"(...) En 1994 Silvio Berlusconi llegó al poder en medio de las ruinas de la
DC, el partido católico-conservador que había dominado durante mucho
tiempo el gobierno nacional. En el poder desde la Segunda Guerra
Mundial, los democristianos se derrumbaron junto con sus rivales
comunistas al final de la Guerra Fría, y fue Forza Italia de Berlusconi
el partido que llenó el vacío.
Pero la nueva derecha Italiana no era un
simple cambio de nombre- era una novedosa coalición que se extendía
desde los socios de negocios del magnate hasta ex-fascistas.
Muchos han sugerido que los nueve años de gobierno de Berlusconi
(dispersos entre 1994 y 2011) fueron el “momento Trump.” para Italia. En
su historia los italianos han “exportado” fenómenos políticos tan
horrorosos como el fascismo en 1920 y el berlusconismo en1990. Por
tanto, hay mucho que aprender de la nueva derecha que ha logrado
propagarse desde Italia al extranjero.
Esto es importante porqué Berlusconi no era , como sus oponentes
afirmaban, sólo un charlatán que llego a ocupar un alto cargo. Su paso
por la política ha sido exitosa para la derecha porque produjo cambios
duraderos a la vida política italiana, incluyendo la casi destrucción de
la izquierda.
La comparación con Berlusconi debe entenderse dentro de unos límites
específicos. Los Estados Unidos del año 2017 no son lo mismo que la
Italia de 1990. Hoy en día existe confusión y realineamiento político en
todo el mundo. Como un espejo de su propio futuro, los eslabones
débiles del sistema se han instalado hasta en los estados más potentes y
estables.
La Italia de Berlusconi y, en el otro extremo del espectro político,
Syriza en Grecia son bancos de pruebas para una dinámica más amplia,
modelos que más temprano que tarde, los partidos o líderes tradicionales
están condenados a copiar.
Sin embargo, porque el “EE.UU de Trump” es potencialmente mucho más
peligroso haríamos bien en aprender algunas lecciones del berlusconismo.
Un tiempo de monstruos
En sus orígenes el berluconismo es la consecuencia del colapso (a
principios de 1990) de un orden político dominado el bipartidismo de la
Guerra Fría. En Italia hubo casi cincuenta gobiernos (entre 1947 y 1992)
de una coalición pro-OTAN que aseguraban el predominio del centro o del
centro-derecha, con un objetivo central: mantener al Partido Comunista
fuera del poder.
El católico y anticomunista Partido Demócrata Cristiano gobernó con
una serie continua de gabinetes que armonizaban los intereses de sus
facciones internas y la de sus socios de coalición. Convencidos que el
estado era su propiedad de manera permanente constituyeron una vasta red
de corrupción, clientelismo, y vínculos con el crimen organizado
La caída del muro de Berlín (en 1989) devastó el sistema político
italiano al romperse la dinámica de la Guerra Fría en que se asentaba.
Mientras se el Partido Comunista entraba en una profunda crisis (1990)
se puso en marcha una pesquisa judicial de largo alcance llamada ‘manos
limpias’ . Esta investigación de los corruptos condujo a la desaparición
del Partido Demócrata Cristiano que por largos años mantuvo el poder
“bloqueando la democracia en Italia”.
Inundados de acusaciones de fraude y soborno, los democristianos se
disolvieron tan sólo dos años después de la desaparición de su rival
histórico; el Partido Comunista . Indemnes por los escándalos producto
de su exclusión de los altos cargos la mayoría de los antiguos
comunistas, ahora reformados, constituyeron el Partido Demócratas de
Izquierda, una nueva formación social-demócrata que parecían estar a
punto de llegar al poder entre 1991 y 1994.
El temor de la llegada de la izquierda (por primera vez desde los
gobiernos de coalición de 1944 al 1947) obligo a la derecha buscar a un
nuevo abanderado. Pronto surgió el candidato que venia a salvar a la
clase dominante ante el descrédito de la DC y de su aliado más pequeño,
el centrista Partido Socialista Italiano. El héroe elegido fue Silvio
Berlusconi, magnate multimillonario de los medios de comunicación que
principios de 1980 se asoció al Partido Socialista Italiano (PSI) pero
que ahora se exhibía como el nuevo líder de una “derecha populista”.
