23/1/19

Por primera vez, en cientos de miles de años, la caza es una actividad denostada por una parte importante de la sociedad y corre el riesgo de extinguirse. Las razones hay que buscarlas en que la caza es una actividad rural, y la cultura del campo se ha perdido, no existe, para muchas de las nuevas generaciones. El movimiento animalista, cuyos principios básicos serían firmados por los propios cazadores, ha exagerado hasta el absurdo los derechos de los animales. La caza produce el 0,3 por ciento del PIB en España, con un gasto anual de 6.500 millones de euros y generando 186.000 empleos...

"Por primera vez, en cientos de miles de años de historia de la humanidad, la caza es una actividad denostada por una parte importante de la sociedad y corre el riesgo de extinguirse. El hombre fue cazador recolector desde sus primeros ancestros, pero en los albores del siglo XXI, sobre todo en los países más civilizados, un importante sector social no entiende el papel de la caza y trabaja con idea de ponerle fin. 

Las razones hay que buscarlas en que la caza es una actividad eminentemente rural, y la cultura del campo se ha perdido, no existe, para muchas de las nuevas generaciones. Florece en nuestros días el movimiento animalista, cuyos principios básicos serían firmados por los propios cazadores, aunque a la larga han exagerado hasta tal punto los derechos de los animales que la línea que preconizan es con frecuencia utópica, cuando no absurda.

Para muchos de sus críticos, el cazador es casi siempre un señorito que disfruta al máximo haciendo daño a los animales y tratando de matar todos los que puede. No comprenden que la caza sigue siendo básicamente rural y la mayoría de sus practicantes son de pueblo y de origen básicamente humilde.

 El cazador de copa, puro, bombachos con borlas y cinco venados en un puesto es una escasísima excepción, que tampoco agrada a la mayor parte de los integrantes del colectivo. No hay que confundirlos con muchas familias aristócratas españolas de honda raigambre venatoria, que han sabido transmitir una respetuosa cultura cinegética a todas sus generaciones.

 En buena medida, a ellos les debemos el hecho de que España sea el país de Europa con una biodiversidad más rica.

En nuestro país proliferan las fincas de caza cuyos ecosistemas se hallan en un estado de conservación similar al que tenían hace siglos, o milenios, gracias a la voluntad de sus propietarios de no explotarlos de otro modo. Además, el cazador ama a las piezas que caza, y es frecuente que abandere movimientos y actividades en pro de su conservación.

No en vano la mayoría de los grandes naturalistas y conservacionistas de la historia han tenido un origen cazador, como el propio Darwin, Brehm, Felix Rodríguez de la Fuente, Jose Antonio Valverde, Chapman y Buck, etcétera.

El principal argumento para defender la caza es que es absolutamente compatible, e incluso complementaria, con la conservación de la biodiversidad. En muchos países africanos la presión demográfica es tan agresiva que ya no quedan animales fuera de los parques nacionales y de las reservas de caza, que juegan un papel esencial.

La caza es racional y sostenible, entre otras cosas porque el cazador aprendió que no tendría sentido acabar con su propio recurso. En un momento de preocupación por el abandono del campo, la caza supone una de las más importantes alternativas para dinamizar el mundo rural y generar una importante economía.

Nada menos que el 0,3 por ciento del PIB en España, con un gasto anual de 6.500 millones de euros y generando 186.000 empleos. La práctica totalidad de las regiones rurales españolas mantienen una larga cultura venatoria y creo que la humanidad daría un paso atrás si acabamos con ella."                            (Juan Delibes es Biólogo E Ingeniero de Montes de Honor, ABC, 13/01/19)

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