17/10/16

La obligación del gobierno es mantener el gasto en el nivel para el cual la demanda total del sistema no origina ni inflación ni deflación, empleando los recursos reales que están parados, fundamentalmente todo el trabajo disponible... el trabajo garantizado

"(...) El dinero representa una promesa de pago que puede ser creada por todo el mundo. La clave para convertir estas promesas en dinero es que cada vez más personas o instituciones las acepten. 

Las relaciones sociales presentan una jerarquía de dinero que puede ser vista como una pirámide de varios niveles, donde los niveles simbolizan promesas con diferentes grados de aceptabilidad y en cuya parte superior se encuentra la deuda del gobierno.

 Las deudas de los hogares y las empresas, que se encuentran en la base de la pirámide, son aceptadas debido a su convertibilidad (al menos potencialmente) en relativamente promesas más aceptables. Estas deudas no son aceptadas en las oficinas del Estado para pagos de impuestos y, por lo tanto, es poco probable que lleguen a ser ampliamente aceptadas como medios de pago, mientras que esta condición es la que respalda a los depósitos bancarios que representan la mayor parte del dinero que circula en la economía. 

Que todo dinero civilizado sea chartalista no significa necesariamente que solo el Estado cree el dinero, ni mucho menos que controle la oferta monetaria.

La comprensión del dinero como una criatura del Estado desde la TMM conduce lógicamente al armazón operativo conocido como Hacienda funcional, desarrollado por el economista norteamericano Abba Lerner en contraposición de los objetivos presupuestarios que definen lo que erróneamente se denomina Hacienda responsable (que bien podría llamarse Hacienda disfuncional), tomando los presupuestos del Estado como una herramienta para alcanzar el pleno empleo y la estabilidad de precios, objetivos reales que definen lo que debería ser la acción responsable de un gobierno. 

El objetivo de toda regulación de la actividad económica ha de conseguir que la cuantía del gasto no sea ni demasiado pequeña (lo que produciría desempleo), ni demasiado grande (lo que daría lugar a la inflación).

Un Estado soberano gasta mediante la emisión de sus propias promesas, no se enfrenta a restricciones financieras operativas, si bien puede enfrentarse a restricciones políticas como ocurre hoy. La soberanía monetaria requiere que no se opere bajo las restricciones de tipos de cambio fijos, como la dolarización o las uniones monetarias. 

Los Estados que emiten su propia moneda no tienen ninguna obligación de tomar prestado o recaudar impuestos para sus gastos. 

El primer principio de la Hacienda funcional de Lerner es que el Estado debería aumentar los impuestos sólo si los ingresos del público son tan altos que amenazan con provocar inflación. Un segundo principio es que el Estado debe emitir bonos solo si hay presión a la baja sobre las tasas de interés, drenando las reservas excedentes de los bancos para mantener la tasa objetivo del Banco Central.

Sustituir la mal llamada Hacienda responsable por la Hacienda funcional no es sustituir una regla fija por una de libre discreción, tal y como habitualmente reprochan los críticos de la TMM sin fundamento alguno, normalmente por la incomprensión del dinero al haber sucumbido al cuento del trueque de los economistas, quedando hechizados por el fetichismo hacia el oro.

 El establecimiento de la Hacienda funcional es la sustitución de una regla por otra. En vez de mantener el gasto público en el nivel en que es igual a la recaudación de impuestos, se impone al gobierno la obligación de mantener el gasto en el nivel para el cual la demanda total del sistema no origina ni inflación ni deflación, empleando los recursos reales que están parados, fundamentalmente todo el trabajo disponible, dándoles unos usos elegidos democráticamente.

Desde la Asociación por el Pleno Empleo y la Estabilidad de Precios (APEEP) creemos que el primer paso para hacer políticas progresistas es abandonar el discurso del equilibrio presupuestario y dejar de marear la perdiz en plazos y velocidades de reducción del déficit. 

Debemos deshacernos de los mitos en torno al dinero y reclamar el poder disponer de soberanía monetaria para tener el espacio fiscal adecuado para operar, entendiendo el déficit como algo ni bueno ni malo, tan solo como una herramienta del tamaño necesario para alcanzar los objetivos que nos proponemos como sociedad. La izquierda necesita aprender de la Teoría Monetaria Moderna."              (Esteban Cruz Hidalgo, Attac España, 14/10/16)

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