Presumiendo de independiente, Berlusconi, logro poner de pie a los
desacreditados democristianos (renombrados como Partido Popular
italiano) y se perfilo políticamente como un fiero adversario de los
demócratas de izquierda (ex comunistas). Sus primeros pronunciamientos
(en enero de 1994) fueron para comprometerse con la OTAN, la políticas
de libre mercado y con destitución de los corruptos enraizados en el
gobierno .
A pesar de su total falta de experiencia política Berlusconi no solo
ganó a los Demócratas de Izquierda (en las elecciones de marzo de 1994)
sino que también llevo a cabo una radical remodelación de las fuerzas de
la derecha italiana. Organizadas en torno a un solo líder carismático,
la recién creada Forza Italia fue un instrumento – creado desde arriba
hacia abajo – promovido por los canales de televisión del propio dueño.
Berlusconi se hizo popular casi como un showman al estilo
norteamericano, pero en el contexto italiano.
Mientras que los democristianos habían participado en la resistencia
antinazi (de 1943 a 1945) y en su mayor parte repudiaban la presencia
fascista en el gobierno, Berlusconi no tenía esos escrúpulos. Como la
democracia cristiana histórica desapareció a principios de 1990, las
barreras con la extrema derecha fueron eliminadas con total libertad y ,
pronto los fascistas fueron recibidos en la nueva coalición.
En las elecciones de 1994, los ocho millones de votos de Forza Italia
se complementaron con los cinco millones del partido “post-fascista”
Alianza Nacional y los tres millones de la Liga Norte, el partido de
extrema derecha que trata de “separar el norte rico del perezoso y
corrupto sur italiano”. Juntos dominaron el nuevo parlamento.
Algunas figuras prominentes de la coalición de Berlusconi tenían
vínculos explícitos con el fascismo histórico. Alianza Nacional fue el
nuevo nombre del Movimiento Social Italiano (MSI), el partido fascista
creada en 1945 por los sobrevivientes del títere-nazi Benito Mussolini.
Líderes de Alianza Nacional, como Gianni Alemanno (organizador y teórico
del ala más radical del MSI, fue alcalde de Roma entre 2008 2013
alcalde) Gianfranco Fini (autodefinido como un “fascista del 2000”), y
Alessandra Mussolini (nieta del dictador, candidato a la alcaldía de MSI
en Nápoles ) serán en la próxima década Ministros de Berlusconi.
Si bien la creación de la Alianza Nacional (en 1990) fue un intento
de incorporar a la extrema derecha sin su equipaje fascista, Berlusconi
relativizo permanentemente los crímenes del régimen de Mussolini,
transgrediendo así las normas que se dió la democracia italiana en la
posguerra.
Berlusconi, por encima, de todo era y es un oportunista, las
políticas de Berlusconi en el gobierno, sin embargo, no se
caracterizaron por el fascismo, sino más bien como la continuidad con
las políticas democristianas.
Más allá de decisiones como la supresión del impuesto de sucesiones y
un intento fallido de crear un sistema de votación bipartidista,
Berlusconi utilizó el gobierno para proteger sus intereses personales y
no realizo grandes reformas económicas e institucionales. Estuvo
centrado principalmente en medidas destinadas para eliminar las
restricciones a los monopolios sobre los medios de comunicación (“Ley
Gásperi”) y a protegerse del enjuiciamiento por delitos como fraude,
evasión fiscal masiva, y pago de un chica de diecisiete años para tener
relaciones sexuales.
Romano Prodi, hoy una de las principales figuras del Partido
Demócrata, ha denunciado la obsesión de Berlusconi con la aprobación de
leyes “ad personam” destinadas a impedir su ingreso en prisión. Su
gobierno fue, sobre todo, una tediosa telenovela de apariciones en la
corte, apelaciones y ataques contra lo que calificó “una casta jueces
políticos”.
Con la esperanza que los tribunales castigarán a Berlusconi por sus
turbios negocios, la centro-izquierda simplemente intento polarizar la
política italiana en torno a la figura del magnate, en lugar de atender
cuestiones de interés general o la recuperación económica.
