9/7/15

Es el designio del amor que una presencia radiante lo llene todo y la ausencia de esa presencia todo lo vacíe

"Recordando el trauma de la muerte de su padre, escribió Alfonso Reyes: “Después me fui rehaciendo como pude, como se rehacen para andar y correr esos pobres perros de la calle a los que un vehículo destroza una pata; como aprenden a trinchar con una sola mano los mancos; como aprenden los monjes a vivir sin el mundo, a comer sin sal los enfermos”. 

¡Afortunado él, que se rehízo! Cuando este cinco de junio tuve ante mí la bulliciosa pradera de Epsom, ferviente de gloriosas expectativas, me dije: “Aquí estuvo el jardín de mis delicias, ahora triunfo de la muerte”. 

Desolado, devastado y sin embargo idéntico. Es el designio del amor que una presencia radiante lo llene todo y la ausencia de esa presencia todo lo vacíe. Sólo una cosa falta y ya todo sobra.  (...)

¡La alegría, que envidia! Aún me acuerdo un poco de cómo era. Al final de Las palmeras salvajes de William Faulkner, el protagonista aniquilado por la muerte de su amada se detiene ante el abismo: “Entre la pena y la nada, elijo la pena”. Pero ¿y cuando la pena crece más que la nada? Cuando se convierte en una nada que duele…"           (   , El País, 26 JUN 2015)

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