16/5/18

El populismo es un estilo: es una manera de concebir la política de manera más participativa y más directa. En realidad, el populismo es un síntoma. Aparece siempre que la democracia liberal y parlamentaria deja de funcionar. La base del populismo es una crisis de confianza. Y vivimos en nuestros días una época de crisis generalizada que afecta a los partidos políticos, los líderes políticos, los medios de comunicación, los sindicatos…

"Alain de Benoist (Saint-Symphorien, 1943) es uno de los escritores franceses vivos más controvertidos y con más obras a sus espaldas: de sus manos han salido más de un centenar de títulos. En la actualidad dirige dos revistas de pensamiento político (...)

Ha mencionado la expresión ‘populismo de izquierda’ y lo cierto es que cuando hablamos de populismo a veces se hacen mezclas un poco paradójicas. Para evitarlo, algunos autores como Chantal Mouffe, proponen distinguir entre un ‘populismo de izquierdas’ y un ‘populismo de derechas’. ¿Está usted de acuerdo con esta distinción o es más bien un modo de tranquilizar la conciencia de la izquierda?

En mi opinión es una distinción que, aunque puede tener alguna utilidad, hoy en día no nos sirve demasiado. En Francia tiene más sentido hablar de centro y periferia. En las últimas elecciones, el 20% de los votantes de Jean-Luc Mélenchon votaron por Marine Le Pen en la segunda vuelta [según las estadísticas: el 11% de los electores de la Francia Insumisa apostaron por la candidata del FN]. 

 No obstante, yo creo que sí que hay dos aspectos que podrían diferenciar un populismo de izquierdas de un populismo de derechas: la política económica y la política de inmigración. Muchos de los partidos populistas de derechas son económicamente liberales, mientras que prácticamente ningún partido populista de izquierda es liberal en la economía. 

Por otro lado, los partidos populistas de derechas son muy hostiles a la inmigración (y hay que reconocer que esa es una de las razones de su éxito) mientras que los populistas de izquierdas tienen posturas mucho más matizadas a ese respecto. Pero puede que eso esté cambiando: la Francia Insumisa de Mélenchon cada vez se atreve menos a tener un discurso pro-inmigración. 

Populismo de izquierda, populismo de derecha, peligro populista, no sé si tenemos muy claro de qué hablamos cuando hablamos de populismo. ¿Qué es el populismo? 

El problema es que nadie quiere analizarlo, sólo juzgarlo. En Francia la tónica general es demonizar el populismo y usarlo como sinónimo de extrema derecha y de fascismo. Pero el populismo no es eso. Hay una ideología fascista, pero no hay una ideología populista. 

El populismo no es una ideología; si lo fuera, no podríamos poner en el mismo grupo a personas como Marine Le Pen, Jean-Luc Mélenchon, Podemos o la Liga Norte. El populismo es un estilo: es una manera de concebir la política de manera más participativa y más directa. 

En realidad, el populismo es un síntoma. Aparece siempre que la democracia liberal y parlamentaria deja de funcionar, y, muy particularmente, cuando los representantes políticos son considerados por los votantes como personas que no les representan. La base del populismo es una crisis de confianza. Y vivimos en nuestros días una época de crisis generalizada que afecta a los partidos políticos, los líderes políticos, los medios de comunicación, los sindicatos…

En Francia yo definiría a Macron como un ‘contra-populista’: se ha beneficiado paradójicamente del mismo reflejo anti-partidos que Marine Le Pen. Y esto es algo absolutamente inédito. Pero, desgraciadamente, la tendencia de los periodistas es analizar lo nuevo con los instrumentos de lo viejo. 

Y mirando siempre por el retrovisor dicen: “es el retorno de los años 30”. Pero no: no es el retorno de nada. Marine Le Pen es una persona a la que yo no le encuentro ningún interés porque es una persona muy inculta, pero no va a reabrir los campos de concentración. Y así es como nos distraemos, damos miedo, pero no logramos entender nada.

Usted en su último libro se muestra muy crítico tanto con la izquierda como con la derecha. De hecho, citando a Pierre Manent defiende usted una tesis cuando menos sorprendente, que la derecha ha abandonado la nación mientras que la izquierda ha abandonado el pueblo y que por eso su política se parece cada vez más…

La ruptura entre la izquierda y el pueblo y la derecha y la nación data de hace tiempo y afecta particularmente a las clases populares. Son ellas las principales perjudicadas por este fenómeno. Piensa, por ejemplo, en el abismo que hay entre las capas obreras y los partidos de izquierdas. 

Esto ha sido muy bien teorizado por autores como Jean-Claude Michéa o Christophe Guilluy. Lo que las clases populares quieren es bastante simple: quieren que se tengan en cuenta sus intereses, sus demandas, y, sobre todo, no sentirse excluidas. Y yo añadiría: no sentirse triplemente excluidas, política, cultural y socialmente.

La nueva geografía social y la gentrificación de las ciudades expulsa a todo lo que no queremos ver (los inmigrantes, los obreros y las clases populares) primero hacia las banlieues y ahora aún más lejos. Hoy en día es esta ‘Francia periférica’ la que se opone a Macron.

Y la derecha hace tiempo que dejó de pensar en el marco nacional y hace tiempo que dejó de ser patriota. Y eso, dejar de pensar en la patria, es algo que también afecta principalmente a las clases populares. El abandono del pueblo por parte de la izquierda y de la nación por parte de la derecha hace una pinza a las clases populares. Y las dos cosas juntas contribuyen al éxito de los partidos populistas.  (...)

Por último, usted ha mostrado bastante interés respecto a La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon: ¿qué piensa que debería hacer este ‘populismo de izquierda’ para aprovechar el actual momento populista?

Debería centrarse mucho más en convencer a las clases populares. No digo que no aspire a tener un electorado complejo, pero sí que se focalice en esa parte de su electorado que son las clases populares y los perdedores de la globalización. Eso es lo que yo le diría a Jean-Luc Mélenchon. 

De hecho, ya he tenido la ocasión de entrevistarle en una de las revistas de las que me ocupo, la revista Krisis, y siempre me ha parecido uno de los mejores políticos que tenemos en Francia. Hizo una campaña electoral extraordinaria y da gusto escucharle porque es uno de los mejores oradores que tenemos.

 Tiene una cultura enorme, tiene sentido del humor y no lee los discursos en los mítines. La gran dificultad para Jean-Luc Mélenchon es hacer frente a toda esa cantidad de gente que quiere ponerle palos en las ruedas, incluido en su propio partido."                   (Entrevista a Alain de Benoist, Enric Bonet, CTXT, 03/04/18)

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