Después de “manos limpias” algunos jueces saltaron a la arena
política. Antonio di Pietro, el fiscal que incriminó a Bettino Craxi- el
amigo socialista de Berlusconi- fundó el partido liberal “Italia de los
Valores” y fue ministro del gobierno de Prodi. Los fiscales y las
acusaciones por corrupción apresaron el discurso de la izquierda en
lugar de tratar cuestiones políticas sustanciales .
Otro ejemplo fue el movimiento contra la guerra. Italia realizó la
mayor manifestación mundial contra la guerra de Irak ; tres millones de
personas salieron a las calles de Roma el 15 de febrero de 2003. Sin
embargo, los Demócratas de Izquierda se abstuvieron sistemáticamente en
todas las decisiones que tomó Berlusconi de enviar tropas a la guerra.
Esto a pesar que los italianos se opusieron de manera vigorosa ante
desastroso fracaso de la invasión criticando a Berlusconi por su apoyo a
George W. Bush y Tony Blair.
De hecho, durante la crisis europea, posterior a 2008, el Partido
Demócrata (formado por los Demócratas de Izquierda y fragmentos de la
antigua Democracia Cristiana en 2007) voto incluso a favor de recortes
presupuestarios más duros que los del propio Berlusconi y, atacó al
magnate por su “falta de seriedad” cunado el magnate no aceptó las
exigencias de austeridad del Banco Central Europeo.
Hubo, por supuesto, una sustanciosa crítica moral y personal a
Berlusconi. La afirmación de Trump, en el segundo debate presidencial,
que su falta de pago de impuestos federales era “inteligente” fue un
tema clave de berlusconismo.
La táctica electoral de Berlusconi le permitió equipararse a aquellos
“pequeños empresarios ” que necesitan salvar su negocio y proteger su
familia sin la interferencia del estado. Nunca uso el lenguaje de
“hombre fuerte” (utilizado por Putin) disfrazando de este modo su
concepción neoliberal con una conducta humana asociada a una gobierno de
gestión y de apariencia centrista.
Frente a las críticas por su absoluta falta de decoro en los
negocios, Berlusconi enfrentó estas acusaciones de manera desvergonzada,
hizo un “honesto reconocimiento”, aceptando públicamente que trabajaba
por provecho personal.
En la década del 80 había construido una estrecha y notoria relación
con la premier socialista , Bettino Craxi ( que tuvo que huir a Túnez en
1994 para escaparse por cargos de corrupción). El caso Craxi incluía la
ayuda que el gobierno socialista había dado al magnate para la
expansión de sus redes de televisión. Ya en ese tiempo Berlusconi
actuaba descaradamente para la consecución de su objetivo, asociar el
papel de estadista a su vocación como empresario.
Berlusconi se mantuvo como un personaje público sin “pelos en la
lengua” haciendo gala frecuentemente de su machismo con provocativos
chistes sexistas, racistas y misóginos.
Sus rancias declaraciones iban desde la defensa de pagar por el sexo
(“ tener chicas hermosas es mejor que ser gay”) hasta afirmar de que
sería imposible combatir las violaciones (“ porque tendríamos que
desplegar un ejercito porque nuestras mujeres son demasiado hermosas ”).
En una intervención (el 2003) en la Bolsa de Nueva York, resumió con
estas palabras su visión del mundo: “Italia es ahora un gran país para
invertir. . . Hoy en día tenemos menos comunistas, y los que aún existen
niegan haber sido comunistas. Otra razón para invertir en Italia es que
tenemos hermosas secretarias”.
Al igual que Trump, sus famosas “metidas de pata” eran vistas por los
políticos occidentales como “tácticas políticas”. Después de los
atentados del 11 de septiembre este participante de la guerra de Irak
dejó claro que el chovinismo es el principal sostén en la guerra contra
el terrorismo: “Debemos ser conscientes de la superioridad de nuestra
civilización, que consiste en un sistema de valores que ha dado a la
gente una prosperidad generalizada y que garantiza el respeto a los
derechos humanos y la religión. Esto, sin duda no existe en los países
islámicos “.
