"(...) El Confidencial habló extensamente con David Talbot, quien arroja
luz en la conversación sobre los años que van desde el inicio de la
presidencia de JFK hasta el asesinato de Robert.
E.C. Ha definido La conspiración como un drama épico
americano. Y hay mucho de gran tragedia, porque es la historia de dos
hermanos provenientes de la élite que quisieron transformar el mundo, se
enfrentaron a las fuerzas que impedían el cambio y acabaron asesinados.
D.T. Sí, Brothers da la verdadera medida del valor de los hermanos
Kennedy. A los medios de EEUU les gusta centrarse principalmente en el
aspecto físico y en el estilo de la familia mucho más que en la parte
más valiente de los Kennedy.
La verdadera razón por la que hay que
recordar a John F. Kennedy y a su hermano Robert, quien fue su principal
compañero político, es que sacrificaron sus vidas para hacer que la
historia avanzase. Los dos grandes problemas a los que se enfrentaba
Estados Unidos cuando John asume la presidencia en 1961 eran la
supervivencia humana en la era nuclear y el creciente clamor por la
justicia racial.
Los Kennedy lograron que se avanzase enormemente en
esas dos cuestiones esenciales y, al hacerlo, se enfrentaron contra el
poderoso establishment de seguridad nacional de EE.UU. que estaba
decidido a tener un enfrentamiento nuclear con la Unión Soviética, a
pesar de las enormes pérdidas de vidas humanas que se habrían derivado
de ello.
Los Kennedy también desafiaron al ala sureña de su propio
partido y al racismo arraigado en el sur estadounidense. Hay que tener
en cuenta que JFK envió agentes federales y soldados del Ejército de
Estados Unidos a la Universidad de Mississipp,i en una noche infernal de
disturbios y violencia, para obligar a la universidad a admitir a su
primer estudiante negro y tuvieron que pagar un precio terrible por ello
en forma de profundos resentimientos.
La posición de Robert fue peculiar, porque sospechaba que la muerte
de su hermano no la había causado un francotirador solitario, pero
tampoco podía investigar a fondo para saber qué había ocurrido y menos
aún proclamar sus dudas. Tuvo que soportar mucho dolor, y mucho miedo,
mientras planificaba los movimientos estratégicos que le podrían llevar
al poder de nuevo.
Sí, Robert Kennedy fue sometido a una prueba agónica tras el
asesinato de su hermano. RFK fue uno de los investigadores más
experimentados de los Estados Unidos, cuya destreza adquirió en la lucha
contra la Mafia que llevó a cabo cuando fue un joven asesor del Senado y
que prosiguió como Fiscal General, una vez que su hermano alcanzó el
poder. Robert Kennedy también se enfrentó con la CIA, que a su juicio no
era lo suficientemente leal al presidente Kennedy.
En 1962, Robert estaba profundamente alarmado al descubrir que estas
dos fuerzas clandestinas, la CIA y la Mafia, habían planeado un complot
para asesinar a Fidel Castro. Cuando Robert Kennedy escuchó la trágica
noticia de la muerte de su hermano el 22 de noviembre de 1963,
inmediatamente sospechó que esta peligrosa alianza entre la CIA y la
Mafia se había vuelto contra JFK.
Pero el nuevo presidente en la Casa
Blanca, Lyndon Johnson, odiaba al joven Kennedy, y la Comisión Warren,
designada por el presidente Johnson para investigar el asesinato de JFK,
fue dirigida por enemigos de los Kennedy. Así que Robert sabía que iba a
tener que esperar a regresar al poder para investigar a fondo la muerte
de su hermano. Esa es una de las razones por las que RFK decidió
postularse a la presidencia en 1968.
Robert tenía la sospecha de que después de su hermano,
vendría él, que su persona constituía un problema pendiente. Usted
asegura que un aspecto importante de la operación contra JFK era lograr
inmovilizar a Robert.
El complot contra JFK fue orquestado por expertos y tenía todas las
características de una operación de inteligencia sofisticada. Tan pronto
como Robert se enteró de la muerte de su hermano, supo que se estaba
enfrentado a un enemigo poderoso. Y sabía que no podía confiar en las
agencias de seguridad que habían traicionado a su hermano, la CIA , el
FBI o el Servicio Secreto.
Así, en la tarde del 22 de noviembre 1963, la
casa de RFK en McLean, Virginia, fue rodeada por US Marshals
partidarios de Kennedy, figuras pertenecientes a un departamento menor
del gobierno federal. Los US Marshals estaban dirigidos entonces por un
duro neoyorquino de origen irlandés en quien la familia Kennedy
confiaba.
