"La potencial amenaza del desempleo tecnológico es uno de los asuntos
económicos que está suscitando uno de los debates más acalorados de
nuestro tiempo, tanto en los consejos directivos, como en las oficinas
sindicales y entre los líderes políticos. (...)
La resucitada idea de establecer una Renta Básica Universal (RBU) es la
piedra angular de las escasas discusiones políticas en curso. (...)
El asunto que aquí nos ocupa es averiguar si la RBU puede servir como
solución al desempleo tecnológico a gran escala o a las perturbaciones
del mercado laboral que resulten de un cambio tecnológico precipitado. (...)
Si examinamos el problema con detenimiento, resulta evidente que una
renta básica no solucionaría muchos de los problemas clave. Por diversas
razones que expongo a continuación.
La primera es que, en realidad, la renta básica relega el valor del
trabajo a un mero ingreso. Soy consciente de que muchas personas están
en desacuerdo con este argumento, pero yo lo veo así. Por supuesto,
ganarse la vida es un elemento crucial que se asocia con el trabajo,
pero los aspectos sociales también son fundamentales.
El valor social
que proporciona el trabajo es una fuente primordial de autoestima y
sirve para estructurar las vidas y el rol de las personas en la
sociedad.
También está el peligro de los efectos traumáticos. Si la gente
abandona el mercado de trabajo y vive de la renta básica durante un
período prolongado de tiempo, las posibilidades que tendrá de volver a
acceder a ese mercado serán exiguas. (...)
Este argumento, a su vez, plantea la cuestión de la desigualdad. Pagar a
las personas una renta básica no eliminará el problema fundamental de
la economía digital según el cual algunas personas prosperarán de manera
extraordinaria, mientras otras quedarán rezagadas. Un razonamiento que
se escucha a menudo establece que si las personas quieren más dinero del
que suministra la renta básica, pueden sencillamente trabajar algunos
días. Sin embargo, si el problema es el desempleo tecnológico, esta
opción queda automáticamente eliminada puesto que la pérdida de trabajos
a gran escala hará que sea inviable. Por consiguiente, la economía
digital generará una nueva clase inferior atascada en la renta básica y
una élite económica que cosechará la mayoría de los beneficios. (...)
Por otra parte, en muchos países no será para nada fácil acabar con
los sistemas de pensiones existentes (otra consecuencia de la renta
básica), ya que estos se basan en estrictos derechos legales adquiridos.
Por todos estos motivos, la renta básica no parece ser una respuesta
política adecuada a la amenaza del desempleo tecnológico. Como
alternativa, ¿qué sistema podría funcionar? Una agenda política basada
en los siguientes cinco puntos podría ser una solución más exhaustiva y
adaptada. (...)
En primer lugar, los sistemas educativos sin duda tienen que adaptarse a
las nuevas realidades económicas de manera más eficaz que hasta ahora. (...)
Puede que las habilidades técnicas se vuelvan obsoletas muy
rápidamente, pero la habilidad de ser creativo, adaptarse y participar
en la formación permanente seguirá siendo valiosa siempre.
En segundo lugar, si se produce un desempleo tecnológico a gran
escala, el primer paso debería ser reasignar el trabajo restante. Puede
que no resulte en la semana de 15 horas que preveía John Maynard Keynes
para sus nietos, pero, dentro de lo posible, esta política sería
razonable y brindaría una primera herramienta para reequilibrar la
situación.
En tercer lugar, los líderes políticos deberían pensar en elaborar
planes de garantía laboral que complementen el mercado laboral normal.
Garantizar de esta manera una actividad remunerada daría inicio cuando
se pierdan los trabajos tradicionales y mantendría a la gente activa y
capaz de utilizar sus habilidades.
Si los gobiernos actuaran como
‘empleador de última instancia’, se evitarían los efectos traumáticos y
se fomentaría de manera activa la actualización de las habilidades si,
como debería ser, la reorientación/reciclaje profesional fuera un
elemento clave de la actividad garantizada.
En efecto, como este plan disociaría el pago por realizar una actividad
de su contenido, se crearía una herramienta adicional para elaborar
políticas públicas que incentivaran las actividades socialmente
beneficiosas.
Por ejemplo, un trabajo garantizado se podría usar con
eficacia para mejorar los sectores relacionados con la salud y la
asistencia, ya que, según indican las tendencias demográficas actuales,
en el futuro hará falta más mano de obra. También podría usarse para
financiar deportes y otras actividades culturales en el ámbito local y
reforzar de estar manera la cohesión social de las comunidades.
Un sistema de garantía laboral podría gestionarse a través de
diversos intermediarios e instituciones gubernamentales diferentes. No
se trata de establecer una economía de planificación, la idea se basa en
el supuesto de que incluso si los trabajos tradicionales desaparecen, o
hay períodos de desempleo transitorio, nosotros, como seres humanos, no
nos quedaremos sin ideas sobre el tipo de actividad socialmente
beneficiosa en la que podemos participar de manera activa.
El cuarto punto va dirigido a cómo financiar este sistema.
Seguramente merezca la pena repensar la tributación y la manera de
aumentar la base impositiva, pero al fin y al cabo puede que esto sea
insuficiente, distorsionador o ambos. Si realmente acabamos viviendo en
un mundo en el que el trabajo lo realizan los robots, la pregunta
fundamental es: ¿quién es el dueño de los robots?
Esto nos lleva al quinto y último punto: democratizar la propiedad
del capital.
Si los dueños de los robots son los ganadores de este mundo
feliz digital, entonces el mayor número de personas posible debería
poseer títulos de propiedad. Esto puede funcionar tanto en el plano
individual como global. En el ámbito empresarial, los modelos como la
‘participación de los trabajadores’ podrían aumentar la titularidad
entre los empleados para que los trabajadores fueran individualmente
cada vez menos dependientes del ingreso que genera un salario.
En el
plano global, podrían crearse vehículos financieros con fines
específicos para resocializar el rendimiento del capital. Estos podrían
darse en forma de fondos de inversión soberanos que serían similares a
las fundaciones universitarias o a los fondos soberanos de riqueza, y
que generarían nuevas fuentes públicas de ingreso que luego podrían
emplearse para financiar la garantía laboral.
La idea central de la renta básica se basa en una visión libertaria
de la sociedad. Implementarla supondría individualizar muchos aspectos
de nuestra vida diaria que actualmente se organizan de manera colectiva.
Por el contrario, el conjunto de políticas aquí propuesto no solo
proporcionaría una protección eficaz contra los potenciales efectos
negativos de la revolución digital, sino que al mismo tiempo crearía
herramientas para fortalecer las comunidades y reducir la desigualdad.
El debate sobre cómo responder con políticas a la revolución digital
será una de las discusiones más importantes durante los próximos años.
La renta básica no es más que una opción, altamente problemática por las
razones aquí descritas. Aunque hay otras maneras de abordar esta
cuestión." (Henning Meyer es director de Social Europe e investigador asociado del Public Policy Group en la London School of Economics, en CTXT, 29/03/17)
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