Frente a un grosero discurso “no-político” de Berlusconi , el centro
izquierda , fue incapaz de proponer una alternativa política que fuera
más allá de denunciarlo por estar asociado con “maleantes”.
Después del colapso del sistema (en 1991) acusar a Berlusconi de
“traer el descrédito” y de socavar el “espíritu democrático de la
Constitución de la Resistencia”,(o incluso reprocharle de ser un
“fascista” ) no provoco ningún sobresalto en unos ciudadanos cansados de
ese discurso.
Por otra parte, desde el momento que los demócratas de izquierda
recibieron con los abrazos abiertos la tercera vía Blairista-Clintoniano
y los ex líderes comunistas abandonaron el legado de Antonio Gramsci en
favor de una gestión eficaz del neoliberalismo, el nuevo partido
socialdemócrata no tenía base teórica para oponerse al neoliberalismo
con un programa económico alternativo.
Stathis Kouvelakis caracterizó acertadamente como un “espectáculo
macabro” las declaraciones del ex líder comunista Achille Occhetto que
al visitar la sede de la OTAN y el edificio de Wall Street definió
amboas sedes como “moradas de la civilización y la democracia”.
El antiberlusconismo subordinado que sostuvieron los demócratas de
izquierda, acabo desempeñando un papel favorable al magnate. Esto ultimo
también le ocurrió a la izquierda radical de Rifondazione Comunista,
organización formado por los activistas que se opusieron a la disolución
del Partido Comunista en 1991.
Rifondazione era una fuerza prometedora en la década de 1990 , obtuvo
regularmente un 10 por ciento en las elecciones y constituyó sólidos
vínculos con los movimientos sociales- sin embargo finalmente fue
asolada por su obsesión ideológica basada únicamente en el
antiberlusconismo. (...)
El peor producto de Berlusconi: el Anti-berlusconismo
Los movimientos sociales y el históricamente fuerte partido comunista
italiano habían iniciado un lento declive a principios de 1980, en ese
escenario el anti-berlusconismo fue el instrumento mediante el cual los
seguidores de Blair y Clinton desviaron la atención de la izquierda
italiana de su agenda de cambio social por un moralismo judicial de la
“legitimidad política”.
El debilitamiento de los sindicatos italianas con la derrota ( en
1980) de la huelga en la planta de FIAT Mirafiori de Turín (la fábrica
más grande del país y bastión histórico del movimiento obrero) se agravo
a principios de la década de 1990 conduciendo al colapso final del
partido comunista y un triunfalismo neoliberal pocos años después.
Al igual que en otras partes de Europa, el debilitamiento de la lucha
social fue el contexto en el que surgió una nueva izquierda “sin
clases”. La acción contra Berlusconi demostraría ser el pretexto
decisivo para los demócratas en sus esfuerzos para formar un partido
democrático liberal corporativo, imitando explícitamente el modelo de
Estados Unidos.
La fascinación histórica de los comunistas por las instituciones
republicanas de la posguerra de Italia, llevaron a retratar a Berlusconi
como una “anomalía externa” al ordenamiento constitucional.
Inicialmente formado por una mayoría de excomunistas (que votaron a
favor de disolver el partido en 1991) en las siguientes dos décadas los
Demócratas de Izquierda se desplazaron repetidamente hacia la derecha,
en un esfuerzo para ganar los votantes conservadores de la “ilegítima”
era de Berlusconi.
El Partido Comunista Italiano siempre tuvo elementos que tendieron
hacia la socialdemocracia, la fragmentación de los democristianos de la
década de 1990 permitió una encarnación zombi de la izquierda que se
propuso engullir a las fuerzas católicas y conservadoras que también se
oponían a Berlusconi. (...)
El repentino aumento (breve) de la movilización anticapitalista y
antiguerra se disipó en la década del 2000; el liberalismo italiano
logro imponer su exclusiva estrategia contra Berlusconi, desprovista
totalmente de contenido social. De esta política participaban no sólo de
los demócratas sino también los llamados movimientos “ciudadanos” como
los Girotondi (con “cadenas humanas” el 2002 ) o, Il Popolo Viola el
2009 .