Este es un momento sumamente dramático en la historia de EEUU,
con el gobierno violentamente fracturado y con el Fiscal General y el
hermano del presidente rodeado de protección porque le podían matar y no
sabía quién, si la CIA o los sicarios de la Mafia.
En los días posteriores al asesinato de JFK, cuando estos rumores
sobre Oswald se propagaban masivamente a través de los medios de EEUU,
Robert y Jacqueline Kennedy, la viuda de JFK, pidieron a Walton que
llevase un mensaje a los funcionarios soviéticos trasladándoles que
ellos no culpaban a Moscú del asesinato y que sospechaban que el
presidente había sido víctima de una conspiración en el más alto nivel
de EEUU. Se trata de un mensaje muy peculiar para enviarlo a Moscú
durante la Guerra Fría, y revela de modo inequívoco la escasa confianza
que Robert Kennedy tenía en su propio gobierno.
¿Menospreciaron los Kennedy las fuerzas a las que se enfrentaban?
Porque parece evidente que cuando tu enemigo es J. Edgar Hoover, va a
haber problemas seguro. O cuando lo es alguien como Curtis LeMay, un
militar que, según cuenta, fue capaz de decirle a la esposa de un
senador que la guerra con la Unión Soviética era inevitable, que la
mayoría de las ciudades estadounidenses acabarían destruidas y que lo
mejor que podía hacer era huir a una zona despoblada.
Es cierto que los Kennedy, a causa de su riqueza, sus privilegios y
su ambición, tenían demasiada fe en su capacidad de transformar la
estructura de poder de Washington. Ellos no valoraron plenamente el
poder de hombres como el jefe de la Fuerza Aérea Curtis LeMay (a quien
JFK consideraba un belicista fuera de control), el director del FBI J.
Edgar Hoover, y el legendario director de la CIA Allen Dulles.
Cuando
JFK despidió a Dulles, después de la desastrosa invasión de Bahía
Cochinos en 1961, se ganó un enemigo peligroso. Dulles estaba en el
centro de lo que el profesor Peter Dale Scott ha llamado “política
profunda” (Deep politics) esa red oculta de intereses poderosos que
manipulan las acciones oficiales desde bastidores.
Cuando fue expulsado
de la CIA, Dulles siguió trabajando como si estuviera todavía en el
poder, convirtiendo su casa en el barrio de Georgetown de Washington en
el centro de un gobierno en el exilio contra Kennedy. Entre los muchos
agentes de la CIA que fueron a visitar a Dulles o que se comunicaron con
él estaban James Angleton, Richard Helms, Howard Hunt y William Harvey,
todos ellos conectados, según los investigadores, con el asesinato del
presidente Kennedy y su posterior encubrimiento. (...)
El asesinato descarado del presidente Kennedy, a plena luz del día en
las calles de una ciudad de Estados Unidos, envió un mensaje
escalofriante a la élite de EEUU. Los líderes políticos como Lyndon
Johnson y Richard Nixon inmediatamente se dieron cuenta de que JFK fue
víctima de una poderosa conspiración y hablaban entre ellos en voz baja
entre ellos acerca de las consecuencias de este crimen, mientras
aseguraban al público que Oswald había actuado solo y que el caso estaba
cerrado.
Los medios de EEUU, incluyendo amigos cercanos de JFK como el
editor del Washington Post Ben Bradlee, también estaban preocupados en
privado acerca de la existencia de una conspiración, pero no hacían nada
para investigar el crimen y promovían el mito del francotirador
solitario.
Ningún miembro de las élites políticas o de los medios de
comunicación de EEUU estaba dispuesto a arriesgar su carrera (o su vida)
abriendo la puerta de este oscuro túnel. A excepción de Robert Kennedy,
que corrió la misma suerte que su hermano.
También fue traumático para el ciudadano, que vio cómo la
máxima autoridad de su país podía morir asesinada sin mayor problema. En
este sentido, ¿en qué cambiaron los asesinatos de los hermanos Kennedy
los EEUU?
El asesinato de JFK traumatizó a toda una generación de
estadounidenses. Desde Dallas, las encuestas han mostrado que la mayoría
de la población de EEUU ha tendido a rechazar la versión oficial de los
hechos.
Esto no sólo condujo a una constante erosión de la confianza
pública en la autoridad del gobierno y de los medios sino que también
dio lugar a un creciente malestar cívico que percibe que la democracia
de EEUU es una farsa y que el poder real está en manos de una élite
despiadada dispuesta a hacer cualquier cosa para mantener su estatus
privilegiado. (...)" (Sobre La conspiración, libro de David Talbot / El confidencial, en Sociología Crítica, 20/10/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario