"Silvia opositaba a juez. La primera vez que fue al examen estaba,
como todos, “muy nerviosa”. Otra aspirante, que dormía en un hotel al
lado de la sede del Tribunal Supremo, se vistió el día de su examen con
su blusa y pantalones de pinza para ir a examinarse.
A punto de entrar
en la sala, se dio cuenta de que iba con las zapatillas de estar por
casa, que eran rosa fucsia y de cuadritos. Así hizo el examen. Silvia
recuerda sobre todo cómo impone la sala enorme. Allí están los siete
miembros del Tribunal en su tribuna y su terciopelo, muy solemne.
Empezó
a cantar y duró 7 minutos, cuenta Silvia.
“Empiezo a decir ‘esto está
muy mal, esto está muy mal’ y me quedo callada, les miro y veo que me
ignoran, que están mirando el código”. Uno de ellos sí le miraba y con
la cabeza le animaba a que siguiera.
Pero Silvia estalló: “En tal ataque
de nervios me puse de pie y dije ¡solicito permiso para retirarme!’
Pedí permiso para retirarme como si fuera a despegar del aeropuerto de
Barajas”. Salió tan corriendo que la tuvieron que ir a buscar para
devolverle el DNI. (...)
El gobierno ha anunciado que convocará 250.000 plazas de empleo público, la mayor partida de los últimos años. La mayoría será para interinos, mientras que algunos altos cargos como jueces y fiscales tendrán las mismas 100 plazas de los últimos años. Para la selección, el gobierno seguirá confiando en el método de siempre: las oposiciones. (...)
Las oposiciones son hoy un sistema viejo, aleatorio e ineficaz. España
escoge a miles de personas que llevarán el peso de su administración
pública con métodos que nunca han sido comprobados. El sacrificio como
demostración y la tradición —siempre se ha hecho así— son sus valores
más aparentes. (...)
Los instrumentos científicos que podrían ayudar a afinar la selección
son variados, según Salgado: “Además de los test de conocimientos, se
han utilizado entrevistas conductuales estructuradas (particularmente
valiosa), test cognitivos, inventarios de personalidad, test de
integridad, simulaciones, role-play, test de liderazgo, cuestionarios de
orientación al servicio de usuario, test de juicio situacional o test
de conocimientos tácitos“. (...)
El encierro en casa
de miles de jóvenes durante algunos de los mejores años de sus vidas
también trae consecuencias: “Lo peor es el momento pijama: levantarte,
ducharte, volver a ponerte el pijama y a tu cuarto con tus libros”, dice
la aspirante a Letrado de Cortes. El pijama es solo un problema:
“Tienes 26 años y vas con la paguita de los papis.
Mis amigos ya
trabajaban y a todo decía que no. Te abandonas, no te compras ropa. Te
vuelves rarito. Tienes que decirte que eres un desgraciadito pero cuando
apruebas ves que ha valido la pena”, dice un inspector de Trabajo.
Este derroche de energía lo pagan los opositores, pero
también la sociedad: esas personas serían más útiles haciendo otra cosa.
El sistema podría ayudar y hacer la selección antes. Es más fácil
reconducir una vocación a los 24 —con una frustración de un año– que a
los 29 y tras 6 de encierro. (...)
Tras años de estudio, es injusto e irracional que el éxito
dependa de situaciones aleatorias o desiguales para los candidatos. Pero
así es. Según los cálculos de Manuel Bagüés, profesor de la Aalto
University (Finlandia), la probabilidad de ganar una plaza aumenta un
55% si el opositor obtiene uno de los primeros números en el orden de
presentación: al avanzar el día los tribunales se vuelven quisquillosos.
También es peor examinarte un lunes o sufrir aplazamientos. Cada día
que a un opositor a Notarías lo convocan y no lo examinan, sus opciones
se reducen un 5%. (...)
La oposición es un riesgo: supone invertir años en un éxito
improbable. No es una apuesta cautelosa, como quien estudia por las
tardes mientras trabaja por la mañana. Es toda la vida dedicada a un
objetivo. ¿Quién puede hacerlo? En mayor medida gente con más renta y
colchón familiar: no tienes trabajo pero pagas al preparador.