Las masivas manifestaciones ciudadanas organizadas desde Facebook
reclamaban no solo el anti-berlusconismo sino también defendían la
Constitución. En el día del “No a Berlusconi ” (en 2009) Il Popolo Viola
hizo un llamado a manifestarse por lo que consideraba una “anomalía en
el Occidente democrático”, exigiendo que “ Europa presionara a una
‘dictadura’” dirigido por “un hombre contrario a la libre expresión” y
que “no cuenta con el apoyo de los demócratas”.
Los manifestantes sostenían encarnar una “expresión ciudadana” no
“mediada por partidos políticos ” – y motivada por “valores cívicos”.
Esta idea era básicamente una estrategia del anti-berlusconismo, una
cruzada ética que se colocaba por encima de luchas sociales o políticas,
en defensa de “ los valores de la Constitución italiana”.
Con la amenaza de la llegada del fascismo, los portavoces de estas
“iniciativas ciudadanas” supuestamente neutrales, disfrutaron de grandes
elogios en la prensa de habla Inglés. No menos importante fue el apoyo
que recibieron de The Economist (que a juicio del premier italiano era
una publicación “comunista” ) y del Financial Times y de otros medios de
comunicación que promovieron una imagen negativa porque Italia “ no es
un país normal ”.
El apretón de manos de los liberales demostró rápidamente su falta de
consecuencia democrática. Después de la elección general (del 2013) la
co-fundadora de La Repubblica ,Barbara Spinelli lanzo una petición,
firmada por luminarias anti-sistema como el fallecido Dario Fo, pidiendo
a los tribunales que impidieran a Berlusconi ocupar su asiento en el
Parlamento a causa de sus conflictos de intereses.
El intento de Spinelli no tuvo éxito, pero al año siguiente
Berlusconi renunció abruptamente a su asiento en el Parlamento Europeo,
aunque mantuvo con desfachatez su sueldo.
En 1975, Pier Paolo Pasolini había caracterizado al Partido Comunista
Italiano como un honesto y no corrompido “país dentro de un país”, en
esa misma década su secretario general, el ascético Enrico Berlinguer,
había asociado a la izquierda con “ la autoridad moral”, que denunciaba
el consumismo y la política del escándalo.
En un sentido muy positivo, los comunistas de la posguerra hicieron
una Italia diferente, no sólo ganando un tercio de los votos en las
elecciones nacionales, o construyendo sindicatos de masas, o creando un
fuerte y millonario movimiento cooperativista, sino también blandiendo
las platónicas disposiciones progresistas de la Constitución de 1948, a
pesar que en los hechos estaban excluidos del poder.
Sin embargo, esta organización se fue marchitado durante la década de
1990 y los políticos comunistas se convirtieron en demócratas
neoliberales con una mentalidad de un elitismo liberal hueco, que solo
hizo oposición a Berlusconi como expresión de una supuesta “virtud
republicana” que se propuso incluir incluso al ala derecha de los
católico-conservadores.
Esta política se expresaba en la consigna “Italia debe convertirse en
un país normal” (de acuerdo a las exigencias de otros estados
europeos), o en el meme “Berlusconi es una vergüenza nacional”. Estos
mimbres ideológicos fueron de la mano con al viaje al centro político y
entregaron a la izquierda en los brazos de la Unión Europea como una
cura para los males del país.
El auge de este inclinación elitista-institucional en la izquierda
liberal llegó a su punto más extremo con el nombramiento de Giorgio
Napolitano como Presidente de la República (entre 2006 y 2015). Este
dirigente del Partido Democrático ( y excomunista) había buscado durante
mucho tiempo la ayuda externa para resolver las “disfunciones” de
Italia.
Su vida política se inició siendo un estudiante fascista que
proclamaba a la Alemania nazi como “una protectora benigna para Italia”.
En un giro estalinista (en 1945) cambio sus lealtades a favor de los
soviéticos, para re-convertirse, en décadas más recientes, en un firme
partidario de la Unión Europea Alemana.
