23/5/16

La batalla contra la monopolización creciente no sólo es una batalla por la democracia, también es una batalla por la eficiencia y la prosperidad compartida

"(...)En la economía de hoy, muchos sectores – telecomunicaciones, televisión por cable, ramas digitales de los medios de comunicación social para la búsqueda en Internet, seguros de salud, productos farmacéuticos, agro-negocios, y muchos más – no se pueden entender si los miramos sólo a través de la lente de la competencia.

 En estos sectores mencionados la competencia que existe es oligopólica, no hablamos de la competencia “pura” que se describe en los libros de texto. Pocos sectores pueden ser definidos como sectores “tomadores de precios”; las empresas son tan pequeñas que no tienen ningún efecto sobre el precio de mercado. La agricultura es el ejemplo más claro, pero la intervención gubernamental en el sector es enorme, y los precios no se establecen, primordialmente, a través de las fuerzas del mercado.

El Consejo de Asesores Económicos (CEA) del presidente estadounidense Barack Obama, dirigido por Jason Furman, ha intentado calcular la magnitud del aumento en la concentración de mercado  y algunas de sus implicaciones. En la mayoría de las industrias, y de acuerdo con el CEA, las medidas estándar muestran grandes – y en algunos casos, dramáticos – aumentos en la concentración de mercado. El porcentaje de participación en el mercado de los depósitos de los diez primeros bancos, por ejemplo, aumentó de un nivel aproximado del 20% al 50% en tan sólo 30 años, entre el año 1980 al 2010.

Parte del aumento en el poder de mercado viene como resultado de los cambios en la tecnología y en la estructura económica: consideremos las economías en red y el crecimiento de las industrias del sector de servicios a nivel local.

Una parte de dicho aumento de poder se debe a que las empresas – Microsoft y las compañías farmacéuticas son buenos ejemplos – han aprendido y mejorado las fórmulas para erigir y mantener barreras de ingreso, a menudo con el apoyo de fuerzas políticas conservadoras que justifican la laxa imposición de legislación antimonopolística y el fracaso en la imposición de limitaciones al poder de mercado basándose en el razonamiento que indica que los mercados son competitivos “por naturaleza”.

Otra parte del mencionado aumento refleja el abuso descarado y el apalancamiento de dicho poder de mercado a través de procesos políticos: los grandes bancos, por ejemplo, presionaron al Congreso de Estados Unidos mediante acciones de lobby para que modificara o derrogara legislaciones que separaban la banca comercial de otras áreas de las finanzas.

Las consecuencias de todo ello se pueden ver claramente a través de los datos, los mismos que muestran un aumento de la desigualdad en todos los niveles, no sólo a lo largo del espectro de las personas individuales, sino también a lo largo y ancho de las empresas. El informe del CEA señaló que “las empresas que están en el 90 percentil ven rendimientos sobre sus inversiones en capital que son más de cinco veces la mediana. Hace solo un cuarto de siglo atrás esta ratio estaba más próxima a dos veces la mediana”.

Joseph Schumpeter, uno de los grandes economistas del siglo XX, argumentó que uno no debe preocuparse por el poder del monopolio, ya que estos sólo serían temporales. Se daría una feroz competencia por el mercado y esta competencia sustituiría la competencia en el mercado y se garantizaría que los precios se mantuvieran competitivos. Mi propio trabajo teórico demostró, ya hace un tiempo, los defectos del análisis de Schumpeter y, ahora, los resultados empíricos nos proporcionan otra clara confirmación.

Y es que los mercados de hoy en día se caracterizan por la persistencia constante de elevadas ganancias monopolistas.
Las implicaciones de esto son profundas. Muchas de las suposiciones acerca de la economía de mercado se basan en la aceptación del modelo competitivo, con rendimientos marginales conmensurados a las contribuciones sociales.

 Este punto de vista ha dado lugar a dudas acerca de la intervención oficial: si los mercados son fundamentalmente eficientes y justos, es poco lo que (incluso el mejor de los gobiernos) podría hacer para mejorar la situación.

Pero si los mercados se basan en la explotación, la lógica que justifica una actitud laissez-faire desaparece. En efecto, en ese caso, la batalla contra el poder atrincherado no sólo es una batalla por la democracia, sino que también es una batalla por la eficiencia y la prosperidad compartida."             (El Viejo Topo,18 mayo, 2016 Joseph E. Stiglitz)

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