El dinero es una ventaja material. Pero no es la única que
ofrece el origen de un opositor: ¿quién sabe a los 17 años que ser
inspector de Trabajo, TECO (Técnico Comercial) y abogado del Estado son
salidas profesionales posibles? Quien lo ha visto en casa. En parte por
eso hay tantos notarios y registradores que son hijos de notarios y
registradores.
Los lazos familiares también predicen más aprobados. La
probabilidad de éxito de los candidatos con un apellido similar al de
miembros del Cuerpo del Estado al que aspiraban es un 100% superior a lo
normal, según los datos de Bagües. En el caso de diplomáticos y
abogados del Estado, la ventaja sube al 200%.
Los motivos pueden ser
legítimos: si tienes un familiar dentro, te habrá orientado mejor, y es
más probable que estudiases en la universidad idónea y tengas al mejor
preparador. Hasta puede que hayas heredado disciplina e inteligencia.
Pero hay motivos de inquietud: la ventaja de los familiares potenciales
desaparecieron en las pruebas escritas y anónimas de algunas
oposiciones.
Las personas que aspiran a una oposición tienen un perfil típico por
renta, edad y origen. También comparten rasgos psicológicos. Silvia es
un nombre ficticio porque no quiere usar el real. Como el resto de
funcionarios u opositores, que ha preferido no salir citado. La timidez
es un rasgo habitual en opositores: “Son conservadores en la toma de
decisiones, menos ambiciosos, con menor necesidad de actividad y
variedad, más introvertidos. Hay estudios que apuntan en esta línea”,
dice Táuriz.
La conservación de la tradición va en los genes del opositor: “No sé si
somos una carrera conservadora por nuestro origen, pero es evidente que
un chaval de 22 años que en vez de irse a recorrer el mundo decide
dedicar parte de su juventud a un premio posterior que le dure toda la
vida, ves visualmente qué tipo de persona es”, dice el fiscal García
Ortiz. (...)
El modo estricto de selección impide la frescura de otros perfiles que
podrían atreverse con otros modelos: “Si hemos aprendido algo de la
gestión de empresa de los últimos 30 años es que necesitas a gente muy
diversa”, añade Fernández-Villaverde. (...)
El MIR de los médicos podría ser un sistema alternativo. Al sistema suelen reconocerle dos ventajas: la práctica profesional y que sea progresivo.
El MIR arranca con un examen de conocimientos excelente, que
Salgado cree que podría ser un modelo para las oposiciones. Pero la
prueba de conocimientos no es suficiente: “Un médico también necesita
aprender y demostrar que sabe tratar a los pacientes, que sabe ser
miembro de un equipo y colaborar con otros, que sabe gestionar los
recursos, que es capaz de actualizarse y que lo hará, que es capaz de
resistir y soportar el estrés”, dice.
Los funcionarios necesitan en el
fondo aptitudes similares: “Ahora tienes un cuerpo de jueces y fiscales
que sabes que es gente dispuesta a trabajar varias horas al día a tope
de concentración durante un montón de tiempo”, dice el fiscal García
Ortiz. “¿Son también mejores operadores jurídicos? Eso ya no lo sabes”.
La otra virtud del MIR es que es escalonado: el examen no es
definitivo sino un escalón más. Antes de la prueba los estudiantes de
medicina ya han sido seleccionados: saben desde adolescentes que
necesitarán buenas notas si quieren entrar en la Facultad de Medicina.
También estudian 6 años de carrera conscientes de que al final habrá una
prueba donde el mejor podrá escoger. “En España estamos acostumbrados a
que sea difícil entrar en Medicina, pero cuando se trata de ciencias
sociales esa exigencia no existe”, dice Ibáñez-Colomo.
En otros países el acceso y en general las carreras en la
administración son más flexibles y están profesionalizadas. Es así en
Reino Unido y también en los países nórdicos, que son líderes en los
rankings de buen gobierno. El argumento más repetido en España para
justificar plazas en propiedad desde el principio es que así se protege
al funcionario de los vaivenes y la presión política.
“Ejemplos como el
del Reino Unido y de Suecia muestran que esto no es así —dice
Ibáñez-Colomo. Además, el sistema español no ha impedido que se cree
personal laboral dependiente de los vaivenes y la presión política”. (Jordi Pérez Colomé , Kiko Llaneras , El País, 09/04/17)
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