A pesar que se supone que la Presidencia italiana es un cargo neutro
Napolitano utilizó su puesto para promover un golpe de Estado impulsado
por la Unión Europea contra el gobierno elegido de Berlusconi. De esta
manera el magnate y primer ministro era castigado por no cumplir con los
objetivos de recortes presupuestarios requeridos por el Banco Central
Europeo.
Como Perry Anderson ha explicado , Berlusconi fue removido de su
cargo, por medios básicamente inconstitucionales y, bajo una intensa
presión de la Unión Europea, que la izquierda encontraría escandalosa si
se aplicarán en cualquier otro país.
Giorgio Napolitano conspiró con Ángela Merkel y con el entrante
presidente del Banco Central Europeo,Mario Draghi, (durante el verano de
2011) para instalar como primer ministro a Mario Monti, ex comisario de
la UE y asesor de Goldman Sachs.
La designación de Mario Monti como senador vitalicio permitió a
Napolitano (en noviembre de 2011) formar un gobierno de tecnócratas no
electos por el pueblo, que llevaron a cabo “la manobra” , reduciendo el
déficit público sin que sus ejecutores fueran responsables ante el
electorado.
Como relata Anderson, “Bajo la amenaza de la destrucción de la
economía, por los mercados de bonos, Berlusconi tuvo que capitular y, en
una semana Monti juró como nuevo gobernante del país, a la cabeza de un
gabinete no electo de banqueros, empresarios y tecnócratas. . .” Los
que habían atacado a Berlusconi por subvertir la democracia italiana no
se andaban “con chicas” .
Paradójicamente el supuesto “fascista” Berlusconi cayo víctima de un
golpe antidemocrático. La función Mario Monti fue perpetrar una serie de
leyes anti-laborales y recortes presupuestarios. Finalmente las
“reformas”, tuvieron un éxito mediocre dentro de los estrechos márgenes
que se propusieron.
Cuando el país fue de nuevo a las urnas (en febrero de 2013), una vez
más el Partido Demócrata no logró conquistar la mayoría. Incapaces de
formar gobierno, hicieron la cuadratura del circulo mediante una gran
coalición que incluyó nada menos que a Silvio Berlusconi. Después de
haber utilizado la luchar contra Berlusconi como un palo para
disciplinar a la izquierda, el Blairismo ahora gobernaba con “il
cabaliere”.
Hoy Italia sigue gobernada por una coalición de Demócratas con
escisiones de la centro-derecha del partido de Berlusconi; curiosamente
formada por quienes (a finales de 2013) se negaron a garantizarle la
inmunidad judicial.
Una creciente oposición al sistema (a raíz de una victoria histórica
en el mes de diciembre en el referéndum constitucional) está
hegemonizada por el populista “Movimiento Cinco Estrellas” y por la
extrema derecha “Liga Norte”.
A pesar que en la década de 1990 el histórico MSI se sumo a la
coalición de Berlusconi, sectores que se dicen “anticapitalistas” pero
fascistas (como Casa Pound / Lotta Studentesca ) hoy ganan adeptos entre
los jóvenes empobrecidos. Mientras tanto el activismo de izquierda ha
logrado sobrevivir, sólo en áreas aisladas y ha sido incapaz de impulsar
una revuelta social porque la mayoría ciudadana esta hegemonizada por
“Cinco Estrellas” y la derecha. Como consecuencia de sus desastres
políticos, Refundación Comunista hoy apenas existe.
La construcción de una oposición política
Las lecciones para la izquierda estadounidense son claras. Los
Demócratas que sostenían que solo apoyando a una “moderada” como Hillary
Clinton se derrotaría a los conservadores del “fascista” Trump, ahora
hablan de “unidad nacional” y “ piden una oportunidad de dirigir la
oposición .” Ellos están tan a la deriva como los demócratas italianos
que avasallaron golpeando los tambores del antiberlusconismo para
después coaligarse con el propio Berlusconi .
Poca claridad tienen aquellos liberales que intransigentemente niegan
la “legitimidad” a Trump y ven su administración como un avance sin
precedentes para la supremacía blanca. El justificado temor por las
acciones de Trump ciega a los progresistas. En la reciente historia de
Estados Unidos las víctimas reales de las administraciones de Obama o
Clinton parecieran inexistentes y la gran historia de las luchas negras y
de la clase trabajadora es apenas un mero complemento en la llamada a
cerrar filas en torno liberalismo corporativo.
El punto no es que Berlusconi o Trump sean meros tigres de papel. Más
bien, hay que poner ojo en el inútil juego de liberales y
“conservadores honestos” . Limitarse a pintar a Trump como un extraño a
los valores nacionales mitificados, no tiene ninguna posibilidad de
éxito.
Debemos aprender de Italia. No sólo por los efectos nocivos que
ilustra el caso italiano, sino porque en los Estados Unidos se ha
repetido religiosamente el argumento del menor . Al final de cuenta fue
la base que utilizo el progresismo para apoyar a Hillary Clinton. (...)
Persistir en el argumento liberal que “ Trump ofende los valores
institucionales” es un enfoque político que hace caso omiso de todo lo
que ocurre a nuestro alrededor; el Brexit ,Duterte, Le Pen o Trump.
Engañarse definiendo de forma arbitraria los límites del discurso
político “legítimo” no podrá impedir el avance de una ola populista de
derecha.
Aunque la política estadounidense es mucho más racista ,que la
italiana, ( las apuestas también son más alta) no se debe olvidar que
los gobiernos de Roma han servido durante mucho tiempo como “el sargento
de frontera de la Unión Europea”. Esto política antiinmigración incluyo
la externalización de esta responsabilidad al viejo aliado de
Berlusconi, el Coronel Gadafi en Libia.
El racismo “casual”, la exclusión de las minorías étnicas (de casi
cualquier aspecto de la vida pública) y, la falta de “corrección
política” con los inmigrantes son rasgos distintivos de la sociedad
italiana. (...)
Niveles más bajos de inmigración, ausencia -relativa- de minorías
étnicas establecidas, y tradiciones más débiles de organización política
de la población negra, han hecho que la reacción blanca también está
menos presente en Italia.
Mientras que muchos llaman al gobierno de Trump fascista, con el fin
de connotarlo como extremo e ilegítimo, el racismo armado de la derecha
en Estados Unidos – incluyendo el de la policía – es una amenaza física
mucho más real y criminal que subcultura nostálgica-fascista de Italia.
Fuerzas políticas con discursos tóxicos muy similares (al de los
aliados de Berlusconi) ahora han llegado al poder en los Estados Unidos,
en una situación de tensión social mucho más dramática.
En este sentido, el caso italiano representa una seria advertencia,
incluso pese a que Berlusconi fue destituido de su cargo parlamentario.
Hoy en día la coalición liderada por el Partido Demócrata continúa con
un programa que demuele los derechos laborales conquistado en la
posguerra, alejando al partido de cualquier vestigio de izquierda.
La oposición de masas al régimen no proviene de los movimientos
sociales o de Refundación Comunista, sino de un “populista
individualista” que ha ganando un enorme apoyo, incluso en los bastiones
históricamente “rojos” del norte de Italia.
Como el Partido Demócrata Italiano se ha trasladado a ocupar el
centro (y la centro-derecha) el espacio político ocupado por el partido
de Berlusconi esta en crisis. Los verdaderos izquierdistas que se
unieron a la cruzada anti-Berlusconi ahora están en ruinas.
En la península no existe un Podemos, Italia tiene el Movimiento
Cinco Estrellas y la Liga Norte, ambos movimientos “anti-políticos” que
No se nuclean entorno a la lucha social o a una visión de progreso, pero
si estimulan la atomización con un “sentido común” reaccionario,
incluso xenófobo.
La alineación de la izquierda con los centristas neoliberales -contra
Berlusconi- no contuvo el populismo de derecha ni logró mantener el
racismo y la xenofobia fuera de la política.
Los millones de votantes de izquierda en Italia todavía esperan una
respuesta sin embargo en este trance se ha destruido su voz alternativa.
Observando en perspectiva la campaña electoral (de 2016) la izquierda
de los EE.UU. debe evitar cometer errores similares." (David Broder, historiador estadounidense , doctorado en estudios de los comunistas italiano, Salir del euro, articulo publicado por la Revista Jacovinmag.com
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